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Costa a costa

The Decision of Magic Johnson

Magic ya era una estrella nacional aquel verano del 79, en el que todo el mundo daba por hecho su paso a la NBA con los Lakers. Todo el mundo, menos él.

Aquel maravilloso mate se convertiría en el perfecto epílogo de una época y de una rivalidad, además de ser la portada del Sports Illustrated del mes de abril de 1979. La acción, un must see para aquel que se decida a revisitar los momentos álgidos de época dorada de la NCAA, tuvo además un valor capital en aquella mítica final de 1979 entre los Spartans de Michigan State y los Indiana State Sycamores. O lo que es lo mismo, entre Magic Johnson y Larry Bird.

El mate lo hizo Magic, que en un extraño cambio de papeles se vio asistido por el alero Greg Kelser. La acción se aderezó con una falta flagrante y supuso el fin de la rebelión de los de Indiana. Después de acumular una desventaja de hasta dieciséis puntos, los Spartans sufrieron el vértigo de la gran victoria y casi se ahogan en la orilla, pero esa jugada -y un buen número de tiros sencillos para los Sycamores desperdiciados- devolvió el marcador al cauce esperado y la corona a un Rey negro de enorme y cautivadora sonrisa.

Aquello de que el éxito es efímero se cumplió con la mayor alevosía posible aquel 26 de marzo de 1979. Apenas unos minutos después de recibir el trofeo de MVP de la NCAA, Magic era de repente absorbido por una horda de periodistas que le lanzaban una y otra vez la misma pregunta. La pregunta que se estaba haciendo media América y todos los directivos de la mejor liga del planeta baloncesto. «¿Jugarás en la NBA la próxima temporada?» 

Probablemente Earvin ya conocía en su fuero interno la respuesta. Pese a la oposición de su madre, que soñaba con asistir a la graduación de su hijo, las condiciones para dar el salto eran sencillamente inmejorables. Tras dos grandes años universitarios, había sido reconocido como el mejor jugador de su generación y su nombre era conocido en todo el país tras la disputa de la final ante Bird, la de mayor seguimiento mediático de la historia.

Y además, estaban los Lakers.

Por carambolas del destino, los de California eran uno de los dos equipos que optaba a escoger en el primer turno de la lotería del draft. En aquella época, esa elección se decidía en un cara o cruz entre los dos peores equipos de la competición, puesto que ocuparon los Chicago Bulls y New Orleans Jazz. Estos últimos habían traspasado años atrás esta elección -y unas cuantas más- a los Lakers en compensación a la contratación de un crepuscular Gail Goodrich. Por tanto, los californianos se encontraron de rebote con la opción de juntar en el mismo equipo al pívot más dominante del momento, Kareem Abdul-Jabbar, junto con el tipo del que todo el mundo hablaba, el chico de Michigan que era capaz de jugar igual de bien como base, alero o incluso como interior. Para Magic no había dudas, si la fortuna le era favorable a los Lakers, se convertiría en profesional.

El futuro de la NBA, a cara o cruz

Aquel sorteo por el número uno del draft de 1979 tuvo una curiosa historia detrás. Rod Thorn, general manager de los Bulls y mundialmente conocido como el hombre que escogió a Michael Jordan en 1984, le pidió a su homólogo en los Lakers, Bill Sharman, que fueran los Bulls los que escogieran cara o cruz en el sorteo, ya que pretendía realizar una encuesta entre sus aficionados como acto de promoción. Sharman aceptó en un gesto de cortesía, y los aficionados del equipo de Illinois se decantaron por la cara. Cuenta la leyenda que Thorn tenía la superstición de pedir siempre cruz, y que en varias ocasiones estuvo tentado de traicionar los deseos de su gente, algo que hubiera cambiado el rumbo de la NBA, ya que la suerte fue esquiva para los Bulls, que escogerían en segunda posición tras salir finalmente cruz. Por cierto, Chicago intentó conseguir ese primer pick justo después ofreciendo a los Lakers un traspaso en el que se incluía a Reggie Theus y la segunda opción del draft, pero la operación no fue contemplada en ningún momento por los californianos. Magic Johnson sería un Laker… si llegaba a un acuerdo con la franquicia.

A la hora de examinar el primer acercamiento entre Magic y su futuro equipo, hay que tener en cuenta que Los Ángeles Lakers estaban inmersos en un cambio de propietario aquella temporada. Jack Kent Cooke, un magnate chapado a la antigua, estaba interesado en vender sus acciones. El Doctor Jerry Buss se haría con el poder en la organización, comenzando una nueva época dorada para los de California -y de paso para la NBA- con nuevas y frescas ideas que revolucionarían el producto del deporte profesional americano a lo largo de la década. Ese extraño clima puso en relativo peligro la operación, y Magic creyó de veras que el salto al profesionalismo tendría que esperar. Sin embargo, y tras varios acercamientos menores, el proceso siguió en marcha durante toda la primavera.

El momento cumbre de la negociación tuvo lugar a principios del mes de mayo, cuando el jugador viajó con sus agentes -un prestigioso bufete de abogados de Chicago- para negociar las cifras de su contrato. Magic tenía en mente una cifra: medio millón de dólares, una cifra inferior a lo que cobraba por entonces Jabbar, pero lo suficiente para ser el novato mejor pagado de la historia. Además, quería incluir varios bonus en el contrato, como uno por completar sus estudios universitarios. Pero Kent Cooke se lo dejó muy claro desde el primer momento: no le iba a pagar para estudiar. Por supuesto, tampoco llegaba a las cifras que pedía Magic -el propietario ofrecía unos lejanos 350.000 dólares- y Johnson amenazó con volverse a Michigan aquella misma noche. Finalmente la sangre no llegó al río y el jugador aceptó seguir con las negociaciones al día siguiente, además de acudir a una cena organizada por Kent Cooke como muestra de buena voluntad..

El menú de aquella cena tenía como plato principal un delicioso y caro lenguado con el que el propietario quiso agasajar a sus invitados. Kent Cooke, como decíamos, era un tipo acostumbrado a deslumbrar con el refinamiento, logrando una posición ventajosa en sus negociaciones. Sin embargo, Johnson, todavía contrariado con el desplante de las de la mañana, pidió una hamburgesa con queso, acompañada de un mensaje muy claro para Cooke «puede que sea un negro joven e inexperto, pero no me vas a impresionar con tu lenguado de cien dólares». El gesto no fue comentado durante la segunda reunión del día siguiente, pero la actitud de Cooke fue muy distitna, y tras una última negociación sin demasiado éxito, consentiría en pagarle al joven la suma de medio millón de dólares, en lo que fue la primera victoria de Magic en la NBA. Por cierto, aquel récord fue superado poco después por Larry Bird y sus 650.000 dólares anuales con los Celtics, aunque Magic, al menos públicamente, no puso objeciones. «Es más experimentado y más anotador que yo».

Con el acuerdo cerrado para jugar con Lakers la siguiente temporada, a Magic tan solo le quedaba afrontar el momento de dar la noticia de su marcha. El impacto de que el mejor jugador de la NCAA abandone su equipo después de sólo dos años en la universidad se afronta de forma muy distinta a finales de los setenta que en la segunda década del siglo XXI. La noticia, aunque era un secreto a voces, generó una gran conmoción y condicionó indirectamente la decisión de muchos jugadores a partir de entonces. Quizá cumplir el ciclo universitario no era tan importante para triunfar en la NBA como se había vendido hasta aquel día. Magic, al menos, sí confesó tener dudas de dar el salto, y tan solo la confianza que su padre depositó en él -pese a verle llorar en la rueda de prensa de su despedida de Michigan- le otorgó el suficiente impulso para hacerlo. Quizá también le ayudó alguna de sus eternas conversaciones con el Doctor J mientras se veían en casa de la estrella de los Sixers las Finales del 79. Esos consejos sobre acerca de cómo comportarse entre profesionales, o sobre el reverso oscuro de la fama. Unos consejos de los que Julius se arrepentiría de haber dado unos meses después, cuando sufrió al joven Magic en la serie final de 1980.

Entonces le susurró al oído: «olvida todo lo que te dije».

Pero esa es otra historia.

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