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Análisis

Kawhi Leonard y la teoría de la evolución constante

Existe una isla, en el archipiélago de Hawái, de apenas 1.456 km2 de superficie,  y una población que no alcanza los 70.000 habitantes. De carácter volcánico y paisajes sugerentes, ha sido escenario de múltiples largometrajes hollywoodienses. Desde “Blue Hawái” hasta “Parque Jurásico”. Sus localizaciones han sido utilizadas o recreadas en “Indiana Jones: en busca del Arca Perdida” o la película de animación “Lilo & Stich”. La isla en cuestión se llama Kauai. La cultura de esta región evoca al “espíritu Aloha”, el cual es expresado a través de la cortesía, simpatía, razonabilidad o serenidad. En San Antonio, Texas, existe otro motivo para todos estos estados de ánimo, para la alegría. En este caso se trata de una persona, un jugador. Que responde al nombre de Kawhi Leonard.

Se cuenta que al padre de Leonard, la pronunciación del nombre de la isla de Kauai le resultaba agradable. Mientras, según dice su madre, Kawhi hace referencia a un príncipe africano. Parece evidente que no tuvieron muchas dificultades a la hora de elegir nombre para su vástago. Los historiadores de la Polinesia, por su parte, defienden que el nombre tiene un significado que podríamos relacionar con el cariño recibido en un abrazo. Literalmente la traducción es “lugar favorito alrededor del cuello”. Hoy Kawhi Leonard es el favorito de una afición que se ha acostumbrado a ver a los suyos peleando por el anillo año tras año.

Kawhi era el más pequeño de la casa, pero su determinación ya asomaba desde su más tierna infancia. En una revisión rutinaria con su pediatra, a sus siete años de edad, Leonard le dijo que iba a ser jugador de la NBA. El médico sonrió y le contestó: “¿Sabes cuántos niños vienen a esta consulta y dicen lo mismo?” El niño se mantuvo en silencio, no necesitaba convencer a nadie. Se trataba de sí mismo, de modo que era él el que debía estar seguro de su capacidad. Y de su voluntad. Lo estaba. El documental “Come Fly With Me”, con Michael Jordan como protagonista, y que veía una y otra vez en el vídeo de casa, le había convencido al respecto de lo que quería hacer cuando fuese mayor. Iba a poner todo de su parte para alcanzar su objetivo. Sin importar las opiniones de otros.

El joven Kawhi pasaría horas practicando su juego, tratando de mejorar, siempre a partir de las necesidades de su equipo de turno. Anotar más o menos no era su objetivo. En una ocasión, durante su segundo año en el Canyon Springs High School, se negaría a corregir a un reportero cuando este confundió su anotación con la de un compañero, otorgándole a este último más puntos. “No importa, no necesito ese tipo de reconocimientos”, le diría a su madre. Y cuando llegó el momento de comenzar su aventura universitaria, Kawhi rechazaría a UCLA, entre otras candidatas, simplemente porque San Diego había ido a reclutarlo en primer lugar. Cualquier otro habría buscado los focos que concedían una universidad de renombre.

Si eres bueno, habrá quien sepa de ti. Más allá de los números. Los Spurs son una franquicia experta a la hora de seleccionar grandes jugadores en números altos del draft, o de moverse en el mismo. Los Pacers picaron el anzuelo y George Hill fue suficiente reclamo como para traspasar a su elección, decimoquinta de aquel 2011. Popovich pronto se reunió con el muchacho, y tras un primer intercambio de palabras sintió cómo este le “llegaba al corazón”. Un lustro después, el tiempo ha vuelto a dar la razón al viejo zorro de los banquillos. Un anillo y dos finales para los texanos con Kawhi como pieza fundamental, y un MVP de las finales y dos premios al mejor defensor de la temporada para el alero.

Leonard es un tipo que cae bien. Es indiscutible. Y no necesita publicidad, o actividad en las redes sociales para estar en boca de todos. En el maletero de su viejo ChevyTahoe del 97 sigue estando una mochila con una pelota de baloncesto en su interior, porque cualquier instante es bueno para practicar su tiro. Su ética de trabajo le ha llevado a colarse en pabellones cerrados aun de madrugada, alumbrándose con lámparas propias, o a llegar antes a los entrenamientos los días en los que le conceden descanso. Su personalidad le llevó a jugar, antes de su salto al profesionalismo, el día después del asesinato de su padre, y solo derrumbarse tras el encuentro. En unos tiempos en los que las trenzas ya pasaron de moda, él las mantiene porque se siente cómodo. Carmelo Anthony fue su inspiración cuando adoptó ese corte de pelo, pero es algo que queda atrás. Sin actividad en Twitter, Instagram o Facebook, y evitando reportajes que incluyan sesiones de fotos. Todo eso es Kawhi. Su vestimenta, o sus complementos también hablan de él. No lleva los auriculares del momento (usa unos tipo estándar), y suele ir en vaqueros y sudaderas negras con capucha. En San Antonio, compartió vivienda con su madre, y solo le separaban la planta en la que vivían (él en la parte alta del hogar, ella en la de abajo), mientras se fabricaba una casa a su gusto (Leonard es un apasionado de la arquitectura moderna). Además de su madre, otras dos personas le siguieron en su aventura en los Spurs: Kishele Shipley, su novia de la universidad, y Jeremy Castleberry, amigo de instituto que hoy es miembro del departamento de vídeo de la franquicia. El juego, y solo el juego, es lo que importa a Kawhi.

Arthur “Chip” Engelland es asistente de Popovich en los Spurs, especialista en el tiro. Antes del draft de 2011, en Chicago coincidió con Kawhi. A este le habían recomendado, como a tantos otros aspirantes a ser altas elecciones, evitar ejercitarse a no ser que fuese necesario. Sin embargo, no pudo resistirse a ponerse en marcha. Cogió un balón y se puso a lanzar a canasta. Engelland estaba mirando. A pesar de tener un porcentaje bastante bajo en el tiro de 3 puntos, atisbó una buena base sobre la que trabajar. En San Antonio, muchos eran contrarios a enviar a George Hill, un base reserva de garantías, a Indiana a cambio de un joven que tenía mucho que demostrar. Pero a Engelland le bastaron diez minutos para posicionarse en favor de la operación. Después de observarlo, se acercó a Kawhi y le preguntó: “¿Quieres ser grande?” El alero no respondió. “Bueno, no es una pregunta fácil. Pero piensa en ello”, añadió Engelland. Al día siguiente volvieron a encontrarse en la cancha de entrenamiento: “Quiero ser grande”, le espetó Kawhi. Fue el primer paso de un proyecto a largo plazo que a día de hoy sigue cociéndose, pues el límite de Leonard parece aún distante.

Popovich, por su parte, advertía de otro modo la capacidad para convertirse en estrella del baloncesto a Kawhi. Ya en el equipo, tras unas sesiones, se dirigió a él: “Puedes ser el mejor defensor de la liga, puedes ser nuestro próximo Bruce Bowen”. Claro que Pop sabía que ofensivamente ese chico era superior a su ex pupilo, pero se cuidaría mucho de hacérselo saber: “Tu defensa determinará tus minutos”. La relación de Popovich con Leonard es diferente, por lo excepcional del jugador. Este acepta cualquier decisión y nunca pone en duda los métodos de su entrenador: “Cuando Kawhi comete un error, se disculpa inmediatamente. No quiere decepcionar a nadie. A veces tengo que decirle que lo ha hecho bien, que su trabajo en la pista fue fantástico, que se sienta tranquilo consigo mismo, que sonría. En ocasiones, cuando lo sustituyo antes de lo que espera, sé que por dentro está enfadado, pero simplemente asiente con la cabeza y se sienta”.

El carácter de Kawhi es especial. Su constancia le ha llevado a satisfacer las exigencias de sus dos principales valedores. Pese a declinarla, en el último AllStar Game, Leonard recibió una invitación para participar en el concurso de tres puntos, lo que habla bien a las claras de su espectacular mejora en el lanzamiento, algo que Engelland había pronosticado. Y aplicarse en defensa, desde donde alimentaría su tiempo en pista, le ha llevado a ser dos años consecutivos reconocido como el mejor en ese aspecto. Tenerlo enfrente es un desafío para los rivales. En el duelo directo reduce  la producción ofensiva del que es su emparejamiento durante el partido, pero es que además, suma innumerables ayudas a sus compañeros, complicando la vida al resto de jugadores contrarios.

Luego su ataque, virtud que Popovich puso en segunda instancia, ha crecido exponencialmente a medida que el equipo lo ha ido necesitando. Es Bruce Bowen, sí. Y mejorado. Pero es que además es alguien nuevo. Puede ser otro alero anotador como en su día George Gervin o, en un escalón inferior, Sean Elliot. Kawhi ha ido quemando etapas, hasta que finalmente ha sido completamente liberado. Con Manu Ginóbili dando sus últimos coletazos, las jugadas preparadas para un exterior han pasado progresivamente a ser destinadas a Leonard. Su envergadura también le ha permitido ir con más frecuencia al poste. Y a día de hoy, es el hombre al que dar el balón en la última jugada de un duelo por decidir. “Ahora es su responsabilidad tomar ese tipo de tiros, echarse al grupo sobre sus hombros en determinados momentos, como hacían noche tras noche tipos como Kobe, Jordan, Magic, Bird, o, para nosotros, Tim (Duncan)”, argumenta Popovich. Esto choca en parte con la naturaleza altruista de Leonard. Sean Elliot, ahora comentarista televisivo, considera que “para ser un anotador puro hay que ser un poco egoísta. Kawhi no lo es. Sin embargo, puede anotar con mucha facilidad. No sé si alguna vez ha existido un tipo de estrella como esta”.

Así que el chico callado de Riverside está haciendo historia a su manera, creando su camino de un modo distinto. “No busca ser una figura por recordar grandes noches suyas. Él busca la grandeza tratando de ser recordado por su legado”, cuenta Engelland. Sin hacer ruido. Los propios miembros de la familia spur lo comparan con Duncan para resaltar su talante reservado: “Tim era un charlatán al lado de Kawhi”. Pero incluso en ese campo, Leonard evoluciona. Cada día es más común verlo reír sobre el parquet, o bromear en el autobús del equipo. Es el tipo de líder serio, pero con humor, que tanto gusta en San Antonio.

El futuro de los Spurs está garantizado. Con LaMarcus Aldridge y Kawhi, los pilares parecen sólidos. “Él ha cambiado el curso de nuestra organización. Nos dio un segundo aire, cuando Duncan, Ginóbili o Parker necesitaban una ayuda extra, y ahora sentando las bases del futuro de la organización. Kawhi llegó justo a tiempo”. Palabra de R.C. Buford.

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