Dos años bastaron para que Arvydas Macijauskas dejara huella en la máxima categoría del baloncesto español. Apodos como ‘Baby Killer’ o ‘Kalashnikov’ le acompañaron durante su trayectoria deportiva, porque si por algo se le recuerda es por su letal lanzamiento y fácil acierto.
La de Macijauskas es la historia de una carrera que, aunque terminó pronto, dejó enormes números y momentos memorables para el deporte de la canasta en nuestro país. Y merece la pena recordarlo.
Primer contacto con sus exhibiciones
Macijauskas ya era un gran jugador cuando aterrizó en las filas del entonces TAU Cerámica, pero sería en el club vitoriano donde viviría dos de sus mejores años, los mejores quizás, cuando al llegar a Vitoria con tan solo 23 primaveras se le presumía un prometedor porvenir de mayor duración.
‘Mache’ entró en la competición española de la mejor manera posible. Su debut ante Gran Canaria fue más que soñado. Anotó 36 puntos, cogió 7 rebotes y acabó con una valoración final de 44 puntos, números que impresionan de tan solo leerlos. Cuesta encontrar comienzos como este.
Ante tan brillante primer contacto en ACB, el jugador prometía y no defraudó. Apenas se notó su llegada procedente de otra liga y de otro país tan distinto, y continuó con sus impresionantes actuaciones. En la quinta jornada ante Breogán hizo 39 puntos, ante Estudiantes 27, a Manresa le endosó 31 y a todo un Barça, 38. Su progresión parecía no parar y su capacidad anotadora ya impresionaba no solo en Vitoria, sino en toda España.
Y llegó un 17 de diciembre de 2003 para que el lituano agrandara su año. Ese día estalló la potencia tiradora del jugador ante el ASVEL Villeurbanne, en Euroliga, en uno de los mejores partidos que se recuerdan del escolta. 40 puntos sin que le temblara la muñeca, pues no falló un solo tiro desde la línea del 6’75 ni desde la de personal, lo que le alzó hasta los 50 créditos de valoración.
Un segundo año de contrastes
En su segunda temporada no tuvo tan buenos números como en su primera, pero la enorme facilidad en el tiro aún siguió patente en las canchas de la liga española y de la competición europea.
En su mejor partido anotó 32 puntos y alcanzó una valoración de 36, ante el Estudiantes en la jornada 25. Lo más destacable, sin embargo, fue la consolidación de su facilidad en el tiro y su gran efectividad, con porcentajes sobresalientes en los tiros libres. Además añadiría a su arsenal la penetración a canasta, lo que le terminó de completar como jugador.
Este segundo año en Vitoria tuvo mayores éxitos a nivel de competición, pues aspiraron al doblete, aunque este no se culminó, y acabaron con dos subcampeonatos. Eso sí, los dos muy distintos entre sí.
En Euroliga, Macijauskas tuvo un papel importante en la Final Four. Él fue quien anotó el triple que dejaría fuera al CSKA de Moscú y llevaría al conjunto español a la final, donde luego sucumbirían ante el Maccabi de Jasikevicius. Un segundo puesto que les dejaría mejor sabor de boca que el que vendría después, en la liga.
La culpa de ello la tienen Alberto Herreros y un triple que es historia de la ACB. El jugador español hizo campeón al Real Madrid en detrimento del conjunto vitoriano, que vio atónito cómo los blancos les remontaron ocho puntos en un minuto, ese que les separó de la gloria cuando rozaban el título liguero.
Estos subcampeonatos causaron que el éxito individual no acabara de acompañar con el colectivo en forma de títulos, con tan solo una Copa del Rey en su palmarés con el equipo vasco. Y todo ello a pesar de que, por aquel entonces, Macijauskas compartió vestuario con jugadores de la talla de José Manuel Calderón, Luis Scola, Pablo Prigioni o Tiago Splitter. Una de las mejores plantillas que se recuerdan en Vitoria.
Todo comenzó en Lituania
Apenas tenía 16 años cuando debutó en la liga lituana de la mano del equipo de su ciudad natal, el Neptunas Klaipeda, donde creció como jugador. Fue en la temporada 1997-98 cuando ‘Mache’ comenzó a volar con más de diez puntos por partido y un acierto cercano al cincuenta por ciento en triples.
En su segundo año como profesional, el escolta supo aumentar sus prestaciones y acabó con un promedio de 15’4 puntos por partido, y un club que empezaba a despuntar ya en Lituania se fijó en él. Se trataba del Lietuvos Rytas. Allí se consolidó como una promesa del baloncesto lituano, un jugador a tener en cuenta por toda Europa.
En Lietuvos fue campeón de la liga en su primer año y en el segundo llegó a la cifra de 18’4 puntos por encuentro y una efectividad del 54% en triples. El enorme acierto en el tiro del joven báltico ya traspasaba fronteras, y tras dos MVP consecutivos de la competición nacional y dos títulos ligueros, Macijauskas marchó rumbo a Vitoria.
El inesperado temprano declive
Tras su paso por España y su buen hacer en nuestra liga, el jugador hizo las maletas hacia la ciudad del Jazz, Nueva Orleans, para probar suerte en la NBA, liga que llamó a sus puertas cuando se encontraba en constante progresión.
Pero la fortuna nunca estuvo de su lado en su periplo americano. Como si de un mal augurio se hubiera tratado, Macijauskas firmó por el equipo de Nueva Orleans justo el año en el que la ciudad se vio sorprendida por una de sus peores tragedias, el huracán Katrina. Nunca jugaría en el genuino pabellón de los Hornets, sino en su exilio de Oklahoma City. Un año después, la franquicia le cortó.
Y las razones eran las obvias. El jugador que brilló en Europa no apareció en ningún momento. Solo disputó 19 partidos en los que su promedio anotador apenas alcanzó los 2’3 puntos por encuentro, ridículas cifras ante sus habituales estadísticas. Nunca se llegó a adaptar. Incluso criticó a la competición por centrarse en hacer negocios y dinero, y no en los jugadores. Fue el principio del declive. Pocos momentos de gloria le quedarían.
Pero el Viejo Continente anhelaba su regreso. Le esperaba con ganas. Un año no había sido suficiente para olvidar cómo el escolta lituano había jugado en Europa. Recaló en Grecia, de la mano del Olympiacos, con un ‘megacontrato’, aunque su experiencia allí fue lo más parecido a una tragedia clásica.
Cuando Macijauskas volvía a reaparecer con su mejor versión con la selección de Lituania, esa con la que fue campeón de Europa en 2003, una grave lesión en el talón de Aquiles sería el detonante de una ‘guerra’ entre el jugador y el conjunto griego que se acabó solucionando en los juzgados, pero que significó el final de la carrera de aquel jugador que impresionó en Vitoria.
Con tan solo 30 años, Arvydas Macijauskas se retiraba del baloncesto profesional, aunque no ha podido alejarse del deporte en el que durante algunos años brilló. Actualmente es entrenador asistente del Perlas Vilnius. De nuevo, comienza en su país natal una nueva carrera. “Cerrada una etapa de mi vida, ahora empieza otra. Quiero ayudar a los jóvenes y aprender”.
Los dos años en los que jugó en España demostró su facilidad y potencia en el tiro, su mayor cualidad y cuyo secreto estaba en “comer poco antes de los partidos”, porque según palabras del protagonista, “creo que juego mejor si tengo hambre». Macijauskas, uno de esos jugadores de enorme calidad y una carrera prometedora que acabó de manera precipitada, para disgusto de los aficionados, a causa de una grave lesión.
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