¿Qué es el talento? El talento en sí mismo es un pequeño matiz, una cualidad humana que permite distinguir a los hombres comunes de los artistas o genios a ojos de los demás, algo que convierte en únicos a especímenes como, por ejemplo, Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel. Ambos nacieron y se convirtieron en leyendas siendo exponentes máximos del Renacimiento, un movimiento artístico que nació en Italia y que cambiaría, en muchos sentidos, la historia de la humanidad en una época de florecimiento en el pensamiento.
No obstante, existe también otra categoría dentro de esa amalgama de virtuosos que se conoce comúnmente bajo el sobrenombre de “genios incomprendidos”. Este grupo de virtuosos son aquellos que no cuentan con una amplia mayoría de apoyo a la hora de catalogarles como maestros dentro de sus respectivos campos, aunque siempre encuentran el cobijo necesario en un conjunto reducido de aduladores que continúan creyendo en ellos.
En ese sentido, Andrea Bargnani (Roma, 26 de octubre de 1985) podría caber dentro de esa comunidad de personas que no terminan de encontrar la aprobación completa y absoluta, que quedan apartados en ese pequeño hueco entre los artistas y las personas de a pie, pues el italiano tiene un talento que muchos no saben o no quieren entender.
Treviso vio nacer a “Il Mago”
La aparición de Bargnani en el mundo profesional no fue casualidad. Siendo aún imberbe ya era un anotador compulsivo que se movía como un alero en un cuerpo de pívot, un perfil futurista a ojos del mundo cuando apenas rozaba los veinte años de edad. Los puntos se le caían de las manos y ya tenía alma de killer, cuestiones que no pasaron desapercibidas para una NBA que empezaba a mirar más allá de sus fronteras. Andrea era un chiquillo que empezaba a jugar como un hombre, y la Benetton de Treviso, equipo donde comenzó a explotar, sabía que tenía un diamante, algo se evidenciaba temporada tras temporada cuando los números y la importancia del chico crecían exponencialmente a un ritmo más que interesante.
De esa manera, Bargnani cruzaría el océano y se convertiría en el primer europeo en ser número 1 del Draft. Aquella noche del 28 de junio de 2006, Andrea pasaría a la historia de la mejor liga del mundo cuando Bryan Colangelo, general manager de los Raptors, apostó su primera elección en un italiano que se había formado fuera de Estados Unidos. La vida de Bargnani cambió de forma indudable en apenas tres años y su nombre ya estaba en boca de todos con la presión que eso conlleva, pero a pesar de tener que empezar de cero, otra vez, la personalidad y la seguridad del pívot serían su caballo de batalla en la adaptación a un nuevo mundo que se abría ante sus ojos para hacer de su experiencia más llevadera. Tenía que creer en sí mismo.
Parque Jurásico a lo Spaghetti Western
La realidad es que la carrera del italiano en la mejor liga del mundo no ha estado nada mal, consiguiendo instalarse dentro de un statu quo más o menos importante en cuanto a salario se refiere. Bargnani nunca fue all-star ni tampoco optó a premios individuales o colectivos, pero fue capaz de ser pieza clave dentro de unos Toronto Raptors que quisieron darle las llaves de la nave y que confiaron en él. Andrea se ganó cada dólar con su talento, más o menos justificado, probablemente, pero siempre con su calidad como principal aval.
Su juego fue avanzando y su importancia dentro de la plantilla aumentó, aunque el equipo se desmoronaría. La marcha de Chris Bosh rumbo a Miami evidenció un paseo por el desierto para la franquicia canadiense en el que el transalpino destacaría en la parcela individual sin estar rodeado de la compañía precisa para ganar o competir en Playoffs.
Para colmo de males, las lesiones empezaron a ser un quebradero de cabeza y el transalpino perdió continuidad, aunque sus números no se resintieron de primeras. La verdadera duda que empezó a resquebrajar la idea de jugador que se tenía sobre él era su capacidad defensiva y su implicación en dicho apartado, algo que le hizo perder valor mercantil, y los propios directivos de los Raptors también lo entendieron de esa manera.
“Una tomadura de pelo”
Su traspaso a unos Knicks a la deriva fue un detonante que en su interior terminaría por hundirle. La desidia se hizo fuerte en la mente del italiano, parecía que sólo jugaba por dinero y poco más, que había perdido el hambre y las ganas por demostrar que tenía más que ofrecer. Las críticas de la feroz afición neoyorquina se lo merendaron sin compasión y Bargnani comenzó a vagar por la cancha como un fantasma sin más sentido que el de un trabajo cumplido con el mínimo esfuerzo y unos números ni fríos ni calientes. Fueron tiempos de zozobra, de esconderse, de vivir en la sombra y de un conformismo desmesurado.
Pese a todo, lo que de verdad terminó por enterrarle fue aquella frase lapidaria de Phil Jackson: “Andrea Bargnani fue y sigue siendo una tomadura de pelo”. El Maestro Zen destacó la apatía de su pívot y su poca implicación en el equipo, dejando claro que los días del romano estaban contados en la franquicia que ya dirigía el ex de Lakers y Bulls.
Un último intento en Brooklyn Nets llevó a Bargnani a continuar su carrera en Estados Unidos, pero la realidad es que cayó en un equipo roto y sin objetivos. Las lesiones y el estado maltrecho de la franquicia consiguieron que nunca pudiera recuperar la ilusión por jugar. En la NBA nadie le quería y pocos se iban a atrever a contratarle; sus días estaban contados.
El desahucio parecía evidente y el olvido una inyección letal. Nueve temporadas después y diez años más tarde de aterrizar como flamante número 1 del Draft, la tendencia que llevaba el transalpino era de alguien abocado a lo más hondo de un banquillo.
El galáctico de Querejeta
Europa se preparaba para un cambio gracias al nuevo formato de Euroliga y los equipos participantes habían mejorado sus pretensiones económicas para poder ser competitivos. Por ello, Josean Querejeta quería dar un golpe de efecto tras la marcha de Bourousis a Grecia y el nombre de Bargnani apareció sobre su mesa. El mandatario vitoriano es un hombre convincente y atrevido, capaz de ganar cualquier negociación y en el caso del italiano no iba a ser diferente, terminando por cerrar la operación satisfactoriamente. Bargnani llegaría a Vitoria y la noticia fue recibida como una bomba de tal expansión que en pocas horas había recorrido toda Europa.
Querejeta había vuelto a darle al transalpino una oportunidad, le estaba diciendo claramente que creía en él y en su talento, que podía empezar de cero en un equipo fuerte y donde iban a hacer lo necesario para que volviese a ser él mismo. De esa forma, Andrea prefirió sentirse cómodo y querido antes que los ceros en la cuenta corriente; la idea era competir, ganar partidos, y así el dinero pareció quedar aparcado en un segundo plano, con la premisa de demostrar que no estaba acabado como jugador de baloncesto, ni mucho menos.
Los peros le siguen acompañando
Desde el primer momento Bargnani se ha readaptado bien al baloncesto europeo y se le ha visto cómodo en muchos momentos durante los partidos. Sus números son más que aceptables y cuando calienta la muñeca los defensores tienen que sudar la gota gorda para frenarle. Además, no tiene todo el peso del equipo sobre sus hombres ya que comparte cancha con hombres como Larkin, Hanga o Shengelia, repartiendo el protagonismo ofensivo para crear distintas situaciones que hagan de este Baskonia un equipo peligroso.
No obstante, los fantasmas siguen apareciendo. Las lesiones y las dudas sobre su compromiso defensivo están empañando su vuelta al Viejo Continente. Los problemas físicos no le dejan tener continuidad y la afición baskonista, una de las más entendidas, le achacan que le falta de sangre a la hora de proteger su propia canasta, una cuestión que el propio Sito Alonso dejaba claro en unas declaraciones: “Andrea tiene que dar un paso adelante porque es el jugador más importante de la plantilla”, señalaba sin tapujos el técnico.
Asimismo, una pregunta de un periodista en una comparecencia antes de empezar la pretemporada sobre su defensa y capacidad reboteadora consiguió una respuesta en la que el italiano se defendía en un tono que mostraba hartazgo y rechazo a la crítica. Sin embargo, los datos son elocuentes: en ocho partidos en ACB promedia tres rebotes por partido y acumula tan solo tres capturas en el ataque. En Euroliga sus números no son mejores: 2’7 rechaces por noche.
De profesión, incomprendido
Quien pensase que Bargnani iba a cambiar su forma de jugar por regresar a Europa estaba equivocado. El internacional transalpino nunca ha tenido una gran capacidad reboteadora ni tampoco ha sido un correcto defensor. Lo cierto es que en muchas ocasiones puede considerársele un jugador un tanto egoísta en ese sentido, que se guarda las fuerzas para el ataque, pero no estamos descubriendo nada nuevo con esto. Cuando cualquier club quiere fichar a Bargnani sabe perfectamente quién es y a lo que juega, sólo hay que comprender su manera de entender el baloncesto y sus cualidades para el mismo.
La paciencia debe ser la clave en la relación Baskonia – Bargnani, y Sito Alonso es uno de los primeros que se ha dado cuenta de cómo es el italiano. Andrea necesita confianza, sentirse a gusto y que los entrenadores le dejan ser él mismo sobre la pista. Hasta el momento, sólo la falta de continuidad por las lesiones están consiguiendo frenar el ímpetu de un jugador que está dispuesto a volver a ser el que era ayudando a su equipo a ganar.
Lo que está claro es que Bargnani necesita anotar, necesita hacer sus puntos en ataque para que, cuando le toque defender, pueda dar un poco más. Un mantra que lleva consigo desde hace tiempo y no necesita más que comprensión. El día que el italiano deje atrás las lesiones y pueda centrarse en el juego, los baskonistas lo disfrutarán y entenderán lo especial que puede llegar a ser sin ser el mejor defensor del mundo.
Respetablemente, no todos los aficionados disfrutan este tipo de jugadores, pero es posible que haya que disfrutarles y quererles en su justa medida. Bargnani es un incomprendido, pero su talento es tan desbordante que habría que sacar la vez para recoger todo el que le sobra.
Cuestión de gustos.
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