«Ha sido vergonzoso. Me encanta jugar aquí, de verdad. Es un orgullo salir a la cancha con esta camiseta, a pesar de todo por lo que estamos pasando. Pero no puede ser. No quiero menospreciar a nadie, pero estamos perdiendo contra equipos basura, equipos que no se están jugando nada. Es imposible que haciendo esto nos tomen en serio…»
Taj Gibson no estaba para demasiadas bromas en la zona mixta del Madison Square Garden, tras la segunda derrota consecutiva de los Bulls ante los Knicks, un equipo que desde hace semanas juega poco más que para engordar las estadísticas de Carmelo Anthony y seguir desarrollando ese ambicioso proyecto que responde al sonoro nombre de Kristaps Porzingis.
La franquicia de Illinois continua abocada al desastre de una prematura eliminación. Lejos queda el comienzo de la temporada, en el que se presentaba como una de las alternativas más tangibles al reinado de King James en el Este. La explosión de Jimmy Butler, la recuperación definitiva de Derrick Rose, la confirmación de Nikoa Mirotic, y la solidez bajo tableros de Noah y Gasol parecían suficientes promesas para confiar en un equipo que cerraba de forma brusca la exitosa pero incompleta etapa de Tom Thibodeau, reemplazado por el prometedor Fred Hoiberg, un técnico con pedigrí universitario -cinco temporadas de progreso continuo en Iowa State, con un baloncesto de aroma moderno- y que estaba llamado a darle ese brillo en ataque que siempre se le había reclamado al tacaño Thibodeau.
Ese cambio de capitán fue la excusa perfecta con la que la front office volvió a caer en su pecado favorito: no hacer nada. Pese a contar con un roster descompensado, que clamaba un alero en condiciones -sobre todo con el estado físico del tres títular, Dunleavy- y que tenía un exceso de efectivos en la zona, aún más con la llegada del novato Portis, el inmovilismo hizo acto de presencia una vez más y la falta de decisiones fue reemplazada por la continua demonización de Thibodeau, cargando al técnico de Connecticut de toda la responsabilidad del gatillazo que supuso la temporada anterior.
Sin embargo, la realidad que se hizo patente durante la temporada regular muestra un equipo muy inferior al resto de gallos de la liga, con serias dudas sobre a qué jugar, y con poca o ninguna capacidad para llevarlo a cabo. Durante semanas tan solo los mejores meses de la carrera de Jimmy Butler, y el talento infinito en ataque de Pau Gasol lograron mantener a los de Illinois en la zona noble de la conferencia Este. Sin embargo, desde el momento en el que las lesiones se cebaron con el primero, y el lógico cansancio se apoderó del segundo, el fino alambre que mantenía a los Bulls se ha evaporado, dejando al descubierto las vergüenzas de un equipo con serias lagunas en su juego, fiel representadas en la figura de Niko Mirotic, abocado a un constante involución de su juego, de la que destacada, para mal, una selección de tiro que aunque a veces le convierte en un factor importante del juego -como en el primer back to back ante los Knicks, cuando logró 35 puntos a base de recibir o tirar- en otras lo lastra ante su entrenador y afición, que asisten a un jugador que tira cuando no toca y que apenas aporta en otros apartados.
La tentación es dejarse llevar
Los Bulls en encuentran en la novena posición del este con un récord de 36-35, a dos victorias de las 38 que acumulan los Detroit Pistons, equipo que marca la frontera entre los Playoff y las vacaciones anticipadas. En un equipo que apesta a reconstrucción -Noah, Gasol, Brooks y Moore concluyen contrato a final de temporada- la tentación de dejar de luchar aparece de forma muy jugosa en el horizonte, sobre todo con las excusas de las continuas lesiones del jugador franquicia Jimmy Butler, al que da la impresión le hacen falta un par de resultados negativos más para borrarse en lo que queda el resto de temporada, tal y como insinuaba al Chicago Sun Times el pasado jueves.«Es muy decepcionante, porque noto que no soy el jugador que era. Estoy intentando encontrar una forma de estar con el equipo y ayudar a ganar. Yo quiero jugar, aunque a veces siento que estoy perjudicando al equipo. Y eso es lo que me preocupa »
Con solo once citas por delante, los próximo enfrentamientos ante equipos de la élite del Este como Atlanta e Indiana parecen claves para empezar a conocer el futuro de una franquicia, que, pase lo que pase, parece abocada a tomar de una vez por todas muchas decisiones aplazadas en los despachos.
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