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Una pionera insaciable

“Annie fue uno de los mejores jugadores de baloncesto de siempre. No me refiero a hombre o mujer. He dicho de siempre”, aclaró Bill Russell sobre Ann Meyers. Sin importar el género. Sin importar si era o no chica. Uno de los mejores jugadores que han pasado por el baloncesto para una de las mejores mentes que ha pasado por este deporte.

Walt Bellamy, Julius Erving, Dan Issel, Dick McGuire, Calvin Murphy, Uljana Semjonova, Bill Walton y ella pasaron a formar parte del Hall of Fame del Baloncesto en 1993, el reconocimiento de mayor prestigio que una persona puede lograr en el baloncesto. La cuarta jugadora de la historia, junto a la letona Semjonova, en conseguirlo. Lily Margaret Wade, Lusia Harris-Stewart y Nera White fueron nombradas miembros del Salón de la Fama antes.

Con cuatro años, Ann Meyers comenzó a jugar al baloncesto, influida por unos padres que motivaban a sus 11 hijos a que practicasen deporte, hecho poco común en los años sesenta. Sin embargo, a pesar de que su padre perteneció a la plantilla de la Universidad de Marquette, su hermana Patty fue su mayor inspiración. “Idealicé a mi hermana Patty. Era la mayor de los 11 hermanos y probablemente la mejor atleta de la familia. Simplemente seguí sus pasos”, confesó Meyers.

Ann era inconsciente que aquel inicio en el baloncesto, complementado con otros deportes, a tan temprana edad sería el principio de una carrera que cambió el juego para siempre. Aquella chica de San Diego, que soñaba convertirse en Jerry West, Bill Russell o John Havlicek, rompería barreras, lucharía por la igualdad y pondría el baloncesto femenino a otro nivel.

Formó parte de los equipos de softball, bádminton, hockey hierba, tenis y baloncesto del instituto. Ganó trece MVPs en secundaria y llevó a Sonora High School a un balance de 80 triunfos y 5 derrotas. Presentaba uno de los mejores carteles nacionales a nivel deportivo. Las ofertas le lloverían.

“No era fácil para muchas personas aceptar lo que estaba haciendo. Estaba quitando el trabajo a un hombre”

Su hermano David Meyers, campeón de la NCAA en dos ocasiones que jugaría cuatro temporadas posteriormente en la NBA con Milwaukee Bucks, jugaba por aquel entonces en UCLA y tendría un papel fundamental en la carrera de su hermana. “David llegó a casa con el entrenador del equipo femenino de UCLA en mi año senior de instituto y me preguntó si me gustaría una beca en UCLA”, contó Ann. Aceptó e hizo historia. Se convirtió en la primera mujer que recibía una beca deportiva de cuatro años para la Universidad.

No obstante, este no sería el único reconocimiento que logró gracias a sus brillantes años durante el instituto. Fue la primera jugadora de high school en formar parte de la selección absoluta de Estados Unidos. Con la selección ganaría los Juegos Panamericanos de 1975 y una plata en los de 1979, una plata en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 y el Mundial de 1979.

Antes de ser seleccionada en el número uno del Draft de la WBL, primera liga profesional de mujeres en Estados Unidos, por los New Jersey Gems, Ann sumaría otros dos récords más a su haber: primera jugadora en ser incluida en cuatro ocasiones en All-American y el primer jugador, hombre o mujer, en registrar un cuádruple doble (20 puntos, 14 rebotes, 10 asistencias y 10 recuperaciones) en la NCAA.

Sin embargo, el mayor reconocimiento llegaría en el verano de 1979. Mientras estaba concentrada con la selección norteamericana absoluta en California, preparando los JJOO de Moscú 1980, recibió una llamada inesperada. Sam Nassi, presidente de los Indiana Pacers, estaba al otro lado del teléfono. “¿Querrías probar con los Indiana Pacers?”, preguntó Nassi a Meyers.

No fue una decisión sencilla. Si aceptaba la oferta, renunciaría al soñado oro olímpico, pues en aquel momento solo los jugadores amateurs podían jugar con el equipo nacional. A esto se le sumó críticas y numerosas opiniones, desafortunadas e innecesarias, por su género. Hasta su hermano Dave manifestó su disgusto tras conocerse la noticia. “No era fácil para muchas personas aceptar lo que estaba haciendo. Estaba quitando el trabajo a un hombre”, expresó Meyers. Incluso, Bobby Slick Leonard, entrenador de los Pacers, voló hasta Los Ángeles para tratar de convencerle de que no lo intentase. Pero, aquel viaje tuvo el efecto contrario. Ann se negó a renunciar a su sueño: jugar con y contra los mejores.

El 5 de septiembre de 1979, Sam Nassi anunció que la franquicia de Indianápolis firmaba a Ann Myers por un año a razón de 50 mil dólares. La primera jugadora que firmó un contrato con un equipo de la NBA en la historia.

Nervios. Era la sensación que más sintió Ann Meyers cuando llegó al Hinkle Fieldhouse de la Universidad de Butler para entrenar como nuevo miembro de los Indiana Pacers. Demostró su valor, que era apta para competir en la NBA y luchó como la que más, pero no solo en la cancha, también por la igualdad de género. Pero, después de tres días, Leonard descartó su nombre de la plantilla final para disputar la temporada.

“No habría estado allí si no hubiese creído que tenía una oportunidad real. La decisión estuvo fuera de mis manos. Hice lo mejor que pude. Desde el principio, creo que fue muy complicado que Slick Leonard aceptase. (…) Entendí el juego. Me dolió. Sentí que había merecido pasar los tres días. No fue fácil de aceptar”, explicó Meyers sobre el hecho. Fue herida, obviamente, pero la trayectoria de Ann no acabó, incluso salió reforzada.

Continuó su carrera en el baloncesto en la WBL, ganando un MVP compartido en su primer año. Aunque, su equipo nunca le pagó el salario correspondiente y la liga desapareció en 1981. No obstante, gracias a un profesor que le descubrió y enseño las retransmisiones deportivas, Ann Meyers se ha ido consolidando como una de las mejores comentaristas de baloncesto femenino, cubriendo sobre todo partidos de Phoenix Suns, Phoenix Mercury y JJOO.

A parte de su labor en el mundo de la comunicación, actualmente forma parte del Salón de la Fama del Deporte femenino y el Salón de la Fama de la FIBA y su dorsal 15 está retirado en UCLA.

Marcó diferencias de una forma u otra. Como ella siempre quiso. No solo ha dejado una huella en el baloncesto en el lado de las mujeres, sino también en el de los hombres. Como Diana Taurasi refirió sobre la figura de Ann Meyers. Sin embargo, esto no es suficiente para una de las pioneras del baloncesto, Ann continuará luchando por la igualdad: “Hoy en día sigue habiendo escritores que creen que pueden jugar contra las jugadoras de la WNBA. Todavía escuchas a la gente decir: ‘Bueno, deberían volver a la cocina y cocinar’. Por mucho que hemos avanzado, todavía no lo hemos hecho. Todavía queda un largo camino por recorrer”.

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