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Reflejos

DiDi Richards, un viaje a lo imposible

DiDi Richards es una jugadora de las New York Liberty. En su etapa en Baylor sufrió una lesión gravísima en la médula espinal que pudo haberle impedido volver a caminar jamás.

DiDi Richards
Instagram @didirich2

En 2004 Konstantin Novoselov y Andre Geim obtuvieron un metal nuevo con unas propiedades impresionantes. Aunque en los años 30 y 40 ya hubo un pre-descubrimiento y aunque no se le puso nombre hasta 1994, el trabajo con el metal no llegó hasta principios del nuevo siglo. Este hallazgo llevó a estos físicos rusos a ser galardonados con el Nobel de Física en 2010.

Pero, ¿qué hace que este metal sea tan excepcional? Básicamente es el material más resistente que conocemos, llegando a ser 200 veces más resistente que el acero. Es un material finísimo y ligero hasta el punto que un metro cuadrado de grafeno no pesa ni un gramo. Es un gran conductor eléctrico y térmico al mismo tiempo que es un material hidrófugo.

Es un material cuyas características se asemejan a eso tan manido últimamente de la resiliencia. La RAE lo define como la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido. En el caso de los seres humanos relacionamos la resiliencia con la capacidad de reponerse ante las adversidades. Los seres humanos no somos –ni de lejos– similares al grafeno. Todo lo contrario. Muchas personas tienen mayor tendencia a quedarse hundidas y en el suelo cuando la adversidad y los problemas llaman a su puerta. En cambio otras tantas son casi tan resistentes, resilientes e hidrófugas como el propio grafeno.

Para entenderlo mejor vamos a conocer la figura de Deauzya «DiDi» Richards.

DiDi “perra de presa” Richards

Deauzya nació y creció en Cypress, una localidad del área metropolitana de Houston. Como texana, su primer compromiso fue con los Longhorns pero decidió cambiar su destino y encaminar su futuro universitario con Baylor. Saliendo del instituto estaba rankeada como la 10ª mejor jugadora de la nación y la 2ª ala. Es interesante la reconversión y especialización de DiDi desde el instituto hasta la WNBA. Los scouts hablaban de la adolescente DiDi como una escolta tiradora con capacidad para penetrar a canasta con fuerza, buena organizadora pero sin demasiadas estridencias, gran defensora perimetral y versátil para mover por todas las posiciones desde base hasta incluso como ala-pívot abierta. Las palabras “competitiva” y “completa” están presentes en la mayor parte de los scouting reports de la época. Kim Mulkey era (y es aunque ahora esté en LSU) una reclutadora muy persuasiva y una entrenadora con fama de generar un ambiente familiar muy profundo, algo que caracteriza a los programas deportivos de Baylor. Y DiDi tenía claro cuáles eran sus prioridades y sus objetivos en las Lady Bears: amistad y baloncesto.

Desde su primer año en Baylor vimos a una chica con un desparpajo bestial, una defensora segura e imponente capaz de provocar turnovers en todos los partidos que jugaba. Tras su año freshman y tras ser integrada en el equipo de freshman de la Big12 y recibir honores académicos de Baylor por sus méritos como estudiante, afrontó la temporada 2018/2019 como una de las mejores jugadoras de la nación. Una sophomore que se quedó a muy poco de ser la jugadora defensiva del año –algo que conseguiría la siguiente temporada– pero que fue la estrella rompedora de su conferencia y una de las mejores jugadoras de la temporada regular y del Madness. DiDi fue clave para que Baylor se hiciese con su tercer campeonato nacional.

En la temporada siguiente ya no hubo quien pudiese parar a DiDi. En esta ocasión sí que fue reconocida como la mejor jugadora defensiva del año de toda la nación tanto por la NCAA como por la WBCA (asociación de entrenadoras). No era solamente una jugadora defensiva. Aunque ya se le habían percibido dotes de liderazgo en años anteriores, en su año junior llevaba el equipo de su mano. No era solamente una especialista defensiva. Sus habilidades en la organización se elevaron a la máxima expresión y su nivel competitivo era cada vez mayor. Viéndola jugar se le veía eso de “tiene fuego en la sangre”. DiDi era grafeno tal y como los doctores Novoselov y Geim lo habían desarrollado: duro, resistente, flexible, fino y casi irrompible.

La temporada no pudo concluir con otra Final Four por culpa del COVID. Cierto es que Oregon partía con todas las papeletas para hacerse con el campeonato nacional de mano de la todopoderosa Sabrina Ionescu, pero DiDi y las Lady Bears no iban a entregar el trofeo de campeonas con tanta facilidad. Pero ese March Madness queda para otra línea temporal paralela en la que no hubo COVID ni confinamientos ni se paró el mundo. Aunque para DiDi el mundo se paró unos meses después.

Un sábado cualquiera, una pachanga más

Sábado, 24 de octubre de 2020. El mundo entero se acostumbraba trabajar, estudiar y vivir en algo que dieron en llamar una supuesta nueva normalidad. Aún con el yugo de la pandemia del COVID sobre nosotros, las competiciones deportivas que habían sido interrumpidas en aquel fatídico marzo ya habían concluido. El cadáver de los playoffs de la burbuja de la NBA aún estaba caliente y ya se hablaba de un comienzo “normal” para diciembre o enero. La WNBA ya había terminado y tenían tiempo suficiente para que en la primavera-verano del año siguiente se pudiese jugar una temporada como siempre habíamos visto. Y la NCAA arrancaba en algunos deportes. La peculiaridad de la NCAA hizo que el football se abocara a un comienzo incierto y con un calendario muy cerrado a sus propias conferencias y con la incertidumbre de si el siguiente partido se jugaría o no. El baloncesto mantenía su comienzo habitual en noviembre y los programas estaban entrenando con relativa normalidad aunque con unas medidas muy estrictas.

Ese sábado 24 de octubre de 2020 las Lady Bears de Baylor afrontaban un sábado normal. Para la mayoría de las jugadoras, el sábado es el mejor día de entrenamiento porque es día de pachanga –prefieren llamarlo scrimmage– y es un entrenamiento mucho más distendido y divertido. Quedaba un mes para el debut contra Central Arkansas y los ánimos de las chicas estaban por los aires por las ganas de resarcirse de la temporada post-campeonato en las que estaban terceras en el ranking por detrás de la South Carolina de Destanni Hernderson y la Oregon de Sabrina Ionescu.

En esa pachanga de sábado Moon Ursin y DiDi Richards –con la intensidad habitual que a ambas caracteriza– corrieron a toda velocidad a por un balón sin darse cuenta de que ambas estaban yendo hacia el mismo objetivo. El choque de trenes fue tan violento que la entrenadora Kim Mulkey –que en ese momento se encontraba mirando sus apuntes– llegó a pensar que dos jugadores de fútbol americano habían chocado con los cascos y las protecciones. El pabellón se quedó helado y Alex Olson –Director of Athletic Training– corrió hacia sus dos jugadoras. Moon se quejaba muchísimo pero respondía. DiDi no. El golpe fue tan duro que, una de las jugadoras más duras de toda la NCAA, se había quedado inconsciente e inmóvil en el suelo. Coach Mulkey se acercó a DiDi e intentó utilizar la misma ternura que aplicó sobre Lauren Cox cuando se lesionó en los últimos minutos de la final de 2019 que finalmente ganaron. Pero DiDi no respondía.

¿Jugar al baloncesto? Suerte si consigues volver a caminar

Alex Olson fue consciente desde el primer momento que la situación era muy grave y que la columna podría estar dañada. Ya en el hospital y con DiDi de vuelta en cuerpo y alma le diagnosticaron una lesión en la médula espinal. Esa era la buena noticia porque significaba que no había rotura de ningún tipo y que “simplemente” se había producido un impacto brutal sobre la médula y que la columna había hecho bien su trabajo, no había daño estructural. La virulencia del golpe provocó que las órdenes de sensibilidad del tren inferior se habían paralizado. La duda era hasta cuándo.

DiDi cuenta que lo único que repetía era: “no siento mis piernas, no puedo sentir nada de cintura para abajo”. DiDi comentaba también que es el tipo de jugadoras y de persona que nunca se cae y que se quiere levantar rápido.

El primer neurólogo al que preguntaron contestó claramente que la pregunta no tendría que ser si volvería a jugar al baloncesto si no que si volvería a caminar con relativa normalidad. A nivel deportivo la prioridad era solicitar el redshirt para que no perdiese año de elegibilidad.

Pero insisto: Deauzya no es una chica que se rinda con facilidad, tendría que venir un Offensive Line o un Linebacker del equipo de football para dejarla fuera de las canchas el resto de su vida. Rendirse no era ni es una opción. Luchar es la meta. Resiliencia como modo de vida. Por eso solicitaron una segunda opinión. El segundo neurólogo dijo algo muy diferente a su colega: sigue, sigue, sigue, sigue hasta que tu cerebro te mande parar. Y DiDi –ya la vas conociendo un poco más– respondió sin dudar: Ok, vale, puedo hacerlo.

Una rehabilitación incierta

La incertidumbre sobre la recuperación rondó las cabezas de todas y cada una de las personas del entorno de Richards. Pero al día siguiente al brutal impacto comenzó una recuperación milagrosa. Empezaron por levantarse de la silla con ayuda de las celadoras y dar pequeños pasos con la ayuda de un andador. El objetivo inicial era llegar hasta la puerta de la habitación, pero el afán de superación de nuestra protagonista no conoce límites. El andador y la confianza fueron sus mejores aliados durante días.

Parte de la rehabilitación constaba de unos ejercicios en una cinta de caminar/correr en la que las piernas se encontraban sin gravedad. Es decir, utilizaba una cámara de aire presurizada para reducir la carga gravitacional y que el impacto fuese menor y que pudiese caminar con todo el peso en sus piernas.

El 5 de noviembre –día 12 de rehabilitación– ya era capaz de levantarse sola y de caminar sin ayuda del andador. El 18 de noviembre la cuenta de twitter de Baylor publicó un vídeo de DiDi tirando a canasta de nuevo. Y lo más sorprendente de todo y lo más milagroso es que 38 días después del terrible impacto que parecía que iba a retirarla del baloncesto, DiDi volvía a jugar un partido con las Lady Bears. Para DiDi y para su madre, este partido contra USF y esa primera canasta fueron los momentos más emotivos para DiDi en sus cuatro años en Waco. Ni el campeonato nacional le produjo tanta emoción como esa vuelta a las canchas.

Deauzya “Resiliente” Richards

Su temporada senior concluía y DiDi iba al draft con la idea de ser seleccionada por alguna franquicia importante. En condiciones normales –omitiendo la grave lesión– DiDi habría sido un pick alto de primera ronda pero la realidad fue otra y cayó al 5º puesto de la 2º ronda. Lo bueno es que iba a jugar en las New York Liberty, un equipo muy joven y con mucho talento. DiDi tampoco tendría ninguna presión porque los galones de estrella los tenía una jugadora a la que secó totalmente en ese gran March Madness de 2019. Ser la sustituta de Ionescu le favorecía. De todas formas las lesiones la llevan persiguiendo durante sus dos temporadas en Brooklyn pero DiDi se levanta siempre. Hay dos imágenes habituales en el banquillo de las Liberty cuando DiDi no está en cancha: si no juega es la que más anima a sus compañeras y cuando juega no descansa y que está haciendo rodillo en la bicicleta estática para que esas piernas no pierdan forma.

Con lo dura que es la WNBA en lo que a los contratos se refiere, esperemos que DiDi pueda mantenerse sana una temporada completa y demostrar el talento descomunal que tiene. Pero lo que siempre va a estar claro es la fuerza que DiDi va a dejarse la piel en la cancha y en los entrenamientos. DiDi puede hacer suyos los versos de Santi Balmes: A veces hay que dar un paso para ser libre. Los irrompibles ya han vuelto a regresar. Esa sonrisa infinita es irrompible.

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