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Destino ACB

El símbolo de la revolución

El próximo mes de julio se cumplirán diez años de la retirada de un genio. Uno de los mejores bases de la década de los 90 y principios de los 2000. Diseccionamos la figura de Nacho Azofra.

Referente

Es necesario que los clubes que tienen su razón de ser en la producción de jugadores y en la formación de jóvenes, que puedan o no llegar a ser profesionales, tengan referentes sólidos. Independientemente de los resultados deportivos el objetivo es transmitir y mantener una identidad diferenciadora. El Club Estudiantes, fundado por un grupo de alumnos del Ramiro de Maeztu, trata desde 1948, a través del deporte, del baloncesto, inculcar unos valores que priorizan la formación personal y la fortaleza del conjunto frente a las individualidades. Del instituto madrileño han salido jugadores tan mediáticos como Alberto Herreros, Sergio Rodríguez, Juancho Hernangómez o Fernando Martín. Y también Nacho Azofra, una de las figuras que mejor representa la filosofía del Ramiro.

Diez años de su adiós y sigue siendo un emblema. Su ADN integra los valores de una filosofía de patio de colegio. Alejado del glamour que supone ser una estrella, fue un espejo en el que toda una generación de dementes proyectó sus ilusiones. Lideró al mejor Estudiantes de la historia, en el que pasó la mayor parte de su carrera. Fue un ídolo sencillo que llegó a ser “el chico más listo de la clase”, aunque admite que hacía pellas para jugar al baloncesto. Histórico de la ACB con más de 700 partidos jugados y 2.200 asistencias, aunque nunca tuvo la sensación de que dedicaría parte de su vida al baloncesto profesional y a hacer un poco más felices a todos los que disfrutaron con su juego.

Ídolo

Ignacio Azofra De la Cuesta fue un jugador distinto. Con talento y muchas dosis de insolencia. Base agitador pero a la vez cerebral al servicio de su equipo. Su estilo de juego no era precisamente discreto y su irrupción en la primera plantilla fue una bomba. Debutó a lo grande en un partido de Copa Korac ante el Olimpija de Ljubljana en el que el Estudiantes necesitaba remontar 26 puntos. Su salida dinamitó el encuentro. Su actividad y desparpajo desarboló a los eslovenos, que acabaron sucumbiendo en Magariños ante la atónita mirada de propios y extraños. El ídolo había llegado.

En la temporada siguiente (88/89), Nacho pasó a formar parte plenamente del equipo senior, y junto a otros jóvenes y a dos extraordinarios americanos (Winslow y Pinone), liderados en el banquillo por Miguel Ángel Martín, formaron el “Baby Estudiantes”. Con 22 años de media aquel grupo que se convertiría en leyenda, se quedó a las puertas de proclamarse campeones de la Copa de 1991. Era el primer aviso.

El año 1992 ha quedado grabado en la memoria colectiva de los aficionados estudiantiles -el equipo de Nacho Azofra, entre otros, y liderado por el “Oso” Pinone, ha sido homenajeado recientemente al cumplirse 25 años de la hazaña-. Aquel imberbe Estudiantes seguía sorprendiendo, plantando cara a los grandes sin complejos mediante un juego atractivo para el espectador. Como consecuencia llegaron a su segunda final de Copa consecutiva. Nacho Azofra, lesionado en su codo, disputaría sus únicos minutos de la Copa en la final. Apelando a la épica, su salida a pista decantó la final para los madrileños y sin poder prácticamente lanzar a canasta ayudó a los suyos a levantar el título.

Tres días después el equipo se midió al Maccabi por un puesto en la Final Four de la Liga Europea (actual Euroliga). Un resbalón de Jamchi que pasó a los anales de la historia permite la clasificación de los colegiales entre los cuatro mejores equipos de Europa. Viaje a Estambul inolvidable, aunque los del “Cura” Martín no compitieron, ya que fueron apalizados por el Juventut en semifinales. Fue, no obstante, una gran experiencia, el reconocimiento al triunfo de los valores.

Al verano siguiente, el Estu y Azofra decidieron darse un tiempo. Un respiro para asimilar el éxito que Nacho se tomó en Sevilla. Era un Caja San Fernando al alza en el que el madrileño cuajó una gran experiencia con un segundo y último año discreto en lo deportivo. Era el Caja San Fernando previo al subcampeonato y decidió apostar por el americano Michael Anderson.

Así que el ídolo retorna a Madrid. Su segunda etapa en el Estudiantes comienza lastrada por las lesiones, que le dejan inactivo durante unos largos siete meses. Nacho Azofra regresa fuerte y preparado, consolidándose entre los mejores bases del baloncesto nacional. Tras su estela, el Estu se codea con la élite y vuelve a disputar finales. Una de cal. En el 99, en busca del primer título europeo y entrenados por Pepu Hernández, chocan contra el Barça en el Palau en la final de la Korac. Una de arena. En la Copa del Rey del año 2000, el club madrileño vence en la final al Pamesa Valencia para hacerse con su tercera Copa del Rey con los hermanos Reyes en plan estelar.

Símbolo

Cuando Azofra ya era todo un símbolo, el Estudiantes de sus amores vive sus últimos tiempos de gloria. En la postemporada de 2004 alcanzan su única final de liga hasta el momento. Caen contra un Barça intratable, heredero del histórico triplete. Era la última gran gesta de un equipo que buscaba nuevos referentes. En el horizonte aparece un tal Sergio Rodríguez y Nacho Azofra sería su mentor. Dos jugadores de espíritu parecido. Dos personalidades geniales en la pista que coincidieron el espacio y en el tiempo. Pero el relevo generacional quedó truncado por la ley de la oferta y la demanda. El mercado, cruel para algunos.

Azofra ofrece su último servicio vestido con los colores del Estu en Málaga para ver pasar al equipo que posteriormente sería campeón de liga. Antes de la retirada definitiva, a Nacho le quedan todavía ganas de basket y completa su trilogía centro-sur-norte con una etapa final en Bilbao, donde ayuda a un pujante club a levantar el vuelo. Definitivamente el símbolo se retira.

Tras colgar las botas, Nacho Azofra prueba en el banquillo de su Estudiantes como asistente de Mariano de Pablos. Después asciende a los despachos, donde pasará cuatro amargos años tratando de reflotar un equipo a la deriva. Un equipo que añora al Azofra vestido de corto.

El descenso a los infiernos no empaña la figura del gran Nacho Azofra. Su legado de jugador único. Director de juego, base a la antigua usanza en las prestaciones pero moderno en las formas. Alma de mago, líder de un Estudiantes prodigioso. Genio difuso, estrafalario a veces, rompedor, directo en sus opiniones, gran compañero, íntegro y fiel a unos valores.

 

Simplemente Nacho

O Nacho-cho para la Demencia. Le hemos visto vestido de torero o con cuernos. Divertirse para divertir. Jugaba al mini-basket con los chavales antes de los partidos importantes. Solo quería divertirse y hundirla para abajo. Por supuesto estaba prohibido. Llegaba a los partidos en metro o en autobús porque no se sacó el carné de conducir hasta los 30. Anti-madridista confeso. Simplemente Nacho Azofra; el referente, el ídolo, el símbolo.

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