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Análisis

Vidas paralelas: la metamorfosis del Panathinaikos

Tras convertir al Anadolu Efes en una máquina de ganar, Ataman puso rumbo a Grecia con el objetivo de liderar un proyecto de éxito improbable

Ergin Ataman

Venía de la debacle más dolorosa, estocada de un enemigo íntimo como el Fenerbahçe incluida. Nadie puede dudar de que el Anadolu Efes de Ergin Ataman fue uno de esos equipos para el recuerdo, una máquina ganadora a la que puede que la pandemia impidiera haber igualado el récord de tres títulos de la mítica Jugoplastika. Sin negar eso, su temporada 2022/23 resultó espantosa, el malgaste de mucho talento (Will Clyburn) y escasa capacidad para lograr integrar a buenas adquisiciones bajo el papel como Achille Polonara.

En ese sentido, Ataman era un técnico que podía empatizar con el Panathinaikos fácilmente. La orgullosa grada del OAKA, acostumbrada a ser temida y respetada, sufrió viéndose en la penúltima plaza de la Euroliga, muy lejos de aspirar a ese séptimo entorchado que su historial exigía. La magia de Željko Obradović, el Zeus particular de sus años dorados, nunca se olvidará, pero empezaba a sonar mitos lejanos que escuchar bajo la hoguera en un presente depresivo en el Hades. Además, en época de bonanza del archirrival Olympiacos, un asiduo de la Final Four en los últimos tiempos.

La época estival no pareció mejorar a dos vidas paralelas destinadas a cruzarse. Ataman no logró el rédito esperado con el combinado nacional de Turquía, además de acrecentarse las leyendas urbanas alrededor de su relación con Shane Larkin, uno de los grandes argumentos ofensivos para entender los años de gloria en Estambul. Es importante que tengamos presente esto, puesto que en el singular estratega otomano hay mucha tendencia a que los resultados tengan cierto efecto alucinógeno y dado a la hipérbole negativa o positiva. El Ataman que aterrizaba en Atenas mantenía muchos de sus grandes dones como motivador, además de su capacidad de ser un foco de atracción para que jugadores consagrados quisieran jugar a sus órdenes. No obstante, sus últimos reveses le ponían en el escaparate de la impaciente sospecha de una sociedad de masas que va a por el éxito de la última instantánea. El placer inmediato.

Pactar con el diablo

Los orgullosos verdes del trébol le ofrecieron el contrato con pleno convencimiento de que repetirían la gloria. Tras la epopeya en Berlín, se multiplican los textos colocando a Ergin Ataman en los altares del Olimpo y con licencia incluso para hacer sus usuales shows con bula y beneplácito de propios y extraños. Probablemente, no merecía los palos en las ruedas que le cayeron tras ceder con claridad frente al Olympiacos en la Supercopa. Apenas había podido entrenar con un proyecto que presentaba numerosos rostros nuevos. Puede que, incluso con varias Euroligas más por alzar en el futuro, su brillante currículum tampoco el palmarés justifique (o, al menos, obligue a alabar) algunas de sus salidas de tono. La última víctima ha sido Chus Mateo, “culpable” de haberse llevado el premio al mejor técnico del año en el torneo más prestigioso del Viejo Continente.

Donde detractores y admiradores coincidieron desde el primer día fue al hablar del granito abrasado por un volcán que iba a caer en las oficinas próximas al OAKA. Se juntaba uno de los estrategas más deslenguados de la banca con un dirigente que rompe cualquier molde de lo políticamente correcto o la cordura del protocolo. Ver a Dimitris Giannakopoulos en su asiento a pie de pista se asocia a cualquier imagen menos la de uno de los presidentes más poderosos de las canchas europeas. Ya fuera ganando o perdiendo el equipo de sus amores en la capital bávara, su rostro fue el del puro sufrimiento hasta la bocina final. Hablamos de un enfant terrible de la Euroliga, azote del estamento arbitral y la organización del torneo.

Fruto de su alianza con Ataman, otro experto en lanzar la responsabilidad a hombros ajenos, sacó un minucioso vídeo lanzado en plena eliminatoria contra el Maccabi Tel Aviv para mostrar errores de los jueces en contra del campeón griego. La sanción de 30.000 euros de las autoridades, a ojo de viejos zorros como Piti Hurtado, sonó a bagatela al heredero de una dinastía que empezó a amasar su fortuna con un negocio tan rentable como el de las farmacias en la Hélade.

Jordi Bertomeu podría dar fe de la constancia y capacidad en las quejas de un dirigente que no ha dudado en señalar a su institución como el chivo expiatorio. Giannakopoulos ha visto este curso como una oportunidad irrepetible donde no había intención de quemar etapas paulatinamente como marcaba la preceptiva. Las bajas fueron inminentes y los fichajes llegaron de igual medida, generando muchas portadas y dando visibilidad al baloncesto incluso en los días de vacaciones. Jaime Sánchez acertaba al subrayar la danza de inquilinos de uno de los banquillos más calientes en Europa desde que se marchó Xavi Pascual. Nadie dudaba de que Ataman mantendría su estilo de hacer alguna escapada al mar y a la playa cuando necesitara desconectar, pero también quedaba patente que había estrellas ansiosas para ponerse a sus órdenes. A diferencia de Duško Ivanović o Šarūnas Jasikevičius, magníficos técnicos con fama de perfeccionistas, la vida a las órdenes del antiguo director de orquesta del Anadolu puede tener compases realmente cómodos, además de poseer un pararrayos ante las acometidas de la prensa con un provocador nato que sabe colocarse en la diana para que sus pupilos respirasen tranquilos.

Eso sí, su ira puede ser igualmente demoledora. “A veces, comete errores cruciales durante los partidos” resultó el regalo envenenado que le hizo a uno de los interiores que fueron recibidos en un baño de masas ateniense: Juancho Hernagómez conoció pronto el proceder de su nuevo jefe, alguien poco propicio a dejarse impresionar por un pasado en la NBA contrastado. Como queriendo marcar su territorio y cátedra en todo lo referente a la Euroliga. Palo y zanahoria al máximo, pronto matizó que le gustaba el buen carácter del español y que iba aprendiendo.

El camino del héroe

El OAKA no negocia su necesidad de tener, dentro de una plantilla con excelentes jugadores extranjeros, varios referentes helenos. Fragiskos Alvertis o Dimitris Diamantidis daban mucho en la cancha, pero fuera de ella era donde la idolatría alcanzaba nuevas cotas. Ataman dispondría de apellidos como Papapetrou, Mitoglou (cuyo buen lanzamiento a distancia fue hábilmente amortizado por el otomano para cansar al gigante Tavares) o Kostas Antetokounmpo, el hermano de la leyenda de los Bucks. Sea como fuere, había un movimiento pendiente, una travesura arriesgada y que nadie imaginó que pudiera salir tan bien.

Varios jugadores del Olympiacos reconocieron haber intentado borrar de la memoria y sus redes sociales la célebre canasta sobre la bocina de Sergio Llull en Kaunas. Una daga para el baloncesto en El Pireo que los rojiblancos intentaron paliar en la Final Four de 2024, sin excesivo éxito frente a la Vieja Guardia madridista. Con todo, apenas un rasguño comparado con la noticia que copó la prensa deportiva griega con el cadáver deportivo todavía de cuerpo presente: Kostas Sloukas les abandonaba y se marchaba al incómodo vecino. Un nombre que pasó de ser venerado (dos Euroligas con ellos) a vilipendiado en un verano donde cometió la peor de las traiciones. Vassilis Spanoulis ya no estaba solo en la ciudad de eternos amores y odios deportivos. Simplemente, sucedía que, en esta ocasión, Sloukas se fugaba de manera inesperada para lucir los colores verdes.

El linaje Angelopoulos tardó poco en sacar un comunicado en julio de 2023, apelando a la más vil de los abandonos. De ídolo (jugador referente para Bartzokas con Supercopa, Liga y Copa), el talento de Salónica pasó a ser considerado el Alcibíades particular de una auténtica afrenta al deporte en la Hélade. En un principio, con el Fenerbahçe como posible salida honorable (ya había alzado allí otro título con el maestro Željko Obradović), la salida había sido amistosa y la propia de un veterano de 33 años que cobraba 1’8 millones de euros netos.

Con la directiva en El Pireo buscando negociar a la baja, Ginnakopoulos extendió los tentáculos de su músculo financiero y sacó de la chistera una oferta por 3 millones que el polivalente base-escolta no podía rechazar. Prácticamente al único adversario por el que le suplicaban que no fichara de rodillas. En principio, conseguían liberar masa salarial a cambio de una estrella que, por lógica vital, debería estar iniciando su progresiva decadencia. Meses después el balance es bien distinto por el capricho de los hados. 24 puntos en 25 minutos de final hablan maravillas de su actuación frente al Real Madrid. No obstante, sería quedarnos muy cortos el hacer referencia a que no falló ninguno de sus lanzamientos de campo y solamente uno de sus tiros libres. Sloukas supo cerrar sobre la bocina en el segundo cuarto para que los suyos no bajaran los brazos y estaba velando armas cuando Sergio Llull volvió a amenazar con aparecer por el horizonte. Respondió a sus triples y mantuvo un gesto de no darle importancia, justo la clase de hielo que era precisa para evitar los efectos de la visceralidad celebrando del menorquín.

La sonrisa de Ataman era la del gato de Cheshire, él había defendido a su héroe personal tras una floja semifinal contra el Fenerbahçe. Apenas un reflejo de su mutua lealtad en las horas más duras de un matrimonio deportivo de conveniencia que ha terminado con el cetro continental más codiciado bajo el brazo. Sloukas ha sido su prolongación en la pista y una de las voces serenas cuando perdieron la Copa contra su ex, el Olympiacos. Ahora nadie podía dudar de que habían acertado en el mercado de fichajes.

El movimiento clave

“Por tener el triple más cerca, las defensas son más estrechas, con menos espacio y entonces alguien siempre te marca. Por tanto, aunque el triple esté más próximo que en la NBA, es mucho más difícil, porque casi no existen tiros liberados”. Kendrick Nunn hablaba con calma, la clase de aplomo que algunos competidores adquieren cuando han visto ya muchos campos de batalla.

Ocurrió a finales de octubre y supuso un tremendo acierto, la última pieza de un puzle complicado. Además, por el camino caería Kyle Guy a finales de año. Un tirador de mecánica exquisita, pero con un estilo que no encajaba del todo con lo que quería un estratega que precisaba de la explosividad de Nunn, objeto de cantos de sirena por el Partizan en aquellas semanas de incertidumbre. Mientras rivales como la Virtus Bolonia sorprendían y el Real Madrid aterraba al resto del campeonato (con el OAKA lanzando guiños descarando a Mario Hezonja), el PAO parecía dejar algo a deber todavía. El exterior norteamericano supo halagar el ego de su nuevo jefe cuando afirmó que terminó por desoír la llamada de Belgrado al tener curiosidad por jugar bajo sus órdenes. La explosividad de Nunn confirmaba que estaban hallando el camino hacia el equilibrio. Progresivamente iban subiendo en el escalafón entre los mejores de Europa, además de rebajarse las altas dosis de presión recibidas al comienzo del curso.

Nunn se llevó un MVP muy especial para cerrar el quinto duelo de la agónica serie contra el Maccabi Tel Aviv. Sus 13 puntos en el último cuarto emocionaron a su grada y permitió a los suyos superar el efecto Lorenzo Brown, auténtica pesadilla que podía haber truncado los sueños de gloria de los verdes. Y pocos son más ambiciosos cuando caen bajo los brazos de Morfeo que uno de los mejores pívots de la actualidad.

La redención del WiZink Center

Impertérrito en la pista. Emocional fuera de ella. Nacido en la Martinica, Mathias Lessort había sido el gran estilete de los hombres de Ergin Ataman para batir a un rival tan peligroso como el Fenerbahçe comandado por Šarūnas Jasikevičius en el paso previo a la gloria. El controvertido técnico otomano siempre tiene en su radar al poderoso pívot para cada plan de sus Panathinaikos, puesto que fue su recital en la capital española (26 tantos y 7 rebotes) una de las claves en un triunfo contra el Real Madrid en fase regular que convenció a su proyecto de que podía soñar a lo grande.

“Estar a un partido de ser campeón de Europa es emocionante. Me crie en un entorno difícil, en una pequeña isla, y jamás creí que podría llegar aquí”. Un testimonio elocuente de un competidor que llegó a tierras teutonas con ganas de saldar viejas deudas o, mejor todavía, alcanzar su propia redención. Hacía apenas un curso él había sido una de las principales causas de que el Partizan de Belgrado de Željko Obradović pusiera contra las cuerdas al conjunto madridista de Chus Mateo. El resto es historia conocida. La primera vez que un equipo de Euroliga lograba remontar un 2-0 desfavorable. Una herida dolorosa para la institución serbia. De vuelta al presente de Berlín, Lessort bien pudo tener un flashback tras recibir un bloqueo ilegal de Facundo Campazzo, El galo terminó en el suelo. El playmaker argentino, uno de los mejores jugadores del torneo, susurró varias cosas al oído del pívot caído. El aludido ni se inmutó. Guardó la compostura. Tal vez, lo que hubiera deseado que su antiguo compañero, Kevin Punter, hubiera hecho frente a una expeditiva falta de Sergio Llull.

Eso sí, eligió su momento para responder. Con discreción, el jugador galo miró a la banca blanca, a un adversario reconocido por no bajar nunca los brazos. Había anotado sus dos tiros libres, la única carencia que había mostrado en su victoria en semifinales contra uno de los clubes más importantes de Turquía. El mensaje estaba claro: no iba a dejar escapar aquella ocasión dorada por una especie de Hack-a-Shaq continental. Probablemente, la mejor rúbrica de un center que aceptó dos desafíos tan descomunales como los de Vincent Poirier y Walter Tavares, dos torres que han dominado la campaña de la Euroliga como pocas veces se había visto. En Málaga apenas pudimos intuir el auténtico potencial de una de las actuales joyas de la corona en la pintura de Europa, quien ha comprendido pronto la pasión desmedida alrededor de las canastas en Grecia. En sus gritos de festejo se acordó de las dudas de algunos críticos sobre qué pudiera adaptarse al máximo nivel en el Viejo Continente.

Uno de los momentos más dantescos de Lessort llegó recién tras batir en cuartos de final ligueros al PAOK Salónica. El duelo acabó 96-99 después de una prórroga no apta para cardíacos. El guerrero bajo tableros quería ir a saludar a un antiguo amigo personal de sus días en el Partizan. Por desgracia, antes de lograr el objetivo recibió un escupitajo a cargo de un hincha local. Estuvo a punto de arrancar una tangana que hubiera recordado mucho a la tristemente célebre “Malice at the Palace”. Las fuerzas policiales, Dinos Mitoglou e Iannis Papapetrou lograron contenerle y encaminarlo hacia la seguridad del túnel de vestuarios. Estuvo cerca del fuego y de acabar quemado. Ahora nada de eso importa. Su redención comenzó en el escenario de una de sus peores derrotas y su confirmación en el quinteto ideal se logró contra sus antiguos verdugos.

La metamorfosis

Las horas previas a los grandes duelos marcan un poco el inicio del partido. Ergin Ataman es un auténtico experto en acaparar focos en las ruedas de prensa y dejar mensajes potentes; en no pocas ocasiones, altisonantes. De cualquier modo, el estratega otomano meditó la respuesta de un rumor que en la prensa española empezaba a circular: Džanan Musa. El bosnio pasó sin pena ni gloria durante los meses que el por entonces entrenador del Anadolu Efes lo tuvo a sus órdenes.

Una confirmación de las acusaciones de que el victorioso preparador turco no es especialmente favorable a los rostros jóvenes o poco contrastados cuando ya está en plena campaña de alzar trofeos. Con inusual modestia, Ataman se responsabilizó de aquella decisión y bromeó diciendo que esperaba no recibir justa venganza en aquella primera revancha que se le daba a uno de los jugadores más explosivos de los blancos. En el primer cuarto ya llevaba 11 puntos. Sea como fuere, el Uber Arena vería a Musa enfriarse al igual que sus compañeros. No existían precedentes en los micrófonos donde el staff técnico del Panathinaikos hubiera faltado al respeto a sus pares. Consciente de que la motivación es un elemento clave, la cabeza rectora de la pizarra verde quiso que la plantilla del Real Madrid no sintiera ninguna deuda pendiente por saldar cuando se arrojara la pelota al aire.

Musa también estuvo comedido. Habló de que estaba de recién llegado en un transatlántico con capitales como Shane Larkin o Vasilije Micić (quien estuvo presente como invitado de lujo en la Final Four). Un ambiente de tensa pausa que iría beneficiando a los planes de un mister que se hace acompañar a todos los rincones por su hijo, cuya escolarización parece estar supeditada a la agenda de viajes de su ilustre progenitor y la pasión del muchacho por convertirse en el futuro en un sucesor de la herencia paterna. Ataman tensó la cuerda de la Fortuna cuando pareció sonreírle (los blancos firmaron 3 de 20 en lanzamientos de tres durante la segunda mitad) y no desesperó tras un primer cuarto donde los hombres de Chus Mateo parecieron intocables. Cuando todos los análisis previos esperaban una rotación muy corta, los del trébol estiraron sus opciones y nombres como Vildoza aportaron alguna canasta de mérito y que dio fe a la segunda unidad helena. Juancho regaló de igual manera acciones de nivel alto el tiempo del que dispuso.

La obra maestra la cerró Nunn con un mate digno de la NBA frente a jueces tan capacitados como Scottie Pippen o Giannis Antetokounmpo. La séptima estrella iba rumbo a Atenas, confirmando le metamorfosis de un proyecto interesante que se tornó en campeón contra pronóstico en la capital alemana.

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