Paso a paso. Sin prisa pero con una firmeza aterradora, Giannis Antetokounmpo ha emergido al nivel de un coloso griego en la temporada de su consagración definitiva como miembro de pleno derecho del firmamento NBA. Tras ser por primera vez títular en un All Star el pasado mes de febrero, y colocar a los Milwaukee Bucks como un alternativa real a los gallos de la Conferencia Este, los Playoff de 2017 supondrán la primera prueba hercúlea a la que deberá someterse el griego si pretende ser considerado como legítimo heredero de la crepuscular generación de los Nowitzki, Gasol, Parker y compañía.
Pero volvamos atrás. The Greek Freak se presentó al draft de 2013 como un jugador sobre el que se podrían tener muchas dudas. Sin haber competido al primer nivel, era un gran físico por explorar. Un proyecto a largo plazo que no tenía la pinta de poder cuajar en el hábitat incorrecto. Un camino que necesitaría de paciencia, confianza, y tiempo. Un largo proceso -sí, como el de los Sixers- que prometía grandes beneficios pero que no contaba con una red de seguridad. Cuatro años después, parece imposible no haber creído. Entonces, tan solo unos pocos lo hicieron.
Aún queda mucho para comprobar si realmente los réditos de la apuesta hace que esta mereciera la pena, pero si hay alguien que podrá apuntarse un tanto en caso de que así sea es Jason Kidd, la ex extrella que vio en el chico de dos metros diez el cerebro de un base, y que ha ido jugando sus cartas para dotar de las herramientas necesarias que conviertan a Giannis en el jugador total. Sí, es una expresión que habrán escuchando antes, pero nunca tal adjetivo se había ajustado tan de cerca a la realidad. Antetokounmpo ya es capaz de mimetizarse en una máquina de aniquilar adversarios a campo abierto. O puede volverse sutil jugando con los cortes de su compañero. Por supuesto, rebotea, tapona, y anota con cada vez más fluidez. Efectivamente, la larga distancia es por el momento su único talón de aquiles, pero cada vez más se va acercando a un decente 30% en el lanzamiento triple. El peaje por recorrer ese camino no ha sido sencillo.
Kidd regaló partidos colocando a un Giannis que no estaba preparado -aún probablemente no lo esté- para ejecer de mariscal en pista. El dominio de la pelota, ahora cercano a ser sublime, no era tal hace apenas unos meses. La lectura del juego era simplemente ineficiente. Simplemente las horas de vuelo del chico -que por cierto, se sorprendió al conocer la historia de Jason Kidd en la NBA, y que desconocía– le han permitido ir subsanando errores, agregando experiencia a su juego, puliendo detalles y resaltando virtudes. El alcance del monstruo que surgirá cuando el experimento llegue a su fin, los Bucks se decidan a hacer un equipo serio y el griego se de cuenta perfectamente de en qué se ha convertido, tan solo el tiempo nos lo mostrará. En una semanas vamos a tener un avance de todo, pero, con mucha seguridad, lo mejor de este blockbuster lo vamos a disfrutar en las siguientes entregas.
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