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Objetivo Europa

Pitino y el PAO: acción, reacción, repercusión

En vez de llamar a los bomberos, Dimitris Giannakopoulos apaga los incendios con gasolina.

Ruido. En el OAKA hay mucho ruido. Ambiental: casi 20.000 gargantas griegas. También hay ruido en los pasillos, en los vestuarios y en los despachos. Allá donde deje su inconfundible rastro el mandamás de todo ello, Dimitris Giannakopoulos, habrá ruido. Mucho. Y demasiada polémica; permanentes, diversas y a cada cual más loca.

La noticia- si así lo consideran- es que por primera vez hay ruido en el banquillo con la llegada de un nuevo entrenador, a años luz de los métodos, enseñanzas y estilo de Xavi Pascual, ejemplo de mute constate. Habrá no ruido, sino estruendo si se enfrentan las dos personalidades con mayor poder jerárquico en el Panathinaikos, un club en incendio constante que en vez de bomberos contrata pirómanos.

Existen unos protocolos de seguridad en caso de combustión. Son universales y la mayoría de la gente los conoce. Que si tapar las ventanas y puertas con una toalla húmeda, permanecer agachados ante el humo y, por supuesto, llamar a los servicios de emergencia. Mantener la calma y no actuar por impulsos. Actuar con cordura y sentido común.

Hay personas que carecen de esto último. Si ostentan un cargo de responsabilidad, sus actos tienen mayores consecuencias y su relevancia pública es notoria. Dimitris Giannakopoulos, o el abominable hombre de las canastas, es uno de ellos. Cuando ve fuego, primero echa gasolina y después, por si no es suficiente, avisa al pirómano de Louisville.

«La llegada»

Primera hora de la tarde del día de Navidad; un avión procedente de Washington aterriza en el aeropuerto Eleftherios Venizelos de Atenas. Entre las decenas de pasajeros, baja Rick Pitino. Escalerilla, maleta e inabarcables pasillos del aeropuerto. En esos, las primeras fotos. Varios diarios deportivos se afanan por capturar en primicia la imagen del nuevo entrenador del Panathinaikos. No es para menos: una leyenda de los banquillos universitarios de Estados Unidos vivirá su primera experiencia como coach en Europa.

El club griego atraviesa un momento aciago. Victorioso en sus ocho partidos de liga, pero sin un rumbo definido en la Euroliga. El 20 de diciembre pierde en Madrid por 89-68, sumando su séptima derrota en 13 partidos de la máxima competición continental. Son décimos en la clasificación y el Playoff peligra. Giannakopoulos aviva el fuego al bajar al vestuario y volver a amenazar a jugadores y entrenadores. Acto seguido, fulmina a Xavi Pascual tras dos temporadas y media de relación laboral. Un despido esperado que a casi nadie pilla por sorpresa. Tampoco a Giorgos Vovoras, su sustituto por unas horas.

La bomba llega minutos después. El oráculo de este deporte, el periodista Adrian Wojnarowski, anuncia el acuerdo entre el PAO y Rick Pitino. Cinco días más tarde, el susodicho aterriza en la capital helena.

Una apuesta suicida

«Posiblemente mi carrera como entrenador esté terminada», escribía Pitino en su último libro, tras el sinfín de escándalos que protagonizó, directa o indirectamente, durante sus 17 años en la Univerdidad de Louisville. Sobornos, prostitutas… acontecimientos ladinos de sobra conocidos. Salió repudiado de allí. Era lógico que hasta él mismo pensara que su carrera estaba acabada.

Pero todos los borrachos encuentran su taberna, aquella donde les ofrecen la última copa. Por muy tocados que estén, por muchos grados de alcohol que acumulen en la sangre, otro semejante siempre aparece. Si alguien era capaz de ofrecer un puesto de trabajo a Rick Pitino, ese era Giannakopoulos. Tan desequilibrado como él. Tan personaje. Una mezcla explosiva. Apostaría a que ninguno de los dos firmantes conoce verdaderamente al otro. Parafraseando a Batman y al Joker: «Para ellos sólo eres un bicho raro, como yo».

En Grecia las ruinas pueden arder con estos dos gallos en el mismo corral. Si el presidente quería un sargento de hierro, ya lo tiene. Pitino tiene la misión de enderezar un barco anárquico como es el Panathinaikos. Llega, a sus 66 años, para poner orden en el caos en su primera experiencia en Euroliga, que nada tiene que ver con la NCAA. Allí su personalidad y estilo encajan a las mil maravillas. Pitino, un reconocido entrenador de formación que debe entender -y cuanto antes mejor- que poco o nada se parece un jugador del PAO hecho y derecho a un chico universitario de Lousville. Además, es la primera vez que Pitino llega a un equipo a mitad de la temporada.

Su currículum profesional no juega a su favor. Pitino es el único entrenador que ha alcanzado la final a cuatro de la Liga universitaria con tres equipos diferentes, una competición que solo él ha ganado con dos universidades (Kentucky y Louisville). Pero lejos de los colleges, el neoyorkino fracasó en todos sus intentos: con los Knicks (1987-1989), en Boston (1997-2001) y también como seleccionador de Puerto Rico (2015), a la que no pudo clasificar para los Juegos Olímpicos de Río en 2016.

Por contra, pese a que la apuesta entraña muchos riesgos por la altiva personalidad del protagonista, no deja de tener un poso de razón. Pitino llega a un equipo de guerreros con más físico que talento. Él, como obseso de lo físico, se encuentra a una plantilla con la que puede congeniar y al que, por ahora, respetan. Unos jugadores cansados del constante quiero y no puedo que vive el club, envenenado desde arriba. Quiero Final Four (exigencia desde la directiva) pero el roster no da para más. Sin un cambio el PAO no tenía grandes esperanzas de futuro. Pitino, con sus múltiples defectos, es un soplo de aire fresco. Sus opciones y su valor principal es el mismo: el OAKA, que sigue siendo uno de los pabellones más difíciles del Viejo Continente.

Ensayo inminente

Es pronto para aventurar qué demostrará Pitino en el Panathinaikos. En cuanto a resultados, la irregularidad continental sigue siendo evidente y casi nada ha mutado: dos victorias y tres derrotas en Euroliga desde su llegada. Pero en lo meramente deportivo se han visto fogonazos de cambio: su inherente presión defensiva o su apuesta por el contraataque. El equipo sube líneas y juega con un cierto ritmo en ataque; los jugadores, con más soltura y libertad en esquemas muy distintos a los de Pascual. El PAO, por ejemplo, anotó 53 puntos en la primera mitad ante CSKA, en el debut de Rick.

Por ahora, un espejismo. Panathinaikos sigue sin encontrar la llave en Europa y ve alejarse a los ocho primeros cada vez más. El pase al Playoffs es muy caro, más aún si no triunfas lejos del OAKA desde el 2 de noviembre. Ese día, los griegos vencieron en la cancha del Buducnost consiguiendo su único punto como visitantes. Un equipo endeble en canchas ajenas no tiene futuro alguno en una competición tan exigente como la Euroliga.

Ni siquiera con la llegada de dos NBA dispuestos a relanzar su carrera el optimismo ha variado. Sean Kilpatrick y Adreian Payne -que ya jugó de verde cuatro meses la pasada campaña- amplían el fondo de armario de la plantilla…y poco más a fecha de hoy. La actuación de ambos, especialmente del ex de los Nets, se antoja fundamental en el devenir del conjunto heleno.

Los dos forman parte de un roster muy equilibrado. Aunque Nick Calathes ejerce de líder y generador de juego (líder en asistencias de la Euroliga con ocho por encuentro), hay cinco jugadores entre 11 y 8 puntos de media por partido: Keith Langford, el propio Calathes, Kilpatrick, Papapetrou y James Gist.

Rick Pitino, consciente del difícil trabajo que tiene por delante, fue claro en su presentación: «No puedo venir aquí con una varita mágica y cambiarlo todo en un entrenamiento. Perder se convierte en un cáncer y todo se propaga. La actitud, la mala ejecución y eso solo se soluciona ganando”.

Pitino no da con la tecla de un ordenador defectuoso de fábrica. Su jefe esperaba un cambio radical con su contratación. El único del planeta que lo pensaba. El tiempo juega en su contra: ha firmado hasta final de temporada con un contrato cercano, según fuentes griegas, a los 3 millones de euros netos. Otra cifra que, para muchos, es para echarse a reír o llorar. Y he ahí la cuestión. El transcurso de la temporada proveerá la respuesta: Panathinaikos, ¿tragicomedia u obra maestra?

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