Tyrese Rice encontró el amor. No fue un camino fácil, pero pasó de humano a divino en un fin de semana mágico, que lo encumbró al estrellato europeo. Tyrese Rice luchó por ello. Tyrese Rice creció. Se sobrepuso al olvido. Y se hizo eterno.
No, no todo comenzó en Milán. Fue tiempo atrás. En casa, con su madre Allison, quien había jugado al baloncesto en el instituto e incluso fue nombrada jugadora del año en 1984. Allí Tyrese comenzó a jugar. Un niño que pasó a formar parte del equipo que dirigía su madre en el colegio y donde se enamoró de este deporte.
Tyrese comenzó a quemar etapas a una velocidad endiablada. De jugar con el equipo del colegio, al instituto, donde se convirtió en leyenda. Rice dejó huella en el L.C Bird High School, donde se graduó en el año 2005, siendo el máximo anotador de la historia. 2328 puntos a sus espaldas, 27 puntos, 6.2 asistencias y 5 rebotes de media como senior, además del primer título regional del instituto.
Hizo méritos para lograr entrar en una universidad de renombre. Y fue Boston College la que apostó por él. Por ese menudo base, de apenas 1.85 y 83 kilos, veloz como el rayo, un finalizador magnífico que aguantaba todos los contactos. Una bestia que ya demostraba una capacidad anotadora fuera de lo común.
Su talento se hizo notar. Pasó de salir del banquillo en su año rookie, donde ya deslumbró ante Wake Forest (17 puntos, con 7-9 en tiros y seis triples), a la titularidad en su año sophomore. De ahí, a la locura ante North Carolina, tercera en el ranking NCAA, ante la que anotó 46 puntos (34 puntos en la primera mitad) en una exhibición que aún recuerdan en Boston.
Rice estaba preparado. Sus méritos individuales y colectivos eran un hecho. Sólo quedaba que la NBA llamara a su puerta. La noche del draft era la noche de sus sueños. Pero no pudo ser. Elección tras elección pasaban por alto el nombre de Tyrese Rice. Bleacher Report se preguntaba el porqué, con un artículo titulado “Can Tyrese Rice Get Some Love, Please?” [¿Puede tener Tyrese Rice algo de amor, por favor?”].
Con las puertas de la NBA cerradas, Europa se antojaba clave. Su destino, Grecia. Tyrese Rice aterrizaba en el Panionios. Y su debut no pudo ser mejor: 17 puntos ante el Peristeri. Rice encontraría la regularidad hasta bien entrada la temporada, pero dejó otras buenas actuaciones, como los 17 puntos ante Olympiakos, los 18 contra Trikala, los 19 frente a Panathinaikos o su tope anotador de 24 puntos, en el encuentro que enfrentó a Panionios con Olympia Larissa. Una temporada que no pasaría desapercibida en Alemania, su siguiente destino.
Se desató la locura con Rice. El base brilló con luz propia, siendo el segundo máximo anotador de la Beko Bundesliga con 16.6 puntos, a los que añadió 5.5 asistencias. Rice dominó a su antojo, con actuaciones memorables tras un comienzo tímido, colocó su tope anotador en 33 puntos (en dos ocasiones, la primera ante el Hagen y la segunda frente al Bremerhaven), y llevó a un equipo humilde lo más lejos que pudo. El Artland Dragons llegaba a playoffs gracias a Rice, que no bajaría su rendimiento en playoffs, anotando 20 puntos de media en los cinco partidos que duró la serie de cuartos de final, con doble doble incluido en el primer encuentro de la eliminatoria (13 puntos y 10 asistencias).
En semifinales tocaba verse las caras con el Brose Baskets, que ya comenzaba su tiranía en Alemania. Pero Rice no lo iba a poner fácil, no iba a vender la victoria con tanta rapidez. El segundo partido iría para los suyos, con 24 puntos, 7 rebotes y 5 asistencias del base. Igual que el cuarto, donde Tyrese subiría sus prestaciones hasta los 30 puntos. Pero no pudo ser. El Brose terminaba llevándose la eliminatoria y Rice se quedaba con la miel en los labios.
Europa ya llamaba a su puerta. El Lietuvos Rytas contaba con el pequeño base para su nuevo proyecto, y Rice pasaría a disputar Eurocup y VTB. En VTB, el equipo llegaría a playoff, pero los equipos rusos fueron demasiado y no lograban llegar a la final. Rice acababa con 13.5 puntos de media en su primera experiencia en VTB, algo nada desdeñable.
Pero los éxitos vendrían en Europa. El Lietuvos funcionaba, con Rice al mando. 19 puntos en su debut, 16 ante el Azovmash. El desastre ante el Lokomotiv Kuban, con un -8. La irregularidad aparecía y los nervios también. Pero el equipo lituano continuaba pasando rondas y no parecían flaquear. Hasta que Valencia Basket se interpuso en su camino.
Fue un visto y no visto. Un parcial de 29 a 15 en el primer cuarto que noqueaba a los lituanos y los dejaba sin poder reaccionar. La Final Four de la Eurocup como primer reto, y fuera a las primeras de cambio. No pudo ser. Valencia era superior. Además, Rice se retiraba lesionado por un golpe en la rodilla, que lo dejaba también fuera del partido por el tercer y cuarto puesto. El Lietuvos finalizaría tercero, aunque sabía a poco.
Rice no se encontraba del todo cómodo en Lituania, y su año marcado por la irregularidad permitiría su salida. A un proyecto nuevo y con ganas de victoria: Rice firmaba por el Bayern.
El equipo bávaro iniciaba un proyecto ambicioso con el objetivo de dominar la BBL. Un proyecto que se ha visto boicoteado por el buen hacer del Brose Baskets, pero que ha llevado a la liga alemana a estrellas de primer nivel. Entre ellas, un Rice que hizo las delicias en Múnich.
Como titular en 19 de los 30 partidos que disputó, Rice aportó 15.3 puntos por encuentro, llevando a su equipo de nuevo al playoff, como ya ocurriera con su primera experiencia en tierras alemanas. Y volvió a suceder lo mismo: el Brose Baskets se cruzaba en su camino y lo apeaba a pesar de firmar unos playoffs espectaculares, con 17.9 puntos de media y un 51% en tiros de dos.
Los títulos se le resistían a un Tyrese Rice que quería ganar. Un Rice que pasaba desapercibido para la mayor parte de Europa, a pesar de su espectacular nivel en una de las ligas más pujantes de toda Europa. Rice revivía su época universitaria, en la que su rendimiento quedaba en nada. Hasta que llegó el día. Maccabi llamaba a su puerta.
Sin embargo, no fue todo un camino de rosas. Rice intentaba despegar en un Maccabi que funcionaba solo, con un Ricky Hickman estelar que hacía las delicias de la afición de “La Mano de Elías”. Los israelías dominaban en liga y Euroliga, donde pasaban al Top 16 sin pasar apuros.
Rice buscaba su sitio e intentaba demostrar su auténtico nivel. Un par de partidos ante Zalgiris (20 y 19 puntos) dejaban entrever algo de su potencial. Los 18 puntos ante el Bayern lo confirmaban dentro del esquema de Blatt. Y los 15 puntos al CSKA lo ratificaban.
Pero la locura vino en el Mediolanum Forum. No, no en ese partido ante el CSKA. No, tampoco la final ante el Madrid. Vino antes. Tyrese Rice marcó su propio camino mucho antes. De hecho, en el primer partido de octavos de final, cuando Maccabi asaltaba la cancha de Milán en la prórroga, venciendo por 99 a 101. Rice anotaba 17 puntos, 9 en el último cuarto, a lo que había que sumar un dos más uno para colocar a Maccabi con un punto de ventaja. La prórroga tuvo como protagonistas al propio Rice y a un Hickman desatado. La Final Four era posible. Y tres encuentros después, por un 3-1, después que los de David Blatt lograran defender su feudo en los dos partidos que tuvieron en Israel.
Y aún así, nadie se percató. Nadie vio venir a Rice. Ni tan siquiera Milos Teodosic cuando veía al pequeño base dirigirse derecho al aro, sin importar nada ni nadie que se interpusiera en su camino. Rice anotó seis puntos, repartió dos asistencias, capturó dos rebotes y robó un balón, todo en el último cuarto. Y anotó una canasta que pasó a la historia. Después de un balón perdido de Khryapa, que nadie esperaba. Ni tan siquiera el propio Khryapa. Después de recorrer media pista como alma que lleva el diablo.
Ni tan siquiera en ese momento alguien se percató de Rice, héroe de aquella remontada ante el CSKA. Un base menudo, desconocido, con pasaporte montenegrino. Una maravilla baloncestística que sólo estaba escribiendo el principio de la historia que todos conocemos.
Su ópera magna vino 48 horas después. En otra lección de juego, de cómo cortocircuitar a uno de los mejores equipos que ha visto Europa. Un Real Madrid que se veía campeón, con un arsenal ofensivo pocas veces visto. Entonces Rice tuvo respuesta. Entonces Rice se supo importante. Peligroso. El Madrid se había dado un festín en semifinales ante el eterno rival, el F.C Barcelona, al que venció por 100 a 62. Todo estaba preparado para que el Real Madrid celebrara una nueva Euroliga.
Rice entraba en el segundo cuarto de la peor forma posible: perdía un balón, cometía una falta y fallaba su primer lanzamiento. Con su entrada a pista, el Madrid despegaba, al son de Sergio Rodríguez y Rudy. David Blu salía al rescate del Maccabi, como siempre, ejerciendo de clutch cuando más lo necesitaba su equipo.
El resultado de Rice antes del descanso era de cinco puntos con 2/6 en tiros de campo. Rice erraría dos tiros más al iniciar el tercer cuarto. Su actuación no estaba siendo, desde luego, la más destacada. No había miedo. Se había desinflado. 2/9 para cerrar el cuarto y el Madrid se marchaba con dos puntos de ventaja, 55-53.
La igualdad era máxima y Rice quería volver a ser el héroe. Pero no daba con la tecla. Siete puntos en el último cuarto le daban aire, pero era insuficiente. El Madrid no podía con la ansiedad. Blu volvía a vestirse de héroe y Rice, ahora sí, parecía dar un golpe definitivo. Pero los blancos se rearmaban y lograban empatar, con Bourousis desde la línea. 73-73, un triple de Rice que se salía y el palmeo de Tyus no entraba. Prórroga.
Y entonces llegó su momento. La ansiedad del Real Madrid fue una motivación extra para Tyrese Rice, que olía la sangre. Nada más empezar, anotaba un triple. El inicio de un show anotador histórico, con 14 puntos en la prórroga que dejaron sin opciones al Real Madrid. 96-86. 23 puntos del Maccabi en la prórroga, que reinaba en Europa de nuevo. La guinda de una temporada que sumaba los títulos habituales, liga y copa.
Rice se sintió querido. Los titulares volaban, el interés de los grandes equipos aparecía. ¿Un base de este nivel y, además, con pasaporte europeo? Una ganga. El Maccabi campeón quedaba desmontado, desde David Blatt, que se aventuraba en la NBA, hasta Hickman, que se marchaba al Fenerbahçe. Rice no sería menos, y recibía una oferta irrechazable desde Moscú. No, no era el CSKA. El Khimki quería contar con él.
El idilio de Tyrese Rice con el baloncesto desde aquel día en el Mediolanum es por todos sabidos. El base ha sido el brazo ejecutor y el líder de un Khimki que volvió a la Euroliga tras ser campeón de Eurocup, arrasando en la final a un Herbalife Gran Canaria que pagaba la novatada. Todo ello con un Rice que se alzaba MVP, logrando un hecho histórico: ser MVP de las Final Four de Euroleague y Eurocup de forma consecutiva.
El Khimki volvía a la Euroliga con la intención de ganarla, desembolsando una importante cantidad de dinero. Shved y Dragic como fichajes de relumbrón. Josh Boone de sustituto de un Paul Davis que no aguantaba la exigencia física. Pero no fue suficiente, a pesar de la excepcional temporada del base, que ha firmado 16.2 puntos y 6.3 asistencias en esta campaña, en la que también acabaron cayendo en semifinales de la VTB ante el CSKA.
Y ahora llega un reto mayor: la ACB se cruza en su camino. El FC Barcelona ha puesto su confianza en las manos de Tyrese Rice, con la intención de volver a coronar Europa. Una apuesta segura para intentar terminar la tiranía del Real Madrid de Pablo Laso.
Tyrese Rice pasó de su Virginia natal a la gloria en Milán. De ser campeón con su modesto instituto a ser MVP de toda una Final Four. Tyrese Rice también se preguntaba, como hizo Bleacher Report, si podía tener algo de amor. Y vaya si lo ha tenido. Y el que te espera, Tyrese. Ya lo decían los cuatro de Liverpool: all you need is love.
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