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Reflejos

La venganza del caníbal

El regreso de Michael Jordan tras su primer retiro estuvo marcado por la serie ante Orlando Magic. El último tropiezo de un ganador insaciable.

18 de mayo de 1995. United Center de Chicago. Semifinales de la Conferencia Este. Ante 24.332 enfervorecidos fieles, los Bulls buscan la victoria para forzar el séptimo partido en Orlando ante los pujantes Magic del dúo O’Neal-Hardaway, con Michael Jordan tratando de encontrar su pico de forma tras regresar de aquella primera retirada interruptus, provocada por el infierno interior surcado tras el trágico asesinato de su padre en Carolina del Norte cerca de dos años antes. El rodaje de los 17 partidos de regular season y la serie previa de primera ronda ante los Hornets (resuelta en 4) habían permitido al caníbal de los Bulls firmar maravillas como los 38 puntos y 7 rebotes de la victoria fuera de casa en la segunda cita, o los 40 puntos y 7 capturas de la derrota casera en la tercera. Pero nada de aquello valdría de cara al sexto duelo, un elimination game de los que tanto gustan, esencia pura de los Playoffs.

Asomarse al precipicio. Win or Go Home.

Un triplazo de B.J. Amstrong a 3:27 del final colocaba a Chicago 94-102 arriba, culminando el parcial favorable de 3-11. Air (24 puntos, con una mejorable serie de 8/19 en tiros de campo) había encontrado la inestimable ayuda de un inspirado Pippen (26 puntos, 12 rebotes y 6 asistencias, en una de sus habituales exhibiciones poliédricas), y los Bulls comenzaron a pensar ya en la decisiva batalla que aguardaba en la soleada Florida. Craso error.

Orlando reencontró su defensa y cortocircuitó un ataque liderado por uno de los más grandes cañoneros de la historia de nuestro juego. 3 minutos y 24 segundos duraría la sequía de los ‘toros’, justo el tiempo que restaba para el final de partido. En plena remontada de los Magic, al airball de Jordan (acosado por la defensa de Anderson) le seguiría un lanzamiento convertido por el propio Nick desde media distancia que ponía a los visitantes por delante a 42’8 segundos del cierre. 103-102. Golpe de gracia para unos Bulls incapaces de levantarse de la lona tras el brutal gancho encajado, directo al mentón.

108-102 fue el resultado final (devastador parcial de 14-0 a favor de Orlando), con Jordan experimentando frustraciones olvidadas desde aquellas salvajes series ante los Bad Boys de Detroit a finales de la década de los ochenta. Comenzaban las vacaciones anticipadas para el que volvería a ser 23 (cerrando esa mini etapa con el 45, que acabaría en el segundo duelo de aquellas Semifinales de Conferencia), un verano de trabajo fanático en pos de volver a dominar la liga con puño con hierro.

Porque Michael, un ganador patológico, adicto a la exploración de sus límites físicos y técnicos y alérgico al fracaso, se lamió las heridas en plenas sesiones maratonianas de gimnasio. Y, entre series interminables de tiro y rachas incontenibles de sudor, masculló su venganza.

Una venganza personificada en el equipo de moda en Estados Unidos.

Imposible contabilizar las veces que Jordan releyó aquellas declaraciones de Nick Anderson tras la eliminación, en las que le comparaba con un viejo de 45 años aprovechando su dorsal eventual, o todos aquellos artículos que elevaban a los Orlando Magic al rango de futura dinastía en la Conferencia Este. El devenir del curso deparó una nueva cita entre sus Bulls y los de Florida, en la Finales de Conferencia de la siguiente temporada.

Y una vez allí, como un Godzilla liberado en pleno Disney World, Mike desencadenó su furia y destrucción sobre la pareja del futuro.

El 4-0 logrado por los de Illinois (con una diferencia media de 17 puntos a favor) es el mejor resumen de aquella serie. Los Magic únicamente tuvieron ciertas opciones de competir en el segundo partido (gracias a los 36 puntos y 16 rebotes de un monstruoso O’Neal) y tal vez en el cuarto, y Jordan complementaría su feroz defensa durante toda la serie (2’3 robos por noche) con una colosal exhibición ofensiva en el último duelo (45 puntos en 44 minutos de juego, en una serie de 16/23 en tiros de campo). El fastuoso ataque del equipo de Brian Hill (tercero mejor en eficiencia de toda la NBA) reducido a fosfatina por los ‘toros’, con el 23 acosando sin descanso a Hardaway (apenas 4’3 asistencias de promedio en la serie, con más de tres balones perdidos) y Anderson (pírricos 31% de acierto en tiros de campo y 20% en triples). Air abriría su segunda trilogía derrotando a los Seattle Supersonics de Gary Payton, Shawn Kemp y George Karl semanas después, y de entre los restos humeantes que el Atila de los Bulls dejó a su paso por la ciudad de Mickey Mouse surgieron rencillas entre Penny y un Shaq que acabaría haciendo las maletas, rumbo a Los Ángeles.

Venganza completada, ego (y reinado) restaurado y prometedor equipo rival aniquilado: como todos sabemos desde que vimos alucinados Space Jam en 1997, Jordan siempre fue más de los Looney Tunes.

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