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Reflejos

La NBA, esa asociación comunista

Máquina de hacer dinero, productora de sueños, creadora de ilusiones, generadora de leyendas. La NBA, esa asociación comunista.

Comunismo

1- Doctrina que establece una organización social en que los bienes son propiedad colectiva.

2- Movimiento y sistemas políticos, desarrollados desde el siglo XIX, basados en la lucha de clases y en la supresión de la propiedad privada de los medios de producción.

Real Academia Española- 23ª edición

“Marge, estoy de acuerdo contigo en teoría. Y en teoría funciona hasta el comunismo. En teoría”.

Los Simpsons – Temporada 5, capítulo 98: “Bart gana un elefante”.

La NBA funciona. Tanto en teoría como de facto. Máquina de hacer dinero, productora de sueños, creadora de ilusiones, generadora de leyendas. Y es la liga de baloncesto del país más poderoso –y más capitalista- del mundo. Pero siempre ha buscado regir su competición por medio de un sistema lo más equitativo y justo posible dentro del contexto del deporte profesional, procurando que el papel de macho alfa no sea interpretado por los mismos actores años tras año y dando facilidades al endeble de la clase de crecer y ofrecerse como una alternativa de poder en caso de usar bien las herramientas provistas.

Difícil de no ser así que un equipo que ganó 23 partidos de 82 totales y quedó fuera de playoffs en la temporada 2011/12, haya sido tres años después el campeón de la NBA con 67 victorias en liga regular, despliegue el baloncesto más atractivo del planeta y haya superado el que parecía por siempre inalcanzable récord de victorias en temporada regular de los Chicago Bulls de Michael Jordan y compañía en la temporada 1995/96, un ya y por siempre histórico 73-9. Pese a ya sabemos qué.

¿Se imaginan ustedes al Real Madrid del  repóker, dentro de cinco años, luchando a duras penas por entrar en los playoffs de la Liga Endesa ACB? ¿O al Obradoiro, por ejemplo, metiendo más de cien puntos por partido y siendo el modelo a imitar por el resto? ¿Verdad que no? Tal vez sea porque, a diferencia de en la NBA, aquí el negocio favorece, más que a nadie, al más grande. Y lo que gana es todo para él. Porque así está montado, así nos conviene y así quiere el mass media que sea.

Pero en la mejor competición del planeta existe un límite salarial para los equipos. Y un sistema de elección de novatos, el Draft, que da preferencia a los que menos partidos ganaron la temporada anterior, con ese punto salsero de la lotería para las catorce peores marcas. Además, los derechos de televisión se pretenden repartir de una manera ecuánime aunque obviamente no generen la misma atención Warriors que Bucks.

Esto no es algo que haya surgido hoy, por tanto, ¿por qué hablamos ahora de Comunismo? Bueno, en cierto modo se podría decir que está de moda en España. Lleva escuchándose hablar de él más en los últimos dos años que en los anteriores veinte. También parece que el capitalismo deportivo está acentuando más que nunca el baloncesto patrio: los que han ascendido no pueden consumar en los despachos lo logrado en la pista y el último clasificado de la liga ACB, el GipuzkoaBasket, tiene que bajar a LEB. Pero no por sus resultados deportivos, sino porque la economía no le da. Lo dantesco de la situación es que, tras negarse en rotundo a rebajar sus exigencias de inclusión para los ascendidos, tuvo que pedir por favor a los vascos que se quedaran. No. Para evitar una liga de 17, hubo entonces que ir con la el rabo entre las piernas a intentarlo con Palencia. Otro no. Y como última opción, a Melilla. Más no.

Bajadas de pantalones que la ACB se ha visto obligada a hacer –aunque no hasta los tobillos, si acaso un poco la cadera- tras salir mal ese ridículo y oficioso acuerdo al que llegó con Ourense para posponer su ascenso deportivo un año al no cumplir en su momento los desorbitados requisitos que tantos ascensos están tirando por tierra en los últimos años. Ascensos que llevan consigo el trabajo, esfuerzo e ilusión de equipos, aficiones y ciudades.

Una situación no tanto similar como convenida para poner de manifiesto la diferencia entre un universo baloncestístico y otro, es la de los Hornets (los hoy Pelicans, no los ayer Bobcats) en la NBA. La franquicia del abejorro, tras quedarse sin propietario a mediados de 2011, fue asumida en gerencia y hasta encontrar nuevo comprador por la propia NBA, quien inyectó económicamente en una justa medida y se encargó de vilipendiar gestiones deportivas que pudieran haber mandado al traste su atractivo como franquicia a la venta, como el famoso traspaso vetado que habría mandado a Chris Paul a los Lakers y hubiese dado con los huesos de Pau Gasol en los Rockets. Una administración regentada de manera temporal por la NBA hasta que en abril de 2012 fue vendida a Tom Benson por 338 millones de dólares.

Una organización privada que provee por sus asociados al tiempo que respeta al deporte y a sus aficionados.

Puedes ser hasta aquí de rico

La NBA tiene diversas formas de regular las ganancias de sus jugadores dentro de su convenio colectivo, el famoso CBA del que tanto se oye hablar en los impopulares cierres patronales o lockouts: dependiendo de sus años de experiencia en la liga un jugador puede ganar más o menos dinero, como también existen un salario mínimo y un tope salarial que los equipos no deben superar o que, si superan, les toca pagar por ello.

Medidas enfocadas, básicamente, a evitar despilfarros en sueldos que hagan explotar la burbuja, al tiempo garantizar un cierto estatus para sus jugadores de nivel más raso, que suelen cobrar, en la mayoría de los casos, más que si cruzasen el charco a ser jugadores de nivel medio-alto. Así, se puede llegar a hacer consecuente un mejor reparto de los mejores jugadores de la competición en distintos equipos, ya que resulta más difícil –y caro en cantidades extra salariales- juntar a una pléyade de estrellas en un mismo equipo como puede ser más habitual en Europa. A no ser que los propios jugadores prefieran cobrar por debajo de sus posibilidades con la intención de formar un equipo de estrellas aspirante a todo, o de unirse como jugador de rol a uno de esos contenders.

Uno de los que se rebajaron hasta ese nivel para probar la experiencia NBA, y no precisamente en un candidato al anillo, fue nuestro español Juan Carlos Navarro, que en la temporada 2007/08 fue uno de los siete jugadores peor pagados de la asociación, percibiendo 538.090 dólares por parte de los Grizzlies antes de volver al Barcelona para cobrar más de un millón de euros.

Además, cuentan con diversas cláusulas en sus contratos que permiten que, en caso de que el jugador sea cortado por la franquicia que le ficha, cobre una parte garantizada del contrato que previamente firmó, ya que el trabajador quedaría despedido en un momento delicado de la temporada para encontrar nuevo acomodo.

Pero encontramos regulaciones también en el caso opuesto, el éxito. Si bien los rookies tienen limitaciones salariales durante cuatro temporadas, éstos podrán aspirar a más o menos dinero según la posición del Draft en que salieron elegidos. Según el convenio vigente, para la temporada 2016/17, Ben Simmons, último número 1, cobrará 4.919.300 dólares. Cifra que va descendiendo conforme bajamos posiciones en el Draft pero que se queda en casi un millón de dólares para el trigésimo escogido, última elección de primera ronda. Este primer salario, además, va creciendo exponencialmente en las siguientes temporadas hasta poder estimular un crecimiento de un mínimo del 26’1% hasta un máximo del 80’5%. Eso sí, ese aumento sería del mínimo para Ben Simmons y del máximo para Damian Jones –número 30 del Draft 2016-. Recuerden, no está reñido el premio al mérito con la equidad.

Claro que todos los contratos tienen sus cláusulas, y entre los principales picks de cada Draft se vienen incluyendo de manera habitual cada año bonificaciones en base a aquello que el jugador vaya consiguiendo y el valor de mercado que vaya obteniendo. Así, y desde que Derrick Rose se convirtiese en el MVP más joven de la historia de la NBA con 23 años en su tercera temporada, los contratos que firman las promesas de hoy día encuentran subidas como premio a haber sido MVP, jugar el All-Star, formar parte de los quintetos ideales de la temporada o cualquier otra distinción digna de ser pagada. En estos casos, estas bonificaciones que el equipo puede pagar a su jugador no contarían como parte del montante que pretendiese esquivar, o al menos sobrepasar mínimamente el límite salarial y tener que pagar el impuesto de lujo. Una de tantas excepciones con que cuenta el CBA.

En el caso de los límites salariales, este fluctúa cada año hasta una nueva cifra. Y quien dice que fluctúa, dice que sólo sube, dependiendo básicamente de los ingresos de la liga, que dirimirán cuál es la cifra adecuada en que fijar ese tope. Así, y tras el nuevo mega contrato televisivo, el límite salarial ha pasado de ser algo mayor a los 70 millones de dólares en la temporada 2008/09, a sobrepasar los 94 millones para temporada 2016/17 que se nos viene, y con previsiones de alcanzar los 107 en la siguiente. Así, Mike Conley estrenará este otoño un contrato que le reporte 153 millones de dólares en cinco temporadas, convirtiéndose en el jugador de baloncesto mejor pagado de la Historia. Mike Conley, sí.

Este límite salarial, a pesar de ser límite, puede sobrepasarse cuanto se desee, aunque con una consecuencia llamada impuesto de lujo, que básicamente consistía, hasta el lockout de 2011, en que el equipo que sobrepasase el límite establecido en la temporada debería pagar a la NBA un dólar por cada uno de ellos en que esté por encima. Así, los Knicks de la 2005/06, que tenían al –inserte su adjetivo aquí- Isiah Thomas por general manager, tuvieron que desembolsar 124 millones de dólares en salarios, el doble del límite de 61’7 millones que había por entonces.

Para evitar casos tan infames, con el nuevo CBA se obliga al despilfarrador a pagar un dólar y medio por cada dólar extra en los primeros cinco millones y hasta 4’75 por cada uno al superar los veinte millones de dólares.

Pero ojo, también será obligatorio gastar un mínimo en salarios de los jugadores: concretamente 84.729.000 dólares, quedando sólo un 10% entre mínimo y multa.

Y es que la NBA es lista. Pone la regla a la vez que la trampa, y es que ese dinero que recauda por estos impuestos de lujo lo invierte, mediante un sistema de fideicomiso, en lo que resulte más conveniente para la asociación y sus socios, que suele ser un reparto equitativo de este montante entre los equipos que se mantengan dentro del tope.

Límites salariales por arriba y reparto equitativo de las recaudaciones. ¡Díganme si esto no es comunismo!

Reparto de la riqueza desde su mismo germen

Los ingresos de la NBA por televisión y publicidad están siendo más que gigantes. Recientemente se aprobó la inclusión de logotipos de publicidad en las camisetas a partir de la temporada 2017/18, ubicados en la parte inferior del tirante izquierdo, donde hace dos temporadas lucía el logo de la NBA –ahora en la espalda sobre el nombre del jugador- y con unas dimensiones de 6’35×6’35 centímetros, como así también aparecerá el logo de Nike, nueva marca oficial de la NBA en sustitución de Adidas a partir de mencionada campaña.

Y claro, no van a recibir mismo número de candidatos ni cantidad similar ofrecida los Warriors que los Bucks, volviendo a la comparación de ejemplo anterior. Para luchar contra este desequilibrio tan acusado a este lado del Atlántico –queda bonito ver a un equipo que no logra patrocinador principal dejar el hueco de la camiseta vacío toda una temporada, ¿o no?-, la NBA estipulará que el 50% del ingreso acordado a cambio del espacio en la camiseta que acuerden las franquicias con las empresas –independiente de la NBA- será propio de la franquicia, y que la otra mitad irá destinada a un fondo común que será repartido de manera equitativa entre todas las franquicias. Unos ingresos que están previstos en las tres cifras por tres temporadas pero que no permitirán a una marca aparecer en la misma camiseta más de tres temporadas.

Nuevamente, una distribución igualitaria de la riqueza desde su misma creación.

Queda claro por tanto el compromiso de la NBA para con los integrantes de su organización, salvaguardando la salud de sus economías en un complejo sistema financiero basado en la percepción de ingresos a repartir comunitariamente, favoreciendo así las oportunidades de crecimiento y competitividad deportiva final entre los miembros. Reparto de riqueza e igualdad de oportunidades.

¡Pero qué comunista eres, NBA!

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