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Objetivo Europa

Redención balcánica en Moscú

Existen una clase de jugadores de los que se puede decir mucho excepto que generan indiferencia. Por su carácter, sus reacciones, su manera de jugar, incluso, en ocasiones, por una falsa percepción del aficionado. Pero nunca dejan indiferente. O les amas o les odias. Milos Teodosic pertenece a esta raza de jugadores.

Aunque, viendo su sensacional estado de forma actual y como está jugando este año es complicado no admirarle, sea o no sea santo de nuestra devoción. Quizás no sería arriesgado decir que está en el mejor momento de su carrera, y que, sin intención de caer en tópicos, “ha madurado” y se ha convertido en el líder que siempre había parecido que tenía que ser.

El baloncesto en general, pero sobre todo para un base, tiene mucho de psicológico y, al parecer, el bueno de Milos ha estado trabajando en ese aspecto hasta conseguir el nivel que su sobrante talento ya había prometido en temporadas anteriores.

Puede que se haya relajado al desprenderse de la vitola de perdedor después de conquistar la Euroliga el pasado curso, y para jugar bien es importante jugar relajado.

Durante esta temporada nos está regalando lecciones magistrales de liderazgo, con una media de más de 16 puntos y 7 asistencias por encuentro en Euroliga (premio al MVP de octubre incluido), todo ello adornado con acciones dignas del más puro Showtime ochentero. Por todo ello parece lógico que más del 60% de los general managers de la competición apuesten por él como MVP cuando acabe esta edición.

Se dice de Curry que es el jugador más vineable de toda la NBA. Cualquier jugada del base de los Warriors se viraliza en pocas horas, ya sea una triple desde los nueve metros o un 2+1 cayendo al suelo. Si buscamos ese título honorífico en el baloncesto europeo, el más firme candidato a llevárselo sería Teodosic. Esta temporada está demostrándolo partido a partido, especialmente en el apartado pasador, regalándonos unas asistencias de precisión suiza y ejecutándolas como lo hacen los buenos, de manera tan fácil que llegas a pensar que tú también podrías hacerlo. Pero no, no podrías. Y menos con su altura, ya que maneja su metro noventa y cinco como si tuviera la altura del bueno de “Muggsy” Bogues.

Por todo ello hemos querido hacer un repaso de todo lo que ha sufrido, luchado y jugado Milos Teodosic hasta llegar a donde está ahora.

Inicios y ascenso

Milos Teodosic empezó con esto del baloncesto en su ciudad natal, Valjebo, jugando en el Metalac. Con 17 años firma su primer contrato profesional con el Zeleknik de Belgrado, al que volvería después de pasar la temporada 2005/06 en el Borac Cacak.

Aunque apenas tenía 17 años, el joven Milos ya daba muestras de todo el talento que llevaba dentro, destacando por encima de todo su visión de juego y su tiro exterior, pura escuela serbia. Ya se empezaban a ver pistas que dejaban intuir su carácter, para lo bueno y para lo malo.

Teodosic es el típico jugador que despuntó desde pequeño, pasando por todos los equipos inferiores de la selección de su país e imponiendo, además, su hegemonía en Europa (oro en el campeonato de Europa en categorías sub16, sub18 y sub20).

Es en la temporada 2006/07 cuando Milos se destapa como uno de los bases con más proyección de todo el continente. Es lo suficientemente bueno y fuerte mentalmente para liderar a un equipo de nivel pero además tiene margen para seguir creciendo. Lo que se acostumbra a conocer como un diamante en bruto. Varios equipos europeos empiezan a acercarse a él con sus cantos de sirena, y aunque él es fan declarado del Estrella Roja, finalmente decide hacer un upgrade en su carrera y ficha por el Olympiacos de Giannakis para conformar un backcourt más que aceptable junto al lituano Seibutis. En ese equipo destacaban también otros ilustres como Macijauskas o el inolvidable Schortsanitis.

El serbio firma un contrato por cinco años, empieza a crecer como jugador y se transforma en una estrella. Pese a su notable evolución, sus años en Grecia tuvieron mucho de odisea, ya que tan solo pudo conquistar una Copa griega. En el campeonato doméstico, el imperio verde de Panathinaikos y Diamantidis no dejó lugar a ninguna oportunidad durante los años en los que Teodosic estuvo por el Pireo.

Tampoco en Euroliga pudo alzarse con título alguno, aunque estuvo cerca. Era la temporada 2009/10. Papaloukas y Teodosic conformaban una pareja de bases temible y llevaron a Olympiacos hasta la F4 de Paris. En el primer partido, los griegos sufrieron de lo lindo para vencer por tres puntos en la prórroga a un Partizán de Belgrado liderado por McCalebb y un tal Jan Vesely. Teodosic y Kleiza, pilares del equipo, jugaron 40 minutos cada uno para acabar venciendo a los serbios. Como seguidor del Estrella Roja, entendemos que Teodosic fue el que más disfrutó esa victoria.

Llegó la final, la hora de la verdad, en la que Milos y los suyos podrían compensar la sequía de títulos que sufrían en competición doméstica. El rival era el Barça de Navarro, Rubio, Lorbek…

En ese encuentro solo hubo una figura y vestía de blaugrana. Navarro se fue hasta los 21 puntos. El Barça se llevó el gato al agua y Teodosic vio cómo se le esfumaba la segunda Final Four en apenas dos años (en el anterior habían sido eliminados en el primer partido por la bestia negra Panathinaikos). Esa temporada ganó su primer y de momento único MVP de la Euroliga, promediando 13 puntos, 5 asistencias y 2 robos por partido, siendo el artífice junto con Kleiza de que Olympiacos alcanzara la gran final. Pese a ello, Milos no estuvo a la altura en el duelo por el título y ese año empezaría su particular travesía por el desierto en Euroliga.

Viaje a Moscú y travesía por el desierto

En julio de 2011, Teodosic firma un supercontrato con el CSKA de Moscú por tres años. En la capital de Rusia parece afianzarse como uno de los mejores bases de Europa y responde a las expectativas depositadas en él, pero con los ojos puestos en si será capaz de mantener el nivel cuando lleguen los momentos claves de la temporada, esos en los que había dado muestras de flaqueza y en los que su carácter y su personalidad le jugaban malas pasadas.

El CSKA cumple con su obligación de ganar el campeonato ruso, y Milos lidera al equipo hasta la Final Four de 2012, celebrada en Estambul. En la primera semifinal se enfrentarían CSKA y Panathinaikos. En un ajustadísimo duelo, el conjunto moscovita logra vencer a su rival con una acción decisiva de Teodosic que dejaría a Jasikeviucius y Diamantidis con la miel en los labios. De un plumazo, el serbio se deshacía de dos de los mejores bases de la historia europea y en su primera temporada con los rusos se plantaba en la final de la Euroliga. El rival, el equipo que le había vendido: el Olympiacos de Spanoulis.

Los griegos ganarían su primera liga en muchos años justo tras la marcha de Teodosic, pero el serbio no estaba dispuesto a dejar celebrar el doblete a su antigua afición. Los rusos empezaron fuertes con todas las figuras respondiendo, incluidos tres triples seguidos del base serbio, disfrutando de una ventaja de hasta 19 puntos. Pero a partir de ahí algo cambió. A Teodosic y sus compañeros les entró el miedo a ganar y eso se paga ante un equipo con el hambre y la historia del Olympiacos. Un parcial de 8-26 provocó que se llegara al final del partido con el marcador ajustado. En la última posesión, mientras todo el mundo vigilaba a Spanoulis, este se la cede a Printezis, quien rubrica una de las remontadas más espectaculares de los últimos años. Otra Final Four perdida para Teodosic, tal vez arrepentido de los gestos arrogantes que dedicó a sus excompañeros poco antes de que Printezis le recordara que el baloncesto dura hasta que suena la bocina.

Durante la siguiente temporada estuvo Teodosic correcto en el apartado estadístico, promediando 13 puntos y 5 asistencias en Euroliga y llevando al CSKA a la F4. Lo de ganar la liga rusa ya se iba antojando una rutina por aquel entonces. Primer partido y nueva decepción. El rival, el mismo del año pasado, el Olympiacos de Spanoulis y un emergente Papanikolau. La premisa era clara, defender a Jackson y Teodosic, y funcionó. El bloqueo mental y el miedo que inspiran los fantasmas pasados hizo el resto. EL CSKA acabo perdiendo por 17 puntos de diferencia y Teodosic con cinco puntos y la vitola de jugador que, al igual que su equipo, no responde en los momentos clave.

Llega la F4 de 2014 y el CSKA no falla a la cita. En la primera semifinal se encuentra delante al Maccabi de Tyrese Rice. A priori, un rival asequible para el equipo más poderoso, rico y repleto de estrella de toda Europa. Después de lo ocurrido dos años antes contra Oympiacos, el CSKA se apoyó en Kaun y Khryapa para llegar a estar 15 puntos por encima. Pero las pájaras van de la mano de los rusos en estos partidos, y gracias a Blu y Rice, los israelís remontaron con orgullo hasta llegar a otro final ajustado de partido. Otro final ajustado que caía del lado contrario al de nuestro protagonista serbio.

Esa derrota provocó un cisma en el CSKA, cuyo presidente acusó a directamente a Messina, Krstic y Teodosic de no dar la cara en los momentos claves. Los serbios respondieron al reto remontando un Playoff prácticamente perdido en la competición doméstica y ganando la liga, aunque en el equipo del ejército eso no es suficiente. El entrenador y el pívot abandonaron la disciplina del equipo, y Teodosic prosiguió a pesar de los cantos de sirena procedentes de la NBA y, sobre todo, de Barcelona.

La siguiente temporada fue un calco de las anteriores. El CSKA paseándose en Rusia, siendo favorito en Europa y llegando a la Final Four. Para variar, en el primer encuentro de la misma se encuentran con el Olympiacos. Y para variar, desperdician en cinco minutos una renta de 9 puntos. Teodosic vuelve a ver cómo el base más destacado de la F4 será Spanoulis, quien lidera la remontada para clasificar a su equipo. El base serbio acabó ese partido con 8 puntos, 5 asistencias y 6 pérdidas, pero, por encima de todo, con la etiqueta de ser un jugador maldito en ese tipo de partidos y en el que no se podía confiar. No jugó el duelo por el tercer puesto, supuestamente, por fatiga muscular, aunque la realidad del problema estaba en su mente. Y aunque firmó en esa temporada unas estadísticas por encima de los 14 puntos y 7 asistencias, su aura parecía más la de un jugador destinado a liderar a su equipo pero solo hasta que llegaran los partidos importantes. Incluso su compañero Kirilenko llego a manifestar que “realmente, no soy el entrenador, soy un jugador igual que Milos y es difícil darle una calificación. Todos tenemos días malos y partidos malos. Nadie es perfecto. Para esto es para lo que hay un cuerpo técnico, que decide quién tiene que jugar en ciertos momentos y quién no debe”.

2015/16: El milagro

Tras un largo periplo arrastrándose por las arenas del fracaso, esta Final Four se antojaba como la última oportunidad de Teodosic para poder resarcirse con los aficionados y con el resto de su carrera. Después de una temporada magnifica, los dos favoritos al título llegan a la final en el mejor partido de baloncesto que podía verse por aquel entonces en Europa. Parece que, por fin, los rusos salen con la lección aprendida. Pero, tras ganar por veinte puntos al descanso, se dejaron remontar. El fantasma de las pájaras rusas sobrevoló Berlín y parecía que todo regresaría a la “anormalidad” a la que nos tenía acostumbrados el CSKA.

Un palmeo de Khryapa en el último segundo y la línea exterior formada por De Colo y Teodosic le dieron por fin el título al equipo ruso. El primero en ocho años y el primero de Milos en su séptima participación en una Final Four. El serbio firmó 19 puntos, 7 asistencias, 5 rebotes y 2 recuperaciones, y pudo sentirse partícipe de la victoria, la cual saboreaba por primera vez.

Al fin pudo liberarse del peso que supone la etiqueta de jugador perdedor. Recordada es su frase tras el partido en la que aseguraba que «solo pienso en cómo voy a emborracharme esta noche». Confesó también que durante el partido había llegado a preguntarse si la historia podría volverse a repetir, pero que se había quitado un peso de encima. Y esa ligereza se ha notado durante esta temporada.

Y es que ahora mismo Teodosic es uno de los jugadores más en forma de Europa. Promediando más de 14 puntos y 7 asistencias, es el líder junto con De Colo de un CSKA que lidera la Euroliga con mano firme. Juega con la ligereza y la relajación de quien ya ha hecho lo que debía, de quien piensa que todo lo que venga a partir de ahora solo puede ser bueno.

Puede que la mano de Aleksandar Djordjevic en la selección serbia le haya servido también para aprender a canalizar todo ese carácter. A fin de cuentas a ese nivel no son jugadores tan distintos. Declaraba Sasha que él “solo enseñó a Teodosic el rol de líder”. Solo.

Sea como sea, Teodosic ha madurado, se ha quitado su mayor peso de encima y los más beneficiados por ello somos los aficionados al buen baloncesto. Jornada tras jornada disfrutamos de sus exhibiciones de liderazgo acompañadas de puro espectáculo. Y más vale que lo gocemos porque recientemente ya ha declarado su intención de dar el salto a la NBA. Como buen “old school”, no entiende que los jóvenes se marchen de Europa a los 20 años para arriesgarse en la aventura americana. Él, con su Euroliga bajo el brazo, lo intentará cuando toque aunque ya advierte que no piensa ir allí a “calentar banquillo”.

Milos en estado puro.

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