Boomin’ out in South Gwinnett like Lou Will
6 Man like Lou Will, 2 girls and they get along like I’m (Lou Will)
Like I’m Lou Will, I just got the new deal
6 man, “If Your Reading This It’s To Late”
Drake
Uno de los grandes raperos del momento te escribe una canción, y de sexto hombre pasas a ser un icono pop. Sobre todo porque el mundo se entera de que andas por allí con dos novias. Los versos de Drake sobre Lou Williams no son más que una anécdota de la vida de unos de los mejores jugadores de banquillo que jamás ha visto la NBA, una anécdota que dio mayor visibilidad a un jugador habitualmente abandonado a la deriva mediática, que siempre destaca a las estrellas individuales en el océano de la liga.
Como el bueno vino, sin embargo, a Lou Will le ha sentado bien el paso de los años, tan bien que él se siente en su mejor momento deportivo. Sus números y su incidencia en la franquicia de Los Angeles Clippers, descabezada de lo que entendemos por estrellas convencionales, confirman sus sensaciones.
Lou, cuando escribo esto, está muy ocupado enviando a los vigentes campeones de la NBA al espejo del baño, donde se miran, buscan los síntomas y no encuentran, por mucho que remuevan en el botiquín dentro del armario, el analgésico adecuado. En una NBA capitalizada por el relato de las estrellas destaca el hecho de que los Clippers, liderados por dos hombres de banquillo –el propio Williams y Montrezl Harrell–, estén peleando contra los Warriors en playoffs mientras LeBron James y sus Lakers se lamentan acurrucados en el sofá de sus casoplones.
El valor colectivo cotiza al alza
Es mérito de tipos como Lou, humildes, centrados y nada ostentosos, por mucho que se hable de sus dos novias. Según él, tampoco es algo raro en el mundo de la NBA y, siendo sinceros, no es raro en esas esferas de la sociedad. “Tengo que escuchar sobre eso cada día, cada día”, bromea Williams en un perfil de Sports Illustrated. “Hay más jugadores de lo que piensas que hacen eso. Yo solo fui el primero del que se habló en una canción”. Para los más curiosos, Lou deslizó que dejó de verse con una de sus novias, y hasta aquí sabemos.
Vayamos al baloncesto y a sus inicios. Lou compara su estilo en la cancha con el de Rick Ross, porque “es alguien con actitud relajada y que simplemente consigue resultados [en su trabajo]”. Williams de hecho, es un amante de las rimas y los beats. En el instituto, cuando no estaba atento a los profesores, se dedicaba a escribir algunos versos, lo que le ha llevado inevitablemente a tener buen rollo con varias estrellas del rap. Además de rimar, Lou también dejaba marca en el parqué, y de hecho fue proclamado Naismith Prep Player of the Year en 2005, galardón que destaca al mejor jugador de todo Estados Unidos en el instituto. Terminó su trayectoria escolar como segundo máximo anotador histórico en el estado de Georgia. Boomin’ out in South Gwinnett like Lou Will.
Lou apuntaba a primera espada, y tan buenas eran sus perspectivas que optó por saltarse la etapa universitaria y dar el salto directo al Draft NBA. Su mal rendimiento en los entrenamientos previos le enviaron hasta el puesto 45 de la segunda ronda. Un paso atrás que él, con su carácter, convirtió posteriormente en dos pasos al frente.
El espejo de Iverson
En los Philadelphia 76ers, Lou encontró un buen espejo en Allen Iverson. La estrella que él podía ser pero que jamás sería. “Nunca te he visto anotar en un partido de verdad”, le espoleaba AI en uno de sus primeros entrenos con los Sixers.
Williams se fijó mucho en el juego de Iverson, pero la NBA de ese momento había pasado página y buscaba otras características más allá del anotador puro. Además, para eso estaba AI en Philly todavía. Sus dos primeros años no dejaron pistas de lo que escondía ese menor de edad flacucho. Quizás sí que dejó alguna pista el hecho de que él mismo pidiera bajar a jugar con el equipo afiliado de la D-League.
Allí tuvo minutos y pudo destacar, y con los rumores de la partida de Iverson, Williams volvió al equipo y, la siguiente temporada, se estableció como un jugador solvente: le metías, anotaba, cumplía con su papel sin estridencias. Se ganó la extensión con su equipo y fue creciendo como elemento clave del banquillo. Tras quedar segundo en las votaciones de mejor sexto hombre de la temporada 2011-12, Williams fue traspasado a los Atlanta Hawks.
Con los georgianos tuvo mala fortuna, se rompió los cruzados en su primera temporada y no encontró su mejor ritmo en la segunda. El traspaso estaba a la vuelta de la esquina: Toronto Raptors es donde Lou empezó a llamar la atención de las gradas.
6th man
Primero la canción de Drake, pero sobre todo un temporadón como mejor sexto hombre de la liga –15,5 puntos, 1,9 rebotes y 2,1 asistencias en 25 minutos de juego–, le labraron cierta fama en la liga. La lógica hubiera sido renovar con Toronto, pero la lógica no cuaja a veces en la NBA. Su gran campaña acabó en traspaso, quizás cuestión de cotización al alza y algún recelo técnico. Acabó en Los Angeles Lakers, donde acumuló en un año casi las mismas titularidades que en sus siete temporadas en Filadélfia –35 y 38 respectivamente, acumulando 110 partidos de 936 como titular en toda su carrera–.
Williams cumplió de sobras, pero los Lakers eran los mismos de hoy en día, un conjunto depresivo para dentro y para fuera. Lou mostró su frustración al volver a cambiar de cromos dos veces más en medio año. Acabó la temporada de 2017 en Houston y empezó la de 2018 con los Clippers, donde por fin escuchó lo que hacía tiempo que anhelaba escuchar. Con 32 años, Doc Rivers supo ver lo que el resto de equipos no habían visto: un tremendo líder del vestuario y un jugador dispuesto a hacer lo fuera por ayudar al colectivo.
La estrella está en el banquillo
“Yo sí te quiero aquí, para largo”, recuerda Williams sobre su primer encuentro con Rivers y sus palabras. Con 31 años, Lou sacó su mejor juego a relucir gracias al esquema colectivo planteado por Doc, que define así a su actual plantilla: “Quizás no tenemos a muchos tipos que encajen en el criterio tradicional de estrella, pero tenemos a muchos tipos que juegan como estrellas”. Lou Williams selló su segundo premio de mejor sexto hombre de la temporada con 22,6 puntos, 2,5 rebotes y 5,3 asistencias por partido en 32,8 minutos de juego. Los Clippers centraron algunos focos gracias a su juego y a su valor de equipo sin estrellas de primer calibre.
Esta temporada ha sido más de lo mismo, incluso mejor si nos fijamos en los términos relativos. Williams, que se la está liando a Golden State Warriors en la primera ronda de estos playoffs, terminó con 20 puntos, 3 rebotes y 5,4 asistencias por partido en –¡atención!– 26,6 minutos de juego. Efectivo y eficiente como nunca. Su año bien le podría valer su tercer título como mejor sexto hombre de la temporada, un hito solo conseguido por otro histórico Clipper como Jamal Crawford.
Los números están allí, pero la verdadera importancia se esconde entre bambalinas. “Si quieres formar parte de un equipo, ser un jugador de equipo, y realmente lo dices en serio, aceptas el papel que te toca”, comenta Lou en conversación con The Undefeated. “Siempre escuchas esos clichés de ‘voy a hacer lo que sea para ayudar a que el equipo gane’. A mi me pusieron en esa situación. Tenía que predicar con el ejemplo. Sentirlo de verdad. Esa parte se quedó conmigo. Siempre quise ser recordado como un jugador de equipo y no un egoísta”.
De hecho, más allá del valor colectivo que aportan tipos como Williams a la liga, también hay un punto de mentalidad de nuestra sociedad en la que Lou toca hueso. Así nos lo explica él: “Empiezas a hablar con tu familia y nadie te va a decir que deberías aceptar un papel de banquillo. Te van a decir, ‘deberías ser titular, deberías ser una estrella’. Eso fue un contratiempo que me encontré muy pronto en mi trayectoria. Tuve que lidiar con ello”.
Lo que Lou Williams viene a decir es aplicable a la NBA y a la vida. En estos tiempos de capitalismo salvaje, hiperconectado e hipercompetitivo, hay alternativas a la cultura dominante que promueve al individuo que es superior al resto. En el planeta hay casi 8.000 millones de personas, y no todos podemos encajar en el molde. La clave está en entender la posición de cada uno y trabajar duro: no para ser el mejor en algo, sino para ser la mejor versión de uno mismo, que es algo muy distinto. El primer tipo de persona no ayudará al prójimo, mientras que el segundo será un excelente contribuyente a la hora de mejorar lo que sea: un compañero, un equipo, una vida, una familia.
Ver a Lou Williams con la pelota nos recuerda dos cosas: hay que ser bueno, pero sobre todo hay que ser generoso y currante con las miras puestas en mejorar a tu entorno.
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