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Análisis

Dallas Buyers Club

Verano de 2016. Los Dallas Mavericks, con un espacio salarial considerable, confían en hacerse con un buen agente libre de cara a la nueva temporada. Su estrella, Dirk Nowitzki, sacrificó importantes sumas de dinero en su renovación de contrato en 2014 (pasó de cobrar 22 millones a 8) para poder atraer y contratar a nuevos jugadores con los que poder competir por un título. En las dos últimas temporadas, sin embargo, los Mavericks sólo han sido capaces de llegar a la primera ronda de Playoffs. A sus 38 años, Dirk sigue siendo un gran jugador, pero se ha convertido en un lastre para el equipo en defensa y sus problemas físicos son cada vez más frecuentes y graves. Los Mavs necesitan pólvora joven para suavizar la decadencia de su leyenda y asegurar mínimamente el futuro competitivo de la franquicia a corto plazo. Y pasan los días sin atisbo de posibles fichajes de calidad para la franquicia tejana. Finalmente, Kevin Durant pone rumbo a los Warriors, que dejan marchar a Harrison Barnes para hacerle hueco.

En ese verano de 2016, los Mavericks se lanzaron con todo a por una incógnita. En una agencia libre marcada por contrataciones de jugadores a cambio de cantidades obscenas de dinero, la franquicia, sabedora de que no pescaría ningún jugador mucho mejor, no quiso ser menos y ofreció a Barnes el contrato máximo: 95 millones por 4 temporadas. Barnes se postulaba como la estrella de un equipo que adquirió, por otro lado, a Bogut, también procedente de los Warriors, como refuerzo interior.  Los Mavericks ignoraban que estas incorporaciones fracasarían de manera estrepitosa.

A priori, sobre el papel, la plantilla del equipo no pintaba mal. Tenían en Deron Williams a un base renacido la pasada temporada, un veterano muy sólido como Wesley Matthews, el “flamante” fichaje de Barnes, un Nowitzki que todavía tiene cuerda para ser uno de los principales anotadores, y a un pívot rocoso y centrado en el juego colectivo como Bogut. El banquillo dejaba más que desear, pero, con todo, los Mavericks aspiraban a continuar siendo un equipo competitivo y a entrar en los Playoffs por cuarto año consecutivo.

Pero llegaron los problemas. Nowitzki se lesionó el tendón de Aquiles en el primer partido de la temporada, y desde entonces ha jugado tan sólo cinco partidos de los 23 que se han disputado a cierre de este artículo. Andrew Bogut, con uno de los historiales de lesiones más poblados de la NBA, se lesionó su rodilla derecha el 7 de diciembre, y desde el comienzo de la temporada ya se ha perdido siete partidos. Además, su rendimiento no ha sido el esperado. Tras haberse acostumbrado a jugar en los Warriors, un equipo ganador en el que su tarea era la de facilitar la fluidez del juego, Bogut está ahora fuera de lugar, en un equipo que espera de él que juegue uno contra uno en el poste bajo y sea el ancla del equipo bajo los tableros, una labor para la cual tal vez el australiano no sea el jugador más adecuado en este momento de su carrera.

Los Mavericks son ahora el peor equipo de la NBA con cinco victorias y 18 derrotas. Cuando los medios preguntaron a su multimillonario y lenguaraz propietario Mark Cuban si el equipo debería empezar a dejarse ganar para acumular derrotas y conseguir una elección alta en el draft, Cuban dijo que competir e intentar ganar estaba en el ADN de los Mavericks, y que perder a propósito es un hábito muy perjudicial para cualquier equipo. Estas declaraciones honran a Cuban y a los de Texas, quienes sabemos que salen a ganar cada noche (al menos eso predican). Sin embargo, casi nunca funciona. No necesitan intentar perder a propósito. Su falta de coordinación y su mediocridad son tales que, a pesar de intentar ganar, cada partido es prácticamente sinónimo de derrota.

Este primer cuarto de la temporada de los Mavs ha sido una confirmación de que los refuerzos de este pasado verano no bastan, ni mucho menos. Harrison Barnes era un jugador que sobresalía en el esquema de los Warriors con un papel muy específico. Al ver su protagonismo aumentado de manera considerable en Dallas, es cierto que ha dado un paso adelante. Esta temporada está siendo la mejor de su carrera, con diferencia, pero eso no es suficiente para hacer ganar a su equipo. Barnes es un jugador sólido, de la clase media-alta de la liga, no una estrella. Su techo está en los 20 puntos por partido que está promediando esta temporada.

El caso de Andrew Bogut es similar. Encajaba a la perfección en el sistema de los Warriors, en el que se dedicaba principalmente a bloquear, asistir y rebotear jugando tan solo 20 minutos por partido. Los Mavericks cometieron un error garrafal al apostar por él como principal referencia interior, especialmente teniendo en cuenta su historial de problemas físicos. La mencionada lesión del australiano era previsible, y ahora el juego interior del equipo de Cuban se encuentra desnudo. Carecen de estatura, intimidación y contundencia cerca del aro, y los números así lo demuestran. Son el peor equipo de la NBA en lo que a estadísticas de rebotes se refiere.

Lo más sorprendente es que el año pasado, los Mavericks terminaron sextos en el Oeste con 42 victorias y 40 derrotas. Consiguieron llegar a la primera ronda de los Playoffs, aunque perdieran por 4-1 contra los excelentes Thunder de Durant y Westbrook que llegaron a liderar 3-1 ante los Warriors en la final de la conferencia Oeste. ¿A qué se debe esta bajada de rendimiento tan drástica? Es evidente que el equipo no ha tenido suerte con las lesiones, pero el principal problema es que los Mavericks no tienen suficiente calidad para competir en la mejor liga del mundo.

Esta es la novena temporada de Rick Carlisle al frente del equipo. Carlisle es uno de los mejores entrenadores de la NBA, y desde que llegara a Dallas en 2008, el equipo no ha bajado de las 40 victorias en ninguna temporada (exceptuando la temporada 2011-2012, acortada a 66 partidos por el “lockout”, en la que los Mavericks consiguieron 36 victorias y 30 derrotas). En 2011, los Mavericks ganaron el título de la NBA contra los todopoderosos Heat de LeBron, Wade y Bosh, y sólo en 2013 se perdieron los Playoffs. Carlisle es un especialista en sacar petróleo de grupos que a priori no parecen los más competitivos, pero esta temporada el técnico no cuenta con materia prima para ganar. Sólo un milagro puede sacarle de este enorme agujero en el que se encuentra inmerso su equipo.

Las estadísticas no mienten. Sorprendentemente, Dallas tiene una defensa decente, permitiendo alrededor de 101 puntos por partido, lo que les sitúa como novenos en la NBA en términos de puntos recibidos por noche. Sin embargo, es en el ataque donde residen sus verdaderos problemas. Con tan sólo 92 puntos anotados por noche, los Mavericks son el peor equipo de la NBA en esta categoría. No sorprende, por tanto, que sean el equipo con menos victorias de la NBA. Los tejanos encajan nueve puntos más de los que anotan por partido.

Es difícil encontrar indicadores de esperanza para este equipo. Nowitzki sigue sin reaparecer, y vistas las nulas aspiraciones del equipo, es comprensible que el alemán no tenga ninguna prisa por volver a jugar. Su prioridad en este momento debe ser recuperarse totalmente para alargar el ocaso de su carrera durante el mayor tiempo posible. No sería de extrañar que los Mavs intentaran traspasar a ciertos jugadores antes de la fecha límite del 23 de febrero. Llegado este punto, deben intentar cosas nuevas, y con los Playoffs prácticamente fuera de su alcance, no tienen nada que perder. Se avecinan tormentas en la habitualmente soleada ciudad de Dallas.

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