Dimitris Giannakopoulos no es el presidente del Panathinaikos, pero es el hombre más poderoso del histórico equipo griego. Dueño del PAO, Giannakopoulos firma una o varias polémicas por temporada. Insultos, amenazas, agresiones. La lista es larga.
No me atrevo a averiguar si estaba en el palco del O2, en Berlín, durante la final de la Euroliga de 2009 entre el CSKA y el Panathinaikos. De no estar presente, se lo habrán contado. Su tío, el entonces presidente del club griego Thanasis Giannakopoulos, arrojó un fajo de billetes sobre Jordi Bertomeu, presidente ejecutivo en esos años del máximo organismo europeo, como muestra de su descontento por la actuación arbitral.
Tres años después, Dimitris se alzó con la presidencia del Panathinaikos. De tal palo, tal astilla, ya saben. Al mando de uno de los equipos más laureados de Europa, las polémicas y los hechos deplorables no hicieron más que aumentar: amenazas constantes, verbales y físicas, a rivales y árbitros. Fanatismo desbordado. Poder y dinero a espuertas; peligrosa combinación.
Todo cinismo tiene su contexto. Dimitris Giannakopoulos es uno de los empresarios más ricos de Grecia. Como tal, es inteligente y mueve los hilos a su antojo. Económicamente, al PAO le sostienen dos grandes empresas: Vianex y DPG. La primera es la poderosa empresa farmacéutica familiar, y la segunda fue fundada por el propio Dimitris. DPG es el grupo líder de medios de comunicación digitales en el país heleno. Entre ellos, posee un diario, ‘Verde’, que utiliza como altavoz para insultar a rivales y engrandecer los éxitos de su equipo.
Si en 2012 toma la presidencia del Panathinaikos, un año después llega su primera gran polémica. Sucede en nuestro país, en Barcelona, el 9 de abril de 2013. Barcelona Regal y Panathinaikos juegan el primer partido de su serie para la clasificación a la Final Four. Los catalanes vencen en la prórroga. Tras la finalización del encuentro, Dimitris Giannakopoulos accede al vestuario de árbitros del Palau, protestando airadamente. Por fortuna no sucede nada, pero el millonario denunció a los medios de su país: “Aquí hay algo sucio. Reto a la Euroliga a revisar las cuentas bancarias de los árbitros y en particular la de Kostas Rigas”, responsable por aquel entonces de los árbitros en la Euroliga.
En esa misma eliminatoria, antes del quinto y definitivo encuentro, Giannakopoulos pagó un vuelo a Barcelona a 100 radicales del PAO. Por medio de un comunicado en su página web, el dueño incitaba a los “creyentes” a ganar al Barcelona y “seguir la misión de guerra”, finalizando la nota con un elocuente: “Lo que fueron los 300 de Leónidas , ahora serán los 100 del Panathinaikos”.
Porque más que el presidente del PAO, Dimitris Giannakopoulos se comporta como un aficionado, un radical. Es más, el mandamás no ostenta ningún cargo en la directiva del equipo heleno. Desde diciembre de 2014, ya no es el presidente. En su lugar, colocó a un títere: Manos Papadopoulos. Así, nuestro protagonista evitó varios episodios de inhabilitación que la Euroliga contempló y solo pudo concretar en multas.
Giannakopoulos dispone el dinero, y sigue teniendo tanto o más poder como entonces. Ya sin la banda de presidente, los actos violentos alcanzaron otra magnitud. En 2015, tras el tercer partido de los cuartos de final de la Euroliga ante el CSKA de Moscú, el griego volvió a tomarla con los árbitros, como aquella tarde en el Palau. Pero esta vez fue más lejos: arrojó una vela al colegiado turco Recep Ankarali mientras gritaba: «¡Te mataré! ¡No saldrás vivo de Grecia esta noche! Te lo prometo. Te mataré a ti y a tu familia y esto es una promesa. Me follaré a tu madre, tu mujer, tus hijos delante de ti.». Detestable. Y eso que su equipo había ganado a los rusos 86-85. Si llegan a perder… La Euroliga sancionó este incidente con 150.000 euros por “amenazas verbales”. Calderilla para Giannakopoulos.
Sin duda, el episodio más tristemente recordado sucedió un mes después, en un partido de Liga Griega ante Olympiacos. Su ávido carácter se multiplicaba por cien cuando era el máximo rival nacional el conjunto que estaba enfrente.
Esta vez fue Vassilis Spanoulis el blanco de su ira. La estrella de El Pireo acababa de sentenciar el partido con un triple decisivo, y se llevó las manos a los oídos ante el ensordecedor ambiente del OAKA. A la entrada de los vestuarios, Dimitris Giannakopoulos le espetó: “Te mataré a ti y a tu familia. Me follaré a tu madre. Mandaré a tu mujer y a tus hijos a la tumba. Jodido bastardo”.
Con Spanoulis de por medio, la noticia alcanzó un eco mundial. Quizá por ello, el dueño del PAO no tuvo otra opción que disculparse al día siguiente: “Hay toda una historia de mi familia en el baloncesto (…). Lo que pasó el sábado en el OAKA no es algo que me defina como persona”. Eso sí, en vez de pensar en vender el club y largarse, echó a Dusko Ivanovic.
El trato personal con sus entrenadores también dio que hablar. La temporada siguiente el Panathinaikos decepcionó tanto en Euroliga como en la Liga Griega. Giannakopoulos no tuvo reparo en apuntar al responsable: “Nos equivocamos eligiendo al entrenador (Sasha Djordjevic). Algo que, por error, no arreglamos antes. Si lo hubiésemos hecho antes, habríamos tenido otro final de Europa y en la Liga Griega”.
En el campeonato local, el PAO perdió de la manera más cruel posible: en el OAKA, ante el máximo rival –Olympiacos- y con un triple de su máxima estrella -Spanoulis-. Esta vez, Giannakopoulos no entró en cólera, al menos no de manera pública. Eso sí, definió el partido como una “patada en los huevos” e ironizó sobre “el trabajo del Olympiacos fuera de la pista; dejé al equipo desprotegido ante los árbitros. Hemos sido testigos de un ‘crimen arbitral’ que altera el resultado del partido, que viola las reglas, un ‘crimen’ que nuestro club ha experimentado y sigue experimentando a lo largo de los años en todos nuestros departamentos”. Casi nada.
La última
Recordarán, fue hace unas semanas. Tras caer eliminados de manera fulminante ante el Fenerbahçe de Obradovic, el abominable hombre de las canastas se negó a pagar el viaje de vuelta de su equipo, y anuló el vuelo que unía Estambul y Atenas. Los jugadores griegos y el cuerpo técnico aceptaron el castigo: 1.000 kilómetros y 12 horas de autobús para regresar a casa.
Pero hubo cuatro ‘rebeldes’. Singleton, James, Gabriel y Fotsis decidieron pagarse un avión por su cuenta y regresar como estaba planeado. Giannakopoulos valoró el despido de los cuatro, pero Xavi Pascual amenazó con marcharse si eso ocurría. Al final, todo quedó en sanciones económicas.
Extravagancias, locuras, amenazas y acciones violentas de un personaje que mancha un deporte que no le merece. Al menos el Yeti no molesta a nadie.
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