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Retrospectivas ACB

El legado de B-Hop

Son 16 temporadas en España, 14 de ellas en ACB. Un total de 456 partidos en la categoría más alta del baloncesto español. La cifra total supera el medio millar. Y esto lo lleva a ser el jugador norteamericano que más partidos ha disputado en ACB. Sus números no se quedan atrás: 6088 puntos, 2806 rebotes y 598 asistencias.

Bernard Hopkins fue uno de esos jugadores que dejó su huella en España. Desde Baltimore a Valencia. Su etapa baloncestística empezó a tomar color en la Virginia Commonwealth University. Una universidad pequeña, pero en la que B-Hop tuvo la oportunidad de destacar. Sin embargo, el par de temporadas que pasó en Virgnia Commonwealth no se vio recompensado con un puesto en el Draft de la NBA. Su corta estatura (198 cm) eran una losa para estar con los más grandes. Y esto hizo que recalara en los Yakima Sun Kings, quienes lo eligieron en el número 3 del Draft de la CBA.

Su calidad estaba fuera de duda. Tras su única temporada en los Yakima Sun Kings –y en la CBA–, Hopkins fue nombrado Rookie del año. Sin embargo, su futuro no estaba en los EEUU. El de Maryland decidió dar el salto a Europa y se vino para España. Y gracias a todos los Dioses pudimos disfrutar de un jugador único.

Pregunten por él, si lo necesitan, en Gran Canaria, Valencia, Tenerife, Valladolid, San Sebastián o Santiago de Compostela. Hop consiguió la nacionalidad española mientras jugaba en el GBC, ya en sus últimos años de carrera. Pero la nacionalidad sólo fue un trámite más. Él ya se sentía como uno más en España y, especialmente, en la ciudad del Turia.

Un ‘4’ a la antigua usanza. Una mole física capaz de ganar la partida a quienes le sacaban 20 centímetros de estatura. Su juego de espaldas en la pintura, rematado con un imparable gancho de derechas. Cuando no, su baja estatura le confería una mayor agilidad respecto a sus rivales. Una cualidad que aprovechaba para romper por velocidad y sacar una ventaja que raramente no producía puntos. Su fortaleza física fue fundamental en su juego, convirtiéndolo en una importante pieza interior allá donde fuera.

Cierto es que podemos recordar a Hopkins por muchas cosas. Sus números, su carrera en España o su estilo tan peculiar de juego. Pero si hay algo que remarcar fue su adaptación a cada ciudad y equipo al que llegaba. Para los entrenadores, el ‘4’ americano era un jugador muy valioso: su experiencia en equipos de toda categoría, su saber estar y la seguridad de que nunca daría problemas en el vestuario lo convertían en un jugador clave para cualquier equipo.

Foto: Valencia Basket

El primer destino de B-Hop fue Gran Canaria. Una secretaría técnica que siempre saca jugadores que marcan huella. Y no fue menos con Hopkins. Llegó a las Canarias tras ser nombrado Rookie del año en la CBA y con mucho futuro por delante. Un futuro que le llevaría allá donde más sería recordado. A la ciudad que más marcó al bueno de Hopkins.

Valencia Basket -por aquel entonces Pamesa Valencia- acababa de proclamarse campeón de la Copa del Rey justo en la temporada que Hopkins llegaba a España. El proyecto valenciano iba tomando forma y poco a poco iban llegando nombres que se convertirían en históricos del club. Uno de ellos era Hopkins, que dejaría un aroma especial en La Fonteta.

Fueron 5 temporadas completas en Valencia. Allí pudo vivir una de las épocas del conjunto valenciano. Finalista de la Copa del Rey en la temporada 99/00, finalista de la ACB en la 02/03 y campeón de la ULEB ese mismo año, lo que les dio la clasificación para la Euroliga la temporada siguiente. En las primeras cuatro temporadas, Hopkins tuvo un gran protagonismo ofensivo que bajó en la temporada que les dio el título de la ULEB. Formó parte de una pintura letal junto con Dejan Tomasevic y Fabricio Oberto. Un equipo que remataban jugadores como Rodilla, Luengo o Kammerichs.

La importancia de Valencia en la vida y carrera de Hopkins queda reflejada en sus palabras. “Para mí el Pamesa Valencia es mi segunda familia, tengo un gran respeto por su presidente y también por esa maravillosa afición. Siempre hablaré bien de ellos, son un club realmente fantástico.”

En la siguiente etapa de su carrera, Bernard Hopkins cambió de objetivos. Pasó las dos temporadas siguientes en Tenerife, donde no consiguieron mantener la categoría, descendiendo a LEB Oro en su segunda temporada. Igualmente en Valladolid, lograr la permanencia era el objetivo principal del club. Y B-Hop ayudó a ello desde su experiencia y calidad.

Igualmente, ya en la temporada 07/08, con Hopkins a punto de cumplir los 34 años, el americano decidía firmar con el GBC para buscar el ascenso a la máxima categoría del baloncesto español. Y así fue. Consiguió volver a la ACB, donde pudo disfrutar de tres al máximo nivel, logrando establecer al conjunto donostiarra entre los mejores. El mismo objetivo tuvo que perseguir en sus dos últimas temporadas como jugador de baloncesto. En la temporada 10/11 acabó en Santiago de Compostela. El mismo objetivo: conseguir plaza en ACB. Y así fue. Hopkins no podía despedirse sin jugar entre los más grandes.

Un 4 de noviembre de 2012, el Obradoiro viajaba hasta Zaragoza. Allí, en el Pabellón Príncipe Felipe, Bernard Hopkins salía a pista para jugar 4 minutos. Los últimos minutos de B-Hop sobre una cancha de baloncesto. Allí cumplía 456 partidos, siendo el jugador americano que más partidos ha disputado en ACB.

Aquel ‘4’ potente, sin miedo a enfrentarse a cualquiera, dejaba las pistas tras 16 temporadas en España. Curiosamente, fue en Santiago, donde menos tiempo estuvo, el lugar en el cual Hopkins tiene hoy una camiseta retirada. Acompañando a su apellido, el número 4 cuelga del techo del Fontes do Sar. Volvió desde EEUU, donde entrenaba chavales, para cubrir la lesión de Robbie Hummel. Y lo hizo como si nunca se hubiera ido.

Aún hoy sigue siendo el estadounidense que más partidos ha jugado en ACB. A pesar de sus grandes números o su gran trayectoria, el ‘4’ de Baltimore quedará en la memoria de muchos por su capacidad para encarar al defensor, correr la pista o ganar la partida ante físicos mucho más potentes en la pintura. Como el mismo decía: “Me gustaría que se me recuerde como alguien que jugó siempre a tope, que siempre quise ganar, que quise ser un líder. Posiblemente no fuese el más alto, ni el más fuerte. Y creo que eso lo valora la gente, hice muchos amigos dentro y fuera de la pista allí.”

No fue el mejor, pero sí será de los que más se recuerden. Su intensidad en la pista, su amor por los clubes por donde pasó y el entregarse cada día en la cancha, ha hecho que Hopkins deje un gran legado en el baloncesto. Y que ese legado nos dure muchos años.

Gracias, B-Hop.

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