Si bien un 2-0 a favor de Golden State Warriors entraba en las quinielas a estas alturas de las Finales, un sector más bien reducido de aficionados hubiera apostado por un camino tan plácido y sereno para los vigentes campeones de la NBA.
No han hecho falta las mejores versiones de Stephen Curry y Klay Thompson, ambos más bien discretos en los dos encuentros celebrados en el Oracle Arena, para que los Warriors hayan asentado las bases de su segundo campeonato consecutivo gracias, principalmente, a la gran labor colectiva de los de Steve Kerr, un equipo mucho más trabajado y efectivo que ha sabido atacar a las carencias de su rival con unos resultados inmejorables.
Así, entre irrupciones inesperadas como las de Shaun Livingston, otras no tanto como la exhibición de Green en el segundo partido, y el naufragio del ‘Big Three’ de Cleveland, la eliminatoria vuela ahora rumbo a un Quicken Loans Arena donde los Cavaliers buscarán lavar su imagen y evitar una nueva decepción, con tintes aún más sonrojantes.
Por el momento, abrimos boca con un pequeño análisis con el que pretendemos esclarecer los principales puntos para entender el transcurso, hasta el momento, de las Finales.
Ineficacia del ‘Big-Three’ de Cleveland
El equipo dirigido por Tyronn Lue no ha conseguido dar continuidad al sensacional estado de forma exhibido durante las dos primeras rondas, cuando liquidaron por la vía rápida a Detroit y Atlanta, y, posteriormente en las Finales de Conferencia, para atajar la rebelión de los Raptors.
Tras dos partidos, ni LeBron James, ni Kyrie Irving, ni Kevin Love han conseguido superar el 43% de efectividad en tiros de campo en ninguno de ellos, sufriendo serias dificultades para hacer daño entre las líneas defensivas de Golden State y para repartirse con eficiencia las responsabilidades dentro del equipo.
De hecho, tan solo el dos veces campeón de la NBA ha conseguido ejercer algo de resistencia ante las acometidas rivales, aunque su nivel está siendo sustancialmente inferior al exhibido en las Finales de 2015. Sus 5.5 pérdidas de balón por partido son muestras de la frustración, la precipitación y la incapacidad de hincar el diente a los de Steve Kerr.
Por su parte, Kevin Love sigue sin dar muestras de una cada vez más improbable completa adaptación a Cleveland. Desde su llegada, su rol ha mutado, principalmente, al de anotador exterior y creador de espacios con el fin de favorecer un juego interior que dominaba con insultante superioridad durante su etapa en Minnesota. Una zona que, desde su llegada a Cleveland, visita con menos asiduidad pese a ser notablemente efectivo en la misma.
Mientras, Kyrie Irving sigue deambulando entre fogonazos de su incuestionable clase y preocupantes lagunas que no han hecho más que poner en tela de juicio su capacidad para dirigir a un equipo que lucha por sumar el primer campeonato de su historia.
En definitiva, un tridente estelar en el que existe una cara eminentemente visible (LeBron) y donde el reparto de las responsabilidades, la influencia y el impacto en el juego no es, ni mucho menos, equitativo, algo que supone más un problema que una ventaja.
La ‘barrera’ centenaria
Cuatro derrotas han sufrido hasta el momento los Cavaliers en la presente edición de los Playoffs y todas ellas presentan un similar denominador común: en ninguna de ellas el equipo dirigido por Tyronn Lue ha alcanzado los 100 puntos.
La anotación media de LeBron James y compañía cae hasta los 87.2 puntos cuando el resultado ha sido adverso, una cifra muy inferior a cuando la fortuna les ha sonreído, con 109.5 puntos de media anotados en cada una de las doce victorias logradas.
Con tan solo 83 tantos de promedio en los dos primeros partidos, los Cavaliers tendrán que hacer mucho más si quieren plantar cara al mejor ataque de toda la competición.
¿Currydependencia? No gracias
El dos veces MVP de la temporada todavía no ha hecho acto de presencia en estas Finales, en las que está cumpliendo el papel de inusual actor secundario en los dos partidos que se han disputado hasta el momento. Lo mejor de todo es que este puntual estado de letargo no ha condicionado, ni mucho menos, el juego de su equipo.
Un renacido Shaun Livingston, en el primero, y el regreso del mejor Draymond Green, en la madrugada del domingo, han sido los principales referentes ofensivos de unos Warriors que han demostrado tener recursos de sobra para doblegar con autoridad a quien se ponga por delante incluso cuando su principal estrella no brilla de la forma a la que nos tiene acostumbrados.
Andre Iguodala, el ‘Factor X’
Las Finales de la NBA se han convertido en el principal coto de caza para el bueno de Iggy. Apenas un año después de recibir el premio al MVP de las Finales, su versatilidad en ambos lado de la cancha y su férrea defensa vuelven a erigirse en una auténtica pesadilla para el juego exterior de los Cavaliers.
Quizás su aportación ofensiva no destaque en demasía (9.5 puntos por partido), pero su ratio +/- es el más alto de su equipo tras los dos primeros enfrentamientos, con +50.
Y es que Iguodala parece haber nacido para momentos como éste y su tanque de combustible interno está muy lejos de alcanzar la reserva.
La rutina de la derrota
Con la sufrida en el segundo partido de las Finales celebrado en el Oracle Arena, ya son siete las derrotas consecutivas que presenta LeBron James ante los vigentes campeones de la NBA. En sus trece temporadas en la liga, el alero nunca antes había hincado la rodilla tantas veces seguidas ante el mismo equipo. Esta situación puede pasar factura en la faceta mental de la estrella de Akron.
En efecto, los Cavaliers no saben lo que es ganar a los Warriors desde el tercer partido de las Finales de 2015 y desde entonces han sufrido una decepción tras otra por una desventaja media de 18.5 puntos por encuentro.
Contrastes de banquillos
Shaun Livingston se erigió como el héroe del primer partido tras liderar la ofensiva de su equipo con 20 puntos y una carta de tiro casi inmaculada, mientras que Leandro Barbosa ha sido una pieza fundamental en ambos encuentros desde la segunda unidad, así como Iguodala en el aspecto defensivo y los tan, inmerecidamente, infravalorados intangibles.
Curiosamente, esta inesperada irrupción de los secundarios en el momento clave de la temporada ha condicionado notablemente el transcurso de estas Finales.
Tan solo con los 45 puntos anotados en el primer partido, 85 si tenemos en cuenta también el segundo, el banquillo de los Warriors ha aportado una mayor anotación conjunta que la de su rival en los dos duelos (40), lo que pone de manifiesto la gran dependencia en el trío estelar de los Cavaliers, el cual, por otro lado, tampoco ha estado a la altura.
Una falta de recursos y alternativas que choca directamente con el amplio abanico de posibilidades a disposición de Steve Kerr, cuya funcionalidad no depende solo de uno o dos hombres.
Juego interior
Bogut tan solo necesitó 14 minutos en pista durante el segundo partido para dejar su impronta con 6 rebotes y 5 tapones, un sugerente dato que saca a relucir la debilidad interior de los de Tyronn Lue.
Kevin Love, Channing Frye y Tristan Thompson no poseen las cualidades defensivas necesarias para detener el small-ball de los vigentes campeones de la NBA y Mozgov apenas ha contado con minutos pese a su buen rendimiento en los pasados Playoffs, fruto de su intensidad e intimidación.
Por si fuera poco, uno de los grandes quebraderos de cabeza de la temporada para todos los entrenadores de la liga, Draymond Green, ha vuelto a reconciliarse con su mejor versión tras los incidentes en los que se vio inmerso en la serie ante Oklahoma, ratificando, una vez más, su esencial e insustituible aporte a los éxitos del equipo. Unos Thunder que, precisamente, fueron capaces de poner contra las cuerdas a los Warriors gracias a su dominio en la pintura.
Quizás un marcaje continuo por parte de LeBron, sacrificando ligeramente su impacto ofensivo a favor de Love o Irving, pueda suponer la solución a una ecuación cada vez más lejos de ser resuelta para de los de Ohio.
Planteamiento y ajustes
Un debutante en los banquillos como lo es Lue está pagando los platos rotos de la inexperiencia y de unos Warriors cuya maquinaria colectiva lleva funcionando a las mil maravillas durante los últimos dos años.
Desde su llegada, los Cavaliers han mejorado en la circulación del balón aunque su desempeño defensivo ha quedado en entredicho. Lue no ha encontrado la manera de detener el vendaval ofensivo de los Warriors y, lo que es peor, no ha puesto en práctica, siquiera, algún ajuste con el que intentar contrarrestar el estilo de juego rival. Con un 2-0 en contra, es hora de arriesgar y demostrar que está a la altura de su actual cargo.
Pérdidas de balón
Si bien en el primer partido ambos equipos pecaron de precipitación y puntuales bloqueos ofensivos, el mimo y cuidado de la pelota es algo de lo que no pueden presumir los Cavaliers.
La franquicia de Ohio ha sufrido un total de 32 pérdidas de balón, curiosamente, el mismo número de asistencias repartidas y de triples errados (12/44).
La incapacidad para superar el planteamiento defensivo de los Warriors ha transformado el juego de los Cavaliers en una oda a la improvisación más caótica y a la ofensiva más errátil.
Con un 2-0 en contra, los pupilos de Tyronn Lue no pueden caer en el error de hacer la guerra por su cuenta.
Ritmo e intensidad
En ningún momento han dado la impresión los Cavaliers de querer llevarse el campeonato. Sin intensidad, con graves dificultades en ambos lados de la cancha y con una preocupante incapacidad de hacer frente a su rival, la franquicia de Ohio ha naufragado ante el alto ritmo anotador, la velocidad y, principalmente, el concepto de ‘equipo’ mucho más pulido y mecánico de los Warriors.
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