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Opinión

Relaxing cup of caFEB con leche

El día 25 de septiembre de 2015, y tras ganar el Eurobasket de Francia, escribía lo siguiente:

«La FEB, ebria de tanto título internacional, se ahoga en su propio éxito mientras hace oídos sordos a las continuas llamadas de socorro. Más pendiente del rojo y gualo que del significado de sus propias siglas, hace años que dejó sus competiciones rota y a la deriva en pos de una generación Ñ tan buena como caduca. Pero una foto vale más que mil palabras. Al otro lado de la cámara, los equipos que componen las ligas LEB, cómplices necesarios en este lento hundimiento, se tiran de los pelos y lanzan un grito mudo al cielo, mientras siguen achicando agua con la esperanza de llegar a tierra firme, y conseguir así la parte alícuota de un tesoro de leyenda. Y es que el mejor truco de la FEB fue hacer creer que la ACB existía. El baloncesto español a nivel de clubes tiene un problema y serio, pues no es oro todo lo que reluce, pese a que éste último nos ciegue durante un tiempo».

Hoy, 29 de agosto de 2016, poco más de 700 días después de aquelllas palabras, poco ha cambiado en el baloncesto federativo salvo, claro está, el nombre del presidente de la Federación Española de Baloncesto y el color del metal de las medallas.

Mi padre siempre me repite la misma frase: «las prisas son para los delincuentes y para los malos toreros». Cierto es que escasos mes y medio en el cargo es tiempo más que insuficiente para poder llevar a cabo cambios significativos en el quehacer y funcionamiento de cualquier empresa, pero lo verdaderamente preocupante es que el escaso (por no decir nulo) movimiento del actual equipo de gobierno ha seguido el mismo camino de baldosas amarillas que hasta hace nada seguían sus antecesores en el cargo, y que ha llevado al baloncesto federativo de este país al borde del precipicio.

Antes de marcharse a los Juegos Olímpicos, el señor Jorge Garbajosa, en lugar de poner orden en su casa, decidó su tiempo a arreglar la del vecino (Consejo Superior de Deportes), enviando misivas a los clubes españoles que iban a disputar la Eurocup advirtiendo / presionando sobre las consecuencias de sus actos al participar en dicha competición, cartas que los clubes destinatarios, sorprendidos, decepcionados y con la Ley en la mano, respondieron amigablemente instando al señor presidente que para meterse en un jardín antes debería saber un mínimo de jardinería.

Unos días más tarde, y mientras el señor Jorge Garbajosa se dedicaba a sufrir con las selecciones españolas de baloncesto allende los mares, bajo la siempre agradable compañía de su padre político y ex presidente en funciones (muchas todavía, por lo que pudimos observar), don José Luis Sáez, y de don Miguel Cardenal, presidente del Consejo Superior de Deportes y a la postre aquel que en breve debería juzgar las malas artes del omnipresente señor Sáez, en España reinaba el silencio. La desinformación sobre las ligas nacionales era latente y preocupante, y las que llegaban, gracias al gran trabajo de medios no oficiales y a los comunicados de los propios clubes interesados, podían conformar la trama de cualquier comedia francesa de los noventa: equipos descendidos que seguían compitiendo en ACB pero que deciden salir en LEB Oro (Gipuzkoa Basket); equipos de LEB Oro que habían ascendido a ACB que no fueron admitidos, los cuales habían solicitado un ascenso en diferido y a los que nuevamente la ACB les habría abierto las puertas (Palencia y Melilla); equipos de nueva creación (filial del Baskonia) que salían en LEB Oro por obra y gracia de Josean Querejeta para más tarde decir Diego donde dijo digo; equipos descendidos a LEB Plata que se habrían inscrito en LEB Oro, por si las moscas; equipos de LEB Plata que habrían ascendido a LEB Oro sin saber si cumplirían los requisitos… Y sin olvidarnos de las Ligas Femeninas donde los méritos económicos han vuelto a primar sobre los deportivos, tirando por tierra la ilusión y el trabajo de varios equipos (C.D. Ramón y Cajal, C.B. Almería y UCAM Jairis) que han visto impotentes cómo otros ocupaban sin sudar el sitio que ellos habían ganado en la pista.

El silencio era tal que los medios de comunicación federativos se vieron obligados a regalarnos sonoros y redundantes titulares alabando el «éxito de inscripciones» con los cuales intentaba ocultar a los ojos del gran hermano los numerosos problemas que internamente estaba teniendo la Federación para completar todas y cada una de las plazas ofertadas en las distintas categorías, las constantes ampliaciones de plazos para que muchos de esos equipos pudieran cumplir todos los requisitos, principalmente económicos, para su correcta inscripción. Un «éxito» tal que no ha sido hasta mediados / finales de agosto cuando la Federación, en su segundo comunicado oficial del verano, daba a conocer los equipos y el calendario de sus competiciones, obviando claro está el perjuicio que tal retraso podría provocar en los equipos participantes tanto a nivel económico como organizativo.

Una vez finalizados los Juegos Olímpicos, y tras disfrutar de su primer gran éxito en el cargo, el señor Jorge Garbajosa debe volver al trabajo, sin prisa pero sin pausa. Debe volver a sentarse en su despacho, prepararse una buena relaxing cup of café con leche, y ponerse manos a la obra, pues hay mucho que mejorar pero a su vez hay mucho margen de mejora. De nada sirve haber ganado grandes expectativas resumidas en una lista de «30 Compromisos por el Baloncesto», si en lugar de ceñirse a un programa ideado por y para la mejora de un sistema en decadencia, se vuelve a perder en antiguas (malas) costumbres donde aparecer en una imagen que vale más que mil palabras, y donde agradar, sonreír y actuar sin pensar en las consecuencias de estos actos están más cerca del problema que de la solución. Hay que ponerse a trabajar de inmediato en la comprometida tarea de devolver a los equipos, jugadores y aficionados la ilusión por competir en sus ligas, carentes desde hace bastante tiempo de ningún tipo de atractivo tanto económico como deportivo, y borrar esa terrible sensación de jugar por y para nada.

No se olvide de esa palabra, señor Garbajosa: ILUSIÓN. Ese es el pilar que sostiene todo este deporte. El día que no haya ilusión será el último día del baloncesto.

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