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Perfiles

Ismael Santos: la perseverancia por bandera

Ismael Santos fue una vez uno de esos jugadores realmente importantes en nuestro baloncesto. Y probablemente, el mejor defensor exterior de su generación.

foto: Miguel Ángel Forniés

En los deportes de equipo los focos siempre se los suelen llevan los artistas, los anotadores que llenan su saco de puntos, llevándose las ovaciones de la prensa y el público.

Sin embargo, hay una clase de jugadores cuyo trabajo es mucho más oscuro y menos reconocido. Son los defensores, cuyo cometido es limitar la producción de las estrellas rivales, haciendo un poco más fácil el trabajo a su equipo en pos de la victoria.

Si hablamos de nombre como los de Toni Kukoc, Alberto Herreros, Andy Toolson, Michael Young, Eddie Johnson, Sasha Djordjevic, Predrag Danilovic o Carlton Myers, todos pensamos que son enormes anotadores, jugadores más que complicados de parar que hicieron que sus equipos alcanzaran grandes metas en el baloncesto. Pero no, no nos referimos a eso.

Y es que un denominador común de esta lista, es que todos ellos sufrieron en su momento la defensa de nuestro protagonista. Un hombre que pasó de ser un referente ofensivo en las categorías inferiores a un perro de presa cuya misión era frenar a los mejores, siempre para que su equipo fuera por delante del rival.

Es una lista es larga, muy larga, que resume (y muy brevemente) a algunos de los grandes jugadores a los que tuvo que defender (y la mayoría de las veces con un gran acierto) Ismael Santos, uno de los mejores defensores del baloncesto de los años 90.

Ismael Santos nació el día 26 de abril del año 1972 en Orense, Galicia. A los trece años se fue a la capital de España, tras ser fichado por el Real Madrid para jugar en sus categorías inferiores, donde empezó a destacar enseguida, sobre todo por una capacidad física impresionante. De hecho, hay que destacar que a los 15 años, un médico le diagnosticó que no podría seguir en el baloncesto por un problema de espalda. Nada más lejos de la realidad. La capacidad de superación de Ismael era tremenda, llegando a la élite del baloncesto gracias a su esfuerzo y tesón.

A los 17 años recibía la gran oportunidad de debutar con el primer equipo, con tan sólo 17 años, aunque no tuviera apenas repercusión en el juego ni dispusiera de minutos. Tras pasar una temporada (1991-1992) en el CB Guadalajara, de Primer División, pasó a partir de 1992 al primer equipo, consiguiendo los mayores logros de su carrera.

Era un jugador con unas buenas aptitudes ofensivas, merced a un físico prominente y unas piernas con una explosividad brutal, pero los minutos en el Real Madrid eran muy caros, con muchos jugadores con talento ofensivo. Sin embargo, lo que no había en el Real Madrid era un especialista defensivo, por lo que Santos tuvo que reconvertirse en un bastión defensivo, en un duro marcador que se ocupaba de frenar al mejor anotador exterior del rival. Y ya que lo hacía para ganarse minutos, lo hizo para ser el mejor en ello. Así era Ismael Santos.

Uno de los momentos más importantes en la carrera de nuestro protagonista llegaba en el año 1993.

Duelo en la Euroliga ante uno de los grandes de Europa, la Virtus de Bolonia, donde el peligro se llamaba Predrag Danilovic, un artillero capaz de destrozar a cualquier equipo. El escolta gallego se encargó (y tanto) del serbio, dejándolo en tan sólo 4 puntos, uniendo a ello una buena aportación en ataque, anotando 16 para los blancos. Danilovic acabaría ese encuentro desesperado e histérico, con unas estadísticas erráticas, fruto del trabajo (sucio) de un hombre que se descubría ante Europa entera como un enorme defensor.

Si tenemos que destacar algo de su juego, serían sus grandes movimientos laterales, siendo un jugador con una gran fortaleza física y unas manos rápidas, capaz de robar la cartera al más consumado contrario y de agobiarle de tal manera que su juego se veía reducido a la mínima expresión.

Nueve temporadas estuvo el orensano en el Real Madrid, llegando a ser incluso capitán del equipo, donde consiguió ganar tres ligas ACB (1992-93, 1993-94 y 1996-97), además de una Copa del Rey (1992-1993) y una Eurocup (1996-97), pero el mayor éxito deportivo le llegaría con la Euroliga 1994-95, donde el Real Madrid se haría con el máximo título continental ante Olympiakos.

En el Real Madrid campeón de Europa, Santos fue uno de los miembros vitales del equipo, acompañando a “vacas sagradas” como Arlauckas o Sabonis, y demostrando sus cualidades defensivas, encargándose de secar a dos artilleros en Europa como eran Michael Young, del Limoges francés, en las Semifinales y Eddie Johnson (Olympiakos) en la gran final. Sería además elegido para formar parte del Quinteto ideal de la Final Four de Zaragoza, junto a sus compañeros Antúnez, Arlauckas y Sabonis.

En el año 1999, el Escolta dejaba el Real Madrid, fichando por otro grande europeo, la Benetton de Treviso, ganando la Coppa de Italia al lado de un grande como Marcelo Nicola. El segundo año empezaron a aparecer los problemas económicos, no permitiendo al equipo aspirar a los títulos.

A partir de ahí comenzó su declive profesional, con paradas en Grecia (Dafni Atenas) en la 2001-02, tras una lesión de espalda que le tuvo parado medio año, destacando en la producción ofensiva (máximo anotador) de un equipo de nivel medio, y de nuevo vuelta a Italia en la 2002-03, por temas personales (vivía en Milán en esa época) al Cimberio Novara, su último equipo profesional.

En 2003 llegaba el momento de la retirada, cuando Santos no quiso dejar de estar ligado al mundo del deporte, pero esta vez fue la montaña la que le sedujo, abriendo su propia empresa y convirtiéndose en Guía Acompañante de montaña en 2009.

Una carrera en la que el trabajo y el esfuerzo fueron una constante. Un luchador que sigue haciéndolo, ahora no frente a grandes anotadores rivales, sino contra la naturaleza en estado puro, la montaña.

Seguro que Ismael Santos lo afrontará como lo hacía en los partidos, sin concesiones.

Y es que, al jugar a ese hermoso deporte llamado baloncesto y al coronar las más altas cimas, lo hará como siempre, con la perseverancia por bandera…

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