La presencia de Víctor Claver en la selección española parece estar predestinada a ligarse siempre a una cierta polémica. Lejos de que se convierta en algo cotidiano -duela o no Claver se ha convertido ya en fijo del equipo nacional – el ruido mediático de la inclusión del valenciano en la lista de doce ha sido este año mayor que ningún otro, quizá fruto de una sistema de preselección distinto a lo que venía siendo habitual y que ha dejado mucho más rescoldos para esos debates veraniegos que tanto calientan los barras de los bares y que dejan en el olvido cualquier noticia sobre Messi o Cristiano Ronaldo.
Onanismos mitológicos al margen, si es cierto que a los pocos minutos de conocer el nombre de Pablo Aguilar en el elenco de definitivos, y por tanto el fin de las especulaciones sobre los doce llamados a la gloria, las redes sociales hervían en un debate tan clásico como estéril, en el que un bando -los pro Aguilar- usando la ajada bandera «al menos ha jugado algo» justificaban la presencia del granadino en la lista, a la vez que despreciaban -otro clásico- a Claver, utilizando los no menos habituales términos de «pechofrío» y «agitatoallas».
Los defensores de Aguilar justifican la presencia de éste en la necesidad de un cuatro abierto en el equipo -justo el año en que sí tenemos uno, y muy bueno- olvidándose de la nefasta temporada de Pablo, sometido a un papel residual a las orillas de Turia y que tampoco ha mostrado una cara diferente en los minutos que hemos tenido la ocasión de verle sobre la pista durante esta gira de preparación.
También sufren de amnesia sobre la utilidad demostrada de Víctor en determinados momentos -Eurobasket 2013, Valencia Basket2012- su evolución física y la polivalencia, real y evidente, de un jugador que puede jugar en ambos puestos interiores y de tres alto con ciertas garantías, al menos, y no es poco, en el plano defensivo.
Y no necesitaríamos más. Porque no vamos nosotros a defender lo indefendible, la endeblez mental de Claver, su pobre evolución técnica, su falta de determinación… son evidencias tan reales que han marcado la carrera de Víctor -sobre todo en la NBA- para bien o para mal, evidencias que no deben hacernos olvidar que pese a todo posee cualidades que pueden sernos muy útiles en el camino que nos espera, y que lo han convertido, aún con las mofas y los desprecios que provoca, en uno de los jugadores más laureados de la historia de nuestro baloncesto.
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