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Análisis

Sinfonía defensiva en Salt Lake City

Sale en sol en la fría Salt Lake City pese a las copiosas nevadas que suelen inundar sus avenidas y callejuelas durante la época invernal. Después de varios años de minucioso trabajo, y de rozar con los dedos de las manos la post-temporada, las expectativas creadas este pasado verano han sido confirmadas y los Jazz miran orgullosos –y de manera muy merecida- la zona noble de la Conferencia Oeste.

Un equipo cocido a fuego lento en el que ha primado la constancia, el trabajo y, principalmente, la fe y la paciencia en la evolución y el desarrollo de un proyecto, algo que escasea actualmente la NBA y que tan bien han sabido manejar desde los despachos del equipo, con una visión clara de lo que se ha querido construir y que ha empezado a dar sus frutos.

La franquicia con base en Salt Lake City ha completado la primera mitad del curso exhibiendo una gran imagen, sustentada en un sensacional rendimiento defensivo que les ha permitido situarse en la quinta posición del Salvaje Oeste con un balance de 27-16 y con el cuarto puesto, en manos de unos Clippers que acaban de recibir la desoladora noticia de la baja por lesión de Chris Paul –entre seis y ocho semanas-, a tiro.

Unos problemas físicos que han sido, precisamente, el principal azote de los Jazz durante los tres primeros meses de competición, afectando a la columna vertebral del equipo (Gordon Hayward, Derrick Favors y George Hill, la sorpresa positiva del curso), así como a piezas secundarias pero igual de importantes para el correcto funcionamiento de la orquesta sinfónica dirigida por Quin Snyder, quizás el principal y más importante artífice de este proyecto y cuyo nombre suele ser el gran olvidado por los medios de comunicación.

Un peligroso contratiempo que han sabido solventar con honores, tanto en el ámbito clasificatorio como en lo visto sobre la pista y que tan bien ha quedado recogido en el amplio abanico de datos de todo tipo que nos ofrecen, hoy en día y gracias a los avances tecnológicos, las estadísticas avanzadas.

En una era en la que el lanzamiento exterior vive su momento de máximo esplendor y en la que el juego rápido, al contraataque, sustentado en el fenómeno ‘small-ball’, se encarga de mover los engranajes del baloncesto en la NBA, la franquicia de Salt Lake City ha optado por continuar fiel a sus principios y a una filosofía de juego basada en las posesiones largas, la armoniosa colaboración de sus componentes y, principalmente, la defensa. Mucha defensa.

Al cierre de estas líneas, los de Wasatch Front presentan la segunda mejor marca defensiva de la liga con una media de 101.2 puntos recibidos por cada 100 posesiones, tan solo superados por Golden State Warriors (101.1 puntos).

Rudy Gobert, asentado cada vez más como uno de los mejores defensores interiores de toda la liga, es posiblemente el jugador que más y mejor aporta en este sentido, siendo el líder de la competición en tapones por partido (2.6), ratio defensivo (97.3) y Defensives Win Shares (3.4). Con semejante intimidador bajo los aros, unido a la aportación del resto de componentes del equipo –especial mención a un Gordon Hayward cada vez más implicado en esta faceta, no solo en ataque-, podemos entender que los Jazz sean el equipo que menos puntos permite a su rival por partido (94.9) con un amplio margen sobre su más próximo perseguidor, los Spurs de Gregg Popovich (98.4 tantos encajados por noche). Y todo ello, para más inri, dejando a su rival en un pobre 43.1% de acierto en tiros de campo, nuevamente la mejor marca de toda la liga.

Un rendimiento óptimo para un equipo que asfixia a su rival en su telaraña defensiva –Cavaliers y Rockets pueden dar fe de ello- y que saca el máximo partido a las poco más de 93 posesiones que dispone por encuentro (93.2, registro más bajo de la NBA). Curiosamente, los Jazz copan el pozo de la clasificación en robos (6.4) y pérdidas provocadas (11.3), datos, a priori preocupantes, pero que pierden su tono grisáceo desde que el fortín de los Jazz empieza a hacer valer su condición cuasi virginal.

Especialistas en pelearse con cualquiera, acometer el asalto de la zona de los Jazz se presenta como toda una odisea. La velocidad y capacidad de anticipación de las líneas exteriores es la primera batalla a enfrentar y los precedentes no son nada esperanzadores: ningún otro equipo permite tan pocas asistencias a su rival como lo hacen los de Salt Lake City (17.6).

De conseguir superar este primer escollo, lo que espera en la zona pintada no es tampoco demasiado alentador. Con una pareja de interiores –Gobert y Favors- que huye de la tendencia actual por los ‘hombres pequeños’, los de Quin Snyder se han convertido en firmes especialistas a la hora de proteger el aro  y evitar segundas oportunidades, situándose como el cuarto equipo que menos rebotes permite en terreno enemigo.

El trabajo bien hecho atrás, permite, por consiguiente, una mayor tranquilidad a la hora de afrontar las posesiones, lideradas, a día de hoy, por la anotación de Hayward y Hill (los Jazz solo han perdido un partido con ambos compartiendo pista), pero con una amplia variedad de alternativas de ‘segunda línea’ (Joe Johnson, Joe Ingles, Shelvin Mack, Trey Liles, Boris Diaw, Rodney Hood,…) capaz de asumir la responsabilidad ofensiva si la situación lo requiere.

Con todos estos datos en mano, y las retinas –al menos las de un servidor- completamente satisfechas y convencidas en las posibilidades del equipo, las puertas del futuro más cercano y esperanzador se abren en el estado de Utah. Quizás no este año, en el que, por otro lado, están más que capacitados para superar alguna ronda de post-temporada, pero si en los siguientes.

Anecdóticamente, no será el resultado conseguido esta campaña–aunque será un factor influyente- el encargado de dictaminar el rumbo de la franquicia, sino la agencia libre de 2017, con los nombres de Gordon Hayward –fuertemente vinculado a Boston- y George Hill –a quien podrían renovar en detrimento de Favors- en el candelero. Pero si algo ha demostrado la cúpula de los Jazz durante las últimas décadas es su capacidad para salir adelante en los momentos más difíciles –recordemos las salidas, no hace mucho, y en un mismo verano, de Al Jefferson y Paul Millsap-. Tengamos fe.

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