La vida de Wenyen Gabriel no ha sido fácil. Su historia vital, marcada por la guerra en su país, ha sido una montaña rusa de cambios y emociones.
Wenyen Gabriel, estrella de la selección de Sudán del Sur podría escribir un libro sobre las dificultades que ha vivido a lo largo de sus 27 años de edad. De un campo de refugiados a jugar en los Lakers de Lebron, de un país en guerra a los Juegos Olímpicos de París. Esta es la particular historia de un jugador de baloncesto conocido a nivel mundial, pero, también es la de millones de personas que sufren las guerras, que acaban huyendo de su país y convirtiéndose en refugiadas ante la violencia y el caos que acaba con lo verdaderamente importante: la paz.
La infancia y la guerra
La infancia de Wenyen Gabriel fue, por desgracia, como la de millones de niños y niñas en la actualidad. Nacido en 1997 en Jartum, la actual capital de Sudán del Sur, Gabriel conoció desde sus primeros días de vida lo que era la guerra. Desde 1983, Sudán atravesaba su segundo conflicto civil entre el norte y el sur. La guerra de independencia de Sudán del Sur llevó a su familia a dejar todo atrás para acabar en un campo de refugiados de El Cairo, un caso similar al de más de cuatro millones de personas que acabaron huyendo del país.
Gracias a ACNUR y los esfuerzos de su madre, Gabriel y su familia pudieron viajar a Estados Unidos con el estatus de refugiados. Se instalaron en Mánchester (New Hampshire), sin saber hablar inglés y con muy pocos recursos económicos. Allí, con la ayuda de la Iglesia Católica de la ciudad, la familia consiguió salir adelante. Como ha contado en alguna ocasión, Gabriel quedó tremendamente marcado por esto y por la muerte de su primo, con quién aprendió a jugar al baloncesto. De hecho, en su memoria, el jugador de Sudán del Sur lleva siempre el número 32.
El ascenso hasta la NBA
Lo que comenzó siendo una vía de escape acabó por convertirse en un sueño hecho realidad. Wenyen Gabriel, como lo fue en su día el mítico Manute Bol, es dinka, un pueblo y grupo étnico que destaca por su altitud y envergadura. Esto, unido a sus capacidades técnicas, permitió a Gabriel disputar prestigiosos torneos en su época de instituto, como el Jordan Brand Classic y Nike Hoop Summit. Estos escaparates hicieron que la Universidad de Kentucky se fijase en él y que le ofreciese la oportunidad de jugar en la NCAA.
Después de dos años en los Wildcats, Gabriel decidió presentarse al draft de 2018 con el objetivo de cumplir su sueño de jugar en la NBA. No fue elegido y tuvo que demostrar su valor en la Summer League, donde se convirtió en uno de los interiores más destacados de la competición veraniega. Fue entonces cuando comenzó una sucesión de contratos por diferentes franquicias de la NBA, alternando con sus equipos en la G-League. Sacramento Kings, Portland Trail Blazers, New Orleans Pelicans o Los Ángeles Clippers fueron algunas de las franquicias por las que pasó, hasta llegar a los Lakers de Lebron en la última fase de la temporada 2021-2022.
Los Lakers de la temporada 2021-2022 recurrieron a Gabriel ante la falta de jugadores interiores y de espacio salarial, firmando un contrato mínimo con el jugador africano que ampliaron en la temporada 2022-2023. Fue junto a Lebron y Davis cuando Gabriel encontró su mejor versión y logró hacerse un pequeño hueco en la franquicia angelina.
El sueño de la selección nacional de Sudán del Sur
Una vez finalizada su primera temporada completa con una franquicia NBA, en verano, Gabriel fue convocado por la selección nacional de Sudán del Sur para disputar el Mundial 2023. El país más joven del mundo, el cual consiguió su independencia tras más de 40 años de guerra, tenía en la selección de baloncesto su mayor baluarte para presentarse al mundo. El presidente de la federación, Luol Deng, quien fue jugador de Chicago Bulls o Miami Heat, consiguió conformar un equipo compuesto por jugadores de familiar refugiadas por todo el globo, añadiendo a Royal Ivey como entrenador.
Pese a la falta de infraestructuras como pistas cubiertas de calidad o a las dificultades económicas, que llevaron incluso al equipo de Deng a poner dinero de su bolsillo, el combinado nacional consiguió ser el mejor equipo africano y, por tanto, obtener un billete directo para los Juegos Olímpicos de París 2024. Gabriel promedió 9.2 puntos y 6.8 rebotes, fue el máximo taponador del torneo y se convirtió en una pieza vital para Sudán del Sur junto al nacionalizado Carlik Jones, Marial Shayok o Nuni Omot.
Ahora, Sudán del Sur se enfrenta al reto mayúsculo de competir en unos Juegos Olímpicos, el torneo internacional de baloncesto más restrictivo, pues solo pueden participar en el mismo 12 selecciones. Como Gabriel ha declarado en alguna ocasión, incluso en su visita al país de la mano de ACNUR para conocer la situación de miles de niños y niñas, el sentimiento de “ser un refugiado” predomina en una selección nacional que busca representar a su país con el objetivo de darlo a conocer al mundo y de visibilizar la realidad que en él se vive. De hecho, Gabriel y el resto de sus compañeros de la selección siempre han abogado porque el país destine más recursos al desarrollo del baloncesto, un Estado marcado con la guerra en el que miles de niños y niñas sueñan con poder jugar al deporte de la canasta.
Un futuro lejos de la NBA
Tras un breve paso por Memphis y Boston, Gabriel decidió unirse al proyecto de Vaqueros de Bayamón, en Puerto Rico. En territorio boricua promedió 17 puntos y 7.4 rebotes, las mejores cifras de su carrera como profesional. Esto hizo que diferentes equipos de Europa se fijasen en el interior africano, que contó con diferentes ofertas de equipos de Euroliga y Eurocup.
Finalmente, Gabriel firmó por el Maccabi Tel Aviv, un contrato de un año con opción a otro que le abría las puertas de la máxima competición europea. Curiosamente, la vida ha llevado al jugador de Sudán a un territorio en el que las palabras “guerra” o “refugiados” están más presentes que nunca. Más allá de esto, en el plano meramente deportivo, viendo sus características físicas y las posibilidades dentro del juego europeo, si se adapta bien, puede ser sin lugar a dudas uno de los interiores más dominantes del continente. Solo el futuro nos dirá qué es lo que le espera a un jugador con una de las historias vitales más particulares y sorprendentes. Y es que, sin lugar a dudas, no sería atrevido decir que la vida de Wenyen Gabriel, cuyo nombre en dinka significa “seca tus lágrimas”, ha girado siempre en torno a la guerra, la paz y el baloncesto.
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