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Objetivo Europa

Una estrella alumbra a orillas del Bósforo

Cuando apenas era un crío, probó suerte con el deporte que engrandeció a su padre Barry, el béisbol. No le fue bien. Él necesitaba correr. Quería disfrutar de su ‘hiperactividad’. Para Shane Larkin, el baloncesto fue la respuesta y el verso de una historia que convierte en especial cada vez que pisa una cancha.

@anadoluefessk

Cada día, cruzan el puente marítimo del Bósforo más de 130 buques. Abrumador. Todo un icono de la ciudad de Estambul cuyo canal tiene un recorrido de más de 30 kilómetros y que vierte sobre el Mar Negro. Una peculiaridad de la geografía que para el pueblo estambulí se ha convertido en un medio de vida.

El tráfico diario de toda una urbe que, de manera rutinaria, se dirige de un continente a otro para realizar sus actividades. Incluso los vecinos que viven a orillas del canal, se liberan de sus hogares para ir a pescar. Allí mismo, en ese lugar que separa la Estambul europea de la asiática, se contempla desde hace no más de dos años un fenómeno de luz que ha embaucado a toda una ciudad, e incluso, a todo un continente.

Hace dos temporadas, Anadolu Efes cerró como colista una Euroliga que nunca arrancó bien. Tras la salida de Perasovic en invierno de 2017 y la llegada de Ataman, la entidad turco tuvo que soportar varios meses de resignación hasta verse inmerso en un proyecto que les llegó casi en forma de premio. Como si de una deuda del destino se tratara.

Actualmente, abruma el hecho de pensar en lo que se ha convertido ese equipo. Una metamorfosis al unísono de un sujeto que se llena de gloria cada semana cuando pone sus pies sobre el parquet. Un jugador con una historia que va más allá de su juego y de todo el molde de la situación que vive hoy en día.

Cuando DeShane Larkin se rompió la rodilla en su año rookie, su vida da un giro de 180 grados. Su biografía tomó otra perspectiva. Cuando finalmente se vio sano, empezó a completar su etapa NBA. Un periodo duro, cosmopolita – Dallas, New York, Brooklyn- y de etapas muy diversas. Algo que le sirvió para generar encandilamiento en la sede de Baskonia en 2016. Tal vez, esa gran actuación ante Washington atrajo muchos focos. Y es que ese perfil tan especial, fue una inyección de deslumbramiento en Europa. Se ganó cariños durante su única temporada en Vitoria. Le dio tiempo a jugar las semifinales de la Liga Endesa y a jugar playoffs de Euroliga, cuando Baskonia cayó ante CSKA. Un escaparate que sirvió de propulsión.

En ese verano, la NBA vuelve a llamar a su puerta, los Boston Celtics se hacen con el jugador de Cincinnati. Su etapa en Boston, seguramente, de un valor popular menor del que realmente fue, duró también un año. Por caprichos del destino y retomando las primeras líneas del texto, Shane Larkin se choca con un Anadolu Efes en reconstrucción. En verano de 2018, el americano recala en las filas de un equipo que rompió con todo. En ese periodo estival, se abrió un halo de luz en el Sinan Erdem Spor Salonu. Para el propio Shane, supuso la reanudación total. Y lo que estaba por llegar, era lo más parecido a un cuento de hadas.

Ataman y una química ambiciosa

La inmersión de Ataman a mitad de ese año convulso, le dio cierto rodaje para afrontar el equipo que le vendría después. Y él lo sabe mejor que nadie. Nadie como el propio Ataman para definir la figura de Shane Larkin en este Anadolu Efes. Tanto, que el haber explotado con tanta brutalidad viene cargado de una serie de ingredientes que el propio Ergin ha ido cocinando. Con un equipo que se fue construyendo sobre un suelo endeble y un techo desconchado. El resurgimiento como una de las bellas artes.

Y es que, cimentar a este Anadolu Efes implicó un cambio de sistema absolutamente brutal. El poner todo el peso de un equipo en dos referencias bellísimas a ojos del espectador. El tener a dos piezas como Micić y Larkin facilitaron todo ese desarrollo. Incluso, más allá de los resultados y del proceso. Ese baloncesto total que buscaba su entrenador, explotó de manera casi ineludible en la pasada Euroliga. Y aunque, más sustentada al principio por Vasilije, lo cierto es que la inyección de Shane en el tramo final de temporada queda para el recuerdo de todos. Y que, cuando los dos se encontraron en ese camino, se formó un tándem ambicioso. Se activó la máquina al mismo tiempo que la bombilla de Ergin Ataman se encendía. Esa secuencia, esa concatenación; dio como fruto a un Anadolu Efes que se coló en las final de la Euroliga.

Ahora bien, todo ese sueño fue más allá de lo onírico. Ese golpe de realidad que dio Anadolu Efes se mantiene a día de hoy. Esa estructura vigente de Ataman, ese juego que disuelve todo a su paso. Con un procedimiento sujeto a la cabeza del orden que implementa Micić. Esa pieza letal desde la dirección, fascinando desde el juego a una mano vía bote, con un cerebro de rapidez simbiótica al de sus manos. Con toda la gama de movimientos que recuerdan al base por antonomasia mezclado con la efectividad. Y como catalizador final, la efigie de Shane Larkin. Ejecutar acciones antes que el resto.

Toda la obra de Ataman entendió en todo momento las necesidades del sistema. El tener una cabeza al servicio del equipo que fuera capaz de sumar junto a un lector absoluto del juego en ataque, la interpretación del espacio y del uno contra uno. La anotación más absoluta como solicitud. Para que todo eso juego fluyera, se sujetara necesitaba nutrirse de estos elementos que tanto desbordaron el baloncesto del viejo continente a finales del año pasado, y que, mientras escribo estas líneas, ese baloncesto sigue dominando con puño de hierro. Y todo ello, se lo han ganado a pulso.

Y todo desde la química más absoluta de todo un equipo contagiado de las ambiciones de cada integrante. El volcar todas las ambiciones en un sistema donde el equilibrio entre la defensa y el ataque dejan su huella, ha fortalecido el espíritu competitivo de un modo atroz.

Ese equipo que ejecuta transiciones con un dinamismo inigualable, que desdobla acciones un ritmo de vértigo necesita de ese golpe de efecto en pista. Ese elemento codicioso, ese factor que rompe con todo. Y elaborar todo ese sistema, encandilador y trabajado se percibe mejor si lo amoldamos a un ejecutor de primer nivel y que ensalza todo el procedimiento.

Shane Larkin. Ejecución indomable

Su manera de ejecutar y su forma de dominar es lo que más destaca dentro de la figura de un Shane Larkin, que colecciona virtudes de un gran nivel cualitativo al servicio de los mejores paladares del continente. Esa sobreproducción a la que nos tiene acostumbrados precisa de una capacidad de un amplio número de posibilidades técnicas y tácticas que se abren cada vez que este tiene el balón en su poder. Y es que, cada vez que la pelota de la Euroliga llega a sus dedos; el dinamismo, el manejo de los espacios y la lectura del juego entran en un primer plano que no conoce, de momento, fecha de caducidad.

De tal manera que, con todo lo que tiene detrás, el concepto Shane Larkin tiene un calado fundamental en este Anadolu Efes. El americano, que jugará con la selección turca, cumple a la perfección con todo lo que se le pide: Ser el motor. Ser la máquina ejecutora de procedimientos que surgen alrededor de él y para él en una cancha de baloncesto. Con todo lo que conlleva ofensivamente su perfil.

Y es que, con su manera de ver el baloncesto, el plano ofensivo de Larkin desencadena en el rival una planificación defensiva más marcada. Sobre todo, en la disposición de uns defensa sobre él. Con toda la atracción que genera el tratar de parar a su Anadolu Efes, no es raro ver cómo varios ‘hombres’ basculan sobre él cuando este está trabajando off-ball. Dando paso al ‘spacing’ de Ergin Ataman: ordenar sus figuras ofensivas y nutrir de ‘piezas’ en ataque todos los ámbitos para construir esas situaciones. Dando dinamismo y alternativas que proyectarán más aún la figura del bueno de Shane, que lee con total inteligencia la situación de sus compañeros y relega el balón a hombres en situación liberada.

Esa suma de condiciones y el efecto que causa en el rival, Shane Larkin hace posesión y buen uso de su lectura en ataque y de romper el muro cuando las líneas defensivas se prolongan sobre él y tratan de ahogarlo por completo. Y es que Larkin, se ha convertido en un experto que agita todo desde sus poderes.

Da igual que sea a través de un directo central, un directo en transición o produciendo desde bote. A Shane nunca le ha importado el ecosistema, si el resultado es siempre el mismo. Sus dotes a la hora de manejarse en ambientes de este estilo focalizan en su mentalidad una amplitud de recursos escolarizados por él. Esa capacidad de anotar tras tomar un bloqueo directo, ya sea en el centro del ataque o en el codo, le hacen letal y formidable. Es prácticamente imparable. Su manera de descongestionar el ataque vía pick and roll es primoroso.

Puesto que la excelencia de Shane Larkin en este tipo de situaciones vía bloqueo directo es sobresaliente, no es casualidad que domine en ese aspecto. Su cabeza ha nacido para ejecutar esos procedimientos, su lectura de esas situaciones y el conocimiento que nace de sus compañeros, mezclan en una coctelera de baloncesto todo el resultado final. Un resultado de un éxito indulgente. Y es que su capacidad de controlar los tiempos de la jugada cuando surgen recursos así lo llevan a otro nivel.

Y cuando Larkin llega a ese modo de juego, ese que tanto le divierte, es donde realmente se hace imparable. En esos uno contra uno. En esa faceta es donde el americano nutre todo sus capacidades desde ese bote y cambios de ritmo que generan mil alternativas. Observa, interpreta y ejecuta. Sin generarse una ventaja evidente, en muchas ocasiones no le es necesario fabricar un espacio para poder anotar, ya que su propio ejercicio es ventaja más que válida. Pone su versatilidad a servicio de los suyos. Porque cuando el ‘0’ de Efes encara a otro rival se convierte automáticamente en indefendible. Todo su dibujo se analiza desde esa virtud.

Esa genialidad que ha sabido pulir en un sistema que se retroalimenta en cada partido en los esquemas de Ataman. Ese elemento distintitivo de rendir sin un generador del calibre de Micić a su lado. Asumir responsabilidad absoluta. Desde su verticalidad y velocidad, dos caracteres que se han mezclado dentro de la templanza de un tipo como Larkin. Dos elementos entrelazados para explotar a su gusto. Cómo cuando ves una gran película varias veces, que sabes recitar de memoria los diálogos de principio a fin y aún así te sigue fascinando. Pues podemos decir lo mismo cuando Larkin llega en carrera para correr ese pick & roll central, consumado desde ese último bote y que es capaz de sorprender a sabiendas de que esa jugada es la suya.

El gozar de esa verticalidad y saber calcularla a su modo para acabar rindiendo de una forma que ya suena fantasiosa. Esa brutalidad desde los números, pero sobre todo, en el engranaje del sistema. Sobre todo, en esas transiciones letales que se amoldan a lo que el inspira en ese momento. Porque es un pulmón a toda pista, por lo que prolifera en la expresión de todo su equipo. El tener una faceta tan vertical, que acapare tantas herramientas para jugar en transición, fulminando acciones que empiezan en lado contrario y que culminan siempre en una acción peligrosa que el mismo acciona desde su físico y desde su cabeza.

Pero Shane no solo construye desde esa faceta, su abanico de recursos lo hacen autosuficiente también desde la ejecución del ‘catch & shoot’, donde se abre opciones anotadoras y las expone a un nivel absoluto. Y sin ser una singularidad para él, sigue ejerciendo puntos desde ese aspecto. El ampliar ese repertorio a la hora de anotar, denota en el propio Larkin un ejecutor mayor de grandes citas.

En Larkin también podemos observar su electricidad a la hora de penetrar. Su ejercicio a la hora de encarar el aro. Y es que desde sus piernas y el buen uso de su cuerpo para ejecutar buenas finalizaciones en suspensión, o incluso cogiendo rangos de tiros complicados que para él, por dotes, se asemejan a un tiro liberado de lo más sencillo. Capaz también de combinar con pases con trazas de delicadeza desde el codo o la cabecera, hacia las manos del jugador que corta hacia el aro. Como si jugara de memoria.

Además, su gran IQ cuando se compenetra con los compañeros, sobre todo con su capacidad a la hora de pasar, de esas píldoras que nos deja cuando le gusta generar. Ese timing a la hora de elaborar. Cuando su percepción del juego y sus funciones en pista se enlazan para completar sus virtudes y convertirlo en un gran pasador en suspensión. Incluso, tiene buenas dotes en la corrección de sus movimientos a la hora de filtrar un pase en una posición que el mismo ha aventajado. Sin olvidar, por supuesto, cuando mezcla ingenio con rapidez, para atraer consigo un gran número de defensores rivales para correr hasta línea de fondo y transformar una situación caótica en la más ordenada soltando un balón hasta el perímetro, con la consiguiente recepción del compañero.

No solo de pases en suspensión y otros recursos en cuanto a asistencias se refiere vive Shane Larkin. El de Ohio, posee una gran noción de movimientos cuando la presión rival se mantiene, y es que es capaz de elaborar con rapidez un recurso, que a gusto de un servidor es de gran gusto: Esa visión y conexión a la hora de establecer un pase por encima de su cabeza destino a un compañero. Ese recurso, que nos regala de a pocos, ha forjado paulatinamente una de sus personalidades a la hora de establecer las ofensivas de manera coral.

Y en cuanto a sus opciones desde el mid-range se refiere, podemos hablar de un Larkin que compone una amplia gama de movimientos. Desde el ‘floater’ que finaliza creándose una gran ventaja zafándose de un dos contra uno, incluso de presiones de mayor envergadura. Incluso, el aprovechamiento de sus fintas para trazar un agujero en la defensa contraria, dejando una serie de víctimas en el camino. Esa propulsión desde el cambio de ritmo que se alterna con el juego de fintas, completan la obra ofensiva de un jugador de un poder absoluto.

En toda esta escala que cada vez va a más, es Shane Larkin quien está embaucando a todo un continente que, al igual que hace menos de 20 años, veía como el Efes Pilsen se convertía en el primer equipo turco en disputar una Final Four. Y que, ahora, en un lapso de dos años, la ilusionante entidad de Estambul quiere convertir en una costumbre. Y es una incógnita todo lo que pase a partir de que se publiquen estas líneas, ni siquiera sabemos si Larkin acabará siendo MVP de la Euroliga. Pero ya es otra cuestión. Lo indudable es que nadie le quitará a Shane Larkin este trozo de historia de los libros de Anadolu Efes y de la Euroliga. Porque, esa noche donde aniquiló al Bayern con 49 puntos, batiendo el record de la Euroliga con 27 años, solo fue una más de todas las que ha firmado y le quedan por firmar.

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