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Reflejos

El Madison obró el milagro

En este caso y sin que sirva de precedente, vamos a comenzar por el final:

  • 27 de noviembre de 1996. Salt Lake City. Utah Jazz 107, Denver Nuggets 103. Los locales van perdiendo por 36 puntos al comienzo del tercer cuarto, pero recuperan la enorme desventaja para acabar ganando. Es la mayor remontada en la historia de la NBA.
  • 21 de diciembre de 2009. Chicago. Los Bulls ganan 79-44 a los Sacramento Kings con 8:50 por jugar del tercer cuarto. Sin embargo, los visitantes cogen una impresionante racha que les dispara hacia un parcial de 58-19. Los Kings salen victoriosos y rompen con las apuestas, 98-102.
  • 25 de noviembre de 1977. Atlanta. A 8 minutos y 43 segundos para la finalización del partido los Hawks van ganando a los Milwaukee Bucks por 111 a 82, y el partido parece totalmente decidido. Pero nada más lejos de la realidad, en una furiosa reacción los Bucks endosan un parcial final de 35 puntos a 4, para acabar ganando por 117-115. Estamos ante la mayor remontada de la historia en un último cuarto.

Siempre desde el punto de vista estrictamente numérico, estos tres partidos ocupan el lugares muy destacados en cuanto a remontadas históricas en el marco de esta competición. Sin embargo, existió una que, aunque no llega a los guarismos casi inigualables de las anteriores, las supera en pedigrí, importancia y un cierto romanticismo. Primero, porque enfrentaba a dos de los tres mejores equipos del momento, y segundo, porque se produjo en un escaso margen de tiempo y sin que el conjunto derrotado fuera capaz de anotar un sólo punto. Vayamos a la pura descripción de los hechos.

El poderoso e influyente entorno mediático del área de New York, y por ende también la afición, había encontrado al fin una escuadra competitiva a su medida real, una auténtica potencia deportiva que había sucedido a los Boston Celtics como principal representante de la Conferencia Este. Elecciones positivas en el draft y algún que otro traspaso afortunado conformaron una plantilla de primerísimo nivel, la cual se llevó a casa el primer anillo en 1970. Al mismo tiempo, un joven neoyorquino afincado en Milwaukee empezaba a mostrar sus credenciales. Kareem Abdul Jabbar se había unido a los Bucks vía número 1 del draft en 1969. La franquicia de Wisconsin le quitaría la supremacía momentáneamente a los Knicks en 1971, y un año después los Lakers barrerían durante toda la temporada. Pero la llamada élite de la liga permanecía clara; Knicks, Bucks y Lakers estaban destinados sobre el papel a repartirse el pastel durante un tiempo bastante apreciable.

Madison Bucks Kareem

SI.COM

El 18 de noviembre de 1972 el mágico ambiente del Madison Square Garden acogería una velada de excepción, Knicks y Bucks medirían sus fuerzas por primera vez en una temporada casi recién iniciada y en la que dominaban sus respectivas divisiones (Knicks 15-3, Bucks 12-4). Todos estarían presentes; Jabbar, Oscar Robertson, Walt Frazier, Earl Monroe, Willis Reed, Bill Bradley, muchos de los iconos de los 70 en acción. Sin embargo, toda la expectación creada no se vio reflejada en los primeros tres cuartos y la mitad del último. Los Knicks estaban realizando uno de los típicos malos partidos que salpican una temporada muy larga, ni siquiera llegaban ni al 40% de acierto en tiro en esos 42 minutos, y se mostraban muy inseguros en el manejo del balón. Los Bucks tampoco es que estuvieran realizando el partido del siglo, pero al menos sí que mantenían su estilo prefijado consistente en volcar su juego en las manos, el cerebro y la enorme agilidad del mejor pívot del momento y probablemente de todos los tiempos, Abdul Jabbar. Por cierto, Jabbar (Lewis Alcindor en su antigua vida católica) era oriundo de New York, y en el Madison no solía ser, por decirlo de una manera suave, bien recibido. Cada vez que jugaba en casa tenía que aguantar estoicamente las iras del agresivo público local. Las ínfulas del respetable no afectaron lo más mínimo en esta ocasión a la estrella visitante; a falta de 5 minutos y 50 segundos para el final del partido los Bucks marchaban cómodamente por delante, 68-86, y la sensación general se inclinaba más a una paliza en toda regla que a otra cosa. Pero, de repente, algo extraño sucedió. Dave DeBusschere, alero de los Knicks:

 “Siempre se puede conseguir la victoria, bajo cualquier circunstancia. Este es un pensamiento que en la teoría es factible, aunque con 18 puntos abajo a falta de 6 minutos no se suele pensar en ello. No recuerdo un punto de inflexión claro, no existió un tiempo muerto de nuestro entrenador Red Holzman proporcionando una receta mágica para revertir el resultado. Nada de presión a toda pista o tácticas extrañas. Simplemente ellos empezaron a fallar absolutamente todo; tiros libres, los sky-hooks de Jabbar, los tiros de perímetro de Oscar. Era incomprensible, ilógico, quizás se relajaran demasiado. Nosotros, todo lo contrario”.

Lo único cierto fue que a partir del momento en que Bobby Dandridge anotaba para los Bucks el punto número 86, el aro local se empequeñeció hasta llegar al tamaño de un alfiler. Podríamos poner un título a los últimos seis minutos, algo así como “la crónica de un milagro no anunciado”:

  • 5 min, 11 seg. Earl Monroe roba un balón, penetra y saca un 2+1. 71-86.
  • 4 min, 52 seg. Bobby Dandridge ejecuta un mal pase. Walt Frazier roba y anota. 73-86. Tiempo muerto inmediato de Larry Costello, entrenador de Milwaukee.
  • 4 min, 12 seg. Nuevo robo de balón de Frazier. El mismo anota dos puntos más. 75-86.
  • 3 min, 58 seg. Oscar Robertson falla desde media distancia. Rebote en ataque para Jabbar. Increíblemente, a menos de un metro yerra un tiro muy cómodo en teoría. Rebote para Willis Reed. Earl “The pearl” Monroe remonta la línea de fondo en la acción siguiente y anota. 77-86.
  • 3 min, 13 seg. Oscar comete otro incomprensible turnover. Jugada de los Knicks que acaba con canasta de nuevo de Monroe. 79-86. Rugen las gradas del Madison. Han olido la sangre como un tiburón hambriento.
  • 2 min, 23 seg. El sistema de los Bucks acaba de la manera lógica, con Jabbar el poste bajo. Sky-hook de éste, pero falla. Rebote para Dave DeBusschere. La jugada acaba en el mismo DeBusschere fallando el tiro y también Monroe cuando recupera el rebote ofensivo. Sin embargo, se produce salto entre dos. Ahora sí que DeBusschere anota tras recuperar posesión los Knicks. 81-86. Otro tiempo muerto de Larry Costello.
  • 1 min, 52 seg. Bobby Dandrige falla por dos veces, la inicial y tras rebote en aro contrario.
  • 1 min, 19 seg. Earl Monroe, el principal instigador de la heróica remontada, vuelve a forzar una entrada suicida. Dos puntos. 83-86.
  • Kareem yerra otra vez su casi infalible sky-hook. Rebote para Willis Reed y subsiguiente fallo de Walt Frazier. Rebote para Oscar.
  • 0 min, 53 seg El propio Oscar sube la bola, toma la iniciativa, pero falla una vez más un tiro lejano. Rebote para Bill Bradley.
  • 0 min, 47 seg. Falta de Lucious Allen a Frazier. Tiempo muerto de Red Holzman. Los dos tiros libres suben al marcador. 85-86.
  • Tiempo muerto inmediato de Larry Costello. El último de la noche.
  • Falta de Frazier a Allen, un gran tirador de tiros libres con más del 85% de acierto. Pero, increíblemente, falla los dos.
  • 0 min, 27 seg. Canasta de Earl Monroe. 87-86. Los Knicks por delante por primera vez desde el primer cuarto.
  • Enésimo sky-hook errado de Jabbar. Rebote para Dave DeBusschere. Los Knicks agotan los 24 segundos sin lanzar. Pero aún restan 2 más.
  • Pase largo de Lucious Allen a Jabbar. Intenta el gancho con el tiempo a cero, pero el balón es escupido por el aro. Suena la sirena.

El estruendo en el Madison Square Garden amenaza con derrumbar los cimientos. Los espectadores son conscientes de que acaban de presenciar en directo un hecho cuasi milagroso. Las caras de los perdedores son un poema. No se trata de un partido trascendente, pero a nadie le gusta perder, y menos de esta manera absurda y tan alejada de la lógica. John McGlokin, jugador de los Bucks:

“Estaba sentado en el banquillo viendo la manera en que los hechos se iban desarrollando. Recuerdo que mascullaba, esto es ridículo, no hay manera de que nos cojan si seguimos jugando de esta manera. Lo siguiente de lo que fui consciente es de que nos habían ganado. No daba crédito”.

Aquellos memorables seis minutos de gloria aún son recordados en la Gran Manzana por los aficionados clásicos y veteranos. Resultó ser un vaticinio y un presagio perfecto para lo que aconteció meses más tarde, cuando los orgullosos Knicks se llevarían su segundo, y hasta el momento, último anillo. ¿Cuándo volverán los buenos tiempos al Madison? La pregunta del millón.

Madison Knicks

Foto: NBAE

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