«No hay nadie en la liga por el que nos plantearíamos traspasar a Davis. Tampoco fuera de la liga. Ni siquiera por Beyoncé, y eso le convierte en alguien intocable.»
Las palabras de Alvin Gentry de hace una semana despejaban cualquier atisbo de duda, por si fuera necesario: el entrenador de New Orleans, como muchos otros entre los que se incluyen el que escribe, considera que Davis es un más que sólido candidato a mejor jugador del planeta basket. Y, recién firmada una extensión de contrato por dos temporadas, el coach se devana los sesos para lanzar a su equipo hasta el siguiente nivel competitivo.
«Hizo un trabajo fantástico la pasada temporada. Cuando nos enfrentamos a las adversidades, Alvin y su equipo descubrieron maneras de colocar al equipo en situaciones en las que alcanzar el éxito.»
Dell Demps, general manager de los Pelicans, acerca del trabajo de su entrenador.
Gentry viene ideando un diseño ofensivo lo más eficiente posible al servicio de las incontenibles habilidades de un Anthony Davis capaz de anotar de todas las maneras imaginables: la idea es liberar carriles en la pintura para las furibundas irrupciones del monstruo, ya sea desde el bote o como martillo en la asociación en el pick & roll con alguno de sus compañeros. Para ello el mejor socio posible en la pintura es el montenegrino Nikola Mirotic, capaz de espaciar la cancha con una habilidad en el catch & shoot desde el triple más propia de un jugador perimetral (11/17 desde la larga distancia en los dos primeros partidos del curso). Además, el ex jugador de los Bulls ha trabajado y mucho durante el verano en la movilidad defensiva, exigencia de su entrenador de cara al corto plazo.
También en la pintura y desde el banquillo ayudará Julius Randle. En una NBA en la que imperan las defensas de cambios automáticos, el arrollador poderío del ex de los Lakers desde el poste bajo es un arma incontenible en las muchas ocasiones en que su asignación sea un jugador más pequeño y/o de menos tonelaje. Además, Randle es capaz de rebotear y lanzar de inmediato la transición del equipo (vigilando siempre esas pérdidas de balón que suelen acompañarle allá donde va), desde un manejo de pelota y visión de juego fuera de lo común en un jugador de 2.06 metros y 113 kilos de peso. Y desde ahí será importante en un engranaje que apuesta por el ritmo de forma irrenunciable (la temporada pasada el equipo lideró la liga en posesiones por partido, con 104.9 por partido) y por la fluidez desde la generosidad (26.8 asistencias por noche en la 17/18, 3ºs de la NBA).
Holiday, llamado a dar continuidad a su extraordinario final de temporada (playoffs incluidos, 23.7 puntos y 6.3 asistencias en las series por el título), compartirá línea exterior con un Elfrid Payton que llega desde Orlando para cubrir el hueco dejado por Rondo. Las evidentes carencias de Payton en el lanzamiento vendrán equilibradas desde su carácter multifuncional (buen reboteador en su posición, capaz de dirigir y atacar el aro), y defensivamente crecerá compartiendo quinteto con un jugador excelente en ese lado como Jrue. Junto a ellos, completa la batería exterior un E´Twaun Moore con el rol de anotador más fiable desde el tiro (42.5% de acierto desde el triple la temporada pasada, lanzando 3.7 por partido).
Y, como epicentro de todo, el monstruo.
El único reto válido es ganar
Anthony Davis se convirtió la temporada pasada en el tercer jugador en la historia de la NBA capaz de liderar la competición en tapones por partido (2.5) y promediar además 28 puntos por noche, junto a Kareem Abdul-Jabbar y a Hakeem Olajuwon (Wilt Chamberlain figuraría también en la exclusiva lista si los tapones se hubieran contabilizado en su apogeo). A sus 26 años y en su séptima temporada entre profesionales, Anthony planea tomar al asalto una competición que ya tembló el curso pasado ante sus furibundas acometidas, con Cousins en el dique seco: 35 puntos y 13 rebotes como promedios en el mes de febrero, 28.1 y 3.7 tapones en marzo, 28.3 y 3.5 tapones en abril…
Y en la primera ronda de los playoffs jugueteó sin compasión (33 puntos, 11.8 rebotes y 2.8 tapones) con unos Blazers que llegaban a la serie con el factor cancha a favor y la terminaron con un humillante sweep en las maletas vacacionales. Los Warriors de Steve Kerr se erigieron en escollo insalvable para un Davis que desea liderar la progresión de unos ilusionantes Pelicans, construidos en torno a su colosal figura. «Sólo quiero ganar, eso es lo único que me importa.» Olviden el calendario chino: esta temporada en la NBA será el año del monstruo.
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