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Perfiles NBA

Joe Fulks: una leyenda marcada por la II Guerra Mundial

La pequeña Murray State, hoy en boca de todos por Ja’ Morant, es una de las universidades más longevas de la historia. De allí salió una leyenda tardía que interrumpió su formación para unirse a los marines.

Carlisle Cutchin, 1925. Una época que se podría catalogar como «basket primitivo», cuando menos, pero que nos dejó al encargado de instituir uno de los primeros proyectos ambiciosos en el baloncesto. Un estamento deportivo que albergaría sus inicios en Wilson Hall, un lugar que puede pasar desapercibido en el imaginario del lector, pero que fue el primer hogar de uno de los mejores programas de baloncesto universitario que se han conseguido prolongar con el paso de los años. En 1926 este recinto tuvo la suerte de ver nacer a un equipo que ha ido forjando una leyenda sobre su nombre hasta la actualidad, casi un siglo después. Ese conjunto son Los Racers, un claro ejemplo de rozar la gloria desde la humildad.

En Murray State, desde su fundación hasta 1941, fue Carlisle quien estuvo a las órdenes de la que se convertiría en su obra maestra. El entrenador, que solamente había vivido de primera mano la disciplina del fútbol, tuvo una época brillante en el deporte de la pelota naranja y fue fundamental para poner en el mapa a esta universidad.

El legado del coach también quedó reflejado numéricamente con 307 victorias y 106 derrotas, el mejor registro en todos los deportes que dirigió. El entrenador, natural de Calloway County, tiene a día de hoy numerosos récord de la universidad, como el mejor inicio de temporada con 19 victorias y una sola derrota, que llegó además en un apretado encuentro que enturbió una racha impoluta.

Mountjoy a las órdenes del banquillo

Rice Mountjoy había sido director atlético pero en 1941, cuando el mítico Cutchin abandonó el baloncesto para dedicarse al béisbol, fue reclamado para reemplazarle en el banquillo. Este nuevo entrenador llegaría con un gran talento debajo del brazo y muchas ideas para este equipo. El segundo nombre propio, tras el coach, fue el de Joe Fulks. Este jugador nacido en Kentucky estuvo dos temporadas entre las filas de la que se conocía en aquel momento como Murray State Teachers College.

En los dos años de Joe como universitario, solamente uno estuvo dirigido por Rice, dado que tras finalizar el curso decidió emprender una aventura hacía la escuela secundaria de Augusta Tighman. En aquella temporada aún mantendrían el tipo, con 18 triunfos y 4 derrotas. El juego que intentó establecer Mountjoy fue algo diferente a lo que se acostumbraba a ver en esa categoría no profesional.

El técnico tenía en su pizarras jugadas muy físicas que utilizaban como arma principal la fuerza bruta de algunos de sus jugadores. Otros instructores se aferraban a la expresión «más vale maña que fuerza», pero Rice confiaba en sus ideales. En esos sistemas basados en el juego atlético salió un diamante en bruto que propuso algo diferente. Fulks, aparte de adaptarse a lo que le pedía su entrenador, fue el precursor del tiro en suspensión.

El año de Fulks con Miller

John Miller había sido un jugador de Murray, pero realmente nunca terminó de destacar sobre la pista aunque tuviera una buena forma de entender el deporte. Fue esto lo que le llevó hacía ser el relevo de Mountjoy y el nuevo instructor de ese tirador que había causado tendencia con su mecánica de tiro. El cambio de hombre a las órdenes del vestuario sirvió para darse cuenta del valor real de Fulks.

Con Miller a las riendas solamente firmaron una temporada para el recuerdo de las varias que estuvo allí, y no fue casualidad que coincidiera con el power forward. El impacto de Joe seguía creciendo hasta el punto de mejorar el balance de victorias de su primera season y quedar cuarto en el Torneo Masculino de la primera división de NAIA.

La carrera de Fulks parecía ir en trayectoria ascendente. Un joven chaval que había dominado en la liga universitaria durante dos temporadas y lo mínimo que se esperaba era verle con una elástica de la NBA o BAA en aquella época. El giro de la historia llegó cuando al finalizar el curso donde luchó por ser campeón dejaría de lado el baloncesto para ocupar una profesión distintas unos años.

Adiós a las pistas y hola a las trincheras

En 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, por su atletismo y capacidades mentales fue inducido a alistarse como marine en mayo, poco después de haber sido baloncestista semi-profesional. Joe fue introducido en el 3er batallón de la novena infantería, que ya existía desde la Primera Guerra Mundial, pero había cesado en sus operaciones una vez finalizado el primer conflicto.

Fue en febrero, cuando Fulks disputaba la temporada regular con Murray, cuando se reactivó este cuerpo militar. Una de las primeras paradas fue en Cape Paerata (Nueva Zelanda) en 1943, aunque no fue hasta al incursión de Iwo Jima donde realmente destacó este escuadrón de la Marina durante la Guerra del Pacífico.

Mientras Joe luchaba por la bandera de su país no se habían olvidado de su estancia en Murray St. Con el ex-jugador entre las trincheras, su camiseta con el dorsal 26 se colgaba en lo alto del pabellón. Este acto simbólico fue el único momento de relación con el baloncesto mientras era un soldado, pero realmente lo que él quería era volver a disputar otro tipo de guerras donde no había armas sino un balón naranja que rebotaba sin hacer daño a nadie.

Jugar al baloncesto no se olvida

Estar en un altercado político-miliar no había hecho olvidar a Fulks cual era su objetivo, ser un profesional del deporte que tanto había amado. En 1946, ya con 25 años, tuvo la oportunidad de firmar con los Philadelphia Warriors, una franquicia que siempre recordará las temporadas que vivieron con el ala-pívot entre sus hombres.

Pese a haber dejado de lado el basket, su regreso no dejó indiferente a nadie en la BAA. Siendo un rookie su huella se empezaba a grabar en la historia de la liga, puesto que anotando 23’2 puntos de media fue el máximo potencial ofensivo. Las ganas por regresar a esta disciplina le armaron de fuerzas para liderar a sus Warriors a conquistar el anillo de 1947.

Desde el año del campeonato hasta 1949, Joe se volvió un fijo en los mejores quintetos de la competición. El parón en el que cambió la pelota por el arma de fuego pareció que jamás existió dado que había vuelto mejor que nunca y rompiendo las expectativa que tenía puesta cuando jugaba en Murray St. La sensación fue de que entre las barricadas dedicó gran parte de su tiempo a perfeccionar sus habilidades baloncestísticas durante todos los ratos libres, y quien pensara eso no se equivocaba.

Petey Rosenberg, un miembro del equipo de Gottlieb en los viejos Sphas, fue quien le habló a Eddie Gottlieb, quien dirigía a los Phila de aquella época, sobre un soldado al que había visto jugando a baloncesto con unas cualidades maravillosas. En Pearl Harbor fue donde nació la oportunidad de Fulks para ir a cumplir «el sueño del jugador de baloncesto americano». Su primer contrato fue minúsculo, por no decir testimonial, y es que cobró 5.000 dólares al año. Esta cifra le pareció poco y pidió 8.000 dólares, algo que asustó un poco a la directiva del equipo y obligó al jugador a trabajar duro para conseguir el trozo gordo de pastel con el tiempo tras esa poca confianza en su llegada a la profesionalidad.

El resto ya es historia del baloncesto. Esas noches de anotaciones por encima de los 60 puntos como el 10 de febrero de 1949 con un partido de 27 tiros de campo y 9 tiros libres anotados haciendo un récord que estaría años intacto. En esta velada anotó 63 puntos, con 30 de ellos antes del descanso, siendo un récord hasta que Elgin Baylor le superó el 8 de noviembre de 1959.

Una vez retirado del deporte, Joe se dedicó a ser director de recreación en la prisión del Estado de Kentucky. Su novia y él vivían tranquilamente en el Condado de Marshall hasta que el 21 de marzo de 1976 cambiara su suerte. Después de sobrevivir a una guerra, literalmente a una guerra, murió irónicamente a disparos por el hijo de su compañera sentimental en mitad de una discusión. Se podría que decir que… ¿Quién a hierro mata a hierro muere?

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