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Perfiles NBA

El agente doble

Rajon Rondo se ha convertido en un nombre imposible de apartar de la historia de la NBA durante la última década. Dos anillos, varios equipos y una historia sobre la que merece la pena detenerse.

Wikimedia

Primer acto

Burbuja de la NBA, Disneyworld, Florida. 12 de octubre de 2020. Rajon Rondo acaba de hacer historia. Los Ángeles Lakers han conseguido su decimoséptimo anillo y, aunque todo el mundo habla del cuarto campeonato del MVP LeBron James y la posibilidad de que se siente a la misma mesa que Michael Jordan, el menudo base de Louisville acaba de desbloquear un hito aparentemente inalcanzable. A sus 34 años, en su segunda campaña con la franquicia púrpura y dorada, el eterno número 9 se ha convertido en el primer jugador que gana la NBA a los dos lados de la frontera infranqueable entre Boston y Los Ángeles. Es cierto que Clyde Lovellette campeonó con los Minneapolis Lakers (1954) y los Boston Celtics (1963 y 1964), pero Rondo es el primero en hacerlo desde la mudanza a LA y el crescendo de la rivalidad entre estos enemigos íntimos. Pieza clave desde el silencio, tanto en los Boston Celtics de 2008 como en los Lakers de 2020, Rajon se ha erigido como una llave maestra en las dos franquicias más antagónicas. Un engranaje por el que han pivotado constelaciones innombrables. Como esa elipsis que, en la sala de montaje, sirve al cineasta para entretejer sus mejores secuencias, Rondo ha recogido sobre sus gigantescas manos el destino del último big three que ha visto el TD Garden (fue el cuarto mosquetero al lado de Kevin Garnett, Paul Pierce y Ray Allen) o de gigantes como Bron o el indefendible Anthony Davis. Gracias a una segunda parte inconmensurable en la que aumentó la ventaja de Lakers sobre Miami en 10 puntos, el sexto partido de las NBA Finals acaba de doctorar a Rajon como el perfecto doble agente. Letal, indescifrable, legendario. Memorabilia que permanecerá tanto en las laureadas retinas del leprechaun como en los bruñidos corazones del Lake Show.

La temporada del base, como secundario de lujo tras gigantes como LeBron James, Anthony Davis o Dwight Howard, ha sido más que satisfactoria. Swag se ha convertido en una pieza indispensable desde la rotación de Frank Vogel. Lejos de sus mejores porcentajes, durante su última campaña regular, Rajon ha promediado una media de 20,4 minutos por partido, 7 anotaciones y 5 asistencias cada noche. Un dato que se eleva a los 24,7 minutos, 6,6 asistencias y 8,1 puntos durante los playoffs. Otra muestra más de que el mote de Playoff Rondo –que el mismo jugador odia a muerte– tiene su base científica y no solo legendaria. La lectura de juego y su capacidad para analizar el juego sobre la pista le han convertido siempre en uno de los más completos jugadores para la postemporada. A Rondo no le tiembla la mano, nunca elude la responsabilidad. Cuando pisa una cancha, la metamorfosis es total: Clark Kent se pone la capa y ese tipo tímido y retraído recoge el protagonismo y maneja la presión con brío.

Segundo acto

Estudios de NBA TV. 20 de mayo de 2016. La noche transcurre tranquila. Los Cleveland Cavaliers de LeBron James buscan ponerse 2-0 ante los Toronto Raptors para alcanzar las NBA Finals. En los estudios de NBA TV, Rajon Rondo, por aquel entonces jugador de los Sacramento Kings, está viendo el partido junto al mítico base de los Pistons Isiah Thomas. Sin embargo, ajenos al partido, los dos PG empiezan a jugar una partida al clásico juego de mesa Conecta 4. Cuentan los mentideros que pocos han conseguido ganar a Rondo en este juego de estrategia y rapidez mental. Isiah Thomas no iba a ser, tampoco, de los que lo consiguiesen. Durante varias partidas, Rajon domina la situación desde el silencio. Callado, estudia las jugadas de su oponente y anticipa los movimientos. Evidentemente gana la primera partida y, tras reiniciarla, la segunda, la tercera… Isiah Thomas no puede hacer otra cosa que no sea reír tras cada derrota.

El juego es sencillo: 6 filas, 7 columnas y la vocación de introducir cuatro fichas de tu color consecutivas, ya sea diagonalmente o en formación vertical u horizontal. Sin embargo, en esa capacidad mental de Rondo para ganar en este sencillo juego de dos jugadores se esconde una de sus máximas virtudes para el baloncesto: la anticipación y la lectura de juego. No hay duda de que, en esa faceta, el jugador de Louisville es un Hall of Famer. “El Conecta 4 se parece al baloncesto porque tienes que ir dos jugadas por delante de tu rival”, asegura el dos veces campeón de la NBA. Y no hay duda que su juego corrobora esta idea. Si el baloncesto de la NBA fuese cine, Rajon Rondo sería un cineasta enamorado de lo que se conoce como montaje en plano. Un tipo de filmación que obvia la sala de montaje (o la reduce a la mínima expresión) para desarrollar la arquitectura desde el momento del rodaje. Exactamente lo que hace Rondo cuando anticipa la jugada, lee el ritmo del partido o prevé la arquitectura del ataque rival antes de que este comience. No es casual que Rajon sea capaz de ver una línea de pase que nadie había atisbado o que, de pronto, aparezca de la nada para capturar un rebote imposible. Todo lo que para el común de los mortales parece repentino, en la mente privilegiada del point guard ya ha sucedido con anterioridad.

Cuentan los mentideros que Rondo siempre lleva un tablero y fichas del 4 en Línea a las concentraciones y, prácticamente, allá donde va. Cuando jugaba en los Kings, el Kid reporter de la franquicia le retó a dos rondas. Evidentemente, ganó Rajon. La práctica de este juego le sirve como método para agilizar el pensamiento, para reducir el tiempo de reacción ante cualquier inconveniente y para estudiar la psicología del juego y de los rivales. Como curiosidad, podemos indagar en aquella tarde del 22 de diciembre de 2012 en la que, siendo jugador de los Boston Celtics, se sentó a jugar al juego con varios niños a la vez en un centro comercial de la ciudad. A Rondo no le gusta en exceso el contacto humano. Su posición tímida e introvertida le hace ser algo reacio a los abrazos y a los eventos con niños en los que tenga que coger, levantar y hacerse fotos con ellos. Tal vez por eso, la idea de sentarse a compartir su juego favorito con ellos no le pareció un mal plan.

Jugó cientos de partidas, muchas simultáneas, y todo transcurría dentro del plan hasta que llegó una niña de doce años llamada Olissa. Nadie había ganado a Rondo. Nunca. No es una hipérbole. Matt Meyerson, director de relaciones comunitarias de los Celtics, lo aseguraba. Rondo había estado repartiendo regalos, que había comprado para los niños –bicicletas, iPods, etc.–, pero cuando se puso a jugar, su semblante cambió y se tornó tenso, como si disputase una final de conferencia. “Pensé que nos dejaría ganar”, comentaba la muchacha, “pero estaba tan serio…”. No obstante, aquella jugadora precoz consiguió lo inalcanzable: tumbar a Rondo en su juego predilecto. “¡Esto no había pasado nunca!”, gritaba Meyerson por el micrófono, algo que encendió la competitividad de Rajon, que llegó a jugar hasta cinco partidas más contra Olissa, su mejor oponente, la única que había conseguido vencer al Gary Kaspárov del Connect4.

Tercer acto

Louisville, Kentucky. 1993. Rondo tiene siete años y vive con sus padres y sus hermanos William, Anton y Dymon. La vida se guarda uno de los peores golpes para un jovencísimo Rajon. De la noche a la mañana, su padre abandona el hogar y deja a su madre, Amber, al cargo de sus tres hijos. La seguridad familiar se resquebraja por completo y ella se ve obligada a comenzar a trabajar en el turno de noche de la fábrica tabacalera Philip Morris. A partir de entonces, Amber apenas podrá conciliar su vida laboral con la actividad diaria del hogar.

Con solo siete años y sin apenas referentes, Rondo es criado, fundamentalmente, en la ausencia de figuras de autoridad. Su hermano mayor, Will, trata de llevarle por el buen camino, pero, con dos hermanos más a los que cuidar, es complicado. Así las cosas, un pequeño chaval de Louisville empieza a conocer los vericuetos de la calle y las crueldades de la vida demasiado pronto, cuando no le correspondía sino jugar y ser feliz.

Cuarto acto

Universidad de Kentucky, Lexington, Kentucky. 2006. Todo cambió para Rajon Rondo una noche de su último año en los Wildcats de Kentucky. Su mundo se vino abajo en un instante. Su amigo Spencer Ronson acababa de ser asesinado a tiros en aquellas calles de Louisville que tantas noches había transitado el propio Rajon. Todavía hoy no se conocen las causas exactas del crimen, pero todo parece indicar que fue un ajuste de cuentas. A Rondo la noticia le cayó como un jarro de agua gélida: Spencer era su mejor amigo, el más íntimo y uno de los pocos que mantenía desde su más tierna infancia y, ahora, acababa de perderlo. Sin embargo, en aquel duelo había algo más que dolor. El jugador, entonces todavía una promesa intermitente, se percató de que él mismo podía haber estado en el lugar de Ronson. Su vida empezaba a abrazar el caos y la delincuencia con el mismo fervor con el que ese joven Rajon agarraba la pelota naranja.

Hoy podríamos decir que el asesinato de Spencer Ronson fue el detonante de que su mejor amigo se convirtiese en el jugador que es en la NBA. Tras su pérdida, los entrenamientos fueron lo único que consiguió sacar a Rondo de esa espiral de peligro, tentativas a la suerte y coqueteos con la delincuencia juvenil. Hasta ese momento, Rajon Rondo nunca se había visto como un potencial profesional del deporte, pero aquel evento traumático activó algo en la mente privilegiada del entonces jugador de los Wildcats de Kentucky. Unos meses después sería drafteado por los Phoenix Suns en la 21ª posición del que se recuerda como el peor draft (2006)de la historia reciente y, en homenaje a su querido compañero, se hizo un tatuaje en la espalda. En sus propias palabras, el tatuaje le sirve “para tenerle presente siempre. Él me guardará las espaldas, estoy completamente seguro de que, allí donde esté, cuidará de mí”, argumentaba el jugador. Pese a la elección, Rondo nunca llegó a enfundarse la camiseta del Valley, ya que, inmediatamente, fue traspasado a los Boston Celtics.

Quinto acto

TD Garden, Boston, Massachussets. 17 de junio de 2008. El trofeo Larry O’Brien se acaba de volver a teñir de verde. Con una exhibición portentosa, los Celtics acaban de arrasar (131-92) a su eterno rival, unos Lakers que no pueden contra el poderío del Big Three, al que acompaña un cuarto mosquetero de incalculables quilates. Rajon Rondo acaba de ganar su primer anillo en un sexto partido en el que ha brillado con luz propia. Haciendo honor a su sobrenombre, Playoff Rondo, el base de Louisville ha cuajado una actuación memorable (21 puntos, 8 asistencias, 7 rebotes y 6 robos) para entrar en la historia de la franquicia hasta entonces más laureada de la historia de la liga.

Promediando casi 30 minutos por partido en la temporada regular (32 si hablamos del playoff), Rondo se ha convertido en la extensión en pista de Doc Rivers, el entrenador de los Celtics en aquella gloriosa campaña. Su inteligencia y su capacidad de asimilación del juego le convierten en el escudero perfecto de cualquier estratega: el pegamento perfecto para engranar los talentos del Big Three formado por Kevin Garnett, Paul Pierce y el proscrito Ray Allen. Su media anotadora en aquella campaña fue de 10,6 puntos (10,2 en PO), 4,2 rebotes (4,1) y 5,2 asistencias, que ascenderían a 6,6 en la postemporada. Otro ejemplo del crecimiento del jugador en los momentos calientesde la temporada y, más allá, de su capacidad para liderar la estadística en aspectos de equipo como las asistencias o los rebotes más que en el individualismo del lanzamiento. Nunca fue un gran tirador y sí uno de los mejores asistentes. De hecho, cuentan que, durante la visita a Obama para conmemorar el campeonato de los Celtics, el POTUS bromeó con Ray Allen a propósito de esa faceta: “Ey, Ray, ¿por qué no enseñas a tirar a este chico?”, gritó mientras abrazaba a Rajon. Sea como sea, el menudo base de Kentucky acababa de ser vertebral en un equipo campeón y en una de las exhibiciones contemporáneas más potentes sobre la pista.

Sexto acto

Complejo deportivo de L’Hospitalet Nord, Barcelona. 5 de enero de 2004. La Oak Hill Virginia acude al prestigioso Torneo Júnior Ciutat de l’Hospitalet, que celebra su 75º aniversario. En las filas de la primera High School en disputar el trofeo, varios nombres que aparentan ser el futuro de la NBA: Josh Smith, estrella del plantel, KC Rivers y Rajon Rondo. En el cartel del campeonato navideño, equipos como el Barcelona, el Real Madrid, el CSKA de Moscú, el AEK Atenas o un potentísimo Estudiantes en el que sobresale un tal Sergio Rodríguez.

Precisamente, en el partido frente al conjunto comandado por el Chacho, una acumulación de faltas inoportuna de Josh Smith convertirá a Rajon Rondo en el MVP inesperado. Todavía hoy, el base, doblemente condecorado con el campeonato de la NBA, recuerda ese encuentro como el mejor partido de su carrera. “Estábamos en Barcelona jugando contra Sergio Rodríguez. Su equipo era muy grande allí en España. Terminé con 55 puntos y 17 asistencias”, comentaba Rondo, en una entrevista, años después, con el periodista Dan Woike de Los Angeles Times. “Josh Smith, que era nuestro jugador estrella, había tenido problemas de faltas antes, así que tuve que hacerme con el control del partido y anotar más de lo normal”.

Aquel torneo en L’Hospitalet de Llobregat fue una de las primeras veces que aquel incipiente All-Star jugaba fuera de los Estados Unidos. Algo que, debido a su profundo arraigo con su ciudad y sus gentes (en su día llegó a elegir la Universidad de Kentucky solo por permanecer cerca de su familia en Louisville), le costó demasiado. “Fue completamente diferente. Éramos jóvenes. Tenía 17 años en ese momento. […] Era una cultura diferente. Allí te silban, nunca aplauden para ovacionarte, así que en aquel partido me pitaron mucho”, concluye el MVP de aquel duelo contra el Estudiantes del Chacho. Nunca volvió a anotar tanto, pero sus 17 asistencias sirven como muestra de una de sus mayores virtudes baloncestísticas: el juego de combinación y la capacidad de mirar siempre al compañero mejor colocado. No es casualidad que, en esa misma temporada, unos meses después, Rajon Rondo rompiese el récord de asistencias de la secundaria que, hasta su irrupción, ostentaba Jeff McInnis con 303 unidades. Rondo lo elevó hasta unas prácticamente insuperables 494, con el añadido de promediar un doble-doble en aquella temporada y convertirse en el máximo asistente de Oak Hill de todos los tiempos. Cifras que hablan por sí solas.

Séptimo acto

Staples Center, Los Ángeles. 21 de octubre de 2018. La temporada arranca en LA. La visita de los Houston Rockets de James Harden tiene el componente emocional de ser el primer partido que LeBron James dispute con la camiseta de Lakers en el Staples Center. Sin embargo, nadie recordará esa noche por aquel debut como local del entonces tres veces MVP de las Finales. A falta de escasos cuatro minutos para la bocina, un jovencísimo Brandom Ingram inició una tangana con un empujón sobre la Barba, que andaba reclamando una falta al árbitro. Pese a la vehemencia con la que el joven Ingram se encaraba con el referee, todo parecía que iba a quedar en agua de borrajas. Un calentón. Entonces aparecieron Rajon Rondo y Chris Paul y la espita se declaró incendio incontrolable. CP3 y Rondo están cara a cara, en posición desafiante, cuando a Rajon le sobreviene el fantasma de su peor rostro: un carácter indomable y callejero que, muchas veces, le hace perder los papeles. El base de los Lakers cae en la provocación verbal y escupe al de los Rockets, que reacciona empujando con un dedo la cara y metiéndolo en el ojo de su rival. Lejos de amilanarse, Rondo lanza un puñetazo que impacta, violentísimo, sobre el pómulo de Chris Paul y, entonces, la pelea ya es completamente inevitable. Varias tentativas de golpes, una melé de jugadores que se buscan sin demasiado éxito y veteranos como Carmelo Anthony o LeBron James tratando de separar a sus compañeros y apaciguar los ánimos.

La rivalidad de Rajon Rondo y Chris Paul venía de lejos. Como recordaba Gonzalo Vázquez en su Twitter, ambos jugadores ya tuvieron algún encontronazo cuando uno defendía a los New Orleans Hornets y el otro militaba en los Celtics. “No me sorprende. Lo único que me sorprende es que esta haya sido su primera pelea porque nunca se han tragado”, argumentaba, aquella noche de octubre, Paul Pierce, que compartía vestuario con Rondo en aquellos Boston Celtics.

No ha sido la única trifulca que ha mantenido Rondo en sus años como jugador de la NBA. Rafer Alston, Kris Humphries, varias broncas con Draymond Green o Isaiah Thomas son algunos de los oponentes con los que ha chocado Rondo sobre el parquet, siempre sin dar un paso atrás ni eludir la beligerancia. Solo ha existido un oponente con el que Rondo ha evitado llegar a las manos tras encararse. Se trata de Kobe Bryant, de quien, tras un cruce de empujones y dedos acusadores en el que mediaron Garnett, Allen y Pierce, se alejó para evitar que el conflicto fuese a mayores. Probablemente, la Mamba Negra, al que elogiaba tras levantar el anillo conseguido con sus Lakers, haya sido el único contendiente con el que Rajon se ha mostrado respetuoso entre un catálogo de encontronazos que ofrecen la cara B de un tipo que no duda en pelear por lo que considera necesario hacerlo. Un jugador único que, sobre la cancha, puede ser el trasunto de ese estratega invencible al Conecta4, uno de los jugadores más inteligentes de toda la NBA, pero también rememorar a aquel chaval problemático y callejero que pudo correr la misma suerte que su mejor amigo Spencer. Por fortuna, el baloncesto consiguió absolver a este inimitable playmaker en el que resuenan ecos de aquellos chavales de The Wire. Tipos lampiños e introvertidos que, en una secuencia, declaraban jaque mate sobre un tablero de ajedrez, en los projects de Baltimore, y, a la siguiente, asesinaban a sangre fría al dealer enemigo en el corner. El perfecto agente doble.

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