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Análisis

Carmelo Anthony: de peniques a marchas

Kanye West conquistaba con su The College Dropout, con éxitos como Slow Jamz o Through the wire. Con su estilo único con toques de R&B se ganaba a los detractores que su personalidad creaba (y sigue haciéndolo). Sin embargo, era otra rama del género la que vivía en efervescencia. El gangsta rap sufrió un auténtico boom de la mano de 50 Cent, con su Get rich or die tryin’ tan solo un año antes. Su esencia era, en cierto modo, la misma que la del deporte profesional norteamericano. Las calles mecen cunas que el talento a la larga pone en el mapa. Como fuentes de figuras musicales y deportivas, los barrios siempre han respirado. Una triunfal salida de los suburbios para quienes luego se reconocen como astros. West Baltimore no es menos. Dontaye Draper lo retrataba en primera persona en una entrevista para Jot Down. La serie The Wire no miente, jugaban a pasarse el balón y se escondían cuando escuchaban tiros. Allí también se crió Carmelo Anthony, nacido en Nueva York. Su relación con los camellos fue, según su testimonio, similar a la que un niño tiene con su padre. Siempre le aconsejaron y no permitieron que su camino como estrella del baloncesto se torciera.

Como parte de un movimiento llamado Stop snitchin’ (es decir, para de chivarte), los dueños de los guetos trataban de evitar la cooperación con la policía. Llegaron, incluso, a lanzar un DVD, para dar bombo a sus ideas. La polémica estaba a la orden del día, con una respuesta de las propias fuerzas de la ley. El opuesto Keep Talkin’ era su lema. El impulso del levantamiento contra la justicia tuvo su fuerte en el margen económico de quienes se buscaban la vida con la droga y en la ayuda de caras célebres como las de los raperos Lil’ Wayne o The Game. Si de por sí ya existía controversia, la participación de Melo en el nombrado DVD puso su hombro para aumentarla. Se limitaba a reír mientras sus acompañantes lanzaban amenazas. Sin embargo, tras poco menos de un minuto lleno de improperios, su boca se abrió para articular palabras. Pregúntale qué hizo con ese penique. Lo que hizo con esa medalla de bronce que le dieron. ¿Por qué no la llevas? Tiró a esa hija de puta en el extranjero. Sin abandonar las carcajadas, la conversación ahora sí incumbía al entonces jugador de los Denver Nuggets y su vida profesional. Él se limitó a responder: Está en un lago en algún lado. Supuso todo un shock para aquellos que, cada noche, disfrutaban con su juego. Más aún para las autoridades que veían cómo su simple presencia daba mayor repercusión al vídeo y su negativo mensaje.

En tono jocoso, dejaba caer que aquella medalla que EEUU consiguió en los Juegos Olímpicos de 2004 quedaba ya lejos de su poder, ahogada entre lágrimas. El talento de los Marbury, Iverson, Lamar Odom, Amar’e Stoudemire, Tim Duncan, Dwayne Wade o el joven LeBron James chocó con la Generación Dorada del baloncesto argentino y con su propio egoísmo, tropezando con los tópicos. No hubo sitio para él entre los elegidos por Larry Brown para la semifinal, quedando relegado al banquillo. Lograr un metal no fue considerado como hito sino como decepción. La primera experiencia en la cita de las perlas de la class de 2003 acabó pasada por agua. Desde entonces, defender el honor y la supremacía norteamericana ha vuelto a hacerse interés primario para su selección. Con Coach K al frente han sido dos de dos sin dejar ir el oro. La esperanza, a veces, da pie a la desilusión y este es el ejemplo perfecto.

La suposición se hizo realidad hace unos meses. Era una simple broma que ocultaba frustración. En 2014, alguien cercano al jugador, subastó el recuerdo que recibió poco tiempo después de ser entregado a su original dueño. 10.000 dólares a cambio de una memoria que aquellos que la vivieron preferirían olvidar.

Ahora, quien se jactaba de deshacerse del bronce, buscará subirse de nuevo al podio doce años después. Ha pasado de ser aquello de lo que la mejor competición baloncestística del planeta lleva huyendo años a la cara reconocible de su superioridad. Los de Río serán sus cuartos juegos, siendo el máximo histórico en el Team USA. Se erige como líder vocal (dejando de lado el célebre lead by example) en la que puede ser su prueba de fuego antes de tomar el mango de la sartén Knickerbocker, que esta vez cuenta con los más jugosos ingredientes que se recuerdan en mucho tiempo por la Gran Manzana. De ser una pieza más del puzzle a convertirse en la columna de un monstruo que, sin todo el potencial disponible, también asusta.

«Tuve que aprender por el camino duro. Desafortunadamente, tuve que darme cuenta de que tenía el control de mi carrera y la dirección en la que quería ir», declaró en diciembre al New York Post.

Una liga que desde hace años trata de limpiar su imagen a base de evitar escándalos se nutre de jugadores como él. El código de la vestimenta o el mínimo de un año en NCAA o en el extranjero antes de dar el salto evidencian la búsqueda por una madurez que en algunos casos se hace imposible. Acostumbrar a quien no tuvo nada a poder permitírselo todo sin pecar no es sencillo. Anthony tuvo que hacerse a la idea y hoy ya es utilizado por la NBA como figura a seguir. En un país en el que el día a día es un constante debate sobre la facilidad para conseguir armas y la actualidad sufre con la brutalidad policial y lo que se entiende ya como un conflicto racial, él ha aprovechado su megáfono para hacerse oír. No hay mayor escaparate que el neoyorquino y, como ídolo de la ciudad, se posiciona y busca ser secundado. Ya en 2015 se dejó ver por la Baltimore que le vio crecer para protestar contra el asesinato de Freddie Gray. En el presente esto ha ido a más. The Brotherhood subió al escenario durante los ESPY para lanzar un discurso cargado de responsabilidad y un potente contenido. Llamando a la unidad de los atletas, LeBron, Wade, Chris Paul y Carmelo pidieron un cambio comunitario que entienden como urgente. Alzaron la voz ante la opresión y todo el mundo les escuchó. Posteriormente, utilizaría el combinado nacional para seguir derribando barreras. Mike Krzyzewski canceló el entrenamiento por una cumbre organizada por su alero. En esta se encontrarían atletas, policías y jóvenes de Los Ángeles para compartir pareceres y preocupaciones.

Como padre de familia, el tiempo le ha hecho cambiar. Ha entendido lo que representa y ha querido darle un vuelco. La experiencia le ha permitido recapacitar, su compromiso con lo social hoy es indudable. El halo que desprenden las estrellas del deporte es especial. Como ejemplo, lo mediático puede resultar formativo. Atrás quedó el estar del lado del crimen. Hoy, Melo usa su nombre para hacerse espejo. Los problemas con la ley por posesión de marihuana y su parte en el movimiento Stop Snitchin’ ya son simples anécdotas. Progresivamente, ha pasado de peniques a marchas. 

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