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El infierno bético

En Sevilla se respira baloncesto de primera desde 1989. Aquel año, al poco de nacer, el equipo hispalense consiguió hacerse con un hueco en ACB derrotando en el Playoff por el ascenso a Gijón y Mallorca. 28 años después esa plaza corre peligro. El Real Betis Energía Plus está sumido en una profunda crisis de identidad y resultados, también en lo económico. Lejos quedan ya los años de esplendor y gloria donde el histórico Caja San Fernando peleaba por arrebatarle el título al F.C. Barcelona de Aíto García Reneses o se dejaba ver en competición europea.

El pasado 14 de mayo empezaría la pesadilla. Caían en el Martín Carpena de Málaga ante el Unicaja por 98-89 y certificaban el descenso. Al día siguiente, el presidente Fernando Moral asumía la derrota pero avisaba: «Si otros no cumplen las condiciones para estar en la liga, se puede». El 12 de junio ACB decidía ampliar el plazo a los dos clubes que lograron el ascenso -Gipuzkoa y Burgos- para que consiguieran el crédito establecido. El 6 de julio el Betis decidía llevar el caso a los tribunales. A pesar de todo y asumiendo las circunstancias, el 15 del mismo mes se inscribía en LEB Oro pero proponía ampliar la liga de 17 a 18 para tener así su plaza.

Los problemas que hoy sufre el Betis comenzaron entonces. La planificación deportiva, mientras los jueces decidían, seguía su curso. Eran equipo de LEB Oro y, como tal, trabajaban para tener la plantilla más competitiva posible. El objetivo no podía ser otro que el de volver al máximo nivel. Lo más pronto posible. Siguiendo estos pasos, el club decidió acometer cinco fichajes para arrasar en la categoría: Mikel Úriz, Jordan Swing, Iván Cruz-Uceda, Saúl Blanco y Josep Franch. Jugadores todos con experiencia y galones para poner los cimientos a un proyecto renovado.

El 1 de agosto la situación da un vuelco. ¿Inesperado? Probablemente. El Juzgado de Primera Instancia nº23 de Barcelona dictaba un auto donde reconocía su “derecho transitorio de inscripción”. Obligado por los tribunales, ACB acepta que el Betis inicie los trámites bajo su responsabilidad. La planificación del equipo se paraliza y los directivos trabajan para cumplir con todos los requisitos. Finalmente, el 9 de agosto el Betis se inscribe. Faltaba entonces la aprobación del resto de los integrantes de la Liga.

El 11 de agosto tuvo lugar una asamblea extraordinaria por la que se acordó mantener al conjunto sevillano de manera cautelar y provisional. La votación se resolvió con un ajustado 9 a 7. Los clubes que votaron en contra del ingreso del Betis y, por tanto, de la ampliación de la liga de 17 a 18 equipos fueron Real Madrid, F.C. Barcelona, Baskonia, Valencia Basket, Unicaja, Andorra y Joventut. El resto votó a favor salvo Burgos, que se abstuvo. La batalla en los despachos había sido un éxito y el equipo conservaba su plaza en ACB.

Planificación a toda prisa, fichajes y fiascos

Quedaba solo mes y medio para empezar la competición y el club sevillano tenía que darle un vuelco a su planificación. De los cinco jugadores que ya tenían ficha solo decidieron cortar a uno, Jordan Swing. Precisamente un recién ascendido, Gipuzkoa Basket, se hizo al poco tiempo con sus servicios. Hoy promedia 11 puntos y 5 rebotes por partido y es pieza indispensable para que el conjunto vasco esté por encima de los puestos de descenso. Curioso. Del resto todos se quedaron, ya no como pieza fundamental sino como secundarios.

Comenzó entonces el baile de fichajes. El primero fue Luke Nelson, un joven escolta británico de formación NCAA en Cal-Irvine que acababa de fichar por el Herbalife Gran Canaria. Acordaron su cesión por una temporada. Buscando experiencia y seguridad en la dirección de juego, cerraron a Donnie McGrath. El americano llegaba a Sevilla con el aval de haber jugado minutos importantes con el Monbus Obradoiro en años anteriores.

De la plantilla que consumó el descenso en mayo solo quedó un jugador, el malagueño Alfonso Sánchez. Capitán del equipo e imagen del club en las últimas tres temporadas. Representaba y representa la mentalidad de trabajo y lucha que necesita todo equipo que pelea por mantener la categoría. Asume responsabilidad y galones cuando el momento lo requiere. Indispensable para crear un buen ambiente de grupo. Nunca se dudó de su renovación.

Con el bloque más o menos definido le tocó el turno al primer y fallido intento de fichaje estrella, Samardo Samuels. El ex del FC Barcelona firmó un contrato de jugador franquicia y aterrizó en Andalucía con ganas de darle un vuelco a su carrera deportiva. No fue así. Tras un par de semanas se enfrentó a su entrenador, Alejandro Martínez, y se negó a jugar la segunda parte de un amistoso de pretemporada en Melilla a puerta cerrada. Al acabar el encuentro publicó lo siguiente en su perfil de Instagram:

“Es todo una broma. ¿Qué he hecho? Es lo que le dije al entrenador cuando él me dijo que me fuese a casa. Lo siento, entrenador, sé que no hablas muy bien inglés pero pregunta a tu segundo (técnico), tú lo sabías cuando decidí no jugar la segunda parte del partido de entrenamiento, aprende a hablar, no entrenas a perros.

Estoy esperando. Mirad, chicos, no podéis cortarme después de dos semanas de trabajo. No es mi culpa, no tengo vuestro respeto, realmente me pregunto qué tengo que hacer para ganar el respeto. Soy un ganador, eso es todo. Nosotros firmamos a un ganador y no queremos ganar, cortémosle, suena sospechoso, pero ok. Es el montón de mierda que oí cada día. Esto no es un maldito secreto, no es un juego de niños”.

La negociación para que se marchara fue muy dura. Samardo pensaba que no era el culpable de aquella situación y el cuerpo técnico quería liberarse cuanto antes de un lastre tanto a nivel económico como a nivel anímico en el vestuario. Tenían que reaccionar rápido y así lo hicieron, la temporada estaba a punto de comenzar. Otro contratiempo se les echaba encima. La estrella del equipo, el jugador sobre el que construir, les había salido rana.

Foto: Real Betis Energía Plus

Como segunda espada se fichó a Boungou-Colo, un alero francés que venía de hacer pretemporada con el Bayern y de jugar una temporada decepcionante en el todopoderoso Khimki ruso. En principio, se convierte en la referencia. Los problemas llegarían meses después y acabaría cortado, pero de eso hablaremos más adelante.

Las últimas piezas del puzle serían Anosike y Golubovic, dos jugadores para reforzar la pintura con talento y rebote. Entre medias no pasó el reconocimiento médico Tayler Brown. Días antes de que diera comienzo la competición apareció un refuerzo estelar. Ataron al ex Lakers Ryan Kelly, un anotador que garantizaba solvencia en ataque y focos en los medios.

Tras el primer partido contra Valencia entró en la plantilla Blake Schilb, alero internacional con la República Checa. Pese a que su agente quiso sacarlo del equipo en las ‘ventanas FIBA’, con el tiempo se ha convertido en un imprescindible. Por el momento no habría más cambios, el equipo estaba completo y la plantilla cerrada.

En caída libre, derrotas y más derrotas

El equipo no cuajó. Sin tiempo de adaptación y con un esquema de juego todavía en construcción las derrotas iban haciendo mella poco a poco en el ambiente del pabellón de San Pablo. Se habían salvado del descenso en los despachos pero, ¿para qué? ¿Para volver a ser los últimos de la liga?

A la sexta derrota consecutiva, el nuevo secretario técnico, Antonio Alonso, decidió destituir a Alejandro Martínez. Su lugar lo ocupó Óscar Quintana, un entrenador habitual en situaciones desesperadas. El cambio no trajo victorias y se volvió a recurrir a los fichajes. Con la octava derrota consecutiva se presentó a Dontaye Draper, ex del Real Madrid, para tratar de dar sentido a la dirección de juego. Su impacto fue minúsculo. Al noveno tropiezo llegó Rade Zagorac desde los Memphis Grizzlies.

Con el décimo sinsabor, el club registró el peor arranque de su historia en la Liga Endesa, solo superado por el Murcia de la temporada 96-97 y el IFA Español de la 87-88. Juntando estos resultados con los de la temporada pasada, el récord asciende a 2 victorias en los últimos 27 partidos. Un auténtico desastre. El infierno bético.

Los número del Betis, en comparación con el resto de equipos de la liga, son desalentadores y justifican que hoy sean los colistas de la ACB. Son el peor ataque de la liga, con una media de solo 74’5 puntos por partido, y la segunda peor defensa, cada semana reciben 86’5 puntos. Además, son el segundo equipo que menos asistencias reparte en toda la competición (12’7), los que menos rebotes capturan (30) y los que menos valoración consiguen al final de sus partidos (70’8). En definitiva, el peor de todos.

Reacción y victorias, esperanza en la remontada

Óscar Quintana dio entonces un cambio en el rumbo del equipo. El primero en caer fue Boungou-Colo. El francés, aunque era el máximo anotador del equipo, eclipsaba todo el juego colectivo. Pecaba de individualista. Un chupón. En la última derrota se quedó sin jugar y al final acabó cortado. Saúl Blanco también desapareció de la rotación. Los minutos para los jugadores de banquillo se redujeron al mínimo necesario y Quintana entregó las llaves del equipo a Ryan Kelly y Blake Schilb.

El 10 de diciembre el Real Betis Energía Plus conseguía la primera victoria de la temporada en casa, frente a Monbus Obradoiro en San Pablo. Una semana después hacía lo propio en Murcia, la primera a domicilio y en víspera de Nochebuena alcanzaba la tercera consecutiva en Las Palmas, ante el Herbalife Gran Canaria. Tres victorias de prestigio que dan oxígeno a un equipo que, catorce días antes, era carne de LEB Oro. Otra vez.

Ahora hay motivos para ser optimistas y pensar en la remontada. Kelly y Schilb son la referencia, los pilares sobre los que se sostiene toda la estructura. Golubovic y Anosike encuentran balones y espacio en la pintura y Úriz da sentido al movimiento de balón. Todos se sienten más seguros, a gusto, con confianza. Todavía quedan asignaturas pendientes, como la incorporación de los recién llegados Zagorac y Draper a la rotación, pero en Sevilla se respira otro aire.

A una victoria del 13º clasificado, el Betis quiere continuar con la racha y salir del pozo. Queda tiempo todavía para reaccionar y retomar la situación. Entre las tinieblas del pasado se abre paso algún rayo de luz para que Sevilla siga siendo una ciudad de baloncesto de primer orden, de primera categoría. Un histórico está en apuros.

Foto: ACB Photo / M. Henríquez

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