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Made in USA

El ala oeste del Telón de Acero

Jokic, Antetokounmpo, Nowitzki, Gasol, Petrovic, Sabonis… Siempre nos dejamos al quizás más importante pionero europeo en la NBA.

El baloncesto europeo está pasando por su mejor momento en pleno 2023. Los jugadores dominan a nivel mundial, selecciones como España o Francia están consideradas siempre en el top de FIBA, las ligas domésticas gozan de una mala salud de hierro y la Euroliga ha conseguido mantener un buen nivel a pesar de las bajas de los equipos rusos. Jokic, Doncic, Antetokounmpo; siempre en boca de todo fan adepto a la NBA. Pero para que estos pudieran correr, hubo chicos como nuestro alemán oriental favorito que tuvieron que andar primero. Una leyenda en Indiana y Seattle: Detlef Schrempf.

El ”Gran Teutón” (21 de enero de 1963) nació y creció al oeste del Telón de Acero. Leverkusen, una ciudad industrial de la Alemania occidental durante la Guerra Fría, fue la cuna del segundo mejor jugador alemán de siempre. Amparado bajo el Tratado del Atlántico Norte, su conexión con los Estados Unidos siempre fue una de sus señas de identidad. Y es que, tras despuntar en las ligas escolares alemanas, Detlef Schrempf se marchó a la tierra de las oportunidades como estudiante de intercambio en 1980, con 17 años. En concreto, acabó disputando el high school en el instituto de Centralia, Estado de Washington.

Seamos honestos, salvo vídeos con muy poca definición y lo que nos cuentan las páginas de estadísticas, no se puede argumentar demasiado acerca del Schrempf universitario más allá de los Washington Huskies, Marv Harshman y que los Dallas Mavericks (a la postre el equipo de Dirk) le eligieron el número 8 en el Draft de 1985; el de Patrick Ewing, Xavier McDaniel, Charles Oakley, Karl Malone, Joe Dumars, Fernando Martín o A.C. Green.

Detlef Schrempf se marchó a la tierra de las oportunidades como estudiante de intercambio en 1980.

Si que es más relevante su aparición en los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984 con Alemania Occidental. Promedió casi 19 puntos, 8 rebotes y 3 asistencias por partido, y pudo llevar a su selección a los cuartos de final, donde finalmente cayeron contra Estados Unidos por solamente 11 puntos. Este factor sería determinante para que fuera elegido “tan” alto en el Draft, puesto que, por aquel entonces, el baloncesto NBA seguía albergando dudas hacia los foráneos. En aquel partido deslumbró con pases por detrás de la espalda, mates en transición, tiros en suspensión muy estilizados y plantándole cara a Ewing y Jordan.

Su carrera como profesional en los Dallas Mavericks fue ilusionante a la par que discreta a pesar de mostrar su polivalencia como alero, con la que se ganó rápidamente el reconocimiento por su capacidad anotadora, habilidad reboteadora y una avanzadísima (para su corta edad) visión de juego. En cierta medida, la visión norteamericana del blanco raza blanca tirador encaja como un guante en Detlef Schrempf, lo que se vio acentuado por su aspecto desgarbado y altura. Hoy lo vemos como algo natural: un hombre alto con rango de tiro y visión de juego (sublimado por Jokic), pero por aquel entonces era un verdadero unicornio.

Estas características que a día de hoy definen al baloncesto del viejo continente, que alaban a cada momento las grandes superestrellas estadounidenses, no eran comunes en el baloncesto de los 80´s. Los europeos eran torpones, y los más útiles eran aquellos con muchos centímetros para compensar su falta de técnica con una presión blandita en lo más alto de la cesta. El germano complementaba su habilidad para manejar el balón y un gran game sense, éxito que propició que muchas franquicias NBA prestaran más atención a los talentos que surgían de las ligas europeas. Esto tiene mucho mérito en una época dorada del alero de élite: Larry Bird, Scottie Pippen, Dominique Wilkins, James Worthy, Chris Mullin o Grant Hill. Como el ya mencionado Fernando Martín, abrió la puerta a que más jugadores europeos hicieran carrera en la NBA.

Hoy lo vemos como algo natural: un hombre alto con rango de tiro y visión de juego.

El giro clave de su carrera se dio en los Indiana Pacers en 1989. Sus grandes porcentajes de tres y la enorme aportación a aquellos míticos Pacers de Reggie Miller, Rik Smits y Donnie Walsh le valieron dos veces el premio de mejor sexto hombre de la temporada.  En la temporada 1992-1993, su última con los Pacers, se convirtió en titular durante la mayor parte de la temporada, disputando 60 partidos. Esa misma campaña se convirtió en All-Star por primera vez en su carrera. Cada año sus estadísticas subían como la espuma, promediando en esta final 19.1 puntos, 9.5 rebotes y 6 asistencias. Su número 11 aún es venerado por los sibaritas de Indianápolis, e incluso llegó a hacer un cameo años después en la serie cómica Parks and Recreation por su papel en aquellos Pacers.

En este momento nos adentramos en el motivo de este artículo: su etapa en los Seattle Supersonics. Si habéis leído nuestro número 39, sabréis que significó una gran incorporación del verano 93, ya que fue cambiado por McKey y Paddio. Su llegada significó la gestación del equipo más carismático, el Sonic Boom de Payton, Kemp y Karl. En esta etapa gloriosa, pero sin título (aquella final de 1996), se unió dos veces al All-Star. Además, se ganó un puesto en el Tercer Equipo All-NBA 1995. Dos temporadas más tarde fue All-Star por tercera y última vez en su carrera. Se le consideraba, además, como uno de los hombres de hierro de la liga, esto es, aquellos que no se pierden un solo partido.

Se nos olvida que era el tercer mejor jugador de aquel equipo, pero hubiera sido una estrella absoluta en cualquier otro. Una década antes que Dirk Nowitzki, Detlef Schrempf dominaba todos los aspectos del juego, un tipo adelantado a su época. Conjugaba muy bien con Payton y Kemp, puesto que abría la pista a los monstruos con su porcentaje de tres y movilidad absoluta. “Estaba en la mejor etapa de mi vida. Nunca pensé que tendría un periodo de gracia como ese”, contaba el propio Schrempf acerca del Sonic Boom y esa temporada 95-96.

Su llegada significó la gestación del equipo más carismático, el Sonic Boom de Payton, Kemp y Karl.

No obstante, llegaron los malos resultados y las desgracias a los de Seattle. Aguantó en el equipo hasta la 1998-99, temporada en la que quedó libre y firmó por los Portland Trail Blazers. Pasó sus dos últimas temporadas jugando en un equipo carismático con Sabonis, Greg Anthony, Jermaine O´Neal, Damon Stoudamire o Rasheed Wallace. Repetiría de hecho con su compañero Shawn Kemp en la temporada siguiente, su última en la NBA. En los Blazers siguió disputando la mayoría de los partidos, jugando en 77 de ellos esa temporada. Por desgracia, en la 2000-01 fue en la que menos partidos jugó en una temporada durante su carrera en la NBA, ya que participó en 26 encuentros con un ya bajo nivel para una otrora estrella fundamental. Se retiró en 2001, y en 2006 tuvo la fortuna de volver a contar, esta vez como asistente, parta el plantel de unos Supersonics que se encontraban a dos años de su disolución definitiva (por el momento).

Tras su retirada de la NBA, siguió implicado en la comunidad baloncestística y social, trabajando como embajador con su Fundación y contribuyendo a diversas iniciativas benéficas. La continua dedicación de Detlef Schrempf al juego, tanto dentro como fuera de la cancha, ha probado la enorme fortuna que hemos tenido al otro lado del Atlántico por poseer a un referente de tal calibre. Un alemán que no solo no se advirtió encerrado por el Muro sino que lo derribó. Una máquina pavimentadora del futuro europeo.

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