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Análisis

Ciudadano Jazz

Joe Ingles, sentado a la mesa junto a su esposa, trata de mantener esa calma que nunca parece abandonarle en la cancha para valorar el siguiente paso a dar en su carrera, tras un duro revés: los Ángeles Clippers acaban de comunicarle la decisión unilateral de rescindir su contrato. Volver a Europa (tras etapas previas en CB Granada, FC Barcelona y Maccabi Tel Aviv) se presenta como la mejor alternativa para un trotamundos que se había permitido el soñar con afincarse en la mejor competición de baloncesto del planeta, y al que ahora las dudas acerca del nivel real de sus propias capacidades asediaban.

Dudas que se extinguirían a los pocos días, gracias a una llamada procedente de Utah que cambiaría su vida profesional y personal.

Es difícil no estar de acuerdo con Rudy Gobert: la apariencia de Ingles se asemeja más a la de un granjero de 40 años que a la de un deportista de élite. Y su modo de vida, calmado, sin excesos ni hipérboles de ningún tipo, le mimetizan al máximo con un estado como el de Utah. Tan sencillo es adorar a Joe fuera de la cancha como infravalorar la amenaza latente que supone dentro de ella. Porque, más allá de sus limitaciones físicas, la peligrosidad del alero australiano reside en su cabeza: cuando su explosividad alcanza el cercano punto de no retorno, su inteligencia baloncestística echa a volar.

«Todo el mundo sabe que no soy el tipo más rápido de la liga»

Su amistad con Gordon Hayward no impidió la marcha de la gran estrella del equipo en temporada estival, rumbo a los míticos Boston Celtics. Y, asomados al precipicio (con sus dos mejores anotadores de la excelente temporada 2016/17, el propio Hayward y Hill, fuera del equipo), tocaba reinvención obligada para los Utah Jazz.

Reinvención en la que el granjero cuarentón sería instrumental.

Con tamaño para ayudar al rebote (4.2 capturas por partido en temporada regular), excelente lectura del juego para defender por anticipación (y combatir así su falta de velocidad), puntería letal para abrir la pista (44% de acierto desde el triple) y talento para ejercer como generador de juego desde el puesto de alero (4.8 asistencias por partido, perdiendo únicamente 1.9 balones), Joe vió como sus minutos en cancha aumentaban significativamente de un curso a otro (de 24 a 31.4), en un nuevo rol vital para el exitoso transitar de la trabajadísima estructura de Quin Snyder (13.9 puntos de promedio en la racha de 29 victorias en los últimos 35 partidos de la temporada regular). Hasta el punto de afontar con éxito la batalla física y mental planteada por todo un All Star como Paul George, en una primera ronda de playoffs en la que Ingles dejó algunos tramos del mejor baloncesto de su dilatada carrera (3.5 triples convertidos por partido en los 6 duelos de la serie, con un magnífico 46.7% de acierto).

«Es un ganador»

Así define Snyder a su pupilo, alabando además la tutoría permanente que ejerce sobre el novato Donovan Mitchell. Porque Joe no limita sus consejos para el rookie a los momentos en el banquillo o fuera de los pabellones, también ayuda al chico a interpretar situaciones de juego que acontecen cuando ambos comparten minutos en la cancha, en tiempo real.

Siempre positivo y tranquilizador, sirviendo como soporte tanto para el rookie como para cualquier otro compañero, Ingles aporta intangibles emocionales que complementan su alto nivel baloncestístico y que lo convierten en un recurso esencial dentro del grupo.

Ahora los 52 millones de dólares por 4 años que Dennis Lindsey firmó al de Adelaida el pasado verano seguramente no os parezcan tantos…

Los 27 puntos anotados (con 10 tiros de campo convertidos de 13 intentados, incluyendo un 7/9 desde la línea de 3 puntos), en el segundo partido de las semifinales de conferencia ante los poderosos Houston Rockets de James Harden y Chris Paul, son ya la mejor actuación de la carrera de Ingles en las eliminatorias por el anillo, y dejan un aviso prioritario dirigido a los versátiles defensores perimetrales de la escuadra de D´Antoni: permitir lanzar libre y cómodo al pistolero aussie es sinónimo de problemas, y de derrotas…

Parece que Utah se ha convertido en el Iowa de este granjero australiano.

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