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Perfiles NBA

Actor secundario Horry

Robert Horry es un monumento, un referente, entre todos los actores de reparto de la NBA. Si la clase media de la liga tuviera su propio All-Not-Star, Horry daría nombre al premio.

Wikimedia

Dentro de la industria audiovisual, la figura del actor secundario, o de reparto, siempre ha sido sinónimo de intérprete industrioso, solvente y, por encima de todo, versátil. Es una figura respetada per se, hasta el punto de ganarse, desde hace mucho tiempo, una categoría propia entre los premios más prestigiosos.

Gente como Robert Duvall, Burgess Meredith, Angela Landsbury, William H. Macy, Shelley Winters, Stanley Tucci, Joan Cusack, J.K. Simmons, Martin Landau, Allison Janney o Shea Wigham se han construido carreras maravillosas compareciendo lo justo en el instante adecuado. En el ámbito del deporte grupal y, en concreto, en el del que nos ocupa, ocurre exactamente lo mismo.

“Oh my God, what is HE doing out there?’”

Doug Christie, y toda la ciudad de Sacramento

Es, de igual manera, un colectivo que ha conseguido que se reconozca oficialmente la trascendencia de su labor a través de un premio anual, por lo menos en la NBA (que vendría a ser, en la patillera analogía que me estoy sacando de la manga, la Academia de Hollywood): el galardón a Mejor Sexto Hombre, que se entregó por primera vez a Bobby Jones, en la temporada 82-83.

Echadle un ojo a la lista. Hay un nombre (en realidad dos, pero del otro hay mucha más literatura y juro por el sagrado antebrazo de Oscar Schmidt que un día escribiré un artículo sobre su carrera cinematográfica) que quizás de manera inopinada no aparece, a pesar de que todos le recordamos como uno de los jugadores más decisivos de los últimos lustros. Tampoco está, ni se le espera, en el Hall of Fame. Ninguna de ambas ausencias se podría calificar como intrínsecamente injusta. No va, pues, este artículo, sobre reivindicar un vacío, sino más bien de subrayar un pedazo de historia.

De Booth a Vietnam

Wikipediemos brevemente a Robert Keith Horry jr.

Vino al mundo durante un verano de 1970 en el condado de Harford, Maryland, lugar que también dio a luz al asesino de Lincoln, John Wilkes Booth; se diría que ambos compartieron ese apego por apoderarse del foco en el instante preciso; y quizás también, por qué no decirlo, cierta puntería.

Hijo de militar, el temprano divorcio de sus progenitores, los continuos y obligados desplazamientos de su padre, el sargento veterano de Vietnam Robert Horry sr., y el rencor que desarrolló por haber sido, de alguna manera, abandonado, le llevaron a mantener con él una relación intrincada, intermitente y de temperatura variable; podríamos barruntar, empero, que Robert hijo adquirió de la genética paterna el espíritu soldadesco que asimila órdenes sin objeción, y el hieratismo de quien sabe siempre exactamente cuál es su lugar en la batalla.

Podríamos barruntar todo ello, sí (aunque, sinceramente y ahora que en este paréntesis no me lee nadie: qué bien me hubiera venido para la lírica del artículo que el padre hubiese sido francotirador. No se puede, snif, tener todo). Fue su madre, Leila, la que le crio y junto a la que se mudó a Andalusia, Alabama; y la que le empujó a elegir dicha universidad para desarrollar sus estudios y jugar en su equipo de baloncesto junto a James Robinson y Latrell Sprewell. Destacó lo suficiente (en particular como… taponador: 2’1 gorros por partido durante toda su carrera universitaria. No, yo tampoco lo vi venir) como para asegurarse un buen pick en el draft de 1992, aquel en el que solo había ojos para otro hijo de militar.

Recambios Horry, abierto 24h

Los Rockets venían de una temporada decepcionante (terceros en la Midwest, fuera de la postemporada), y la adición del multifacético Horry, supuso una inyección vitamínica enormemente beneficiosa para todos los órganos vitales de aquella plantilla, y en particular para su corazón, Hakeem Olajuwon. Cual fontanero de guardia, el rookie se aprestaba a tapar cualquier vía de agua que se abriera: defensa, tapones, rebotes y tiros abiertos se intercalaban según las necesidades del equipo.

El bailarín nigeriano lo agradeció liderando al conjunto hasta unas meritorias semifinales de conferencia contra los Supersonics de McMillan y Kemp. Fueron derrotados en siete partidos, pero percibíase allí semilla ganadora. Semilla que dio sus frutos al año siguiente, en el que Houston y Horry lograron el primer anillo de sus respectivas historias, luego de una farragosa y encenagada final contra los Knicks de Pat Ewing.

Y aunque no fue aquí donde se originó la leyenda de “Big shot Bob”, es justo denotar que, tal y como ocurriría durante casi la entera totalidad de su carrera, sus números durante los playoffs eran superiores a los de la temporada regular. Pero esto no va de números, esto va de leyendas. Y el primer episodio de una leyenda bien merece un punto y aparte. Como este.

Durante los últimos 8 partidos de la temporada regular 94-95, Robert Horry promedia un muy poco asombroso 21’4% en tiros de 3, en un curso en el que, por otro lado, está jugando más minutos que nunca. En aquel momento podía resultar un dato preocupante de cara a los playoffs; ahora sabemos que simplemente estaba calentando los aros.

Actor secundario Horry

Dad un pequeño salto en el tiempo conmigo. Es el partido inicial de la Serie Final de Conferencia contra los Spurs, es el Alamodome de San Antonio, faltan 24 segundos para el final, va por delante el equipo local, pero sacan de banda los Rockets: bienvenidos a lo que, en un indómito alarde de excentricidad literaria, voy a llamar…

Momento Big Shot Bob nº1. Después de un ataque algo deslavazado, Hakeem penetra hacia el centro de la botella y pasa el balón a nuestro héroe, quien finta el pase a Cassell, da un par de pasos y clava su característica suspensión desde unos seis metros a falta de 6’5 segundos. Era el primer tiro que anotaba en todo el encuentro. La serie quedaría finiquitada en el sexto enfrentamiento, y los Magic de O’Neal y el que yo creía que iba directo a convertirse en el sucesor de Magic, llamadme Nostramarcus, Penny Hardaway. Pobres.

Momento Big Shot Bob nº2. Tercer partido de las Series Finales, The Summit Arena, Houston va 2-0 por delante y es quizás, la última oportunidad de Orlando para seguir en la pomada. Horace Grant anota una suspensión para situar a su equipo a 1 punto, 101-100, a falta de poco más de 30 segundos.

Olajuwon recibe en poste bajo, y en el momento en que Grant amaga una ayuda, el sideral pivot nigeriano dobla el balón a nuestro protagonista, abierto y con la suficiente ventaja para lanzar uno de sus característicos triples en los que la pelota entra limpia y casi sin rodar en vuelo. 104-100, locura colectiva, intercambio inútil de tiros libres, y el partido finaliza 106-103. El equipo de Rudy Tomjanovich también se impondría en el cuarto encuentro, barriendo de las finales a unos imberbes Magic que no se encontrarían en otra como esta en quince años.

El siguiente curso sería, a nivel estadístico, el mejor de la carrera de Robert Horry, pero no a nivel colectivo; los Rockets eran barridos por los Sonics en las semifinales del Oeste, y aquel verano la dirección del club le envió a Phoenix junto a Mark Bryant, Sam Cassell y Chucky Brown a cambio de un Barkley que buscaba desesperadamente el anillo en los estertores de su carrera. A Robert no le sentó bien el cambio de aires. El 7 de enero de 1997, durante un partido contra los Celtics, Horry le lanza una toalla a la cara al coach Danny Ainge.

Inopinadamente este no se lo toma demasiado bien, y escasos días después es traspasado de nuevo, esta vez a los Lakers, a cambio de Cedric Ceballos. Después de un par de años sin pena ni gloria, llegan Phil Jackson, su aura zen y su triángulo ofensivo para volver a revolucionar la NBA. Con ellos, los dedos de la mano derecha de Horry se van a llenar de anillos. El primero, en el 2000, contra los Pacers de Reggie Miller, en unos relativamente cómodos 6 partidos, sin que la prestidigitación del de Maryland fuese requerida. Sí se necesitó en la siguiente final, en 2001, contra los Sixers…

Momento Big Shot Bob nº 3. Philadelphia, la tierra de Rocky Balboa y el príncipe de Bel Air (sí, este es el nivel). Es el tercer partido de una serie igualada a uno, faltan 50 segundos y los Lakers van por delante por un escuálido 88-89. En una sorprendentemente sencilla rotación de balón, este llega a las manos del pistolero de Harford, abierto detrás de la línea triple: como cochino en barrizal, anota limpio, majestuoso.

Iverson y sus compañeros no pueden, claro, entorpecer el peso de la historia. No ganan ningún encuentro más, y los Lakers alcanzan su segundo entorchado consecutivo. Horry lleva ya cuatro, pero AHORA es cuando comienza la leyenda, se abre paso el mito, se cincela en letras doradas la… en fin, ya lo pilláis. H. G. Wells, al 2002, por favor.

Momento Big Shot Bob nº 4. Primera ronda de playoffs, Lakers vs. Blazers (que iban de camino a aquellos legendarios Portland Jail Blazers, próximamente, si no me echan después de esto, en su revista digital favorita) en cancha de estos últimos. A falta de 10 segundos, el equipo púrpura saca de banda hacia Kobe, quien, justo antes de pisar lo fregao en el abarrotado interior de la botella, decide sacar hacia afuera donde un abierto Horry… bien, supongo que a estas alturas ya domináis la pauta. 3-0 y a la siguiente ronda. Y a la siguiente, donde les aguardaban unos Kings que parecían destinados a emprender una nueva dinastía.

La serie contra los Kings merece un artículo por sí sola, así que no me voy a alargar demasiado al respecto. Baste decir, sin ir más lejos, que aún hay fans angelinos que creen que Kobe fue envenenado en el hotel de Sacramento en el que se hospedaban. Los ratings de la eliminatoria eclipsaron a la mismísima Superbowl. La actuación global de Horry fue portentosa: 18 puntos, 8 rebotes en el partido inicial de la serie; 20 rebotes en el segundo; 16 puntos, 12 rebotes y 5 asistencias en la histórica remontada del séptimo. Pero no es eso de lo que estamos hablando hoy, ¿verdad?

Momento Big Shot Bob nº 5. Cuarto partido de la eliminatoria en Los Angeles, 2-1 a favor de Sacramento, que dominan 97-99 a falta de 6 segundos, a pesar de que los árbitros habían validado un triple fuera de tiempo de Samaki Walker al final del segundo cuarto. Kobe se juega un sencillo uno contra el universo que acaba en las manos de Shaq, quien incomprensiblemente no anota debajo del aro; a Divac no se le ocurre otra cosa que palmear hacia atrás, donde recibe, justo ante la línea de 3… tan predecible como un episodio de “El coche fantástico”, Robert Horry iguala la serie y pone el primer clavo en la psique de Sacramento. Ya no se repondrían.

La final de ese 2002, contra los Nets de Jason Kidd, ni siquiera necesitó la versión chamánica de “The key man”, desembocando en un sweep que resultaría ser el canto del cisne de aquella dinastía púrpura. Ambos, jugador y franquicia, perderían el mojo en la segunda ronda del playoff del año siguiente contra los Spurs, cuando en el crítico quinto encuentro, a Horry se le sale de dentro un triple a falta de 3 segundos que hubiera entregado el partido, y quien sabe si la serie, al equipo angelino.

Quién sabe si lo erró a propósito: dos meses después, Rob hacía la maleta, en la que apenas cabían ya los 5 anillos, y embarcaba hacia Texas. Le esperaba la franquicia más paradigmática y resiliente de las últimas décadas, donde iba a coincidir con el ciclópeo Greg Popovich. Su primer año de man in black no resulta muy allá, pero el segundo…

Momento Big Shot Bob nº 6. 2005. Quinto enfrentamiento de unas empatadas series finales, contra unos Pistons vigentes campeones, en su histórico Auburn Hills. Un Robert Horry que, a sus casi 35 años, ha aumentado sus prestaciones en casi todos los aspectos del juego durante esa temporada, lleva anotados la friolera de cero puntos hasta casi el final del tercer periodo, en el que por fin sale del barbecho y consigue anotar un triple.

El siguiente cuarto y la sucesiva prórroga le bastan para alargar su anotación hasta los 18 puntos a falta de 9’5 segundos. El equipo de Horry va a sacar de banda, y de verdad que ya solo falta la marmota Phil: Rasheed Wallace decide ponérselo fácil, porque ya total, y se va a una ayuda suicida sobre Manu Ginobili para evitar aparecer en la foto, no menos histórica por repetitiva.

Habría un séptimo anillo en 2007, en el que la Historia no requirió ningún triple determinante de Robert Horry, aunque hubo una jugada que algunos, malévolamente, añaden a su colección de clutches, y que mi sentido del troleo y la necesidad de equiparar cifras de momentos y anillos van a denominar Momento Big Shot Bob nº 7.

Momento Big Shot Bob nº7: Fue su codazo a Steve Nash durante el cuarto partido de 2º ronda contra los Suns, de la que se derivó una montonera por la que Amare Stoudamire acabó siendo expulsado y sancionado de cara al siguiente partido, algo que decantó mucho más la eliminatoria que los dos encuentros que le cayeron al dorsal 5 spur. Luego, en las finales, se deshicieron sin mucho esfuerzo de los Cleveland Cavaliers. Al fin y al cabo, todo el mundo le ha ganado un anillo a Lebron en algún momento, ¿no?

Se retiró al siguiente año sin demasiadas alharacas. Desde entonces su vida, establecida en Houston, ha caminado por dientes de sierra. Ayudó a levantar el Robert Horry Center for Sports and Physical Rehabilitation. Buscó trabajo entre sus exequipos sin demasiada suerte, hasta conseguir un puesto de comentarista en Spectrum Sports, un canal perteneciente a Time Warner.

En 2017 se zurró la badana con un tipo en un 3×3 en L.A. y le cazó TMZ. Una hija suya falleció en 2011 víctima de una extraña enfermedad genética. Otro de sus cuatro hijos, Camron, se dedica al fútbol americano en la universidad, pero este año solo ha jugado un partido, así que no parece que la dinastía Horry vaya a continuar asombrando al deporte americano. Lo cual resulta irrelevante, siempre que Robert Keith Horry jr. haya sabido transmitir su ciencia vital tan bien aplicada a su carrera NBA, y que él mismo definió en una entrevista reciente con estas palabras con las que remato, POR FIN, este mineralizado y supervitaminado artículo.

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