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Objetivo Europa

Cuando la pequeña Varese dominaba el baloncesto europeo

Hubo una época en la que el Ignis Varese fue el gran dominador del baloncesto continental, alcanzando la proeza de disputar diez finales consecutivas de la Copa de Europa

Wikimedia

Afincada en el norte de Italia, en plena Lombardía y muy cerca de la frontera con Suiza, la pequeña localidad de Varese vivía ajena a cualquier fama deportiva allá por los años 60. Con cerca de 80.000 habitantes, su única referencia deportiva de renombre era el gran Alfredo Binda, posiblemente el primer gran ciclista de la historia, cinco veces ganador del Giro y tres veces Campeón del Mundo repartidos entre las décadas del 20 y del 30. Aparte de eso, la ciudad no había contado con ningún otro deportista de renombre y tampoco disfrutaba de un equipo de fútbol con prestigio en  el calcio italiano. Sus ciudadanos estaban ajenos a todo lo referente en el deporte de élite hasta mediados de los 60, cuando el equipo de baloncesto de la ciudad empezaría a convertirse en dominador del campeonato doméstico, dominio que extendería posteriormente a todo el continente durante la década de los 70. Diez años donde Varese fue el gran dominador del baloncesto continental, alcanzando la proeza de disputar diez finales consecutivas de la Copa de Europa y manteniéndose invicto durante 46 partidos consecutivos en casa desde 1965 a 1978. Ossola, Rusconi, Zanatta, Raga, Meneghin, Morse, Bisson, Nikolic, Gamba… En los 70 el amarillo y azul de Varese reinaba en el Viejo Continente bajo el nombre de marcas comerciales ya míticas dentro de la historia del baloncesto como Ignis, Mobilgirgi o Emerson.

Cuatro décadas después de su último entorchado continental, Varese aún recuerda aquel plantel de jugadores encumbrados al nivel de héroes y que proporcionaron a sus habitantes una seña de identidad y orgullo, la de un equipo que logró romper el binomio Milán-Bolonia en el pallacanestro italiano y cuyo ejemplo fue seguido posteriormente por otras ciudades pequeñas como la vecina Cantú, Treviso o Siena. Muchas cosas han cambiado desde entonces para el club, el cual alzó su último campeonato italiano en 1999, pero la historia de la ciudad y el equipo siempre van unidas desde aquellos mágicos 70, donde los gritos de ¡Forza Varese! hacían temblar los cimientos del antiguo Palasport Lino Oldrini en cada partido. “Varese es una ciudad de baloncesto”, en palabras de Aldo Ossola, varesino de nacimiento y director de juego de la época dorada del club, “aquí se ha masticado el mejor baloncesto durante medio siglo. Ha habido momentos oscuros, pero lo que creó la gran Ignis es un virus imposible de curar”. Una historia que ha creado las condiciones necesarias para que el amor de Varese hacia el baloncesto siempre sea grande.

El club, fundado en 1945 una vez acabada la II Guerra Mundial, alcanzó su primer éxito en 1961, cuando logró proclamarse Campeón de Italia por primera vez, repitiendo título tres años después, en medio de una tremenda rivalidad deportiva con el otro gran dominador del baloncesto italiano, el Olimpia Milán. Crucial en el crecimiento y en el posterior devenir del club fue el año 1956, fecha en la que la marca de electrodomésticos Ignis empezó a patrocinar al club bajo el amparo del empresario Giovanni Borghi. Quizá la figura de mayor renombre y popularidad en la ciudad, Borghi siempre demostró gran interés en asociar el nombre de Ignis a modalidades deportivas, caso del boxeo, el ciclismo o el fútbol, pero su unión con el baloncesto representó su principal acierto, asociando a la marca Ignis una imagen de victoria y fama no solo a nivel nacional, sino también a nivel internacional.

El primer gran éxito internacional llegó en 1966, cuando el equipo se proclamó campeón de la Copa Intercontinental disputada en Madrid, torneo en el que logró ganar a los anfitriones y al Corinthians brasileño. En aquella plantilla destacaba Tony Gennari, posiblemente el primer gran extranjero en la historia de Varese. Estadounidense pero de ascendencia italiana, fue clave en el triunfo en la Intercontinental y también en el desenlace de la Liga. Con Milán y Varese empatados a puntos al final del campeonato, hubo de jugarse un partido para dilucidar el campeón, al que Gennari se presentó aunque la Federación se lo tenía prohibido porque le consideraba extranjero. Varese logró la victoria, 74-59, pero le fue arrebatado el título por la irregularidad de la participación de Gennari. Ese mismo año, en noviembre, debutaría en el primer equipo un joven de 16 años que marcaría el futuro del club y del baloncesto transalpino en las siguientes dos décadas, Dino Meneghin.

Muchos otros jugadores iban amasando estadísticas individuales durante años, mientras que Dino reunía la energía y la determinación para transformar la pequeña Varese en la referente del baloncesto continental durante una década. El equipo no era el más talentoso pero era capaz de memorizar cada debilidad del oponente por muy pequeña que fuese, de trabajar en cada entrenamiento con un solo objetivo: la victoria. Y en el centro siempre estaba Meneghin. En palabras de Sandro Gamba: “De todos los jugadores que he visto, conocido y entrenado, Dino es el primero que elegiría para formar un equipo”. Era una rara combinación de inteligencia, consistencia y simpatía que hicieron de él una presencia única dentro y fuera de la cancha. “Era un equipo muy bien construido porque la sociedad tuvo mucho cuidado al organizarlo”, recordaba Dino, “Primero contrató un gran entrenador como Nikolic. Después, cuando Gamba llegó a Varese se ganó mucho. El colectivo estuvo compuesto por jugadores intercambiables, muy fuertes técnica y físicamente, aparte de que tuvimos mucho acierto con los jugadores extranjeros”.

La época dorada de Varese ya había comenzado, alzándose con la primera edición de la Recopa en 1967, derrotando a Maccabi en la Final a doble partido. 1969 supone el comienzo de cinco títulos italianos en seis temporadas, gracias a la conformación de un quinteto titular mítico en Varese, con Ossola, Dodo Rusconi, Ottorino Flaborea y los dos factores desequilibrantes, Meneghin y Raga. Natural de Aldama, en el Estado de Tamaulipas, Manuel Raga fue el arma ofensiva que le faltaba a Varese para empezar su periodo de dominio. Apodado “el helicóptero” debido a su capacidad de permanecer mucho tiempo suspendido en el aire, Raga fue una máquina de anotar durante sus cinco temporadas en Varese, lo que le valió para ser el primer jugador no estadounidense en ser seleccionado en un draft, concretamente en 1970 por los Hawks de Atlanta. “Yo era delgado pero de piernas fuertes”, recordaba el mexicano, “tenía un modo de tirar especial, rápido en el uno contra uno, jugaba fuerte en defensa y me encantaba ir al rebote”. Para terminar de conformar el puzzle llega a Varese para sentarse en el banquillo el padre del baloncesto plavi, Aza Nikolic.

Un genio de la táctica y del entrenamiento duro, Nikolic aterrizó en Varese para encabezar el gran proyecto de asaltar el cetro europeo. Famoso por sus frases, Borghi se mostró en un principio reticente a la llegada de “el profesor” debido a sus simpatías con el comunismo. “¿Qué importa que uno sea comunista?”, diría después, “Lo que importa es que el equipo gane”. Severo, persistente y difícil en ocasiones, predicaba el verbo del trabajo hasta el final con un solo objetivo, la victoria. Nikolic llevó a Varese a su ciudad natal, Sarajevo, para enfrentarse al temible CSKA de Moscú en la Final de 1970. Allí, con Ossola en la dirección, Raga y Rusconi en las alas, el estadounidense Ricky Jones y un  Meneghin de 20 años en la pintura, consigue la Copa de Europa en la primera de las diez finales consecutivas en las que el equipo compareció. Calificado erróneamente como pesimista, Nikolic usaba la crítica para motivar a sus jugadores. La mediocridad no era algo que le gustara, siendo un maestro en combinar talento y disciplina en la búsqueda de la perfección. “Con Nikolic sabíamos cuando empezaba el entrenamiento pero no cuando finalizaba”, decía Meneghin, “dos horas, tres horas, tres horas y media…”. En una ocasión, tras un entrenamiento tremendo, preguntó en alto “¿Quién de vosotros está cansado?”, a lo que Aldo Ossola respondió que no se encontraba bien. Su contestación fue “Eso es que no estás entrenando bien. Ve a subir y bajar escaleras durante 15-20 minutos”.

Tras conseguir Liga, Copa y Copa de Europa, el club comienza 1970 con la llegada de otra futura leyenda, Ivan Bisson, alcanzando su segunda Copa Intercontinental y su tercera Liga consecutiva. Sin embargo, Varese no puede revalidar su título europeo tras caer en la ciudad belga de Antwerp ante el CSKA en una reedición de la Final del año anterior. Tras ello, Tonny Gennari regresa al equipo, acompañado de otro jugador que hará historia en Varese, Marino Zanatta. Tras perder Liga y Copa ante el eterno rival, Milán, la Ignis alcanza su tercera final consecutiva en Copa de Europa. En el remozado pabellón de La Mano de Elías, Varese logra su segundo triunfo ante la Jugoplastika de Solman y Skansi por un ajustado 70-69. Sin Bisson, lesionado en una muñeca, Meneghin y Raga son los encargados de guiar el triunfo italiano con 21 y 20 puntos respectivamente.

En el verano de 1972, procedente de Philadelphia, aterrizó en Varese Bob Morse, otro de los ilustres nombres en la historia del club y del baloncesto italiano. Con tan solo 21 años desechó la posibilidad de ser profesional en la NBA para cruzar el Atlántico, llamado a ser el recambio de Raga como extranjero en los partidos de Liga (ambos podían jugar juntos solamente en Europa). Tras un primer tiempo en su partido de debut sin anotar un solo punto, pasaría a encestar 10 lanzamientos consecutivos tras el descanso, convirtiéndose en el nuevo ídolo de la afición varesina y comenzando una carrera que le llevaría a ser uno de los mejores jugadores extranjeros en el baloncesto italiano. Fantástico anotador desde todos los ángulos y con una gran capacidad reboteadora, Morse fue la llave para que la Ignis culminase la mejor campaña de su historia, conquistando Liga, Copa, Copa de Europa y la Intercontinental en Brasil. “Nikolic hacía cosas que nunca había experimentado en EE.UU”, rememoraba Morse hace unos años, “Era grande en los fundamentos, en defensa y en ataque. Nos levantaba los domingos por la mañana antes de los partidos para reunirnos más de una hora estudiando al rival, cada jugador, sus características, sus puntos débiles y sus puntos fuertes. Tuve grandes entrenadores en la universidad, entre ellos Chuck Daly, pero en el aspecto táctico ninguno superaba a Nikolic”.

Con el objetivo cumplido y encumbrado ya como una leyenda de los banquillos, Nikolic decidió regresar a su país al finalizar la temporada para hacerse cargo del Estrella Roja. Para tomar su relevo llegó Sandro Gamba, quien había aprendido durante años como asistente de Cesare Rubini en el banquillo del gran rival, Milán. El idilio de Gamba con el baloncesto había comenzado sin embargo mucho antes, concretamente el 25 de abril de 1945, cuando en las postrimerías de la II Guerra Mundial una ráfaga de disparos perdidos entre las tropas alemanas y la resistencia italiana había alcanzado su mano derecha mientras jugaba con sus amigos en las calles de Milán. Para recuperar el movimiento y la sensibilidad, los médicos le aconsejaron la práctica del baloncesto, un idilio que le llevaría en 2006 a ser elegido integrante del Hall of Fame de Springfield. Gamba viajaba a EE.UU cada año en busca de jugadores interesantes y para estudiar las tácticas de los mejores entrenadores de allí. Su gran rival en los banquillos italianos, Dan Peterson, tenía una palabra para describir a los equipos de Gamba: duros. Unos equipos a los que llevaba a un 110% de intensidad.

Con la decadencia del CSKA y de los equipos de Europa del Este en Europa, Varese y Real Madrid se convertirían en los dominadores de la competición los siguientes años esperando la llegada de los equipos yugoslavos y del Maccabi Tel Aviv. Italianos y españoles disputarían cuatro finales, repartiéndose los triunfos (1974 y 1978 para los madridistas y 1975 y 1976 para los varesinos). Entre ellas, Maccabi había llegado a la élite en 1977, arrebatando a Varese el triunfo en su octava final consecutiva por un solo punto. En el camino, el equipo había cambiado de sponsor en 1975, tras el fallecimiento de Giovanni Borghi. Tras casi 20 años asociada a los triunfos de Varese, la casa Ignis daba el relevo a otra firma mítica en los 70, Mobilgirgi.

Con Gamba entrenando en Torino desde 1977 y con un equipo demasiado veterano, donde Meneghin, Morse y Yelverton tomaban la responsabilidad, el último capítulo de Varese (ahora patrocinada por la empresa electrónica Emerson) con la Copa de Europa se dio en Grenoble en 1979, ante el pujante Bosna Sarajevo. Aquella tarde, los 30 puntos de Morse y los 27 de Yelberton nada pudieron hacer ante el baloncesto total del Bosna, plasmado en los 30 puntos de Mirza Delibasic y en los ¡45! de Zarko Varajic quien, posiblemente, firmó la mejor actuación individual en una final de Copa de Europa. Un año después, Varese volvía a jugar otra final europea, esta vez la de la Recopa, escribiendo el punto final a una etapa gloriosa tras derrotar a la vecina Cantú de Marzorati y RIva por 90-88.

Tras ello llegarían casi dos décadas de barbecho donde Varese dejó de ser un referente en Europa e Italia, principalmente tras la salida de Meneghin rumbo Milán en 1981. No sería hasta 1999 cuando los varesinos rememoraron de nuevo glorias pasadas con la sorprendente victoria en el campeonato italiano con Mrsic, Galanda, De Pol y un Pozzeco con todo el cabello tintado de rojo encendiendo a la afición. Fue el último hurra de un equipo donde en los juveniles empezaba a pedir paso Andrea Meneghin, el heredero de un pasado triunfal engendrado por su padre y un grupo de jugadores que llevaron una tierra de valles, castillos y gorgonzola a dominar el baloncesto más allá de los Alpes.

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