Jaylen Brown sonríe. Actúa con normalidad. Es cercano e incluso atento. Estando en España, trata de responder a fans y medios en un castellano que, a duras penas, afirmó entender más que hablar. Tiene 20 años, un brillante futuro por delante y un presente que no se ajusta a su edad. Madurez a raudales, responsabilidad con su trabajo. Porque Boston buscaba a alguien que pudiera añadir a su maquinaria desde el primer día, y él aceptó hacerlo con sumo gusto.
«Estaba listo. Creo que mi educación tuvo mucho que ver con que sea capaz de manejarlo. Estaba listo». De nuevo, intentaba desenvolverse en su segunda lengua. La estudió en California y no dejaría pasar la oportunidad de practicarla al visitar Córdoba. Sin embargo, esta vez hablaba de su adaptación a la liga. Grandes cantidades de dinero, mucha gente alrededor y otras tantas tentaciones. Él, impasible, en el centro de la tormenta. Cuenta con los datos antecedentes necesarios para lograrlo sin impulsos que aminorar.
Para más inri, hay que señalar que no tuvo tiempo para asimilar la situación. No es una forma de hablar; no tuvo. Porque los Celtics no podían esperar. Saben que en él tienen un proyecto de enorme potencial, pero también que la necesidad es lo primero. Y a partir de ahí, explotaron su carácter. El de alguien que siempre pregunta ‘¿por qué?’, que no duda al pisar, que se fija y toma notas de todo detalle imaginable. El de un rookie que se aleja de todo molde.
Celtics Life recogía unas declaraciones de su entrenador actual dando la bienvenida al jugador poco después de su llegada a la NBA. «Es un chico que realmente quiere ser entrenado, que quiere aprender. Quiere crecer y es importante para él». Simple y llanamente, actitud. Y él mismo lo dejaba claro antes de dar el salto. «Soy así, lo tomas o lo dejas».
Pero esa seguridad también daba pie a dudas. No era simplemente una vía de expresar su unión inquebrantable entre su persona y el éxito. The Undefeated hablaba de él como el Hombre del Renacimiento del Draft de 2016. Recogía testimonios, anécdotas y valoraciones en forma de perfil. Entre citas y citas se encontraban las de un asistente de general manager de la NBA que prefería mantenerse en el anonimato. Por sus palabras dejaba entrever un gran conocimiento del chico y su personalidad. De un estudio detallado sobre cómo es, sus gustos, inquietudes e incluso carrera estudiantil. «Es tan inteligente que podría intimidar a algunos equipos. Quiere saber por qué haces algo en vez de simplemente hacerlo. No creo que sea malo, pero es una forma de cuestionar la autoridad». «No es maldad. Solo quiere saber lo que pasa. A los entrenadores de la old-school no les gusta eso de preguntar tanto».
No era el único texto de aquellos días previos a su elección como tercer pick que hacía alusión a tal temor. SB Nation publicó un artículo que ya en su subtítulo dejaba clara la idea principal. «Aunque su inteligencia podría volverse en su contra». Otro ejecutivo de la liga (también a rostro cubierto) llegó a decir que el chico podría ser «demasiado inteligente para la NBA».
El mismo escrito del célebre portal norteamericano daba una respuesta. La lanzaba con fuerza, pero no dejaba de ser una suposición. Mera conjetura que, aunque encaje, no puede probarse o es de elevada dificultad. Hablaba de racismo. De un chico de color joven que se deshacía de clichés y, sin quererlo, se adentraba en otro. En un mundo del pasado siglo. «El pensamiento que se procesa tras la idea de que un joven negro inteligente es demasiado listo para sus entrenadores y que sería mejor que simplemente se guiara por las emociones en vez de ahondar en los esquemas y los planes de partido suenan menos a una liga deportiva profesional y más a la década de los 50.»
«Miro a la cancha como una clase, y Brad Stevens es mi profesor. Estoy deseando que me enseñe sus maneras». Jaylen Brown, a CBS, minutos después de ser drafteado.
Puede dar una sensación de brutalidad que, aunque rara vez expuesta, existe. Como un espectro que vive en la sombra. Se hace notar, pero nadie habla de ello. Se prefieren las bocas calladas, los cuerpos dispuestos y las mentes tranquilas. Los inquietos inquietan. Es duro, pero real. Roza lo deplorable. En un mundo de mil y una noches en compañía, donde la gestión de grupos de individuos es el día a día, que el listo amenace al resto, puede traspasar los límites de lo moralmente correcto para muchos.
Realmente, no se entienden las excusas. ¿Puede ser entendido el intelecto como un ataque a la autoridad? ¿Como arrogancia? ¿Es realmente negativa en la convivencia que alguien huya de los estereotipos? Entre sus antecedentes; el interés heredado (su abuelo era capitán del equipo de su instituto en Georgia) en el ajedrez, las inquietudes por los idiomas, haber cursado clases de máster cuando solo era freshman y, sobre todo, haberse presentado al Draft sin agente. Se fiaba (y sigue haciéndolo) de él mismo. Elige cuidadosamente a su entorno. Rara vez se despega de su hermano mayor Quenton.
Aprovechando que iba a dar el salto, eligió diversas fuentes de conocimiento como tutores. Isiah fue especial, le dio a conocer a Bill Laimbeer y Dennis Rodman. También buscó la tutela de Shareef Abdur-Rahim. «Ha conocido a todas las personas de alto nivel de la liga. Ha tomado tiempo para aprender cómo funciona la NBA, cómo se trabaja y cómo funciona el convenio colectivo». Además de profesionales de la canasta, seguía en contacto con diversos profesores con los que coincidió en California. «Tengo grandes recursos, así que los uso. Tengo a gente que son mis ojos y oídos. Gente que entiende la NBA, que jugó en la liga durante 10 o 15 años, que entienden lo que necesito y lo que no».
En la propia competición hay algún ejemplo más que deshace la absurda idea del conocimiento como factor negativo. Lo expuso Matt Moore, de CBS. «Los Spurs tienen un ambiente construido desde el multiculturalismo y la diversidad de intereses. Popovich habla a sus jugadores sobre problemas del mundo y los lleva a diversos restaurantes para expandir sus horizontes».
Los de Jaylen ya están, con 20 años, lo suficientemente abiertos. Se interesa por temas de problemática social (estudió una asignatura llamada Pobreza Global en college), para relajarse suele hacer música o escribir poesía y es un gran aficionado tanto a la cocina vegetariana como al fútbol europeo.
Danny Ainge, como sabemos, confió en que, todos aquellos que rodean la NBA y aseguraban ver la mente como potencial intimidatorio, estaban equivocados. Hoy en día lo sigue pensando. No solo le dio la oportunidad de ser top 3 en el Draft de 2016, hoy lo ha declarado intransferible. En Córdoba, la tarde en la que Jayson Tatum fue elegido por los Celtics, Brown declaró algo que sorprendió a todos los presentes. El GM de los de verde le llamó. En su boca, una pregunta. «¿Qué harías tú con ese pick?». Recordemos; hablamos de alguien que hace unas semanas era novato. No lo es, sin embargo, al uso. Porque es un adicto al trabajo, sí, pero en esas tareas también conviene mencionar lo mental. Danny lo valora.
Otra confesión despertó el interés de los allí presentes. El cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos es alguien que ha agitado la sociedad norteamericana. Tanto que, incluso varios medios publicaron que los Golden State Warriors habían declinado la invitación a la Casa Blanca desde el estatus de campeón. El alero, dijo, haría lo mismo.
Los estereotipos solo son eso. El 7 es una mente inquieta, alguien que se preocupa por lo que pasa, que se interesa por lo artístico y que profundiza. No gustaba, sin razón aparente, a sendos expertos y ejecutivos de la liga en la que hoy juega. Pero no piensa cambiar. «Había artículos que decían que, porque fuera inteligente, era casi una amenaza, que podía ser ofensivo o arrogante. No creo que eso sea verdad. Simplemente estoy siendo yo mismo y siento que si alguna gente piensa así, a esa gente no quiero hablarle». Lo comentaba con total tranquilidad. Sin elevar el tono, mirando a los ojos. Transmitía seguridad, pero sobre todo solemnidad.
Hoy, ya ve el año de transición desde el retrovisor. Fue sólido, mostró madurez. Un nivel que lejos estuvo de la excelencia estadística, pero tampoco lo necesitó. También ahí se sale del molde, y probablemente sea lo único que deba valorarse. Jaylen es distinto, y está bien así.
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