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Costa a costa

Lauri Markkanen y la tierra prometida

Lauri Markkanen no paró hasta perseguir su sueño de querer ser jugador de baloncesto de élite en la NBA. Ahora está a punto de hacerse realidad

IG @laurimarkkanen

Lauri tenía unos catorce o quince años cuando volvía de jugar un partido de fútbol durante sus vacaciones de verano. El joven acababa de hacer un gran encuentro y se había marcado un hat-trick. Pekka, su padre, por aquel entonces creía que su hijo querría hacer el intento por dedicarse profesionalmente a ese deporte, tal y como había decidido su primogénito. Sus sospechas parecían confirmarse cuando Lauri le comentó que tenía claro en qué disciplina quería crecer de manera profesional. Sin embargo, la respuesta le sorprendió. Lauri escogió el baloncesto.

Aquel partido fue la señal que necesitaba. Desde entonces, Lauri Markkanen no paró hasta perseguir su sueño de querer ser jugador de baloncesto de élite en la NBA. De momento ha llegado hasta esa tierra prometida, pero antes, el joven ha destacado en el Eurobasket junto a Finlandia en su propio país. Europa le acaba de conocer. En el otro lado del charco lo hicieron antes, dada su formación universitaria en Arizona. Sin embargo, no todos conocen la historia que hay detrás de ese chico que decidió dedicarse al baloncesto justo en el momento en que su futuro rendía el balón a sus pies, y no a sus manos.

Una infancia pegada al balón

Un 22 de mayo de 1997 en Vantaa, ciudad cercana a Helsinki, vino al mundo Lauri, el tercero y último hijo de Pekka y Riikka Markkanen, dos jugadores de baloncesto. Estos habían decidido formar su familia en una localidad algo más lejana, en pleno centro del país, Jyväskylä, rodeada de lagos, colinas y bosques. En ese paraje fue donde creció Lauri junto a sus padres y sus hermanos mayores, Eero y Miikka.

El pequeño Lauri portaba en sus genes el baloncesto. Su padre, Pekka, jugó en la Universidad de Kansas, en la temporada 1989-90, pero desarrolló su carrera en Europa, incluyendo un efímero paso por España en las filas del C.B. Sant Josep. Su madre, Riikka, también fue baloncestista y llegó a jugar en el equipo nacional de Finlandia, una de las mejores que han pasado por la selección. Con estos antecedentes fácil era que los tres hijos del matrimonio salieran deportistas. El baloncesto estaba presente hasta en las tradiciones familiares, pues era habitual que en todas las navidades los Markkanen jugaran un pequeño partido, teniendo a abuelos y familiares como espectadores.

A pesar de ello, los progenitores no quisieron inculcar el deporte de la canasta a sus hijos como un camino profesional, sino que decidieron que estos probaran varios y se decantaran por aquel que más les gustara. Por eso, Lauri dio sus primeros pasos en el mundo del hockey sobre hielo cuando contaba con la edad de 12 años. Solo duró una temporada. Tras terminarla le preguntó a su padre: “¿Cuánto miden los jugadores de hockey?”. Pekka se quedó sin saber que contestar. Pero al chico no le hizo falta. Abandonó el hockey y este deporte se convirtió en uno de sus hobbies, junto al fútbol.

Tras estas incursiones, a Lauri le quedó más claro que era el baloncesto lo que le apasionaba. Nada más lejos de la realidad, la estampa familiar habitual eran los partidos entre Eero y Miikka y Lauri y Pekka, quien se unía a su hijo pequeño para intentar igualar los encuentros, en los que siempre acababa enfadado Lauri al ver que sus hermanos estaban a un nivel superior al suyo. Lauri es el pequeño de una familia con dos hermanos seis y cuatro años mayores que él.

Ahí comenzó la obsesión del joven por el baloncesto. Día tras día jugaba en el patio trasero de la casa sin importar el tiempo que hacía. Si la temperatura era de veinte grados bajo cero, él no dudaba en ponerse guantes y gorro y seguir trabajando para superarse. Sus padres, desesperados, le pusieron la regla de que no podía jugar antes de las siete de la mañana ni tampoco más allá de las diez de la noche. “Era la única manera de mantenerlo dentro de casa”, bromea su padre al recordarlo.

Esa obsesión por la canasta llegó hasta el punto de que a los diez años hizo un diario para el equipo de su colegio, en el que apuntaba cuántas veces entrenaba su tiro, en sesiones que juntas hacían un promedio de unas cuatro horas y media al día. Y no solo eso, Lauri Markkanen siempre acortaba las vacaciones de verano porque le desesperaba perderse entrenamientos. No podía vivir sin jugar al baloncesto.

El crecimiento de Lauri Markkanen

Conforme crecía, el joven se mantenía en la decisión de seguir superándose como jugador. Por ello, se matriculó en la Helsinki Academy, lejos de su familia, pero con un horario que le permitía combinar sus estudios con el baloncesto. Allí, Lauri se encontró con una de las primeras personas influyentes en su carrera, Hanno Möttölä, que en esos momentos era entrenador, pero que como jugador llegó a formar para Atlanta Hawks y diversos equipos europeos, entre ellos el Baskonia, y también tuvo formación americana después de pasar cuatro años en la Universidad de Utah

Fue en el verano de 2015 cuando Joe Pasternak, entrenador asistente de la Universidad de Arizona, se puso en contacto con Möttölä, interesado en el joven Lauri Markkanen. El mentor tuvo a bien mandar vídeos de su pupilo, y el encandilamiento fue inmediato. “No podía creer que alguien de su altura fuera tan habilidoso”, declaró el asistente. El siguiente paso fue el contacto online con la familia y el propio Lauri y, tras ello, los encuentros físicos para conocer al muchacho en persona.

En septiembre, Sean Miller, entrenador de Arizona, y Joe Pasternak se propusieron ir a visitar a Markkanen a su país natal, pero el viaje no comenzó con buen pie. Perdieron el vuelo reservado por un problema en el avión, y el siguiente tenía un asiento libre. Solo pudo montar como pasajero Miller, quien llegó agotado a Helsinki. Para colmo, llevaba una presentación preparada para el joven al que intentaba reclutar para su equipo, y esta no se abría en su ordenador. Tuvo que ser el propio Lauri el que la viera en su ordenador portátil personal después de que la universidad la enviara por correo electrónico. Anécdotas que no empañaron el primer contacto personal entre el entrenador Miller y el joven finlandés, quien se quedó con lo bueno, entre ello, una agradable cena en el centro de la capital. “Comimos reno y puré de patatas y arándanos”, recuerda el propio baloncestista con cariño en un artículo en Sports Illustrated.

Un mes más tarde, fue la familia Markkanen la que se embarcó en un viaje a Estados Unidos, como la mejor manera de escoger universidad para su hijo Lauri. Había tres opciones sobre la mesa: Utah, Carolina del Norte y Arizona. En su primera parada, Utah, Lauri salió convencido de que era su sitio. Sin embargo, su padre le aconsejó que esperara. Tras visitar Carolina del Norte y Arizona, la elección ya estaba hecha. Lauri y su padre tuvieron una cena en un restaurante italiano con el staff técnico de Arizona, y a la mañana siguiente, desayunaron junto a ellos. Pekka, entonces, anunció que su hijo tenía noticias importantes que comunicarles. Lauri se giró hacia ellos y con una cara solemne, les dijo: “Me gustaría ser un Wildcat, si no hay ningún problema para vosotros”. No lo había, estaban encantados.

La decisión tenía su porqué. Arizona iba a graduar ese mismo año a muchos de sus jugadores importantes, por lo que Lauri podría tener más opciones para jugar y ser clave en el equipo. Antes de viajar a Arizona, en el verano de 2016, Markkanen destacó en el Eurobasket sub-20 con su selección, siendo el máximo anotador con 24’9 puntos por partido, a lo que unió 8’6 rebotes y presencia en el quinteto ideal del torneo. Su padre quiso dar un último consejo a su hijo antes de emprender el vuelo a Estados Unidos, con unas palabras que aún se mantienen en la memoria de Lauri: “Mantén los pies sobre la tierra”. El propio jugador reconoce que “sabía que iba a estar serio, pero estuvo más serio de lo que pensaba”.

Arizona, el camino hacia el sueño

Lauri Markkanen llegó a Arizona con la vista puesta en el baloncesto, como siempre hizo. Sabía que iba a ser duro, pero él lo tuvo claro: “Yo solo quería jugar al baloncesto. Soy un tipo de persona que podría vivir en cualquier lado del mundo si tengo buena gente a mi alrededor”. Y en Arizona encajó perfectamente con sus compañeros.

Lauri Markkanen arrancó la temporada como novato en uno de los equipos favoritos para estar en la Final Four de Phoenix. Y las vicisitudes del destino parecían caer de su lado. Su compañero Allonzo Trier dio positivo en un control antidrogas y esa ausencia le permitió tener una posición más importante en el equipo. Ello le permitió destacar, e incluso ser de los primeros en varias estadísticas, a la altura de jugadores como Frank Mason o Lonzo Ball.

Lauri fue uno de los líderes de Arizona, aún cuando comenzó en calidad de anónimo. Ser de Finlandia provocaba ser poco conocido entre los aficionados, quienes apenas se fijaban en él. Pero su constancia, talento y desempeño sobre la cancha, es lo que ha hecho que solo haya necesitado un año para dar el salto a la NBA, para hacer que su equipo quedara cuarto en el campeonato e incluso sumara quince victorias consecutivas.

El sueño de Lauri, el hacer una larga carrera de la NBA está a punto de poder hacerse realidad en Chicago. En su estancia en Arizona, el chico comenzó a ver partidos de manera consciente de la mejor liga del mundo, pues él mismo reconoce que “es duro marchar cuando adoras a tus compañeros y entrenadores, pero al mismo tiempo estaba preparado para ir. No me arrepiento”.

Sus encuentros después de ser el número 7 del Draft tuvieron lugar en la Summer League, donde, sin embargo, no fue capaz de demostrar su valía. Ni siquiera se acertó con el apellido en su camiseta en su primer encuentro, rotulada como Markkenan. Pero no le importó. El tiempo pone a cada uno en su lugar y el Eurobasket ha servido como carta de presentación de un jugador cuyo futuro es prometedor.

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