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Reflejos

Shaq, nos vamos al Oeste

La disparidad entre conferencias tiene múltiples causas. Aunque quizá el factor que terminó de definirlas fue la llegada de Shaq a los Lakers.

Vía: Wikimedia

Desde hace varios años un proceso se repite de forma constante en el análisis del universo NBA. Sucede cada vez que salen a la luz las composiciones de los equipos All-Star, cuando quedan reservados los billetes de cara a los Playoffs o incluso mientras se están jugando. En definitiva, es cada vez que la liga frena cuando, liberados del carrusel de partidos que ocupa cada noche, podemos comparar de forma más efectiva las dos conferencias: Este y Oeste.

Desde hace un tiempo las dos conferencias han dejado de ser iguales, algo que se ha hecho evidente durante los 9 años de dominio incontestable de LeBron James. Pero en el año en que este ha decidido abandonar su coto privado de caza, cabe plantearse qué va a ser del Este durante los próximos años. Ante la tiranía de los Warriors en la liga, el único hombre que fue capaz de contestarla ha cambiado el Lago Erie por Santa Mónica.

La historia se repite

Resulta extraño considerar el de LeBron como “uno más” en el largo historial de movimientos entre conferencias, como lo único ordinario en una carrera de grandeza y singularidad. Pero así es: esta situación de desequilibrio ya la habíamos vivido antes. Ocurrió en 1996, cuando una ficha de dominó de 2.16 de estatura y 140 kilos de peso cambió Orlando por Los Angeles, iniciando un trasvase del Este al Oeste que duraría años. Aunque la historia pudo ser diferente.

En aquel verano de 1996, Shaquille O’Neal era ya el mejor pívot de la liga, había llevado a los Magic a unas Finales de la NBA (dejando por el camino a Michael Jordan) y contaba sus años en la liga por apariciones en el All-Star. Shaq tenía 24 años y acababa contrato, pero no tenía una margarita con destinos que deshojar. Los Magic lo tenían todo a su favor, como cuenta Joel Corry en esta pieza de CBS Sports.

En 1996 aún no existía el impuesto de lujo, por lo que los equipos podían exceder el tope salarial para retener a sus propios jugadores sin tener que pagar por ello. Eso permitía a Orlando firmarle a Shaquille el contrato que quisieran, algo que ninguna otra franquicia podía permitirse. Sin embargo, en un primer momento, los Magic optaron por otra vía nada conveniente: críticas públicas a Shaq achacándole su falta de defensa y rebote y una oferta que no llegaba ni a la mitad de lo pretendido por el pívot.

A pesar de todo, Shaq deseaba continuar en Orlando. Cuando la oferta llegó a 80 millones por 4 años, estuvo a punto de aceptar, como reconoce en This Magic Moment, un documental sobre la franquicia de Florida producido por ESPN. Lo hubiera hecho de no saltar una noticia que le hizo cambiar de opinión: Alonzo Mourning firmaba por 7 años y 105 millones de dólares con los Heat. Para Shaq, visiblemente mejor jugador que Mourning, ningún pívot podía cobrar más que él.

Shaq se echó atrás, pero los Magic insistieron. 115 millones de dólares por 7 años estaban encima de la mesa. Como recuerda Corry, tampoco tenían alternativa. Shaq y su agente, Leonard Armato, habían barajado una lista de posibles destinos, pero de ella se habían caído uno a uno Detroit, New York, Miami (precisamente tras la firma de Mourning) y Atlanta. Ninguno podía ofrecerle esa clase de dinero a Shaq.

Los Lakers echan el resto

Pero el giro de guión llegó, como no podía ser de otra manera, desde Hollywood. Jerry West, al mando de los Lakers, vio en los errores de los Magic su oportunidad. Incluso encontró la forma de superar las adversidades económicas del tope salarial. Vlade Divac fue enviado a Charlotte la noche del Draft a cambio de un joven de 18 años llamado Kobe Bryant. El que a día de hoy es uno de los traspasos más recordados de la historia empezó siendo, en el fondo, una maniobra para liberar masa salarial que poner en manos de O’Neal. George Lynch y Anthony Peeler serían los siguientes en hacer las maletas. Los Lakers ofrecían a Shaq 120 millones en 7 años.

No debe olvidarse que, incluso entonces, los Magic tenían la sartén por el mango. Si hubieran querido, hubieran podido ofrecerle a Shaquille 150 o 200 millones. Simplemente, decidieron no hacerlo. En la decisión, tuvo su peso una encuesta publicada en el Orlando Sentinel, donde el 85% de los votantes se mostraron contrarios a pagarle tal cantidad de dinero a Shaq. Una encuesta a la que no tardó en reaccionar Charles Barkley “los resultados de esa encuesta demuestran que hay un 85% de idiotas en Orlando.”

Shaq ya era jugador de los Lakers. Llegaba a un Oeste donde Payton y Kemp acababan de llevar a los Sonics en las Finales, donde Charles Barkley unía fuerzas con Hakeem Olajuwon para recuperar el cetro del Oeste, que acabaría cayendo en manos de los Utah Jazz de Stockton y Malone en los dos años siguientes. Pero ninguno de ellos pudo hacer sombra a Michael Jordan y los Bulls durante esos dos años.

El Este se queda huérfano

La retirada de Jordan propició la desbandada de esos Bulls. Y resulta icónico comprobar que todos ellos miraron al Oeste para continuar sus carreras. Pippen acabó en Houston antes de llegar a Portland. Rodman probó suerte en los Lakers, donde Ron Harper llegaría en 1999, año en que Phil Jackson tomó el mando de las operaciones de la franquicia angelina. Hasta Luc Longley encontró hueco en los Suns. Pero la palma se la llevaría Steve Kerr, que había firmado por San Antonio antes de la corta temporada de 1999. Con los Spurs de Robinson y Duncan, Kerr encadenó su cuarto anillo en cuatro años, tras los tres logrados en Chicago.

De ahí en adelante, la carrera armamentística se desarrolló en el Oeste, dejando el otro lado de la liga como un solar. Especialmente en el lustro que sigue a 1998. Cinco anillos repartidos entre San Antonio (1999, 2003) y los Lakers (2000, 2001, 2002). Durante aquellos años la complicación para ellos residía en alcanzar las Finales, después el camino ya estaba allanado. Prueba de ello es que los Lakers tuvieron que afrontar solo dos Game 7 durante su trienio de oro: en ambos casos, frente a equipos de su propia Conferencia (Portland, 2000; Sacramento, 2002).

Más allá de los dos superequipos de la época, las estrellas de “clase media” también miraron al Oeste. Vlade Divac, que ya había cumplido condena en Charlotte, volvió a California para enrolarse en los Kings. Penny Hardaway, algo venido a menos desde sus días en Orlando con Shaq, buscó el anillo en Phoenix, formando con Jason Kidd el malogrado Backcourt 2000. Horace Grant, guardaespaldas de Jordan primero y Shaq después, se unió a Seattle antes de recuperar la senda de la victoria en los Lakers (2001). Ni siquiera los traspasos favorecían al lado cada vez más débil. Chris Webber dejó Washington para formar los mejores Sacramento Kings de la historia, algo que también haría Elton Brand en los Clippers tras salir de Chicago. Incluso el Steve Francis que maravillaba en Houston desapareció al llegar a Orlando, a cambio de un Tracy McGrady que sí dejó varios momentos icónicos en la franquicia texana.

Dos ligas paralelas

El desequilibrio ya era cristalino entrado el nuevo milenio. El All-Star de 2001 dejó una comparación sangrante. El Oeste alineaba juntos a Webber, Duncan y Garnett, mientras el Este rellenaba la pintura como podía con Anthony Mason y Antonio Davis. En 2002, 4 equipos del Oeste superaron las 52 victorias de los Nets, mejor equipo de la temporada regular en el Este. Y hasta 6 equipos del Oeste superarían las 50 victorias de Detroit en la Conferencia opuesta un año después.

Solo la irrupción de los Bad Boys IIen Detroit, aquel equipo capaz de frenar al superequipo de los Lakers que todo el mundo creía invencible en 2004 (Shaq, Kobe, Malone, Payton) cambió algo la tendencia, algo que la propia vuelta de Shaq al Este refrendó (Miami, 2006). Y con dos estrellas traídas del Oeste (Allen vía Seattle, Garnett vía Minnesota) lograron los Celtics recuperar el cetro en 2008. Desde entonces y hasta ahora el Este ha llevado el nombre de LeBron James, algo ayudado por la huida de todo el que amagaba con hacerle sombra. George cambió Indiana por Oklahoma, a quienes no salió tan bien la incorporación del mayor icono de la Gran Manzana en la última década, Carmelo Anthony. Butler buscó acomodo Minnesota, como haría Millsap llegando a Denver.

Con los Warriors amasando más talento que nunca tras la llegada de Cousins y el Oeste concentrando estrellas como pocas veces se ha visto en la liga, la NBA mira con recelo al lado pobre de la liga, donde Bucks, Celtics, Raptors y Sixers pugnan, en teoría, por ser los espectadores de lujo del quinto anillo en seis años del Oeste. Aunque los Pistons en 2004 también tenían asignado ese rol.

El cierre del mercado de fichajes les ha dado un respiro y a través de traspasos han conseguido lo que en la agencia libre no eran capaces. Gasol se ha enrolado en los Raptors como Mirotic en Milwaukee. Philadelphia, que ya repatrió a Butler hace unos meses, ha hecho lo propio con Tobias Harris, enriqueciendo la competencia por hacerse con el trono del Este. Movimientos que quizá no modifican en exceso las posibilidades de hacer frente a los Warriors esta temporada, pero sí pueden aventurar un cambio de paradigma en los próximos años. El premio gordo ya tiene nombre, apellidos y ceja. El juego en los despachos ya ha comenzado.

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