Este artículo apareció publicado en nuestro número Skyhook #21, dentro de la sección «Gafas de la talla 33», y lo puedes conseguir aquí.
En la pretemporada de 2012, un periodista de Dallas se acercó, con cierta aprehensión, a Delonte West, para realizar una pequeña entrevista. En algún momento sacó a relucir el asunto de sus múltiples personalidades, con temor a que la entrevista finalizara bruscamente. El jugador de los Mavericks contestó de manera amable y un punto dicharachera. “Puedes preguntarme sobre todas mis personalidades. No las niego, estoy orgulloso de ellas. Todas ellas soy yo”. Su entrenador, Rick Carlisle, distinguía su personalidad del resto de jugadores profesionales. “Mientras ellos funcionan con gasolina normal, él va con diésel”. Lo decía como un cumplido.
Poco después fue cortado por los Mavs, después de dos suspensiones por altercados internos. No volvería a jugar un solo partido en la NBA; tenía 29 años. Ahora tiene 36 y Delonte ha vuelto a ser noticia, pero por unas imágenes suyas que circularon por las redes sociales y que se convirtieron en virales.
El considerado lector las habrá contemplado, con casi total seguridad. En ellas aparece apaleado en plena calle por un desconocido y esposado al borde de una acera, clamando justicia fuera de sí, con ineludible aspecto de vagabundo, uno por el David Simon le habría reclutado para interpretar a cualquiera de los yonquis de Baltimore que aparecían en The wire o The corner.
Su vida, desde luego, le proporcionaba el ‘background’ necesario, germinando desde su infancia, saltando entre parientes y hospitales infantiles, drogas y autolesiones. El baloncesto, como en tantos otros casos, se ofreció a enderezarle. Delonte West era un base-escolta zurdo de gran salto y capacidad anotadora, cualidades que le facilitaron una sólida carrera NBA desde 2004 hasta el citado 2012, entre Celtics, Sonics, Cavaliers y Mavericks. Y lo consiguió a pesar de ser diagnosticado con trastorno bipolar en 2008.
Pero a sus demonios les encantaba jugar a la ruleta rusa. En 2009 la policía le paró por una violación de tráfico mientras conducía una monstruosa motocicleta. Durante el registro le encontraron una Beretta de 9 mm en el cinturón, una Magnum Ruger 357 atada a la pierna y una escopeta Remington 870 en una funda de guitarra. Alegó que estaba trasladando las armas porque los hijos de su primo las habían descubierto. Por supuesto, no le creyeron y fue condenado, aunque se libró de la cárcel. Durante su etapa en los Cavs circuló la leyenda de que se había acostado con la madre de LeBron James. Presa de continuos problemas económicos, en parte por ayudar a sus padres, durante el ‘lockout’ de 2011 llegó a trabajar en una tienda de muebles.
Sus problemas disciplinarios en los Mavs acabaron con su periplo profesional en 2012. Aunque hubo algunos amagos de retorno, no pasó de la NBDL con los Texas Legends y la liga china, y en 2015 las lesiones le apartaron definitivamente del baloncesto. Poco después empezaron a viralizarse imágenes extrañas de Delonte: descalzo con una bata de hospital en la carretera, o mendigando en Temple Hills, cerca de su Maryland natal. A pesar de los discretos intentos del entorno NBA de socorrerle, su espíritu se ha ido castigando hasta llegar a donde nos encontramos ahora.
Tras su suspensión en 2012, Delonte West se encerraba en su apartamento con vistas al American Airlines Center de Dallas. Un día, mientras miraba desde la ventana, tuiteó: “I’m just sittin’ here across from the arena with tears in my eyes” (“Simplemente estoy aquí sentado, enfrente del pabellón, con lágrimas en mis ojos”).
Ojalá algún día se sequen.
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