Nadie nace corriendo. Antes hay mucho recorrido. Para aquellos padres primerizos que se ven envueltos en dudas, es habitual la preocupación porque su pequeño no gatea. Posteriormente, porque este no anda. Son numerosas las caídas, algunas aparatosas, las que hacen el camino. Como lo fueron para los Sixers las temporadas de derrota tras derrota en medio del tan nombrado y hoy vanagloriado Process. Como han sido para James Dolan los años recientes como propietario de los New York Knicks. La franquicia, una de las entidades deportivas más conocidas en todo el mundo, ha deambulado en busca de no solo victorias, sino también, más doloroso esto aún si cabe, de personalidad. ¿Quiénes son?, ¿qué hacen? y ¿cómo lo hacen? Tropiezo, tropiezo y tropiezo. Siempre saltándose pasos, siempre buscando el oro a prisa. Distintos cuerpos por las oficinas, distintos pies corriendo sin rumbo sobre el parqué. Pero algún día todo tendrá que cambiar. Y eso no significa optar a todo, tampoco tener opciones reales para escalar hasta la cima. Probablemente la mejor noticia que puedan dar a sus aficionados en el día de hoy es que no hay expectativa alguna. Por una vez no hay brillo, por una vez hay paciencia.
La NBA vive un curioso proceso dentro de su historia en construcción. Se podría dividir entre aquellas megaentes que golpean con fuerza noche tras noche y aquellas que luchan consigo mismos por algún día alcanzar ese nivel. Para algunos bloques, encontrarse en tierra de nadie había sido la señal más grande posible de su situación. Entre apuestas para el mañana en busca de reconstruir y aquellos que arañan como pueden a los dueños del mundo con residencia en Oakland. La última vez que Manhattan disfrutó de los Playoffs lo hizo viendo a Jason Kidd y Kenyon Martin entre zapatillas y equipaciones. Hoy se recuerda con cariño a unos Jurassic Knicks que solo tuvieron sentido en la singularidad de un pasado que llamaba a tales intentonas. Lo cierto es que aquello tuvo corto recorrido (Rasheed Wallace, Kurt Thomas, Kidd y K-Mart decidieron retirarse ) y la realidad volvió al MSG a golpe de temprano despertador tras un plácido sueño. Desde entonces, siempre ahí. Entre los ganadores y los que quieren poder serlo.
Hoy, tras la fallida intentona de Phil Jackson, todo es distinto. Al menos, por ahora. Scott Perry y Steve Mills han buscado aclarar, en diversas ocasiones, que no se hipotecarán las opciones de crecer del equipo en el mañana por un (posible) mejor hoy. Que las rondas no se tocarán, tampoco los Kristaps, Ntilikina, Kevin Knox y compañía. Y han tenido a Jimmy Butler al alcance de la mano, pero ni una sola llamada gastaron. Solo tienen una cosa que dar, solo hay algo de ellos que pueda interesar al resto. Y no es ni más ni menos que futuro.
Dentro de todas estas idas y venidas, en medio de un huracán de comentarios que no pueden evitarse estando en el mayor escaparate posible, ya hay algo que las oficinas han hecho seña de identidad. El crecimiento puede darse por rutina. Los jugadores aprenden de su día a día, sea este como sea. Pero General Manager y Presidente de Operaciones se han unido con la misma idea: buscar una motivación extra. Hoy todo huele a nuevo, todo gusta e ilusiona. Pero las temporadas son largas y las derrotas pesadas. Para Perry y Mills, las oportunidades son clave. No para ellos, sino para aquellos que buscan un hueco en la liga.
Para Mario Hezonja debe ser un nuevo comienzo. Tras el toque de atención y el baño de realidad vivido en Florida, hoy se ve parte de algo en lo que encaja. Se va a apostar por su desarrollo, se va a buscar única y exclusivamente que todos aquellos que componen la plantilla mejoren en cada entreno y partido. Cada noche es un reto. Y así es para otros como Emmanuel Mudiay, Trey Burke o incluso Tim Hardaway Jr. Encontrar un sitio perfecto para ellos. Hacer que ahí crezcan. Porque en contadas plantillas verían condiciones como estas. Un protagonismo por ganar, unos roles sin definir y, sobre todo, un nombre por hacer que cualquiera con valía y trabajo puede conseguir. No habrá puertas. ¿Lo quieres? ¿Te lo ganas? Lo tienes.
El escolta encontró un inesperado contrato de alta nómina y hoy debe hacerlo valer. Respira tranquilo ante la responsabilidad que le da la baja (hasta febrero, se espera) del Unicornio. Alivia saber que así es. Que acapara con gusto. Que sus primeros años en la liga sirvieron como jarabe de palo. Hoy, un hombre que a ritmo de triple y una selección de tiro aún en construcción convive con los focos.
Inevitable es pensar en esa noche de sueños y nervios con la que comienza cada temporada. El Draft es una fuente de talento y, sobre todo, la principal vía de cambio para aquellos que se abrazan a este con la esperanza de un mejor mañana. Así, los Knicks han mirado a través de este. Se han adentrado en el mismo y buscado en sus profundidades. No son solo Ntilikina, Knox y Porzingis. Allonzo Trier y Mitchell Robinson (mediante un pick conseguido en el traspaso de Carmelo Anthony a los Thunder) parecen haber salido de la nada, pero prometen haber llegado para quedarse. Lo avisaba Fizdale durante la pretemporada; Trier podía entrar entre esos quince que buscaba. Lo hizo y hoy le da libertad para el uno contra uno. Crea desde el bote, tiene descaro y en cada una de sus irrupciones se percibe un impulso especial, el de un jugador preparado con la confianza que nadie le dio. Undrafted demostrando errores ajenos.
La situación de las elecciones altas es bien distinta. Sin embargo, son parte de la mezcla creada como base de lo que queda por venir. Un base francés, un interior letón y un alero que da sus primeros pasos en la liga. Segundo, cuarto y primer año en la liga, en ese orden, y ya líderes. Cometiendo errores y aún con todo por hacer. Sin barba ni experiencia, con tanto por dar como por trabajar para ello. Tan simbólico como realista, que Nueva York tenga en estos sus pilares lo dice todo. Porque ya cuentan con hombros sobre los que edificar, pero sobre todo, porque lo hacen en torno a una identidad reconocible.
El flamante entrenador jefe se ha declarado enamorado de la envergadura y con ellos, la tiene. Pero mucho más que eso, cuenta con lo que precisa cada uno de ellos para ser alguien en la liga. Son actitud y aptitudes, y al fin, pueden serlo en el entorno perfecto. Porque no hay presión, no hay números a los que responder, pero sí metas. Para KP, el cielo. Ser más que un finalizador, ser también generador y protector de su propio aro. Para Frank, madurez. Desde el principio se ha visto en él un stopper en cocción para marcar diferencias. Ahora, debe apretar el gatillo. Agresividad, decisión; también en ataque. Para Knox, el potente primer paso. Tanto en el juego como en su vida profesional. En estos Knicks no hay novatos, no hay escalones. Y eso debe aprovecharlo para andar con firmeza. Tendrá espacio para crearse oportunidades y todo parte de sus largas salidas.
Fluyendo, dentro de un presente que no grita. Los New York Knicks al fin, después de tanto, de llantos que empezaron con sonrisas, de temporadas tiradas a la basura y contratos tóxicos que ataban de manos, tienen paciencia. Pero esto no es sinónimo de conformismo. Para Fizdale, la competición lo es todo. Que dentro del plantel no haya escalones es un acicate para el equipo más joven de toda la NBA. Capaz de hacer adentrar en el quinteto inicial a sus rookies si así lo merecen, de dar confianza a alguien necesitado de ella. Damyean Dotson representa todo aquello que buscan y abrazan. Ha entrado con oficio en ese cinco titular cambiante en base a méritos. «Ganar es un hábito» se atrevió a decir el entrenador. Como vivió en Miami y ahora importa a NY, las victorias no llegan porque sí y así está haciéndolo ver a los suyos. Perderán, a buen recaudo, muchos partidos. Pero ninguno será regalado. Porque la lucha no se negocia. Quiere retos, quiere disputa. El resultado también puede ser una herramienta para el progreso. Todo final apretado será una prueba y llegar a él con vida, en muchas ocasiones, será un premio.
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