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Análisis

Poco ruido y muchas nueces

Quizás no sea uno de los nombres que viene a la mente de inmediato cuando pensamos en los mejores jugadores de la NBA actual. No ocupa portadas, no hace declaraciones fuera de tono, y sus jugadas no suelen aparecer en los vídeos y gifs que abarrotan las redes sociales a la mañana siguiente. Ni falta que le hace. Ser trending topic o protagonizar la mejor acción de la noche no hace mejor a un jugador de baloncesto. Superarse temporada tras temporada, y convertirse en un habitual en los All-Star Game sí lo hace. Demos a Paul Millsap el reconocimiento que merece.

En la larga lista de infravalorados, el nombre de la estrella de los Atlanta Hawks siempre figura en las primeras posiciones. Pese a compartir un fin de semana al año con los mejores jugadores del mundo, y liderar una franquicia que se pasea con regularidad por los Playoffs, parece que seguimos pasando por alto su valor. Ya debe estar acostumbrado. Ahora bien, a sus 32 años de edad y con la posibilidad de salir a la agencia libre este mismo verano, Millsap buscará su merecido reconocimiento en forma del que puede ser el último gran contrato de su carrera. La pelota está en su tejado, y la continuidad en Atlanta por, al menos, una temporada está completamente en su mano.

Gran parte de las futuras aspiraciones de los Hawks pasan por la opción de jugador en el contrato del cuatro veces All-Star, pero si nos atenemos a los acontecimientos más recientes, la renovación no parece la apuesta más segura. Debemos recordar que la franquicia de Georgia se ha deshecho de tres enormes puntales del equipo en las últimas temporadas; precisamente aquellos que acompañaron a Millsap en el partido de las estrellas de hace dos años. Jeff Teague hizo la maleta para acurrucarse junto a Paul George en Indiana, Kyle Korver fue traspasado este mismo curso a los Cavaliers para intentar ponerse un anillo al dedo, y Al Horford decidió que Boston sería su nuevo hogar seducido por un máximo contrato y la fuerza de una fiel base de aficionados. Lejos de luchar por el cetro de la Conferencia Este como antaño, Millsap quedó casi huérfano en un plantel que miraba ya más al futuro con nombres como Dennis Schröder aunque se lograra convencer a Dwight Howard.

Tal fue el repentino hundimiento del proyecto, que con la aproximación del frenesí del cierre de mercado de traspasos, muchos especulaban con la salida del ala-pívot de los Hawks. Atlanta quería sacar algo a cambio ante la hipotética marcha de su jugador franquicia, que puede abandonar por el módico precio de nada. ¿En qué dirección va el equipo de Georgia? ¿Qué podrá hacer un pedazo de entrenador como Mike Budenholzer si su estrella se baja del barco? Lo cierto es que el técnico ha demostrado de sobra su valía superando las expectativas cada año; con una plantilla preparada para lo más alto, y con otras no tan listas para la cima. Incluso este curso, cuando las mencionadas bajas bajaron razonablemente las expectativas, los Hawks acabaron quintos en la conferencia aunque acabaran cayendo en primera ronda frente a los Wizards. Poco o nada (depende de Millsap) queda ya de ese cuadro de Atlanta que en Enero de 2015 completó un mes inmaculado con un récord de 17-0 y acabó alcanzando las Finales del Este.

Volviendo al protagonista de estas líneas, no es tan fácil encontrar a un jugador que haya evolucionado tan notoriamente con el paso de las temporadas. Es digno de fascinación ver como los números de Millsap han aumentado, tanto en Utah como en Atlanta. Para que se hagan una idea de esta progresión, tenemos que remontarnos al inicio de su carrera profesional. Desde la Universidad de Louisiana Tech (su Estado natal) y después de ser el líder en rebotes del país durante tres cursos consecutivos, Millsap fue seleccionado por los Jazz en la segunda ronda con el puesto 47 del Draft 2006. Lo que por esta posición no parecía augurar una trayectoria prometedora, acabó por traernos a un jugador que ya se hizo de notar en su temporada rookie. Recién aterrizado en Salt Lake City y con un equipo que gozaba con la presencia de Deron Williams, Andrei Kirilenko y Carlos Boozer, Millsap se convirtió en un habitual en la rotación de todo un finalista de Conferencia que sucumbió ante los todopoderosos Spurs. A la sombra de Boozer, el actual jugador de los Hawks floreció desde el banquillo sumando además experiencia en Playoffs. Los Jazz siempre estaban en la pomada, pero acababan topándose siempre con los dos mismos muros: San Antonio y Los Angeles Lakers.

Ya liberado del mando del gran Carlos, la front office de Utah le trajo a un compañero de batalla ideal para explotar todo su potencial: Al Jefferson. Junto al veterano pívot, Millsap dio el salto de calidad necesario para hacerse un nombre en la NBA por pleno derecho, pero el resto del equipo no acompañaba. Llegó el momento de cambiar de aires, y en Atlanta todavía celebran tal decisión. Cuatro temporadas enfundado en la elástica de los Hawks le han valido sus cuatro únicas apariciones en el All-Star Game. Podemos afirmar que el destino le llevó al lugar adecuado. Junto a Al Horford, el jugador natural de Louisiana formó una pareja interior excepcional fundamentada en la versatilidad de ambos. Bajo la tutela de Budenholzer, Millsap añadió el tiro exterior a un arsenal bien cimentado en una excepcional efectividad desde la media distancia y el rebote. Mucho habría que hablar también de su defensa, también bastante infravalorada aunque fuera reconocida el curso pasado con su presencia en el segundo mejor quinteto defensivo de la liga. En resumen, estamos ante un jugador de una dimensión inmensa.

La decisión que debe tomar en un par de meses se antoja complicada, y seguro que la mayoría de las franquicias de la NBA estará esperando fervientemente una posible salida para saltar de la madriguera sin ningún reparo. Novias seguro que no le faltarán si opta por darse una vuelta por la agencia libre. Más allá que todos los equipos venderían su alma al diablo por un jugador de estas características, ¿cuáles serían las opciones realistas para Paul Millsap? Puede que llegue el momento de plantearse una vuelta por las tierras del Oeste. A bote pronto, las opciones más atractivas pueden ser las de Oklahoma City Thunder para arrimarse a la sombra de Westbrook, los Portland Trail Blazers para sumar otra estrella a la dupla Lillard-McCollum, un posible (e improbable en mi opinión) retorno a los Jazz, o broncearse bajo el sol californiano si Blake Griffin prueba también un cambio de aires. Tampoco podemos olvidarnos del atractivo de los Spurs, y más con el reciente rendimiento de LaMarcus Aldridge. Si la decisión pasa por no cambiar de Conferencia, Raptors o Celtics, que ya sonaron en los rumores esta temporada, podrían ser opciones atractivas, mientras que equipos como Heat o Pacers también podrían tirar la caña a ver si el pez grande pica. Mucho dinero disponible y proyectos que puede convertir en ganadores de inmediato. Con 32 años a sus espaldas, desde luego sería el objetivo.

Sin duda, Paul Millsap se encuentra ante el momento clave y casi definitorio de lo que será su carrera. Está a las puertas de encontrarse con su último gran contrato como profesional, y las diversas opciones seguro que están rondando se cabeza desde que John Wall y compañía lo mandara de vacaciones. No solo el cuatro veces All-Star debe tener las ideas claras; también los Atlanta Hawks necesitan elegir la dirección en la que debe ir su futuro a un corto-medio plazo. En la NBA no se espera a los rezagados, y con o sin el ala-pívot, las victorias tienen que acumularse en el casillero. Todos estaremos pendientes este verano. ¿Qué va a ser, Paul? ¿Fidelidad, dinero o campeonatos?

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