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Se busca Mata Reyes

Desde hace ya varios meses se ha instaurado entre los aficionados al baloncesto una nueva definición de Asociación de Clubes de Baloncesto: esa liga en la que nunca asciende nadie (en directo o en diferido), nunca desciende nadie (si bien por culpa o gracias al GBC que esta definición se tendrá que modificar), y siempre ganan Real Madrid o Barcelona. Pues bien, yo me he querido centrar en la tercera de las condiciones, o para ser más exactos, en esos actores secundarios que a día de hoy conforman esa mal llamada segunda liga que lucha año tras año por poner fin a esa bicefalia que domina la competición casi desde el principio de los tiempos, pero que el los últimos años ha llegado a su máxima expresión. Me refiero a esos equipos a los que me gusta llamar mata reyes y que he reducido a una lista de cuatro aspirantes. Espero que no se me ofenda nadie.

El primero de mi lista, por méritos, tradición, resultados y presidente sería Baskonia. Los vitorianos se han ganado a pulso la consideración de alternativa fiable a los dos grandes monopolizadores de esta liga. Tras una pasada campaña excepcional la temporada empieza con dos grandes cambios, uno a nivel estructural y otro a nivel de composición de plantilla.

En cuanto al primero de ellos me refiero a la inclusión de un equipo filial en la LEB Oro de cara al próximo curso. La idea de un equipo de formación y desarrollo que en futuro relativamente próximo pueda de jugadores al primer equipo me parece una gran idea. Querejeta propone y la Federación Española de Baloncesto dispone. Hay cosas que no cambian, aunque eso sería otro tema.

En cuanto a lo referente a la composición de la plantilla, en Vitoria van a necesitar una transfusión de sangre tras la hemorragia de piezas importantes que ha sufrido el equipo en lo que llevamos de verano (Perasovic, Boroussis, James, Adams, Bertans…), y por lo que apuntan diferentes medios aun no está controlada del todo. Además hay que tener en cuenta que el calendario baskonista es el más apretado por su participación en la máxima competición continental, por lo que se presupone querrá contar con una plantilla amplia y fiable para poder hacer frente a todos sus compromisos con un mínimo de garantías.

Para empezar el club presidido por Querejeta ha decidido dar el mando de la nave baskonista a Sito Alonso, técnico que viene de sacar el jugo posible a sus vecinos bilbainos. La afición vitoriana es de la que valora el trabajo y la entrega por encima de los resultados, y con Sito esas dos condiciones están más que asegurados. En cuanto a las incorporaciones, de momento dos caras nuevas: Johannes Voigtman, joven y prometedor pívot alemán, y Rafa Luz, base brasileño viejo conocido de la afición española.

El segundo de mi lista sería Valencia Basket. Por fin parece que el equipo taronja ha llegado para quedarse. La magnífica/decepcionante temporada pasada, en la que se mezclaron records con resultados no esperados, no debe hacernos olvidar la regularidad que desde hace ya varios años lleva mostrando el equipo valenciano, después de una oscura época de prisas y vaivenes que no llevaban a ningún sitio. Una regularidad basada en la confianza en un bloque que año tras año responde a los objetivos más realistas que se van marcando por el club.

La afición naranja se ha dado cuenta que lo importante no era llegar sino mantenerse, y para eso tendría que empezar a recompensar cualquier avance de su equipo por pequeño que sea. Todavía resuena dentro de mi cabeza la ovación de los aficionados a su equipo tras caer eliminados en el play off. Pelos de punta. Ese es el camino correcto.

En cuanto a lo que a plantilla se refiere en Valencia han decidido seguir apostando por el mismo bloque, con las variaciones obligadas por el mercado. De momento, la renovación de Pedro y Rafa Martínez y las incorporaciones de Will Thomas (una de mis debilidades) y Joan Sastre es un claro ejemplo de qué/cómo piensa/juega este equipo.

El tercero en discordia y como era de suponer sería el Unicaja si bien es cierto que los últimos años, y en especial este último, el equipo malagueño ha distado mucho de aquel conjunto que aparecía en todas las quinielas como candidato a todo. Un grande en horas bajas. Las últimas temporadas el equipo que dirige Joan Plaza yo lo comparaba con ese puzzle que todos tenemos en casa, ese que nos compramos porque nos parecía fácil y rápido de encajar, que parecía iba a quedar realmente bonito una vez montado, pero que una vez que lo habrías y empezabas siempre habían dos o tres piezas que nunca te cuadraban. Y lo volvías a guardar. Y lo volvías a guardar; y lo volvías a empezar.Así una y otra vez.

Pues bien, parece que en Málaga se han cansado de ese puzzle de nunca acabar, han decidido tirarlo a la basura, y se han ido a la tienda a comprar uno nuevo. Y en este nuevo puzzle de momento en la caja aparecen Lafayette, Brooks, Mbakwe, Musli y Fogg. En principio parecen piezas fáciles de encajar y tiene pinta de quedar bonito una vez acabado. Sólo espero que todo cuadre y en Málaga no tengan que guardarlo de nuevo, su afición no se lo merece.

Y por último me he permitido incluir al Gran Canaria, aunque tras la marcha de Don Alejandro y la llegada de Casimiroal banquillo amarillo he de confesar que he dudado hasta el último momento, pero debo ser justo y no dejar que mis preferencias se antepongan a los méritos del equipo canarión. Ni que fuera yo la FEB o la ACB. No es que tenga nada contra el nuevo entrenador amarillo, es que nunca he casado con el baloncesto de Don Luís, y mi devoción por Aito nubla cualquier atisbo de objetividad en mi juicio. Las dos últimas temporadas en la isla han sido para enmarcar.

Gustos a parte, Gran Canaria, pese a ser a priori el rival más débil, lleva años haciendo méritos suficientes para entrar en este selecto grupo de aspirantes que lucha por romper la dupla que reina en la ACB. La constancia, el tesón, y el mantener los pies en la tierra y la mirada al frente han hecho grande al equipo insular. En gran canaria saben que a falta de euros el trabajo es el único camino para el éxito, por lo que se centran en trabajar (muy bien) y dejar trabajar. Si a eso le sumas el altísimo porcentaje de acierto por parte de la dirección deportiva en las incorporaciones que año tras año llegan al equipo, y el no menos importante cariño casi familiar de una afición volcada, la ecuación va a seguir dando resultado positivo una y otra vez.

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