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Análisis

Dwight Howard: De crianza a sobremesa sin pasar por gran reserva

La carrera de Dwight Howard sigue en picado tras salir de los Orlando Magic. Analizamos largo y tendido las causas. 

Wikimedia

Después de mucho pensar, he decidido encabezar el artículo con éste bonito símil enológico, pues la otra opción era “de nebulosa a nova sin pasar por gigante roja”, por lo que hubiese tenido que dar una pesada teórica de astronomía previa, o mejor dicho, recibirla yo primero e intentar explicarlo. Sea como fuere, el caso que vamos a tratar, de Dwight Howard, que por cualidades creímos que iba a ser uno de los dominadores de la liga, y sin embargo, el tiempo ha ido pasando y nos ha quitado la razón, si es que algún día la tuvimos…

En el 2004 llegaba a los Magic de Orlando con el nº 1 del draft bajo el brazo, un joven prometedor con un físico portentoso. Formado en “Atlanta Christian Academy” en su Georgia Natal, se presentaba como ganador del premio Naismith (Mejor jugador de High School del país) y tenía por delante la difícil tarea de recomponer a un equipo que había quedado huérfano del gran Shaquille O´Neal y más recientemente del genial Tracy McGrady, que se habían ido a los Lakers y a los Rockets respectivamente. Curiosamente, esos serían los siguientes destinos de Howard. Caprichos del destino…

Condiciones no le faltaban al chico para echarse un equipo a la espalda, y hasta dos si fuese necesario, a juzgar por el tamaño de las mismas. Con un físico portentoso y una amplitud de salto vertical fuera de lo normal, parecía predestinado a ser el dueño del espacio aéreo de las zonas por tiempo ilimitado. Con sólo 19 años y esas capacidades potenciales, el equipo de Florida parecía tener asegurada la piedra angular de su reconstrucción.

En el primer año, jugando 32 minutos por partido, acabó la temporada con unos promedios de 12 puntos, 10 rebotes y 1.7 tapones por partido. Pese a convertirse en el jugador más joven de la historia en promediar un doble – doble, los Magic se quedaron fuera de los playoffs con un balance de 36 victorias y 46 derrotas. No logró el premio al Rookie del año, quedando tercero en las votaciones por detrás de Emeka Okafor y Ben Gordon. No había sido un mal año para él, pero su rendimiento distaba algo de las expectativas puestas en él. La sombra de O´Neal era alargada y Howard pronto se dio cuenta. Él mismo, prometió al público de Orlando ser capaz de hacerles olvidar a Shaq.

Para el año siguiente, Howard comenzó su peculiar metamorfosis y ganó bastante músculo durante el verano. También se sometió a entrenamientos específicos destinados a mejorar sus movimientos en el poste bajo, tanto en ataque como en defensa. Su rendimiento personal mejoró notablemente y llegó hasta los 15.8 puntos y 12.5 rebotes por partido, pero el equipo volvió a quedar fuera de playoffs, obteniendo el mismo récord del año pasado (36v – 46d). El pívot iba poco a poco batiendo records individuales de precocidad, como el de ser el jugador más joven en conseguir un 20 – 20, obteniendo 21 puntos y 20 rebotes contra Atlanta, pero la marcha del equipo no mejoraba.

En otro pequeño pero importante salto cualitativo, Howard lidera a los Magic en la temporada 2006/2007, hasta la 8ª plaza del Este y consigue los tan ansiados playoffs a base de esfuerzo y dedicación. Ese mismo año es elegido por 1ª vez para disputar el All-Star game. Todo parecía empezar a irle bien a éste sonriente chico que encandilaba a la gente con sus bromas y su constante buen humor. Poco importó caer eliminados en 1ª ronda por los “Bad Boys” de Detroit, pues el futuro parecía presente.

Con otro monumental incremento veraniego de presencia física y ejerciendo como líder absoluto de los Magic, Dwight Howard incrementa su progresión hasta los 20.7 puntos y 14.2 rebotes por partido, siendo en el apartado de los rebotes por partido el mejor de la liga por 1ª vez en su carrera, así como el mejor en rebotes totales. En sus primeros cuatro años como profesional, había jugado los 82 partidos anuales sin perderse ni uno sólo, además de ser el jugador más joven de la historia en alcanzar los 3.000 rebotes. Los récords se suceden, así como su primera titularidad para el All-Star game y para rematar, con la inestimable ayuda de Rashard Lewis y Hedo Türkoglu, consigue un balance de 50 victorias y 32 derrotas, que daba al equipo opciones en la post-temporada. Después de barrer a Toronto en 1ª ronda por 4-1, son eliminados nuevamente por los Pistons de Detroit. Howard era un pívot muy físico y un gran reboteador, pero ya comenzaban a oírse las voces de la crítica, que lo ponían en el punto de mira, alegando que sus fundamentos en el poste eran escasos y basados en la impedancia física, además de tacharle de un nefasto tirador desde cualquier distancia. Cierto es que aún era muy joven, pero en 4 años no se había observado mejora alguna en dichos aspectos.

Ese mismo año, dejó muestras de su tremenda superioridad física, ganando el concurso de mates vestido de Superman, realizando una serie de mates espectaculares en los que hacía ostentación de un despegue vertical impresionante. Curiosamente ganó el concurso con un mate que no llegó a ser mate, pues aunque realizó un salto monumental, no llegó a tocar el aro y simplemente lanzó el balón con fuerza. Al igual que no suelen pitar pasos cuando alguien va solo hacia canasta, por esa absurda prerrogativa del “Show must go on”, nadie dijo nada y el simpático grandullón se coronó entre aplausos. Más allá del concurso, yo que soy muy de teorías absurdas, vi el atuendo de Superman escogido por Howard, como una declaración de intenciones en su intento de superar a su predecesor Shaquille O´Neal. De todos es sabido el gusto de O´Neal por el símbolo de Superman, el cual incluso lleva tatuado en su brazo, por lo que el paralelismo es más que evidente.

Al año siguiente, ya estaba en el centro de las miradas de la liga y seguía acumulando récords sin parar. Máximo reboteador, máximo taponador y jugador defensivo del año, pero era necesario dar un paso más. Los “animales de estadísticas” como Kevin Love, suelen tener una gran capacidad para acumular números y récords, que por lo general es inversamente proporcional a la consecución de títulos. Howard era muy bueno en su pequeña parcela de poder, pero no era un líder en la pista. Por aquel entonces parecía más interesado por su popularidad fuera de las canchas, que por la buena marcha del equipo. Los 13.000.000$ que por aquél entonces adornaban el contrato del pívot y sus multitudinarias apariciones en programas de televisión, comenzaban a hinchar su ego, casi tanto como sus hombros.

Su obsesiva preocupación por superar a Shaquille, sus sobreactuaciones excéntricas , y su más que evidente incapacidad para tomarse las cosas en serio, y por ende, para adquirir compromisos, le alejaban cada vez más de la figura de pívot dominante líder del equipo. Lejos de intentar mejorar sus aspectos técnicos, lo único que parecía saber hacer era reírse. Reggie Miller actuando como comentarista deportivo, le dedicó unas ilustrativas palabras, después de que el pívot fallara dos tiros libres y se riera a carcajadas: “Deja de reírte y trabaja para ayudar a tu equipo, ya no tienes 20 años campeón…”

Stan van Gundy movió sus cartas a la perfección y con todo, Orlando entra en playoffs, y después de superar a los Sixers en primera ronda, eliminan a los Celtics, que defendían el título, en el séptimo partido con una gran actuación de Howard (23 puntos y 22 rebotes). Los Cavaliers de Lebron fueron la siguiente víctima, y además de caer por 4 a 2, en el sexto partido vieron como Howard les pasaba por encima con unos números colosales (40 puntos, 14 rebotes y 4 asistencias) en un partido en el que la superioridad del center de los Magic llegó a ser irrisoria.

Primera final para Orlando desde el año 1995, cuando de la mano de O´Neal se enfrentaron a los Rockets de Olajuwon, que los barrieron del mapa por un contundente 4 – 0. No era muy distinta la suerte que le esperaba a los Magic de Howard, que se vieron sobrepasados por los Lakers de Bryant y Gasol, perdiendo la eliminatoria por 4 a 1.

Fue el momento en el que la verdadera personalidad del pívot de Orlando comenzaba a aflorar. Después de haberse quejado innumerables veces a lo largo de la temporada por la ausencia de refuerzos de calidad, al concluir las series finales, arremetió primero contra el arbitraje y posteriormente contra la organización de la liga, diciendo que “no es viable que una franquicia como Orlando gane un anillo”, en clara alusión a presuntas acciones destinadas a favorecer a las grandes franquicias. Como es lógico, no pudo probar nada.

Las continuas quejas de Howard por la falta de ayudas que recibía, provocó en los años siguientes una serie de movimientos incesantes en el banquillo de los Magic. Vince Carter, Ryan Anderson, Matt Barnes, Brandon Bass, Gilbert Arenas y Marcin Gortat entre otros, intentaron complementar a Howard sin resultados concluyentes. Aunque mantenía sus buenos porcentajes, nunca dio el salto definitivo para asumir galones y convertirse en el líder del equipo, que daba bandazos de un lado a otro, buscando una identidad que nunca llegó a obtener.

Las quejas de Dwight Howard se convirtieron en algo constante, y pese a que por aquel entonces ya percibía el nada despreciable montante de 15.000.000$, sus tremendas ansias por conquistar la fama, comenzaron a relegar a un segundo plano, los intereses del equipo, y lo que es aún más llamativo, su evolución como jugador. Poco parecían preocuparle sus evidentes carencias en ataque así como su preocupante porcentaje de tiros libres, que ya era un  record histórico con un 42%. Su físico y su fama, se convirtieron en una gran cortina de niebla que le apartó de la realidad más absoluta.

Howard expresó públicamente su intención de irse de Orlando, en el caso de que la directiva no fuese capaz de reunir a un equipo competitivo. Fueron varios sus intentos de hacer las maletas y emigrar, siendo los más sonados, el intento de recalar en los Dallas Mavericks o en los New Jersey Nets. Van Gundy por su parte, hizo lo imposible para que esto no sucediera, pero la suerte parecía más que echada. A principios del 2012, después de una extraña negociación, Howard firmaba por un año más con los Magic, a condición de que después de dicho periodo, se le facilitase el traslado a un equipo de su agrado. Esa situación evitaba que el pívot se fuese como agente libre. A los pocos meses, sufre un golpe por el que tiene que ser operado de una hernia de disco. La frustración se apodera del jugador, y al final de temporada, durante un largo y extraño periodo de tiempo, Howard se dedicó a alabar indiscriminadamente a los equipos en los que quería recalar, alternando sus motivos de la manera más variopinta.

El Gran proyecto de Brooklyn fue su primer objetivo, era nuevo, ambicioso y respaldado por un gran talonario y fichajes potentes. Luego coqueteó con la idea de irse a Boston porque según el: “Rondo es el mejor base de la NBA”. Al poco tiempo, le concedió ese mismo calificativo a Chris Paul en otro claro intento de emigrar a los Clippers. Esta situación solventaba la más mínima duda que pudiésemos tener, sobre los intereses que movían los designios de la carrera de Howard.

«He hecho todo lo que he podido y más por la ciudad y no creo que la gente entienda el gran cariño que tengo por la misma», declaró Howard, tratando de explicar una decisión que ya lo ha convertido en el «enemigo» número uno de los seguidores del equipo y de los residentes de Orlando. Howard trató de explicar los motivos de su salida del equipo y lo único que dejó claro fue que no sentía que pudiese conseguir «nunca» un título mientras estuviese en Orlando.

En agosto del 2012, los Orlando Magic traspasan al jugador a los Lakers, ante su amenaza de irse gratis si no lo hacían. A pesar de haber dicho innumerables veces que no jugaría jamás al lado de Kobe Bryant, la tentación de vestir la elástica dorada y ser el centro de atención de las cámaras en Los Ángeles, le hizo cambiar de opinión. 20.000.000$ también tuvieron algo que ver…

Lo que menos necesitaba en aquel momento el ego de Dwight Howard, era recalar en una de las franquicias más mediáticas del mundo, pues podía ser un grave punto de inflexión en su rendimiento, que por aquel entonces evolucionaba en indirecta proporción a su fama. Los Lakers conformaban a priori un quinteto que daba auténtico miedo, con Steve Nash, Kobe Bryant, Metta World – Peace, Pau Gasol y el propio Dwight Howard. Digo a priori, porque Mike D´Antoni tenía otros planes para Pau, pero eso es otra historia…

Motivados por la gran presión que suponía ser claros aspirantes al anillo, el equipo angelino observó milimétricamente el rendimiento de su nuevo jugador, que no había realizado la pretemporada por su lesión. El estado de recuperación de la lesión era una temible incógnita, más aun, sabiendo que era un jugador que basaba el 99% de su juego en su fuerza física. Pronto comenzó a alternar buenas actuaciones con auténticos cúmulos de despropósitos, todo ello aderezado por una tremenda falta de implicación. La disciplina nunca había sido la principal cualidad de Howard, pero si además el que la intentaba imponer era Bryant, la cosa pintaba muy mal.

De todos era sabido que quien mandaba en los Lakers era Kobe Bryant y no D´Antoni, y eso era imposible de digerir para Howard y su exacerbado ego, aun incluso cuando las rotaciones del equipo le beneficiaban a él en claro detrimento de Pau Gasol, en un absurdo intento del entrenador de  jugar un “small-ball” que nunca llegó a funcionar. Los encontronazos entre ambos jugadores fueron numerosos, y mientras Howard acusaba a Bryant de acaparador y ponía en tela de juicio su capacidad de liderazgo, el 24 de los Lakers arremetía contra él, echándole en cara su falta de compromiso, su escasa ética de trabajo e incluso su incapacidad manifiesta de ejecutar fundamentos de 2 x 2 tan sencillos como el pick & roll. Hasta los menos espabilados, vaticinaban la inminente salida del jugador al finalizar el curso

La maldición que pesa sobre los Lakers cada vez que intentan juntar un “Big Four” actuaba de nuevo.

Como a perro flaco todo son pulgas, llega la peor de las noticias, la lesión de Kobe Bryant. El equipo púrpura quedaba sumido en una situación caótica y muy comprometida, pues la falta de Bryant podía suponer no entrar en playoff. La guinda la ponía Howard que se resentía de los dos hombros, los que, a juzgar por su tamaño, puede que hubiesen sido sobrecargados “un poco” de trabajo por parte del jugador. El bestial incremento de masa muscular de Howard pasaba factura, y la solución que le daban, era pasar por quirófano.

Sus 27 años y su situación de último año de contrato, le hicieron plantearse dicha intervención, pues podía ser determinante para el resto de su carrera. Al final no se operó y jugó el resto de la temporada a bastante menos nivel del habitual. Con Gasol tirando del carro y cerrando bocas, los Lakers obtienen la 8ª plaza del Oeste y son barridos en 1ª ronda por los Spurs de San Antonio por 4 a 0. La temporada acababa para Howard que a pesar de promediar un doble-doble y liderar la liga en rebotes, había realizado una aportación muy poco acorde con las expectativas depositadas y el sueldo que percibía.

En un acto más propio del club de la comedia, que de una negociación, los Lakers le ofrecen 5 años y 118 millones de dólares, pero Howard pone como condición sin ecuánime, la salida de Bryant y Mike D´Antoni del equipo. Obviamente, ni siquiera se planteó la remota posibilidad de que eso sucediera, por lo que su futuro se volvía a sumergir en los mares de la rumorología y la incertidumbre.

En el caso de Howard, haber sido 3 años mejor defensor, 5 veces máximo reboteador y 2 veces máximo taponador, no eran contrapesos suficientes para equilibrar la balanza de la confianza a su favor, pues su personalidad egocéntrica, su nula ética de esfuerzo y su poca disciplina y compañerismo, eran sobradamente conocidos por las franquicias, y constituían un lastre para sus posibilidades de ser contratado. Aun así, se rumoreaba con intereses por parte de Mavericks, Rockets, Warriors y Clippers.

88 millones de dólares por 4 años de contrato, consiguen convencer a Dwight Howard para que haga las maletas y se vaya a los Houston Rockets, a compartir vestuario con otro jugador “modelo de humildad y trabajo en equipo” como es James Harden.

Howard llegaba a un equipo que había superado con creces las expectativas puestas en el la pasada campaña y que necesitaba un empujón para dar el salto definitivo de calidad que les permitiera aspirar a metas concretas. La pregunta era sencilla, ¿aceptaría Howard ser un gregario de lujo a la sombra de Harden?

No comenzaba demasiado bien la andadura del pívot en la franquicia tejana, pues aunque obtuvieron un récord de 54 victorias y 28 derrotas que los metía de lleno en playoffs, los números de Howard eran casi idénticos a los obtenidos el último año con la lesión de hombro. Al empezar las eliminatorias todo parecía haber cambiado. Aunque cayeron eliminados por los Portland Trail Blazers por 4 a 2 en unos partidos apretadísimos, Howard brilló como nunca consiguiendo cuajar grandes actuaciones y mostrando una implicación inusual para él. 26 puntos, 13.7 rebotes y 2.8 tapones por encuentro, eran las sólidas bases de las esperanzas del equipo tejano para el año siguiente. ¿Habría resurgido cual ave fénix de sus cenizas?

Poco tardaron en disiparse las esperanzas, pues la irregularidad volvió a ser la hoja de ruta del jugador en el resto de su etapa como Rocket, hasta la fecha. Los números se siguen acumulando, aunque con una sustancial bajada, pero el síndrome amotivacional y la soberbia, se han apoderado totalmente del jugador. A su ya clásica falta de compromiso, unimos una nueva lesión y aderezamos con un notable cambio de personalidad que le hace enfadarse bastante cuando las cosas no le van bien, que suele ser casi siempre.

Broncas con jugadores y contactos físicos totalmente fuera de lugar, adornan estos dos últimos años de la carrera de éste mediático ser, que cada vez desdibuja más su figura de jugador estrella y forma otra paralela a medio camino entre matón de discoteca y pandillero de gueto. No son pocas las acciones por las que ha recibido sanciones económicas de hasta 15.000$ por una bronca con Garnett y otros 15.000 por otra con Barnes , partidos sin poder jugar por acumulación excesiva de faltas flagrantes (4 en 17 partidos), o recientemente un manotazo a un árbitro que mediaba en una trifulca entre él y Nené Hilario. Por dar un  dato, Howard lleva 12 técnicas en lo que va de temporada, encabezando en solitario la clasificación.

Tristemente, su comportamiento “poco ejemplar” se traslada también a lo extradeportivo, donde tampoco se muestra como un modelo a seguir. En 2014 se le retira el carnet de conducir por acumulación de sanciones.

La mala marcha del equipo es más que evidente, pero siguiendo la nueva tendencia de moda de la liga, los jugadores le echan la culpa al entrenador, y este es despedido. Así consiguieron la “influyente” pareja formada por Harden y Dwight Howard, cargarse al bueno de Kevin McHale y dejar al frente del equipo a alguien más dócil que no puede permitirse ser despedido.

La influencia que ha ejercido el egoísta y presuntuoso James Harden sobre Howard, ha sido la carga explosiva que ha dinamitado el último pilar de la estructura que sustentaba las esperanzas de muchos fans, que ansiaban que Howard, volviese a ser el jugadorazo que apuntaba ser en Orlando. Tampoco debemos culpar de todo a Harden, pues las ansias de protagonismo y gloria del pívot de Atlanta, sumado a sus excentricidades e incapacidad para el compromiso, han ido truncando su carrera desde el inicio de la misma, haciéndole tomar siempre decisiones erróneas y adoptar actitudes poco afortunadas. Su constante conflicto interno entre el gran jugador y el animal mediático, le ha ido arrastrando hacia la versión más pobre de lo que podía haber llegado a ser.

Es una verdadera lástima para el baloncesto que se haya perdido un jugador con unas capacidades potenciales tan descomunales. La expresión “Gigante con pies de barro” adquiere una nueva dimensión en la figura de Dwight Howard.

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