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Perfiles NBA

Cuando Dexter asesinó a Omar Little

Ha sido una de las grandes sensaciones de la Burbuja. Tyler Herro ha llamado con fuerza a las puertas de un estrellato muy improbable.

Instagram Tyler Herro

Cuando se emitió el primer episodio de The Wire (David Simon y George Pelecanos, HBO, 2002-2008), Tyler Herro solo tenía dos años y cuatro meses. En el momento en el que Omar Little era asesinado (5×08), el hoy escolta de los Heat acababa de cumplir los ocho inviernos. Más o menos como aquel niño, Kenard, que asestaba un tiro a bocajarro en la sien del dealer más icónico de la historia de la teleficción. Doce años después, la inocencia de aquel Kenard coincide con la apariencia frágil y enclenque de Herro. Sin embargo, tras la apariencia, se esconde la letalidad. Un contexto que habla sin palabras.

Tyler Herro llegó a los Miami Heat como decimotercera elección de un draft en el que habían sobresalido nombres como Zion Williamson (New Orleans Pelicans) y Ja Morant (Memphis Grizzlies), primera y segunda elección, respectivamente. Sin embargo, a las pocas semanas, el jugador de Wisconsin ya era considerado por muchos como uno de los “grandes robos” del draft. La franquicia de Pat Riley se frotaba las manos con su nuevo y flamante rookie, en el que muchos veían una especie de sucesor de Klay Thompson.

La temporada regular no hizo sino corroborar las sensaciones. Tyler Herro promedió 13,5 puntos por partido con una media de 27,4 minutos jugados. El escolta aseguraba un porcentaje del 42,8% en tiros de campo y, más allá de la línea de tres, la estadística marcaba un suculento 38,9% de acierto. Sin embargo, silenciado por el ruido mediático en torno a otros dos rookies como Williamson y Morant, nadie prestaba atención a lo que estaba haciendo Herro. Al menos, no todavía.

No obstante, si hay un tramo de la temporada en la que Tyler Herro haya sobresalido por encima del resto, ese ha sido el playoff time. Durante los 21 encuentros disputados en la postemporada, las cifras de Herro han aumentado hasta promediar los 33,6 minutos jugados, en los que ha anotado una media de 16,6 puntos por partido (43,3% TC y 37,5% 3P). Las eliminatorias contra los Milwaukee Bucks de Giannis Antetokounmpo (principales candidatos a campeonar el Este, eliminados por los Heat con un rotundo 4-1) y los Boston Celtics (4-1) han sacado el instinto más asesino del joven escolta. Tyler Herro se ha convertido en una suerte de Dexter Morgan que ejecutaba rivales con cara de ángel y modus operandi de asesino sanguinario.

Precisamente en el game 4 contra los Celtics, Tyler Herro anotaría 37 puntos que lo situarían en la órbita de Magic Johnson. Solo el base de los Lakers del Showtime anotó más que él en su año de rookie en unas Conference Finals. “¡Te quiero, Tyler!”, le gritaba Goran Drágic justo al término de su primera entrevista con la periodista Rachel Nichols a pie de cancha. Unas semanas más tarde, Herro pasaría a la Historia de la NBA como el primer jugador posterior al 2000 en disputar unas Finales y también el más joven en ser titular en la eliminatoria por el título (20 años y 254 días). Probablemente, si la elección del Rookie del año hubiese contado también con la postemporada, no habría habido dudas. Es cierto que Morant y Williamson han tenido grandes momentos (más el primero), pero ninguno ha logrado generar un impacto tan notable como el jugador de los Heat, un fijo en la rotación de Erik Spoelstra que ha ganado notoriedad en un roster en el que se ha compenetrado a la perfección con estrellas de la talla de Jimmy Butler, Bam Adebayo o el esloveno Dragic.

Precisamente, una lesión del base balcánico propició que Herro pasase a formar parte del cinco titular de Spoelstra a partir del segundo encuentro de las Finales contra Los Angeles Lakers. Una eliminatoria final que, si bien no le ha valido para obtener su primer anillo, sí ha servido para situarlo como uno de los mejores novatos de la historia de la NBA. Así las cosas, Herro ya es el rookie con más triples anotados en playoffs (47) y también con el máximo de tiros de tres en una serie final (11) en su primera comparecencia. Más allá, Herro se ha colado en un selecto club: el chico de la Universidad de Kentucky se colocó como sexto jugador en superar la barrera de los 300 puntos en su primera postemporada (entre nombres como Lew Alcindor, posteriormente llamado Kareem Abdul-Jabbar [352 en 1970], Jayson Tatum [351 en 2018] o Alvin Adams [341 en 1976]). Además, la turbulenta temporada 2019/20 emparenta a Herro con uno de las figuras históricas de los San Antonio Spurs y de la NBA. Hasta este año, Manu Ginobili era el jugador que más puntos había anotado desde el banquillo en una temporada. Pero hasta eso ha conseguido empequeñecer Tyler Herro, que ha superado la marca que fijó el argentino en 2003 (226 pts.) para dejar el listón en unos aparentemente inalcanzables 335 tantos.

Pero más allá de los fríos datos, lo más impactante de la irrupción de Tyler Herro ha sido la sensación que ha transmitido sobre el parqué. Tal vez esa mueca indescriptible que realizó al término del tercer partido frente a los Lakers de Frank Vogel sea la mejor definición de lo que transmite sobre la cancha el novato de los Heat: el descaro y la osadía de meter canastas por encima de instituciones como LeBron o jugadores tan dominantes como Anthony Davis. Pura audacia camuflada en una engañosa delgadez. En una plantilla de trabajadores incansables liderada por un Jimmy Butler que, por fin, se ha ganado su posición como estrella rutilante de la NBA, Tyler Herro ha destacado como principal elemento de fantasía. El 14 de los Heat es el verso libre, el canto a la belleza y la elegancia que corona el sudor y el esfuerzo de una plantilla incombustible. En palabras de Muhammad Ali, el baloncesto de Herro sería la mariposa que baila y el aguijón que se clava en la carne del enemigo. Un incendio; letal, pero inevitablemente precioso. Su juego eléctrico se ha elogiado hasta el nivel de compararlo con el de un mito floridense como Dwyane Wade. “Es especial”, escribía el propio Wade en su cuenta de Twitter, “lo que me gusta de su juego es que no es cosa de un día. Él juega así al baloncesto”. En la misma línea se pronunciaron sus compañeros Dragic y Jimmy Buckets. El veterano base esloveno bromeó asegurando que no se creía que tuviera 20 años, mientras que el capitán de los Heat se deshizo en elogios con su mejor escudero: “Obviamente, es un novato. Pero cada vez que está en la cancha, su estilo, sus movimientos… te hace pensar que llevase en la Liga más de 10 años”, aseveraba el 22 del equipo de Florida.

Visto por los ojos del resto, Tyler Herro posee un carácter ganador único que radica en la valentía con la que siempre ha afrontado sus decisiones. Como cuenta Guille Álvarez en Mundo Deportivo, con apenas 18 años el joven rechazó la posibilidad de incorporarse a los Wisconsin Badgers para recalar en la escuela de Kentucky y ponerse a trabajar bajo las órdenes de John Calipari. Una muestra de su inteligencia que le llevó a desterrar la posibilidad de ser profeta en su estado natal para convertirse en el enemigo público número uno. “Varios aficionados le lanzaron huevos e hicieron pintadas en el jardín de su casa y en la máquina quitanieves de su familia; le amenazaron de muerte a través de las redes y en persona; y en las gradas de sus últimos partidos de instituto se podían ver serpientes de peluche y posters con su cara recortada y pegada sobre el rostro del animal”, escribe el periodista en las páginas del diario Mundo Deportivo. Sin embargo, lejos de amedrentarse, y consciente de la idoneidad de la escuela de Calipari para su prosperidad, Herro concluyó la temporada con números estratosféricos (32’9 puntos, 7’4 rebotes, 3’6 asistencias y 3’3 robos por partido) que demostraban su confianza y seguridad en sí mismo. Un coraje que, en su primer año NBA, lo ha definido. “No puedes sobrevivir en esta liga si no tienes confianza. He estado haciendo esto toda mi vida: fui de un pueblo pequeño en Milwaukee a Kentucky y nadie pensó que sobreviviría allí como tampoco pensaron que sobreviviría aquí”, declara en referencia a su año de rookie. Una filosofía implacable y digna de un campeón.

Concluida la temporada 2019/20, con el subcampeonato de los Miami Heat frente a unos intratables Lakers, comandados por el inabarcable LeBron, queda la sensación de que el futuro de los Heat es una llama que acaba de prender. Un proyecto de incendio en el que volveremos a escuchar, muchas veces, el “I need a Herro!” con el que Guille Giménez canta en Movistar+ las canastas del jugador. Un tipo con la sangre fría y el alma sosegada de asesino en serie que poseía Dexter. La versión NBA de aquel adolescente que se paseaba corriendo por los pasillos del pabellón de la Universidad de Kentucky gritando: “¡soy una canasta!”. El trasunto de ese niño que jugaba en las calles a ser traficante y que, meses después, asestaría un infalible balazo en la cabeza de Omar Little. Una sutil irreverencia.

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