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RJ Barrett, la enésima esperanza de los Knicks

Apadrinado por Steve Nash. A la sombra de Zion Williamson. Y recala en una franquicia de aparente glamour, pero ruinosa en el fondo. La carrera de RJ Barrett acaba de empezar.

Los Knicks, como cualquier aficionado al baloncesto ya sabrá, son uno de los equipos con más solera, más aficionados y menos éxitos de la historia del baloncesto. Tienen dos anillos de la NBA (69-70 y 72-73), un par de casis, muchos grandes jugadores que no consiguieron rozar la gloria (Bernard King, Patrick Ewing, Allan Houston o Carmelo Anthony) y bastantes temporadas de mediocridad. Eso sí, siempre con la  ilusión a prueba de bombas de que el próximo año será mejor. Seguro que el próximo curso es el bueno.

El último, al menos, fue el peor (empatado) de la historia de la franquicia. Solo en otra temporada, 2014-2015, ganaron tan poco (17 encuentros) y perdieron tanto (65). Pero el futuro parecía brillante. Era un hecho (casi) seguro que iban a lograr el número 1 del Draft (Zion Williamson). Y se daba (casi) por hecho que Kevin Durant y Kyrie Irving jugarían en Nueva York, en los Knicks.

Bueno, ya sabéis que, efectivamente Durant e Irving están en Nueva York, pero en Brooklyn, en los Nets. Y que Zion está en Nueva Orleans. Lo único que da un mínimo de alegría a todos los aficionados knickerbockers es que la tercera elección, RJ Barrett, tiene una pinta excelente. Como indicaba (si se rascaba un poco más allá de los highlights) su gran año en Duke.

El análisis

Porque Barrett tiene ese ‘algo’ que se le nota a los buenos con solo verle jugar. Cómo mira la pista, cómo ve lo que hay que hacer y cómo lo hace. Tiene lagunas (su lanzamiento en suspensión es mejorable y su porcentaje en tiros libres es indigno de un jugador que quiera ser algo más que bueno), pero sus virtudes son innegables. Él es director de orquesta. En este baloncesto aposicional, con los clásicos base/escolta/alero/ala-pívot/pívot diluidos, el base no es el bajito, sino el que controla el juego. Y Barrett es el base. Sus penetraciones son muy efectivas.

Controla a la perfección su cuerpo, lee muy bien el pick&roll y sabe cuándo arriesgar y cuándo no hacerlo. Cuando no tiene la bola, hace un buen espaciado. Y o bien estático en las esquinas (desde donde está lanzando bastante bien en este comienzo de temporada) o cortando sin balón para recibir el pase desde el poste alto, está siendo un factor importante en el ataque de los Knicks.

Junto a Mitchell Robinson y a Kevin Knox, Barrett está llamado a ser el centro de la franquicia en las próximas campañas. Forman un núcleo joven muy interesante sobre el que se debería basar el equipo, acompañado por veteranos como Marcus Morris, Sr. Julius Randle (el único en el que los Knicks han confiado a 2 años vista) o Bobby Portis. Y aunque hay encuentros en los que los veteranos han tenido una sobredimensión en minutos y responsabilidades, la apuesta de los Knicks debería ir sobre el trío Barrett-Robinson-Knox (recuperando, si se puede, a Ntilikina y Smith Jr. para la causa).

El camino

Ya hemos visto qué tipo de jugador es Barrett, por qué es la esperanza de los Knicks y por dónde tiene que ir su futuro. Pero, ¿De dónde sale Barrett?. RJ es canadiense, hijo de un exjugador (Rowan Barrett) formado en St. John’s (donde conoció a la madre del chico, Kesha, atleta de Brooklyn) y cuya trayectoria profesional se desarrolló fuera de la NBA (Campaña 97-98 en Lucentum Alicante incluida). Además, el mejor amigo de Rowan es un tal Steve Nash, dos veces MVP de la NBA y, en la discusión por ser el mejor jugador no estadounidense de la historia. Para RJ, Nash no es Nash. Es ‘Uncle Steven’, su padrino y uno más de la familia. Nash ha ayudado a desarrollar la lectura de juego y el baloncesto de RJ Barrett y también le ha echado una mano en las decisiones que, siendo adolescente, tuvo que tomar.

Porque con solo 14 años, a Barrett Canadá se le quedó pequeña. En su instituto de St. Marcellinus, en Mississauga (Ontario) hizo lo que quiso. No tenía rival. La decisión era difícil, pero estaba clara. Si RJ quería progresar, tenía que emigrar al sur, a Estados Unidos. Y lo hizo a la prestigiosa Montverde Academy, un centro que ha preparado a alguno de los mejores jugadores de instituto del mundo (Ben Simmons, D’Angelo Russel o Joel Embiid vistieron su camiseta).

Su paso fue muy exitoso y comenzó a llamar la atención. Cuando sus encuentros eran televisados para todo el país, el chico no se achantaba. Respondía. Anotó 31 puntos contra el Chino Hills de los tres hermanos Ball y acabó su primer año como el máximo anotador del equipo y con vitola de All-American. Los reconocimientos le siguieron cayendo en las siguientes campañas. Fue básico para que su equipo ganara el prestigioso Palms Classic en su segundo curso en EE.UU, en el que participó en el reconocido Nike Hoop Summit.

En la 2017-2018, su última temporada en el instituto, llamó todavía más la atención. Cada vez se programaban más partidos suyos en las televisiones a nivel nacional y Barrett no se escondía. 29, 24, 22 puntos y 10 rebotes… Y 26 puntos en el oficioso All-Star de jugadores de institutos, el McDonalds All-American. Sus estanterías se quedaron sin sitios para premios y su nombre aparecía en primer lugar en la lista de ESPN de los mejores jugadores de instituto, por delante de Zion Williamson.

A ello ayudó su verano de 2017 en el que llevó a Canadá al título en el mundial no de su categoría, sino de jugadores con dos años más. Con 17 años, RJ Barrett destrozó a Estados Unidos (Reddish, Huerter, Langford, PJ Washignton o Hamidou DIallo) en las semifinales del Mundial Sub 19 de Egipto con 38 puntos, 13 rebotes y 5 asistencias. Más discreta fue su final, donde volvió a ser el mejor con 18 puntos y 12 rebotes.

Así que, cuando en noviembre de 2017 anunció su compromiso con Duke, era el jugador adolescente más famoso del país. Todavía más cuando la Universidad de Coach K cerró a los números 2 y 3 de la lista de ESPN (Zion y Reddish) para acompañarle al frente del mejor grupo de novatos nunca visto en la NCAA.

Duke

Si a ti te sonaba el nombre de Barrett como escudero de Zion, como una suerte de Pippen de Jordan, todo esto que has leído te puede sonar raro. ¿Pero el bueno no era Zion? ¿Por qué este loco me intenta convencer de que RJ Barrett es mejor? ¿Quién es realmente mejor? Creo que para discernir esto hay que esperar un poco más. Un par de años. Pero, evidentemente, hay diferencias entre ambos proyectos de superestrella. Para empezar, quizás comenzaste a ver el nombre de Zion en la revista SLAM, que en agosto de 2017 le dedicó la portada.

O en el verano de 2018, cuando se viralizó un mate desde el tiro libre en uno de sus primeros entrenamientos con Duke. Si tuviéramos que hacer una distinción simple y poco trabajada, diríamos que Barrett es más generador y Zion más espectacular. Pero lo que desde luego es cierto es que Zion ha sido el jugador más viral, más mediático y que más ha llamado la atención de la excelente camada de Duke. Pero me resistiría a afirmar con rotundidad que ha sido el mejor.

Porque RJ Barrett fue el mejor anotador de la Universidad de Duke en la 2018-2019. En puntos totales y en puntos por partido. Fue el segundo máximo reboteador y el segundo máximo asistente. Su índice de uso ofensivo (el porcentaje de jugadas en las que el jugador tira, recibe falta o pierde el balón) es altísimo. Barrett tiene un 32,2 por ciento, mientras que Williamson se queda en un también impresionante 28,6. Por poner en contexto, el de Harden en Houston fu en la 2018-2019 de 40.

A final de su primera y única campaña en Duke, Barrett acabó con 38 partidos jugados y unas cifras de 22,6 puntos (que subió a 25,5 de promedio contra los equipos Top10 del país), 7,6 rebotes y 4,3 asistencias. Barrett fue el novato de la historia de la Conferencia ACC que más anotó y completó una de las mejores temporadas de la historia de la Universidad en cuanto a registros individuales de anotación. Y no solo eso, también se llevó diferentes reconocimientos individuales, como el de mejor jugador del año de USA Today o el Jarry West, al mejor escolta de toda la NBA.

Hay que decir que el de Duke era un conjunto que prometía y que, pese a ser una auténtica trituradora tanto en ataque como en defensa, se quedó a las puertas de lograr el Trofeo de Maui (perdieron contra la Gonzaga de Hachimura) y de colarse en la Final Four del Torneo de la NCAA (Cayeron contra North Carolina State). Sí ganaron, en cambio, la Conferencia ACC, con 17 puntos y 9 asistencias de Barrett.

Pero también podemos decir que cuando Zion se lesionó (en el famoso encuentro de la zapatilla desintegrada contra North Carolina), Barrett no fue suficiente. No pudo liderar a su equipo como tal vez hubiera cabido esperar y Duke acabó esos 6 partidos (incluyendo el de la zapatilla) con un balance de 3-3, con 2 derrotas contra North Carolina.

Y por todo esto (las dudas que pudo dejaren la ausencia de Williamson y la fábrica de hacer highlights en la que se convirtió Zion), Barrett no acabó el curso como lo empezó. Como el considerado unánimemente mejor jugador de su año en todo Estados Unidos. Y por si fuera poco, la explosión de Ja Morant en el ‘rush’ final de la temporada, le hizo caer hasta la tercera plaza del Draft. Ideal para él y también ideal para los Knicks.

RJ Barrett y los Knicks: ¿mezcla perfecta?

Cuando se celebró la lotería del Draft y empezó a sonar el nombre de Barrett como candidato a ser elegido por los Knickerbockers en la tercera posición, se volvieron a rescatar a una mayor escala sus virtudes y defectos. Que sí, que anota muy bien, pero que le falta tiro. Que sí, que es un gran penetrador, pero no sabemos si puede liderar. Se empezó a especular incluso con un posible ‘trade-down’ de los Knicks en el Draft. Porque Barrett estaba muy bien, pero para el gran público era una decepción. No era Zion.

Pero si obviamos todo lo mediático, todos los mates y todas las expectativas, nos encontramos con un jugador que tiene un acople casi perfecto en los Knicks. Sabe llevar a los medios, como ha demostrado en incontables entrevistas. Se ha declarado (como no podía ser de otra manera) aficionado a los Knicks de pequeño. Veía los partidos clásicos de Ewing y Starks con su abuelo en un reproductor de vídeo. Es decir, tiene la cara suficiente como para venirse arriba con la espectacular presión que supone la prensa neoyorkina.

En la Liga de Verano (competición que no vale para nada más que para llenar horas de televisión), Barrett empezó flojo. Pero el hecho de tener tres partidos buenos después de un par decepcionantes, sirvió para que los aficionados comprasen la premisa de que Barrett tiene carácter. Y en estos primeros partidos de temporada, se han visto cosas muy positivas. Que todo lo que hablaban Nash y Mike Krzyzewski no era una fula. Que ahí hay un jugador con todas las de la ley.

Y que sí, que el Barrett-Julius Randle-Bobby Portis suena peor que el Zion-Durant-Irving con el que muchos aficionados se pensaban que los Knicks iban a empezar la temporada. Pero no por ello hay que desprestigiar el talento de Barrett.

El futuro es imposible de prever. Pero, por lo que se puede adivinar, Barrett es el jugador perfecto para una franquicia en crecimiento. Además de generarse sus propios puntos y sin ser exclusivamente un distribuidor, es capaz de fabricarlos para los demás. Tanto en pick&roll con Robinson, como doblando el balón al lado débil en una penetración. Tiene un gran talento ofensivo. Y pese a que le quede por mejorar en la pista trasera (en los primeros partidos de la temporada ha sufrido dos canastas ganadoras a manos de Kyrie y de Tatum), no es un mal defensor: sus brazos largos le hicieron promediar un robo por partido en la universidad.

En definitiva, los Knicks han encontrado en RJ Barrett lo que buscaban. Un jugador joven que pueda liderar un núcleo en crecimiento, al que darle minutos de aprendizaje sin prisa y sin presión y que vaya respondiendo. Ahora habrá que ver si la franquicia le logra transmitir lo que no logró con Porzingis. Que de verdad Barrett es la última esperanza de los Knicks.

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