¿Cómo se puede conseguir que un país de poco más de dos millones de habitantes se proclame campeón de Europa? Las respuesta es simple: cuando ese país cuenta con jugadores como Goran Dragić en su selección. El líder de una generación que pudo lograr el final feliz en el Eurobasket, su cuento de hadas particular. Autor de 35 puntos en la final y MVP del torneo, Dragić y su talento desmesurado ya tienen escrito su nombre con letras de oro dentro de la historia del baloncesto europeo.
Para entender el éxito de Goran es necesario hacer un viaje hacia sus orígenes, trasladarnos a las canchas callejeras de Ljubljana, donde Dragić empezó a jugar y que también es la ciudad natal de otro ex NBA y hoy secretario general de la federación eslovena, Rasho Nesterovič. Esta, a pesar de ser la capital de Eslovenia, es una pequeña ciudad de cerca de 300.000 habitantes en la que el baloncesto tiene que compartir protagonismo con dos deportes más: el fútbol y el hockey hielo. Precisamente son los que Goran practicó antes de dedicarse exclusivamente al baloncesto.
Paradójicamente podríamos decir que jugar al fútbol marcó la vida de Dragić mucho más de lo que uno puede imaginarse. Su padre, Marinko Dragic, fue un futbolista amateur y Goran desde muy pequeño quiso seguir sus pasos jugando al fútbol. Puede que fuese un capricho del destino pero una lesión en su pierna hizo que Dragić cambiase el campo de fútbol por las canchas de baloncesto, deporte que practicaba su madre, Mojca Dragić, que formó parte de la sección femenina del KD Ilrija.
Goran Dragić, talento innato
Desde pequeño Goran estuvo rodeado por un entorno muy baloncestístico. Además de su madre, su hermano Zoran siempre fue un gran apoyo para él. Con “Zoki”, como le gusta llamar a su hermano, mantuvo una relación muy estrecha, y raramente estaban separados. Incluso dormían en la misma habitación. Apenas había tres años de diferencia entre dos hermanos para los que en muchos momentos el baloncesto parecía ser lo único que giraba a su alrededor.
Otra de las grandes amistades de la infancia de Goran Dragić fue la de su vecino Gregor Terzic, que se presentó al Draft de 2008, al igual que Goran, pero no fue drafteado. Hoy en día son amigos inseparables. Juntos pasaron toda su juventud practicando baloncesto en la calle y en el Ilrija, su primer equipo. Según Gregor, «gimnasio y jugar al baloncesto» era todo lo que él y Goran hacían en su rutina diaria.
Siendo todavía un chiquillo, Dragić comenzó a dar los primeros pasos de una gran carrera en los parques y canastas del vecindario. Es curioso que el que fue uno de los primeros ídolos de Goran también jugó en los Heat, Predrag Danilović, quien compartía protagonismo en su corazón con el mítico Sasha Djordjević, otro de los modelos a seguir que tenía. Aunque el baloncesto europeo le atrapara, el base esloveno confiesa que desde joven empezó a levantarse por la noche para poder ver la NBA y que inevitablemente se fijaba en jugadores como Iverson o Jordan.
Sus primeros equipos
Dragić combinaba entrenamientos en el equipo de su escuela con tardes de diversión en canchas de la calle, la clásica mezcla que suele dar como resultado auténticos genios del deporte. Era en los parques de su barrio donde él efectuaba crossovers y fadeaways, movimientos que en muchas ocasiones no se atrevía a realizar en entrenamientos con el equipo de su escuela, el Osnovna Sola Koseze. Juntar su talento natural con la táctica de los entrenamientos y la experiencia y picardía obtenidas al jugar al street basketball contra chicos de todas edades, entre los que también se encontraba su hermano Zoran, bastó para que Goran comenzase a llamar la atención entre los aficionados de su ciudad.
Su entrenador en el colegio, con el que aún guarda relación a día de hoy, fue Branko Bavdaz, el responsable de que Goran se decantase por el baloncesto. Bavdaz dice que el primer día que vio entrenar a Dragić una sonrisa se dibujó en su rostro porque sabía que contaban con alguien que tenía un enorme potencial. Las actuaciones con su colegio le sirvieron también para despertar el interés del KD Ilrija de su Ljubljana natal, que fue el club donde el base empezó su carrera como jugador semiprofesional. Algunos de sus compañeros de equipo en esa etapa como Miha Cmer aseguran que a pesar de su juventud Dragić ya hacía todo a una velocidad más alta que los demás.
Seguramente fue en el Ilrija donde empezó a construir una personalidad muy fuerte en la pista que aún a día de hoy sale a relucir en los partidos de los Heat y especialmente en los encuentros que juega con la selección eslovena. Goran sostiene que desde la adolescencia sus padres le han transmitido unos valores muy relacionados con la honestidad y que trata de mantener independientemente de lo que pase en su vida. Explica que desde pequeño está acostumbrado a que le griten y que no es algo que le moleste especialmente ya que intenta transformarlo en energía positiva que le estimule a jugar mejor. Como él mismo dice, el Ilrija fue el equipo en el que se empezó a dar cuenta de que podía llegar a ser un jugador profesional.
El momento de dar salto
Una única temporada con el equipo sénior del KD Ilrija bastó para que Goran Dragić ya fuese una figura reconocida a nivel nacional. Esa misma temporada el KD Slovan, un club con mayor reputación nacional e internacional, se hizo con sus servicios. Allí Goran estuvo durante dos temporadas compitiendo a un gran nivel, pero su gran trampolín para entrar en la agenda de los grandes de Europa fue cuando hizo a Eslovenia campeona de Europa sub 20 en 2004, debutando dos años más tarde con la selección absoluta en el Mundial de Japón, cuando le ficha un TAU Cerámica que compite en lo más alto del panorama continental, para cederlo en ese mismo 2006 al recién ascendido Polaris World Murcia.
Dragić no se adaptó bien al equipo de Murcia, donde Manolo Hussein apostaba por un baloncesto de control para el que Goran aún no estaba preparado, a pesar de aquel equipo murciano presentaba la pareja de bases más joven e inexperimentada de la ACB, junto al hoy solvente Anton Gavel. Promedió 4,6 puntos por partido y una de sus actuaciones más destacadas fue precisamente contra el TAU, equipo que lo tenía cedido, cuando anotó 14 puntos. Al año siguiente volvió a marchar cedido, esta vez al Olimpija de Ljubljana, y logró así volver a su ciudad donde coincidiría con Saša Dončić, padre de Luka. Tras un año de nuevo en su ciudad, Dragic se disponía a volver de nuevo a Vitoria para jugar con el club que aún tenía sus derechos, pero el destino quiso que los Phoenix Suns, que le seleccionaran en el número 45 del Draft 2008, quisieran que se uniera ya a ellos después de dejarlos impresionados en unos entrenamientos privados. El resto, como se suele decir, ya es historia.
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