Una manada de lobos acecha a la NBA. Jóvenes, despiadados, agresivos, rápidos, inteligentes, ágiles y, sobre todo, con una voracidad tremenda, insaciable. En el momento más oportuno, cuando el bosque parecía desierto y no se vislumbraban nuevas generaciones ilusionantes, el verano estadounidense ha traído consigo un grupo repleto de depredadores del baloncesto, que ponen su hambre y sus ganas al servicio de una manada llamada a llegar lejos en la travesía baloncestística por el país norteamericano.
Aullando hacia la luna, quizá recordando a uno de los creadores de esta ‘manada de lobos’, los Timberwolves afrontan con ilusión desorbitada la temporada 2016/2017, que puede suponer un punto de inflexión de cara al futuro. Y es que en Minnesota se han reunido varios jugadores con un talento desorbitado que, gracias a un año de madurez y experiencia en la mejor liga de baloncesto del mundo, pretenden dar el salto de calidad para, al menos, conseguir la clasificación para los Playoffs, algo que no sucede desde la campaña 2003/2004.
Dos jugadores están llamados a liderar a los Wolves sobre la cancha: Andrew Wiggins y Karl-Anthony Towns. El canadiense, elegido en la primera posición del draft de 2014 por Cleveland Cavaliers y traspasado posteriormente, se encuentra inmerso en una progresión constante y ya la temporada pasada superó los 20 puntos por encuentro, una cifra bastante importante para tratarse de un jugador de tan sólo 21 años. Aún más joven es su compañero, también elegido en la primera posición del draft y que promedió un doble-doble (18,3 puntos y 10,5 rebotes). Ambos acabaron ganando el Rookie of the Year, asegurando un futuro prometedor para Minnesota.
El periodo estival también ha traído consigo dos movimientos importantes para los Timberwolves. El primero ha sido la llegada de Tom Thibodeau al banquillo de la franquicia de Minnesota, uno de los mejores entrenadores de la liga en los últimos años y que dará libertad en ataque a los jóvenes jugadores del equipo, exigiéndole en mayor medida en la parcela defensiva y, por consiguiente, haciéndoles crecer como jugadores y aumentando su campo de acción sobre una cancha de baloncesto. El otro movimiento es la llegada a través del draft de Kris Dunn, un base que reúne las carcterísticas que siempre han gustado a Thibodeau para esa posición: mentalidad agresiva, excelente competidor y gran defensor.
Además, la llegada de Tyus Jones (MVP de la Summer League disputada en Las Vegas) aumenta la competitividad en el puesto de base, la única posición que parece no estar definida en determinar si el titular será Jones, Dunn o Ricky Rubio. La experiencia de un entrenador como Tim Thibodeau puede ser crucial para gestionar los posibles problemas internos con respecto a su situación, y de hecho su gestión puede marcar la diferencia entre una buena o mala temporada. Cole Aldrich y Jordan Hill son las otras incorporaciones realizada por Minnesota Timberwolves en verano. Dos jugadores interiores con mucha experiencia en la NBA y que, pese a no ser una opción de futuro, pueden servir para dar buenos minutos de descanso a los jugadores habituales (Towns) en la pintura sin que el equipo se resienta en ambos lados de la cancha.
Un núcleo formado por gente joven (Karl-Anthony Towns, Andrew Wiggins, Kris Dunn, Zach Lavine) rodeado de complementos experimentados invita a pensar en que los Wolves pueden convertirse en la revelación de la temporada y, sobre todo, cargar de ilusión a todos los aficionados, que han visto a su equipo deambular por el desierto deportivamente hablando durante la última década. Sin embargo, este año parece ser el definitivo para la franquicia de Minnesota, que además cuenta a partir de esta temporada con un entrenador que, pese a tratar con gente joven, les hará pensar en grande desde el primer momento. La nueva ‘manada’ ha llegado a la NBA y trae más hambre que nunca.
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