Así recibió Joe Ingles a su esposa cuando esta aterrizó en Los Ángeles. Cuando Renae subió al avión en Australia, Joe era jugador de Los Angeles Clippers; a su llegada, 14 horas después, el alero australiano estaba de vacaciones. El buen humor con el que le comunicó el mazazo a su mujer explica muy bien por qué está de moda ser Joe Ingles.
“Hey cariño, no tengo trabajo. ¿Qué quieres hacer?”
En una época donde triunfa la extravagancia, Joe representa todo lo que sobre el papel ya no se lleva. Ingles, tras cinco años en la liga, todavía llega al pabellón con un jersey de los Jazz, unos tejanos y unas Converse negras. “A mi me gustan mis zapas, no me vas a ver en esas cuentas de Instagram que recopilan los mejores looks del día. Me compro diez pares de Chucks negras [en referencia al clásico modelo de Converse Chuck Taylor’s] y tiro hasta que las gasto. Entonces pido 10 más y listos”, explicaba hace poco en el podcast que le dedicó el prestigioso periodista Adrian Wojnarowski.
Como atleta de Nike, podría personalizarse mil y una zapatillas, con un click tendría cualquiera del catálogo en la puerta de casa. Pero Joe es un tipo sencillo, de esos que aparecen de relleno en las películas de la tarde de Antena 3. Un buenacho que te cae simpático y que, de un solo vistazo, dejarías escapar sin descubrir su verdadera esencia.
Un aussie de manual
Escuchar el inglés de Joe Ingles es placentero, un placer que reside en el marcado acento del sur australiano, que destila tranquilidad, buen rollo y despreocupación por las complejidades de la vida. Nacido en Adelaide en 1987, Ingles creció como una promesa del baloncesto nacional, pero nada hacía imaginar que llegaría a recorrer mundo como lo ha hecho. Primero triunfó como jugador de complemento en Europa, donde pocos podrían haber augurado su papel de protagonista en uno de los equipos más interesantes de la NBA actual.
Ingles aterrizó al baloncesto europeo en Granada, donde promedió 13 puntos por partido y se ganó la oportunidad de proyectar su carrera en el Barcelona. Con los azulgrana, Ingles tuvo una magnífica primera temporada, pero se desinfló ante la exigente grada del Palau Blaugrana. El Ingles del Barça era un luchador nato, un defensor correcto y un especialista en el tiro exterior que te daba una de cal y otra de arena. Cuando se marchó, tras tres cursos de azulgrana, nadie pensó en que se le llegaría a echar de menos. De ese rechazo implícito, cuando la dirección deportiva dejó que se agotase su contrato, Ingles supo sacar el máximo provecho.
Rechazando los primeros cantos de sirena de la NBA, el alero decidió apostar por el proyecto del Maccabi Tel-Aviv de David Blatt, y acertó. En su único año en Israel levantó la Euroliga, ganando la final ante el Real Madrid mientras su exequipo se quedaba en semis. “Cuando jugaba allí, si perdías un partido pasabas un par de días malos…” recuerda el jugador sobre su etapa en Barcelona.
En Europa, Ingles lo hizo bien, pero sus estadísticas decían muy poco a los ojeadores de la NBA. Sus promedios en cuatro temporadas de Euroliga quedaron así: 5.6 puntos por partido, 2.2 rebotes y 1.7 asistencias por partido con un 34% de acierto desde la línea de tres y 20 minutos de juego de promedio.
Lugar adecuado, momento adecuado
Dice el General Manager de los Jazz que tienen a uno de los diez mejores aleros de la liga, y no bromea. “Si le dices esto a un aficionado casual sería una herejía, pero sabemos lo que tenemos”, explicó Dennis Lindsey después de atar al jugador por cuatro años y 52 millones. Lo de Ingles y Utah es un gran ejemplo de eso que a todos nos han dicho alguna vez: hay que estar en el lugar adecuado en el momento adecuado.
Así lo aprecia Doc Rivers, el entrenador que tuvo que renunciar al talento del aussie por una lesión de última hora. “Ya lo dije el día que le dejamos escapar”, recordó Rivers en la última cita entre los Clippers y los Jazz. “Es una mala decisión y nos vamos a arrepentir”. Cinco años después el equipo angelino todavía tiene un vacío en el puesto de alero –cabe recordar que Ingles perdió su puesto en L.A. en beneficio de Jared Cunningham, una calamidad que ahora juega en China–, y una crisis de identidad que dura años. En cambio, los Jazz son uno de los equipos de moda y Ingles es, además de titular indiscutible, uno de los jugadores más defendidos de la liga.
El motivo es que Ingles se pasó las dos últimas campañas enchufando un 44% en triples, superando a tipos como Klay Thompson, Kyle Korver o Stephen Curry. “Ha demostrado que es un jugador versátil que puede hacer un montón de cosas distintas sobre la pista. Su camino hasta aquí ha sido distinto, pero su perseverancia habla mucho de su carácter y ética de trabajo”, le elogió la estrella de los Golden State Warriors después de que Joe, un tipo sencillo pero confiado, declarase a inicios de esta campaña que él se sentía el mejor tirador de la liga.
Este año, Ingles ha bajado mucho sus porcentajes, quizás precisamente porque los rivales le están tratando como si fuera el mismo Curry. “Hay partidos en que he tenido a alguien tocándome… ahora entiendo porque Steph y esos chicos se frustran, ¡porque es muy molesto! He necesitado 40 y pico partido para descubrir cómo puedo seguir siendo efectivo en ataque sin tener tanto espacio y tiempo”, le confesaba a Woj.
Las estadísticas le siguen respaldando, a pesar de que ha bajado su porcentaje de acierto exterior a un 36%. En la presente campaña, Ingles ha subido su anotación, su reparto de juego y su capacidad defensiva con 11.8 puntos, 3.8 rebotes, 4.9 asistencias y 1.4 robos por partido en 31.2 minutos de juego. Quizás la transformación más importante del australiano ha sido la defensiva: “Cuando estaba en pista los primeros años, siempre que había un cambio defensivo, un pick and roll, parecía que mis rivales me miraban, daban un paso atrás y cómo que levantaban la mano y pedían el uno contra uno. Y era así literalmente en cada posesión”.
En sus dos primeras temporadas, la fragilidad defensiva condenó a Ingles al banquillo. El premio de la titularidad refleja, en gran medida, su capacidad de sumar en ambos lados de la pista. Para compensar su falta de velocidad, Ingles ha mejorado mucho su juego de anticipación y posicionamiento.
Un inesperado trash-talker
El sunshine guy de Rivers, sin embargo, no se amilana en la cancha y actúa, una vez más, de manera sorpresiva. Los últimos días, a Ingles le han catalogado como uno de los más inesperados y mejores trash-talkers de la liga. Por sus pintas, por su look de tipejo australiano, de poquita cosa en el musculoso y extravagante mundo de la NBA, Ingles debería ser un jugador cualquiera. Es más, debería ser un tipo que pasara desapercibido y él mismo lo reconoce: “Seamos sinceros. Tengo entradas, soy lento y no estoy muy cachas, pero aún así voy a seguir ganándote en el uno contra uno”. Era una respuesta a las críticas que recibe en redes sociales… Hoy en día hay haters para todo el mundo.
Lo cierto es que Ingles se ha enzarzado con Paul George, Blake Griffin y, en su actuación mediática más reciente, contra los aficionados de los Detroit Pistons, a quienes dedicó el triple que sellaba la victoria de su equipo en Motown. “Contra Pat Beverly no me atrevería”, bromeó para relativizar sus logros en la lucha dialéctica. Su trash-talking, más que de mala leche, parece tirar por la vía del cachondeo y el buen rollo. “Tus zapatillas no combinan con los calcetines”, le soltó un día a su excompañero Alec Burks. Y claro, todos se echaron unas risas.
“Hay ciertos jugadores que cuando están en la pista hacen que la suma de las partes sean mucho más buena. Joe Ingles ‘la parte’ ha mejorado, y Joe Ingles ‘el compañero’ hace a los demás mejores”, le elogia su actual entrenador Quin Snyder. “No hay nada que no este dispuesto a hacer por el equipo. Y aquí ha encontrado su juego, en hacer el equipo mejor cuando él está en cancha. Lo que ha podido hacer para mejorar al equipo no han parado de multiplicarse”.
El mérito de Joe Ingles es mantener su carácter colectivo intacto a pesar de los focos. Cuando estaba en Granada ya creía en sí mismo como cree ahora, ni más ni menos. En esa época, los entrenadores europeos ya le tenían bajo el radar por ser un competidor nato y, sobre todo, un buen tipo. En un deporte como el baloncesto, se necesita acumular a los mejores talentos pero, también, a tipos como Joe Ingles, pegamentos de lo colectivo que estallan gracias a las buenas dinámicas de equipo.
A pesar de haber sentido muy de cerca lo que es ser rechazado, Joe es el ejemplo de que el fracaso es solo una piedra más en el camino más buscado: el éxito.
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