Proyectos creados para ganar que acaban desviándose del camino, descarrilando ante jugarretas varias del destino. La historia del deporte está trufada de ejemplos de estos fenómenos, y en dos de los más recientes encontramos a un mismo protagonista. El destino en su versión baloncestística le debe dos a Tracy McGrady, y el recientemente retirado nativo de Florida no podrá cobrárselas ya.
«All the promises we made
All the meaningless and empty words
I prayed, prayed, prayed
Oh, all the promises we broke
All the meaningless and empty words
I spoke, spoke, spoke»Promises (The Cranberries).
Verano del año 2000. Uno de los mercados de agentes libres más espectaculares de la historia de la liga se halla en plena ebullición. Tim Duncan, Grant Hill, Reggie Miller, Jalen Rose, Eddie Jones, Tim Hardaway, Rashard Lewis, Cuttino Mobley, Tim Thomas, Toni Kukoc… Todos ellos buscando destino en unos meses frenéticos, con las franquicias inmersas en negociaciones varias para las que llevaban mucho tiempo preparándose. Los Orlando Magic, tras una sorprendente temporada en el debut en los banquillos de Glenn ‘Doc’ Rivers, acabarían como uno de los grandes triunfadores del mercado estival. El espacio liberado en la masa salarial y las labores de cortejo habían surtido efecto y, pese a que Duncan no picó el anzuelo, lo harían Grant Hill y Tracy McGrady. Dúo de relumbrón en la ciudad de Disney.
Hill llegaba como indiscutible cabeza visible del proyecto. Inmerso siempre en las eternas comparaciones con Michael Jordan, el alero de Texas había firmado 25’8 puntos, 6’6 rebotes y 5’2 asistencias en su última campaña con los Pistons, guinda a una brillante y ascendente trayectoria de seis años en la Mo-Town. Recuperado de la lesión sufrida en aquellos Playoffs del 2000, el jugador de pujanza física y exquisitas maneras técnicas era una de las estrellas más rutilantes de la NBA, y su sociedad con un T-Mac hambriento de gloria prometía emociones fuertes en Orlando.
El primo de Carter, cansado de vivir a la sombra de Vinsanity en Toronto (y de liderar la segunda unidad de aquellos Raptors), aceptó sin dudar el generoso contrato de la franquicia de Florida para colmar sus aspiraciones de protagonismo. Nadie podría prever en aquellos días felices que el destino aguardaba en una esquina, preparado para truncar la primera gran oportunidad de McGrady.
Hill nunca había disputado menos de 70 partidos en liga regular en toda su carrera (sin contar los 50 de la campaña del ‘lockout’, que disputó en su totalidad), pero aquel curso 2000-01 supondría el pistoletazo de salida para su terrible e íntima relación con las lesiones, que a punto estarían incluso de arrebatarle la vida años después, tras una de las infinitas intervenciones quirúrgicas que derivó en una virulenta infección. Cuatro partidos jugados en aquella campaña, 14 en la 2001-02, 29 en la 2002-03, ninguno en la 2003-04.
Una carrera estelar arruinada por su tobillo de cristal, reinventada años más tarde en una dulce madurez.

Foto: NBAE
Privado del soporte de su compañero, T-Mac se vería obligado obligado a tirar del carro en solitario rodeado de los actores secundarios fichados en origen para ayudar a los dos capos. Aquellas campañas en Florida nos regalaron la apoteósica explosión de un McGrady fijo entre los mejores anotadores de la liga (líder en puntos por partido en 2003 y 2004). Exhibiciones continuas de talento, con sus indescifrables recursos de cañonero castigando las defensas rivales pero sin vuelo más allá de la primera ronda de Playoffs. McGrady era superestrella, pero no protagonista en los momentos decisivos de la batalla por el anillo.
Un imparable llanero solitario, obligado a tomar una decisión.
«What of all the things that you taught me
What of all the things that you’d say
What of all your prophetic preaching
You’re just throwing it all away»
En verano de 2004 el jugador abandona un barco encallado, para volver a la senda de la gloria en un atractivo proyecto con los Houston Rockets del gigante chino Yao Ming. Un combo exterior-interior de temible potencial, llamado a las mayores ambiciones competitivas posibles.
La primera temporada de Tracy en la franquicia no llevó sino a consolidar las expectativas generadas. Liderando una plantilla sobrada de talento (con Jimmy Jackson, Mike James, David Wesley, Bob Sura y Juwan Howard acompañando al combo estelar), los Rockets firmarían 51 victorias en la liga regular, forzando el séptimo partido en la eliminatoria de primera ronda ante los eternos San Antonio Spurs. A casa a las primeras de cambio, pero con la sensación de que algo grande se estaba cociendo en la ciudad de la NASA.

NBAE
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